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Ciencia y arte de escribir y divulgar vidas de santos y escritos santos (hagios, sagrado, grafos, escritos). En general se la define como ciencia histórica, en cuanto investiga, discierne, juzga y escribe datos objetivamente ciertos y religiosamente peculiares.
Pero también se la puede presentar como arte de escribir sobre figuras modélicas y emblemáticas para los cristianos, con habilidad para combinas lo técnico con lo practico, lo rigurosamente histórico con los convencionalmente piadoso y espiritual.
Es ciencia y arte interesante para los catequistas, por cuanto proporciona los modelos significativos del mensaje cristiano en forma de relatos aprovechables para la oferta de modelos evangélicos reales y dignos de imitación.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
1. Definición y ordenación teológica
De manera completamente general hay que entender por h. la exposición de la vida de los santos. En un sentido científico estricto este concepto abarca la discusión crítica de la tradición hagiográfica, del culto y de la historia de los santos (culto a los ->+ santos, historia de los -> santos).
En la acción de los santos se expresa la Iglesia misma. «La h. pertenece al gran ámbito de la autoexposición literaria de la Iglesia» (B. KöTTING, LThK2 iv 1316). En ella Cristo se hace visible como aquel que sigue viviendo y creciendo de diversos modos. Por tanto la h. es historiografía eclesiástica. Pero no tiende solamente a relatar hechos, sino que sirve para alabanza de la gloria de Dios en sus santos y para acicate de la Iglesia peregrina, a fin de que ella confíe constantemente durante su vida en la eficacia del Señor presente, y de que edifique y deje espacio a Cristo para su propio crecimiento, sabiendo que sus leyes no pueden determinarse de antemano. Esta misma línea de ordenación teológica sigue el Vaticano ii en la constitución Lumen Gentium (cap. 7 nº 50): «Si contemplamos la vida de los fieles seguidores de Cristo, recibimos nuevo impulso para buscar el reino futuro (cf. Heb 13, 14; 11, 10). A la vez se nos muestra un camino completamente seguro para que nosotros, cada uno según su estado y las circunstancias propias de su vida, a través de las vicisitudes terrenas podamos llegar a la perfecta union con Cristo, es decir, a la santidad. En la vida de aquellos que, siendo compañeros de destino de nuestra humanidad, sin embargo han sido configurados más perfectamente a imagen de Cristo (cf. 2 Cor 3, 18), Dios muestra de manera viva a los hombres su presencia y su faz. En ellos, Dios mismo nos habla a nosotros, nos da una señal de su reino, al que, rodeados de una nube tan grande de testigos y frente a tal testimonio de la verdad del Evangelio, nos sentimos atraídos poderosamente.»
2. Fuentes de la hagiografía
Junto a las noticias literarias en forma de cartas a los relatos sobre martirios y a otras exposiciones históricas de muy diversa índole, pertenecientes a distintas épocas y con muy diverso grado de seguridad histórica, hay que mencionar primeramente las inscripciones, y ante todo las de los tiempos más primitivos, que en letras torpemente grabadas traen el nombre del testigo juntamente con la designación: «mártir». Pronto se multiplicaron las inscripciones; es importante que el historiador sepa separar aquí la parte legendaria, fuertemente elaborada, del núcleo histórico. Ocupan un lugar especial, en lo que se refiere a la época del cristianismo primitivo, los llamados epigrammata Damasiana, o sea, las inscripciones que el papa Dámaso i (366-384) hizo preparar para las tumbas de los mártires. Es cierto que los 59 epigramas todavía conservados, con frecuencia tan sólo contienen detalles del tiempo de la persecución, y que estas pocas indicaciones generalmente no proceden de testigos oculares inmediatos. A pesar de esto no se puede negar su valor para la historia de la veneración de los santos, y para la de los mártires del cristianismo primitivo, como complemento de otras informaciones seguras. Además hay que mencionar los relatos de milagros y la historia de las -> reliquias, los documentos de fundaciones, los patrocinios y las tradiciones locales. También los sermones tienen aquí cierta función, especialmente en los siglos vi-vmmm los llamados laudatio, panegyrikon y enkomion. Según el fin para el que se expone la vida de algún santo, bien sea el uso litúrgico o bien el privado, se adoptan diversas formas de exposición; a veces un mismo hagiógrafo elabora ambos géneros literarios.
3. Historia de la hagiografía y de sus formas
Para el comienzo de la h. fue decisivo el ideal de santidad de los mártires entre mediados del siglo II y el iv. Al principio no interesaba toda la vida de los mártires, sino solamente su muerte como testigo; y así estos primeros relatos hagiográficos (relatos de mártires, no las leyendas) se reducen a dos formas. Una de las formas es un relato (martyrium, passio), que describe los acontecimientos en torno al martirio y expone las partes más importante del proceso judicial. Con frecuencia, estos relatos se envían luego en forma de cartas a otras comunidades para fortalecerlas en la fe. Son testimonios famosos: el llamado martyrium Polycarpi, el «relato más antiguo que nos ha llegado, auténtico en lo esencial y seguro acerca de la muerte de un mártir» (ALTANER-STUIBER 51), compuesto en forma de un escrito de la Iglesia de Esmirna a la de Filomelio en Frigia; y la carta de las comunidades de Vienne y Lyón a las comunidades de Asia y Frigia acerca de la persecución en Lyón (177-178). Finalmente se cuenta entre estos escritos la passio Perpetuae et Felicitatis (202203), donde hay que resaltar las notas de propia mano sobre todo acerca de visiones en la cárcel, que proceden de la joven y noble madre Víbia Perpetua o Sáturo.
La otra forma está representada por las Acta, los protocolos de los procesos, que, sin embargo, sólo al principio y al final, ofrecen breves referencias al martirio. Por lo demás, se limitan a la reproducción del proceso judicial; pero, en general, se trata «de una forma literaria y no de los protocolos oficiales del juicio» (ALTANER-STUIBER 90). Son importantes las actas de Justino y de sus compañeros (hacia el 165); las de los mártires de Scili (180), que representan a la vez el más antiguo escrito fechado del cristianismo en lengua latina; y las Acta proconsularia de Cipriano de Cartago, que informan de manera bastante fidedigna sobre el destierro, el proceso y la muerte de este obispo. A esos documentos, escritos por coetáneos y seguros en general, se añaden en el siglo iv las leyendas de los mártires, entre las que se cuentan también los relatos acerca de los mártires romanos Hipólito, Lorenzo y Sixto, Cecilia, Inés, Sebastián, los «cuatro Coronados» y Juan y Pablo.
Cuando más tarde, junto al ideal de santidad de los mártires, empezó a desempeñar cierto papel el ideal de los obispos y los ascetas, surgieron las vidas de los santos, que, sin embargo, en gran parte tienen un carácter legendario. De gran importancia fue aquí la Vita Antonii de Atanasio. Entre las vidas de santos en occidente hemos de mencionar la de Paulino acerca de Ambrosio de Milán, la de Posidio acerca de Agustín de Hipona,la de Fernando acerca de Fulgencio de Ruspe y la de Sulpicio Severo (
Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica