v. Dios, Estatua, Idolo, Imagen
Jdg 2:13; Jdg 3:7 dejaron a Jehová, y adoraron a B
Jdg 6:25 derriba el altar de B que tu padre tiene
Jdg 8:33 volvieron a prostituirse tras los b
Jdg 10:10 hemos dejado .. Dios, y servido a los b
1Ki 16:31 Acab .. fue y sirvió a B, y lo adoró
1Ki 18:26 invocaron el nombre de B desde la
1Ki 19:18 cuyas rodillas no se doblaron ante B
2Ki 10:18 Acab sirvió poco a B, mas Jehú le
2Ki 17:16 hicieron imágenes .. y sirvieron a B
2Ki 23:4 utensilios .. hechos para B, para Asera
2Ch 34:4 derribaron .. los altares de los b
Jer 2:23 no soy .. nunca anduve tras los b?
Jer 7:9 jurando en falso, e incensando a B, y
Jer 11:13 altares para ofrecer incienso a B
Jer 19:5 edificaron lugares altos a B, para quemar
Jer 23:13 profetizaban en nombre de B, e hicieron
Hos 2:13 por los días en que incensaba a los b, y
Hos 11:2 de mí; a los b sacrificaban, y a los ídolos
Hos 13:1 fue exaltado .. mas pecó en B, y murió
Zep 1:4 exterminaré de .. lugar los restos de B
Rom 11:4 no han doblado la rodilla delante de B
Baal (heb. Ba’al, «señor [amo]», «dueño [propietario, poseedor]», «esposo»; ac. BLlu; ugar. y fen. b’l; egip. [desde el s XIII a.C. en adelante] b’r; gr. Báal). Término que en el texto hebreo de la Biblia (nuestras traducciones no lo reflejan) se usa para señalar al propietario de casas (Jdg 19:22), campos (Job 31:39), bueyes (Exo 21:28), riquezas (Ecc 5:13), una mujer (Exo 21:3), un lugar (Jdg 9:2), etc. En menciones extrabíblicas, Baal llegó a identificarse con Helios (el dios sol), con Hércules o con el dios jefe de los griegos, Zeus* (el Júpiter de los romanos; fig 59). Este Diccionario se referirá principalmente a su aplicación religioso-pagana. 58. Baal en una estela procedente de Ugarit. 1. Dios semítico. Baal fue: a. El nombre para un dios local en el sentido de «señor» (como en Baal-gad, Baal-peor, Baal-hermón). b. El nombre de un dios cananeo de la tormenta y del trueno. Estos creían que los baales vivían en lugares o casas santas (como árboles, cumbres de montes y rocas, manantiales), y hablaban de cada uno de esos dioses locales como el Baal, el «señor». El AT los menciona a menudo, donde Baal aparece en su forma plural: baales (Jdg 2:11; 3:7; 8:33; etc.). Fueron considerados deidades naturales que cuidaban de la vegetación y del aumento de los rebaños y del ganado. Por lo general, cuando aparece en singular y con artículo, se refiere al principal dios nacional de los cananeos. En los textos de Ras Shamra* a veces se aplica la palabra Baal a un dios como dueño de lugares y santuarios específicos, pero más generalmente es el nombre del más exaltado de todas las deidades. Su enaltecimiento a la cabeza del panteón cananeo aparece en una época más bien tardía, puesto que El había tenido la preeminencia mucho tiempo antes y a Dagón se le había dedicado un templo antes de construirse uno para Baal. Pero cuando éste surgió como triunfador en la lucha por la supremacía entre los dioses, mantuvo esa posición por muchos siglos. Fue el dios de las tormentas y, por tanto, se lo identificó frecuentemente con Adad (Hadad). Como se le atribuían las tormentosas lluvias del invierno, se lo tenía por responsable de la fertilidad del país. Su hermana era la virgen Anat, la feroz diosa del derramamiento de sangre y la guerra, y su adversario era Mot, el dios de la sequía y del calor abrasador. Cuando Baal fue asesinado (no resulta claro si por Mot, puesto que el texto está corrompido). Anat le imploró que lo volviera a la vida. Pero cuando todos los esfuerzos de Mot fracasaron, se puso furiosa y en su ira lo venció y mató. Entonces tomó a su hermano muerto y lo llevó al monte de los dioses, donde fue resucitado. Después de eso, los cananeos creían que la muerte y resurrección de Baal ocurrían anualmente, lo que daba como resultado las 2 principales estaciones de Siria-Palestina: el verano y el invierno. La 127 muerte de Baal a manos del malvado Mot al fin de cada estación lluviosa era recibida con amargo llanto y lamentos; y su resurrección anual, luego de los largos y secos meses del verano -cuando se iniciaba la estación lluviosa con nueva vida en los campos y las viñas-, era celebrada con fiestas alegres y licenciosas. La adoración a Baal, universal en Siria y Palestina, tuvo gran atractivo para los israelitas. Repetidamente reincidieron en ella desde que entraron en la tierra de Canaán, hasta que fueron llevados en cautiverio. La 1a vez que se menciona a Baal en la historia de Israel es poco después de la muerte de Moisés, cuando los hebreos acamparon en los campos de Moab, cerca de un lugar alto dedicado al dios (Num 22:41, «Bamot-baal»). Los dioses que entonces adoraron los israelitas (Num 25:2) quizás incluyeran a Baal. Fue adorado nuevamente en tiempos de los jueces (Jdg 2:13; 6:28-32) y frecuentemente en tiempos de los reyes de Judá e Israel. Casi sustituyó a Yahweh en el reino de Israel en los días de Acab, cuando Jezabel, la obstinada esposa fenicia del rey, intentó establecer la religión del dios como la única legal. Es bien conocida la historia de la lucha de Elías contra este culto y su enfrentamiento y desafío a los sacerdotes de Baal sobre el monte Carmelo (1Ki 16:31-33; 18:17-40). Pero esta victoria para Yahweh fue de corta duración. Inclusive el terrible aplastamiento de ese culto idolátrico por el rey Jehú al ascender al trono (2Ki 10:18-28) constituyó sólo una reforma temporaria. La adoración a Baal en el reino del norte está documentada por trozos de cerámica inscriptos provenientes del s VIII a.C., descubiertos en las excavaciones de Samaria dirigidas por la Universidad de Harvard. Entre los muchos nombres personales de ciudadanos de ese reino, encontrados en esas inscripciones, hay varios formados con el vocablo Baal: ‘Abiba’al, «Baal es mi padre»; Ba’alzamar, «Baal canta»; Ba’ala’zakar, «Baal recuerda(?)»; Ba’alma’anT, «Baal es mi respuesta»; Meriba’al, «mi señor es Baal» (si el nombre es arameo); y Ba’ala. Esto demuestra que hubo muchos seguidores de Baal entre los que vivieron después del reinado de Acab. En el reino de Judá, el culto a Baal fue introducido por Atalía, la malvada hija de Acab y Jezabel, y estimulado especialmente por Acaz quien hizo imágenes a los baales (2Ch 28:2). Estas fueron quitadas por su buen hijo Ezequías, pero los altares al dios fueron levantados nuevamente por Manasés, el siguiente rey (2Ki 21:3). A su vez, el buen rey Josías destruyó los utensilios que se habían usado en ese culto pagano (23:4, 5). La adoración a Baal fue una de las principales causas del cautiverio de Judá (Jer 19:5). 59. Seis columnas del templo de Zeus (Júpiter) construido en tiempos romanos en Baalbek (la Heliópolis siria). El AT también testimonia que su culto estaba acompañado con la práctica de sacrificar a los hijos en el fuego (Jer 32:35) y de besar su imagen (1Ki 19:18). Probablemente también estuvo acompañado por una grosera lascivia. Con frecuencia Baal está asociado con la diosa Astarot (Jdg 2:13), y en los lugares altos dedicados al dios a menudo se encontraba una imagen de Asera (Jdg 6:30; 1Ki 16:32, 33), su contraparte femenina. Bib.: Arvid S. Kapelrud, Baal in the Ras Shamra Texts [Baal en los textos de Ras Shamra] (Copenhagen, 1952); ARI. 2. Aldea en el territorio de Simeón (1Ch 4:33), también conocida como Baalat-beer.* 3. Padre rubenita de Beera (1Ch 5:5, 6). 4. Hijo benjamita de Jehiel, antepasado del rey Saúl (1Ch 8:30; 9:36).
Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico
fenicio señor. Principio divino masculino de la fertilidad, amo del suelo, correspondiente y asociado a la divinidad femenina del amor y la fecundidad ® Astarté, adorado por los cananeos, los primitivos semitas. Por esta razón se hace les menciona juntos en la Escritura. Astarté, en ciertos lugares, aparece como Aserá, Jc 3, 7; 2 R 23, 4; o, en plural, se lee Baales y Astartés, para referirse, en general, a las deidades cananeas. Al salir los israelitas de Egipto, comenzaron a conquistar y ocupar el territorio cananeo, y cayeron en la idolatría de este pueblo. Esta idolatría es denominada figuradamente, en el lenguaje bíblico, prostitución, 2 Cro 21, 11-15; Jr 13, 27; Ez 16, 20; Os 5, 4; y también se ejercía ésta, por hombres y mujeres consagrados para tal fin, como parte del culto a los dioses, 1 R 14, 24; 15, 12; 22, 47; 2 R 23, 7; también se quemaban niños en honor de B., el profeta Jeremías denuncia esta práctica, Jr 19, 5; los santuarios y los altares a B., como a los dioses extranjeros, se construían, por lo común, en lugares altos, 2 Cro 28, 25; Jr 7, 31; para el culto, se confeccionaban cipos, estelas, objetos de oro, Os 2, 10.
En tiempos de los jueces los israelitas cayeron en la idolatría a B. y Yahvéh los entregó en manos de sus enemigos, Jc 2, 11-14; 3, 7-8 y 12; 4, 1; 10, 6-7.
Gedeón erigió un altar a Yahvéh y destruyó el de B. por lo que recibió el nombre de Yerubbaal, esto es, †œÂ¡Que Baal pleitee con él, pues le destruyó su altar†, Jc 6, 25-32. Pero muerto Gedeón, los israelitas volvieron al culto a los Baales, Jc 8, 33-35.
En tiempos de la monarquía también fue frecuente la idolatría y el culto a B.
Omrí rey de Israel, 885-874 a. C., e Ittobaal, rey de los fenicios, entablaron relaciones y alianza familiar, y como resultado Israel cayó en la idolatría a B. Ajab hijo y sucesor de Omrí, 874-853 a. C., se casó con Jezabel, hija de Ittobaal, 1 R 16, 29-33. Ajab levantó un altar en Samaría y estableció el culto en honor de B., instigado por su mujer, por lo que Israel fue castigado por una sequía anunciada por Elías, 1 R 17, 1. Jezabel mató a los profetas de Yahvéh, 1 R 18, 4 y 13; y había llevado desde Tiro a los de B. a Israel, a los que ella mantenía, 1 R 18, 19. Elías hizo buscar al rey Ajab por intermedio de Abdías.
Cuando se encontraron Elías increpó al rey por abandonar los mandatos de Yahvéh y servir a los Baales, e hizo que Ajab reuniera a todo Israel y a los cuatrocientos cincuenta profetas de B. en el monte Carmelo. Allí se llevó a cabo un juicio de Dios, pues los profetas de B. prepararon un novillo para el sacrificio sobre el altar, sin prender fuego; lo mismo hizo Elías. Luego de invocar aquéllos a su dios para que enviase fuego, nada sucedió. Elías invocó a Yahvéh y se produjo el milagro del fuego, que consumió el sacrificio. Tras esto, Elías degolló a los profetas de B., 1 R 18, 20-40. Con lo que demostró Elías que no hay más Dios que Yahvéh. Ocozías, hijo de Ajab y rey de Israel, 853-852 a. C., también rindió culto a B., como su padre, 1 R 22, 52-54. Joram, hijo de Ajab y rey de Israel, 852-841 a. C., hizo desaparecer la estela que su padre había levantado a B., 2 R 3, 1-2. Jehú, rey de Israel, llevó a cabo una gran matanza de los fieles de B., destruyó su templo y derribó su altar, 2 R 10, 18-28. En Judá, también, el pueblo destruyó el templo de B. y a su sacerdote Matán lo mató frente a los altares, cuando el sacerdote Yehoyadá organizó la conjura contra Atalía y ésta fue muerta, 2 R 11, 18; 2 Cro 23, 16-17. La ruina y la deportación de los israelitas se debe, según la Escritura, a que se apartaron de Yahvéh y rindieron culto a B., 2 R 17, 16. Manasés, rey de Judá, 687642 a. C., reconstruyó los santuarios idolátricos, que su padre Ezequías había destruido, y levantó altares en honor de B., 2 R 21, 3. Josías, rey de Judá, 640609 a. C., hizo en Judá una reforma religiosa, destruyó los objetos de B., que estaban en el santuario de Yahvéh, suprimió a sus sacerdotes y a los que le quemaban incienso, 2 R 23, 4-5.
Los profetas reclamaban constantemente al pueblo sus infidelidades a Yahvéh para irse tras los Baales y demás dioses extranjeros, y en sus oráculos le anunciaban los castigos, como Jeremías, antes de la reforma religiosa de Josías, Jr 2, 8 y 28; en los discursos sobre el reinado de Yoyaquim o Joaquín, Jr 7, 9; 11, 13 y 17; 12, 16; los falsos profetas de Samaría, que profetizan por B., Jr 23, 13 y 27; por todo esto, predice Jeremías, Jerusalén será entregada a Nabucodonosor, rey de los caldeos, Jr 32, 28-29. Los profetas Oseas y Sofonías, también, predicen a los israelitas castigos por la idolatría y el culto a B. Os 13, 1; So 1, 4.
El término B. estraba en la composición de muchos topónimos como también en nombres de personas, sin que esto significara, necesariamente, idolatría, como sucede con Isbaal o Esbaal, hijo de Saúl, 2 S 2, 8; 1 Cro 8, 33; 9, 39; pues al significar baal, dueño, quien llevara el nombre era consagrado a Yahvéh, su dueño. Sin embargo, por la asociación de este nombre con las deidades cananeas, se censuró su uso, como en Os 2, 18.
Diccionario Bíblico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003
Fuente: Diccionario Bíblico Digital
(heb., ba†™al, señor, poseedor, marido).
1. La palabra baal aparece en el AT con una variedad de significados: señor o dueño (como en Exo 21:28, Exo 21:34; Jdg 19:22; Isa 16:8) y marido (como en Exo 21:3; 2Sa 11:26; Hos 2:16). Sin embargo, con mayor frecuencia la palabra se refiere a la deidad o deidades semíticas llamadas Baal.
Baal se convirtió en el nombre propio para el dios más significativo en el panteón cananeo o compañía de dioses. Era la deidad que presidía en muchas localidades.
Baal era adorado en los lugares altos en Moab en el tiempo de Balaam y Balac (Num 22:41). En el período de los jueces había altares a Baal en Palestina (Jdg 2:13; Jdg 6:28-32); y en el tiempo de Acab y Jezabel, la hija del rey pagano de los sidonios casi se suplantó la adoración al Señor por la de Baal. La lucha entre el baalismo y la adoración del Dios verdadero llegó a su punto decisivo en el monte Carmelo cuando el profeta Elías enfrentó a los sacerdotes de Baal y mató a 450 de ellos (1Ki 16:32; 1Ki 18:17-40). No obstante, el culto rápidamente revivió y prosperó hasta que fue destruido por Jehú (2Ki 10:18-28). Atalía, hija de Jezabel, esposa de Joram, dio un nuevo impulso a la adoración a Baal (2Ch 17:3; 2Ch 21:6; 2Ch 22:2).
Cuando fue destronada, el templo de Baal en Jerusalén fue destruido y el sumo sacerdote asesinado ante el altar (2Ki 11:18). No obstante, pronto hubo otro avivamiento de la adoración a Baal (2Ki 21:3; 2Ch 28:2). Josías nuevamente destruyó el templo de Baal en Jerusalén e hizo que el culto público a ese dios cesara por un tiempo (2Ki 23:4-5). Los profetas de Israel, especialmente Jeremías, con frecuencia denunciaron el culto a Baal (Jer 19:4-5).
Se ofrecía incienso y sacrificio a Baal (Jer 7:9), incluso sacrificio humano (Jer 19:5), pero la adoración a Baal se caracterizaba principalmente por los ritos de fertilidad. Se creía que la principal función de Baal era hacer fértiles a la tierra, los animales y las personas. Para apresurar al dios para que realizara estas funciones, sus adoradores mismos realizaban actos sexuales de fertilidad y en los templos de Baal había servidores, varones y mujeres, con este propósito.
2. Descendiente de Rubén, primer hijo de Jacob (1Ch 5:5).
3. Benjamita (1Ch 8:30).
4. Pueblo en algún lugar de la frontera de Simeón (1Ch 4:33).
5. Junto con otro nombre, con frecuencia es el nombre de un hombre y no de Baal, p. ej., Baal-janan, un rey de Edom (Gen 36:38; 1Ch 1:49).
Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano
Baal, palabra semítica que significa †œseñor† o †œdueño†, era el dios principal que adoraban los cananeos en la época en que Israel entró a la tierra prometida. La cabeza nominal del panteón cananeo era El quien era considerado el padre de los 70 elim o dioses.
La popularidad de Baal se debió indudablemente a su asociación con los diversos aspectos de la fertilidad humana, animal y vegetal. Como el †œjinete de las nubes†, Baal era identificado con Hadad, el dios semítico de la tormenta.
La adoración de Baal tendió a localizarse de tal manera que cada comunidad adoraba al Baal local. Esto dio lugar al concepto de Baalim, forma plural usada para denotar la multiplicidad de los altares e ídolos de Baal. Estos incluían a Baal-peor (Nm. 25:3, 5); Baalzefón (Nm. 33:7) y Baal-hazor (2 S. 13:23).
El culto de Baal era dirigido por sacerdotes que guiaban a ritos licenciosos en los campos o en los lugares altos. El vino, el aceite y los primeros frutos y primogénitos de las manadas eran traídos a los sacerdotes en los altares. Las comidas y danzas rituales formaban parte de las ceremonias que tuvieron tanta atracción para los hebreos desde el tiempo de su entrada a Canaán hasta la destrucción de Jerusalén (587 a. de J.C. ).
Cerca del altar a Baal, un árbol o poste sagrado era erigido a la diosa Astoret. Estos son los postes cúlticos de Astoret, la contraparte femenina de Baal. Pilares de piedra cúlticos (masseboth) de Baal también formaban parte del patrón cúltico.
En Baal-peor (Nm. 25:1-5), Israel participó en los ritos de prostitución religiosa que caracterizaban el baalismo. Esta conducta se continuó después de la entrada a Canaán, donde la idolatría fue la causa de las humillaciones de Israel frente a sus enemigos durante el tiempo de los jueces (Jue. 2:11-14).
Una crisis en la historia de Israel tuvo lugar durante el reino de Acab, cuando la esposa del rey, Jezabel, intentó suprimir la adoración del Dios de Israel y colocó a Baal como el dios de la nación. Jezabel era hija de Itto-baal, el sacerdote-rey de Tiro, un devoto de Melchart, el Baal de Tiro. La fidelidad de Elías a Dios y su exitoso desafío a los sacerdotes de Baal en el monte Carmelo (1 R. 18) derrotó los propósitos de Acab y Jezabel.
Una crisis similar ocurrió en el reino de Judá cuando Atalía, hija de Jezabel y esposa del rey Joram, quiso asegurar el trono para sí misma al matar †œtoda la descendencia real† (2 R. 11:2). El joven príncipe Joás fue librado y la piadosa Josaba lo guardó en el templo hasta que tuvo edad suficiente para ser presentado al guardia real quien lo proclamó rey. Atalía fue muerta y el baalismo sufrió una derrota.
Los profetas Oseas (2:8) y Amós (5:26) denunciaron el baalismo como un acto de deslealtad al Dios de Israel. Josías efectuó una reforma que incluyó la destrucción de las imágenes de Baal arrojándolas al valle del Cedrón y quemándolas (2 R. 23).
Aunque el baalismo era un peligro para Israel y Judá hasta la época de la cautividad, el exilio babilónico fue considerado como un castigo por su apostasía. La misión de Israel como testigo de Dios fue creciendo en énfasis en los años posteriores al exilio. Baal es mencionado solamente una vez en el Nuevo Testamento y esto en el contexto en el que el Antiguo Testamento lo cita (Ro. 11:4).
Se conoce el baalismo a través del estudio de la literatura épica de *Ugarit que data del siglo XV a. de J.C. Las excavaciones de las ciudades palestinas han traído a luz muchas imágenes de Baal y de sus deidades femeninas correspondientes.
Fuente: Diccionario Bíblico Arqueológico
Nombre con el cual los semitas designaban al dios de la naturaleza, de la fertilidad. La palabra significa †œseñor†, †œamo†, †œesposo†. Existía cierta jerarquía en el uso de la palabra. Si se decía baalim, era una referen-cia a dioses menores o domésticos, como †œsirvieron a los baales† en Jue 2:11; Jue 3:7; Jue 8:33. Para dioses locales o de una comunidad se añadía el nombre de ésta al de B. Así, existía †¢Baal-Gad (Señor de la buena fortuna), †¢Baal-Hamón (Señor de la riqueza), †¢Baal-Meón (Señor de la habitación), etcétera.
Cuando se señalaba al dios principal se añadía en hebreo el artículo, para leer †œel B.† Se da el caso de que el término B. aparece como parte de nombre de personas. †¢Gedeón llegó a llamarse Jerobaal (Jue 7:32). Uno de los hijos de Saúl fue llamado †¢Es-baal (1Cr 8:33). Sin embargo, como un rechazo a las implicaciones idolátricas esos nombres fueron cambiados luego, sustituyéndose la palabra B. por el término boset, que significa †œvergüenza†. Así, Es-baal fue llamado luego †¢Is-boset (2Sa 2:8). †¢Mefi-boset se llamó originalmente †¢Meri-baal (1Cr 8:34; 1Cr 9:40).
diferencia de Egipto, que tenía el Nilo y sus inundaciones periódicas, Canaán dependía de las lluvias para la agricultura. Los cananeos tenían a B. como el que las proveía. La llegada de los israelitas a Canaán les puso en contacto con esa experiencia, para ellos nueva, y sucumbieron muy pronto al culto de este supuesto rey de la naturaleza.
†¢†œlugares altos† eran escogidos para esta actividad, así como árboles frondosos (Isa 57:5). Aunque en otras culturas semíticas B. aparece acompañado de la diosa Aná, en Israel se sustituía a ésta con †¢Astoret y †¢Asera (Jue 2:13; 2Re 23:4), también diosas de la fertilidad. El culto a B. incluía orgías sexuales, como en el caso de Baal-peor (Num 25:19; Sal 106:28). Sus seguidores se autoinfligían heridas para lograr el favor de su dios (1Re 18:28). Los profetas lucharon fervorosamente en contra del culto a B. †¢Jezabel, mujer del rey †¢Acab, promovió mucho el culto a B., llegando a tener unos cuatrocientos cincuenta profetas. Por la oración de Elías quedó probado que Dios era el verdadero señor de la naturaleza y de la lluvia (1Re 18:20-39).
culto a B., sin embargo, no se extinguió, a pesar de que de vez en cuando se realizaban reformas religiosas dirigidas a ello. †¢Jehú hizo una matanza de †œlos profetas de B.† (2Re 10:18-26). Dirigido por †¢Joiada, †œel pueblo de la tierra entró en el templo de B., y lo derribaron† (2Re 11:18). Pero el rey †¢Acaz alentó el culto a B. (2Cr 28:2). †¢Ezequías trató de eliminarlo, pero su hijo †¢Manasés lo apoyó (2Re 21:3). Y así sucesivamente. Se atribuye la destrucción de Jerusalén al culto que rendía a B. (Jer 19:35).
Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano
tip, DIOS COST CERE
ver, ASTORET
vet, En lengua babilónica, Belu o Bel, «Señor», era el título del dios supremo de los cananeos. Su adoración procedía de Babilonia, «madre… de las abominaciones de la tierra». Allí era el título especialmente aplicado a Merodac, dios de Babilonia, llamado también Marduk. Como la palabra hebrea, significa «poseedor», que ha supuesto que al principio significaba, al usarlo en sentido religioso, el dios de un lugar particular. Pero de ello no hay prueba alguna, y el sentido de «poseedor» se deriva del de «señor». El Bel-Merodac babilónico era un dios-Sol, lo mismo que el Baal cananeo, cuyo título completo era Baal-shemaim, «señor del cielo». Como dios-Sol, Baal era adorado bajo dos aspectos: como benefactor y como destructor. Por una parte sus benéficos rayos daban luz y calor a sus adoradores; por la otra, sus fieros rayos caniculares secaban en verano la vegetación que él mismo había producido. De ahí que se le ofrecieran sacrificios humanos para apaciguar a la deidad en tiempos de hambre, o de pestes, u otras calamidades. La víctima era generalmente el primogénito del sacrificador, y era quemado vivo. En el AT esto es mencionado eufemísticamente como «hacer pasar a sus hijos por fuego» (2 R. 16:3, etc.). El culto a Baal adquiría formas diversas en las distintas naciones. Cada una de ellas tenía su propio Baal o divino «Señor», que frecuentemente asumía el nombre de la ciudad o nación a la que pertenecía. Por ejemplo, Baal-Tarz era el «Baal de Tarso». En otros casos, se unía el título con el nombre individual del dios en cuestión, y tenemos a Baal-Tammuz, «El Señor Tammuz», o «el Señor es Tammuz», etc. Todas estas formas eran conocidas colectivamente con el nombre de Baalim, o «Baales», y tenían su lugar al lado de la deidad femenina Astoret (véase), o Astarté. Al entrar en la tierra, indudablemente los israelitas hallaron templos, arboledas, altares, y lugares altos consagrados a Baal, en los que se ofrecía incienso y ofrendas, y en los que se les sacrificaban niños, en tanto que en su servicio se mantenía una gran cantidad de sacerdotes (Nm. 22:41; 1 R. 18:22; Jer. 11:13; 19:5; 32:29). Los israelitas pronto fueron seducidos a la adoración de Baal (Jue. 2:11, 13; 3:7; 6:31, 32; 8:33; 10:6, 10) y, aunque bajo Samuel la abandonaron (1 S. 7:4; 12:10), después de la división del reino fue totalmente establecida en Israel por Acab (1 R. 16:32). Sin embargo, Elías se mantuvo en testimonio por Jehová, y suscitó la cuestión con Israel de si era Jehová Dios, o si lo era Baal, estableciendo los derechos de Jehová con fuego del cielo. Esto llevó a la matanza de todos los profetas de Baal (1 R. 8:17-40). Pero la idolatría persistió hasta los días de Jehú, que dio muerte a sus adoradores y destruyó su templo e imágenes (2 R. 10:18-28). Sin embargo, volvió a avivarse en Israel, y bajo Ocozías y Atalía se extendió también por Judá. Allí se hallan adoradores de Baal durante los reinados de Acaz y de Manasés (2 R. 11:18; 16:3, 4; 17:16, 17; 21:3). Así consiguió seducir Satanás al pueblo de Dios tras la idolatría. Entre los baales mencionados en la Biblia se hallan BAAL-BERIT (Jue. 8:33, etc.); BAAL-PEOR (Nm. 25, etc.); BAAL-ZEBUB (2 R. 1:1-6, 16).
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado
[012]
Nombre común que se daba a los dioses de los diversos pueblos asentados en Siria y Palestina en la época antigua. Significa «señor de». Tales dioses tenían carácter naturalista, sacrificial y dominador sobre sus adeptos.
En la Biblia aparece con frecuencia ese nombre genérico de las divinidades locales, «los baales». (Juec. 6.25; 1 Reg. 16.31). Daba origen a nombres de localidades: Baal-Peor, Baal-Zebub, Baal-Berit. Eran divinidades opuestas al verdadero Dios revelado de los israelitas, Yaweh, por lo que los profetas lucharon contra tal culto (Oseas, Jeremías, sobre todo Elías).
En algunos lugares de Siria se hablaba de Baal-Samem, Señor del cielo, y se le consideraba muy importante. Tal vez fuera paralelo al Bel-Marduk de Babilonia o a otras divinidades fenicias.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
(-> Ashera, Astarté, Yahvé, Elias). Es el Dios más importante de la religión cananea, de la que, por contraste y superación, ha brotado el judaismo*. Conocemos su mito básico por los escritos de Ugarit en los que aparece acompañado por su hermana-consorte Anatu (= Anat, Astarté). Ilu y Athiratu (El y Ashera siguen en el fondo, como dioses engendradores), pero es Baal (= Ba†™lu) el que ocupa el centro de la simbología y vida religiosa de los cananeos y así aparece como un peligro para la nueva religión de Israel, que ha identificado a su Dios, Yahvé, con ElIlu (Elohim o lo divino), pero lo ha opuesto a Baal. Tres son los momentos básicos del mito de Baal: lucha contra Yarnrnu (= Mar) que representa la potencia de las aguas caóticas; construcción de su palacio, entendido como sede celeste de su poder, templo de su gloria; lucha contra Mótu que es el signo de la Muerte. Después evocaremos su presencia en Israel.
(1) Baal y Yarnrnu. Victoria sobre el Mar. El Mar (= Yarnrnu, Yam) empieza mostrándose como Amado de Ilu (KTU 1.1.IV, 15), príncipe (zbl) por excelencia, juez Naharu, dominador (spt) de las aguas primordiales (nhr) (KTUB 1.2.III, 7.16). Parece estar relacionado con Ashera, pues también ella aparece como Señora o personificación del Mar. Pues bien, ante la fuerza del mar tiemblan los dioses: «bajaron sus cabezas sobre sus rodillas, resignados a quedar bajo su dominio» (KTU 1.2.1, 22-23). También Baal debe someterse, como ratifica Ilu (= El), el Toro*, su padre: «Â¡Siervo tuyo es Ba’lu, oh Yammu, siervo tuyo es Ba’lu… El te aportará un tributo como los otros dioses, él te aportará como los Santos (qdsrn) una ofrenda…!» (cf. KTU 1.2.1, 33-38). Este es el primer equilibrio cósmico: la actividad engendradora de los dioses primitivos (Ilu y Athiratu-Ashera) parece haber culminado en el Mar. Sus aguas son la fuente de todo lo que existe; ellas deben regir (dar un sentido) al universo, de manera que el mismo Baal queda sometido. Pero Baal no acepta ese dictado y, mientras los restantes dioses se agachan por miedo, él se levanta, lleno de seguridad, valiente para la lucha, como Marduk* en Babilonia: «Pero el Príncipe Ba’lu se mostró inexorable, agarró en su mano un cuchillo, en su diestra un machete…» (KTU 1.2.1, 38-39). Hasta ahora había regido sobre el mundo un tipo de poder vinculado a la generación (Ilu y Athiratu). De ahora en adelante se impone el poder de la guerra, que es Baal. Entre el Mar Salvaje (= naturaleza irracional) y el Señor Armado (= cultura de violencia) parecemos condenados a vivir. Lógicamente, ha vencido el arte de la guerra, representada por las armas poderosas de Baal: «Saltó la maza de las manos de Ba’lu, como un águila salió de sus dedos; golpeó el cráneo del Príncipe Naharu, la frente del juez Yammu que cayó a tierra; se doblaron sus tendones, se descompuso su faz. Arrastró a Ba’lu y redujo a Yammu; acabó con el Juez Naharu» (KTU 1.2.IV, 23-27). Ha vencido el Dios guerrero, vestido de sus armas, sostenido por su astucia. Sobre el viejo mundo de la fuerza generadora (Ilu y Athiratu) viene a elevarse ahora el poder de la violencia guerrera, como lo reconoce el mismo Ilu (KTU 1.1.II).
(2) Reinado de Baal. El palacio. Este nuevo ciclo del mito comienza con una división de funciones entre Baal y su amiga-consorte Astarté*-Anat. Baal, a quien el texto presenta como Señor de la Tierra (b’l ars), ofrece un banquete real sobre el monte Safón (= sapann) que la misma Biblia hebrea sigue presentando como morada de dioses (cf. Sal 48,2-3; 89,12; Is 14,13) que beben vino y cantan, contemplando a las Novias gloriosas (KTU 1.3.1). Astarté/Ishtar/Anatu, en cambio, hace guerra y mantiene el orden sobre el mundo. Es como si la victoria de Baal sobre el Mar se expandiera y reflejara ya en la lucha de su Hermana, valiente guerrera, que impone por doquier el orden de violencia, apareciendo así como fuerza femenina triunfadora, conforme a la palabra del mismo Baal, que le dice: «Mensaje de Ba’lu el victorioso, palabras del más poderoso de los héroes: impide en la tierra la guerra, pon en las estepas concordia; derrama paz en el seno de la tierra, reposo en las entrañas del campo…» (cf. 1.3.III, 8-30). De esta forma se establece la gran concordia entre los dioses y los sexos. Baal y Astarté, hermanos y amigos, serán los garantes del orden universal. Yammu, el Mar, está derrotado, dominado para siempre. Ellos dos, los vencedores, pueden repartirse en mutua concordia los diversos planos de la realidad, estableciendo de esa forma el nuevo orden cósmico. Baal-Hadad domina sobre el cielo, cabalgando sobre las nubes; tiene poder sobre el rayo, se desliza sobre las aguas superiores, desde la altura de su Montaña Sagrada (el Safón), expresa su poder por el rayo. Astarté-Anatu aparece, por su parte, como diosa de la tierra y de la fecundidad del campo. Ambos se necesitan como buenos hermanos (hijos de los mismos padres, herederos de las dos partes del mundo); ambos se aman como buenos esposos (cf. 1.3.IV, 20-28). Este reparto de poderes (varón-cielo, la mujer-tierra) es tradicional y suele repetirse en muchas culturas religiosas. Para afirmar e imponer ese orden, Baal debe construir un palacio, un templo* celeste desde el que contemple y dirija todo lo que se realiza sobre el mundo. Así lo ratifica el mismo Ilu-El: «Construyase una casa (bt) a Ba’lu como la de los dioses, una mansión (hzr) como la de los hijos de Athiratu» (1.4.V, 1). Esta casa (palacio y fortaleza, templo y almacén), que los mismos dioses le construyen, en las alturas del Safón, constituye la expresión del poder de Baal: «Para que pueda almacenar su lluvia y hacer acopio abundante de nieve, para que expanda su voz desde las nubes, fulminando a la tierra con sus rayos. Una casa de cedro le acabarán, una casa de ladrillo le levantarán» (1.4.V, 6-10). Construyen la casa, celebran la fiesta de la entronización regia y Baal expresa su alegría desplegando su potencia: «Abrió una ventana en la casa, una claraboya en su palacio, abrió Ba’lu una aspillera en las nubes. Su voz santa (qlh qds) emitió Ba’lu, repitió Ba’lu la voz de sus labios; su voz santa hizo temblar la tierra, se asustaron los montes a su rugido, se conmovieron las playas del mar, temblaron los altos de la tierra. Los enemigos de Ba’lu se escondieron en los bosques, los adversarios de Haddu en las laderas del monte» (1.4.VII, 25-37). Ha culminado el proceso teogónico: los mismos dioses primigenios (Ilu y Athiratu) han construido una Casa para Ba’lu, que demuestra su poder en gesto soberano de tormenta: impone el terror con el rayo, fecunda la tierra con el agua (como hace Yahvé en el Sal 29).
(3) Muerte y vida. Lucha de Baal con Motu. Pero el mito sabe que Ba’lu no puede mantenerse eternamente idéntico, ni reinar siempre del mismo modo, pues la muerte le persigue y domina, al menos temporalmente, como indican los grandes mitos de las parejas divinas, en las que el dios-esposo muere y resucita (cf. Tammuz e Ishtar en Babilonia, Isis y Osiris en Egipto). Baal aparece así como un dios paradójico: goza de un poder aparatoso sobre el cielo (lo muestra por el rayo y la tormenta); pero, al mismo tiempo, muere cada año (baja a los dominios de Mótu, en los espacios inferiores). Es un dios cambiante, vencedor y vencido, destructor y destruido, mientras la diosa hermana Anat-Astarté aparece como principio de estabilidad sagrada. En contra de la imagen dominante de tiempos posteriores (varón estable, mujer cambiante), el mito ofrece la visión de un dios/varón que cambia y de una diosa/hermana (esposa) que permanece siempre igual y vencedora. Baal ha vencido al Mar, ha destruido a Lótanu o Leviatán*, la serpiente tortuosa que es el signo del caos primigenio (cf. Sal 74,14; 104,26; Is 27,1; Ez 29,3-5; Job 3,8; 41,1), pero no puede vencer a Mótu, la muerte (cf. KTU 1.5.1, 24-30). Por eso se entrega diciendo: «Mensaje de Ba’lu, el victorioso, palabra del héroe poderoso: ¡Salve, oh divino Mótu, siervo tuyo soy para siempre!» (KTU 1.5.II, iO-11). Ba’lu, señor de las nubes, dueño del agua, se convierte de esa forma, por un tiempo, en siervo (†˜bd) de Mótu. Ciertamente muere (¡desciende a la morada inferior o prisión de la tierra, baja hasta el abismo!: 1.5.V, 15), pero no del todo, porque dejó su semilla en la tierra: «Escuchó Ba’lu, el Victorioso, amó a una novilla en la Tierra de la enfermedad, a una vaca en los campos de la Orilla de la Mortandad. Yació con ella setenta y siete veces, la montó ochenta y ocho, y ella concibió y parió un muchacho» (1.5.V, 17-21). De esa forma, el Dios del cielo y la tormenta viene a tomar los atributos de su padre Ilu-El, apareciendo como fecundador divino. El título supremo (preferido) del Dios Padre Ilu-El era el de Toro fuerte y fecundante. Pues bien, también Ba’lu aparece ahora como toro: antes de bajar al abismo copula con una novilla en imagen que puede interpretarse al mismo tiempo en plano cósmico (la lluvia que riega la tierra), sexual (fecundación) y destructor (desde antiguo se conoce la estrecha relación de amor y muerte). Esta novilla que Baal fecunda muriendo es la señal más clara de su poder y su debilidad: Ba’lu le da su semen/agua, pero al hacerlo muere. Ella es el campo fértil, la misma tierra (Anat, Astarté), que llora hasta encontrarle (= engendrarle) de nuevo. «Â¡Ha perecido Ba’lu! ¿Qué va a ser del pueblo? ¡Está muerto el hijo de Daganu! ¿Qué será de la multitud? ¡En pos de Ba’lu hemos de bajar a la tierra!» (1.6.1, 6-8). Daganu (hebreo Dagón) es el mismo Dios Padre (Ilu) en cuanto está simbolizado por el Trigo. Ha muerto Ba’lu, Hijo del Trigo, Señor que alimenta a los mortales, en gesto que tiene dos sentidos. Tiene que bajar a la tierra (ars) en gesto de bendición (cf. Jn 12,24), para así fecundarla y dar fruto. Pero eso significa llanto y fragilidad, como expresa el gesto de Astarté: «Lc tomó en sus hombros, le subió a las cumbres de Sapanu, le lloró y le sepultó, le puso en las cavernas de los dioses de la tierra» (KTU 1.6.1, 15-18).
(4) Resurrección de Baal. Una vez que ha muerto Baal nadie puede ocupar su trono ni reinar en su lugar. Está triste la tierra, postrados los dioses. Sólo Astarté-Anat, la Doncella, anhe lante de vida, se mantiene y le busca hasta encontrarle, enfrentándose con Mótu: «Un día y más días pasaron y Anatu, la Doncella, le buscó. Como el corazón de la vaca por su ternero, como el de la oveja por su cordero, así latía el corazón de Anatu por Ba’lu. Agarró a Mótu por el borde del vestido, por el extremo del manto: alzó su voz y exclamó: ¡Venga, Mótu, dame a mi hermano!» (1,6.11, 4-11). Ha muerto Baal, pero ella, hermana fuerte, permanece, destruyendo a la muerte: «Un día y más pasaron, los días se hicieron meses; Anatu la Doncella le buscó (a Baal…). Agarró al divino Mótu, con el cuchillo le partió; con el bieldo le bieldó, en el fuego le quemó, con piedras de molienda le trituró, en el campo lo diseminó» (1.6.II, 26-34). Significativamente, el texto refleja una escena de siega y de trilla. La Virgen Anatu, divina trilladora, corta y aventa, quema y tritura al mismo Mótu, principio de muerte, en un gesto que recuerda la muerte de Baal, convertido en buen trigo. Ciertamente, Baal era guerrero: venció al monstruoso abismo de los mares, pero ha sido incapaz de vencer a Mótu. Ella, en cambio, le ha vencido, para convertirle en alimento (harina y pan de trigo). Ahora descubrimos que Mótu, la muerte, es la otra cara de Baal, la vida: es el mismo Baal hecho alimento a través de todo el proceso de la siembra, la siega y la cocción del trigo. Baal y Mótu se alternan, como las dos caras de una misma realidad. Ella, en cambio, la Virgen Anat-Astarté se mantiene como fuente de estabilidad. Mueren y resucitan los varones: el agua del cielo (Baal), el trigo del campo (Mótu). Sólo ella está firme y así, tras la cosecha, al comienzo del otoño, busca y encuentra (= resucita) de nuevo a Baal, señor de las nubes, del rayo y el agua: «Â¡Está vivo Ba’lu, el Victorioso, está en su ser el Príncipe, Señor de la tierra! Es un sueño del Benigno, de Ilu, el Bondadoso, una visión del Creador de las Criaturas: ¡los cielos lluevan aceite, los torrentes fluyan miel! Está vivo Ba’lu, el Victorioso, está en su ser el Príncipe, Señor de la tierra» (KTU 1.6.111, 2-8). Vuelve Baal tras la muerte que sigue al calor y sequía del verano; vuelve con la lluvia del invierno y la abundancia de la primavera, ofreciendo a la tierra los dones sagrados del aceite y la miel (leche* y miel: Ex 3,8). El mismo Ilu, que había ratificado los momentos anteriores del gran drama, confirma en este sueño sagrado la renovación del universo con la vida de Baal: «Se atemorizó el divino Mótu, tuvo miedo el Adalid, el Amado de Ilu, se agitó Mótu en su postración, se humilló ante Ba’lu, que fue instalado en su trono regio, en el sillón de su poder» (KTU 1.6.VI, 30-31). Lógicamente, el drama se cierra en forma de banquete: comen y beben los dioses en torno de Baal. Se gozan en la tierra los devotos que han revivido un año más el gran drama del renacimiento de la vida en las fiestas de Año Nuevo. De esa forma, la unión de Baal y Anatu (con la alternancia de Baal y Mótu) mantiene en vida nuestro universo. Y así culmina uno de los mitos más poderosos de la historia de la humanidad. Es normal que la Biblia le haya prestado mucha atención y lo haya recreado desde la perspectiva de Yahvé y de Cristo.
(5) Baal en los orígenes de Israel. La figura de Baal ha crecido en importancia, de tal forma que en el siglo IX-VII a.C. viene a presentarse como antagonista principal del Dios Yahvé para los hebreos. El Dios El-Ilu*, padre de los dioses, ha quedado absorbido por Yahvé; su esposa Ashera* ha sido expulsada del espacio divino, de tal forma que Yahvé ha quedado como único Dios. Pues bien, frente a Yahvé, como enemigo básico, a lo largo de todo el período fundante de la historia y religión israelita, por lo menos hasta el exilio, se ha elevado Baal, entendido como signo divino abarcador, como nombre genérico de dioses e ídolos (baales) y también como un Dios concreto, realizando las funciones que en Ugarit ejercían por separado Ilu y Baal. Resulta imposible recoger todos sus sentidos y funciones en el Antiguo Testamento, pues ello exigiría un estudio de los orígenes bíblicos, pero podemos ofrecer unos esquemas generales. En ese contexto debemos destacar un hecho clave: la religión de Baal no es algo exterior al yahvismo, sino que pertenece a su origen y a su misma textura. Baal no viene después, sino que estaba en la tierra de Palestina, antes de Yahvé, de manera que se puede afirmar que el baalismo pertenece de algún modo a las fuentes del yahvismo, de tal forma que muchas veces resulta difícil deslindar los matices y las pertenencias. Los israelitas no han tenido ninguna dificultad en mantener el nombre de muchos lugares consagrados a Baal o que habían sido sede de un santuario baalista, como Baal Gad, Baal Hanan, Baal Hazor, Baal Meon, Baal Perazim, Baal Salisa, Bal Tamar. La Biblia habla también de unos Bamot Baal, es decir, de unos «lugares altos», dedicados al culto de Baal (cf. Nm 22,41; Jos 13,17). En ese sentido se habla también de un Baal Zafón (Ex 14,2.9; Nm 33,7), que está relacionado con el Dios del monte Zafón, montaña divina por excelencia, tanto en los mitos de Ugarit como en el mismo Antiguo Testamento (cf. Is 14,13; Sal 89,3; Job 26,7). Je 3,3 habla también de un Baal Hermón, que debe estar vinculado al monte Hermón, que tiene, sin duda, un carácter sagrado (cf. Sal 89,12; 133,3).
(6) Baales importantes en la Biblia. Hay, además, tres baales especialmente significativos para la historia bíblica. (a) El Baal Peor, un lugar en el que se recuerda el pecado de los israelitas, que han practicado un culto con rasgos de promiscuidad sexual, que evoca, sin duda, las relaciones sagradas de Baal con Astarté (Nm 25,3-8.18; 31,16). Baal Peor es también el nombre del Dios de ese lugar sagrado que los yahvistas han condenado con mucha dureza (cf. Dt 4,2; Sal 106,8; Os 9,10). (b) Baal Berit. Está vinculado a la historia de Siquem, en cuyas inmediaciones había una encina de la visión, donde se guardaba la memoria de Abrahán (cf. Gn 12,6) y donde había, también, un templo dedicado al Baal del Berit, es decir, al Señor del Pacto, que algunos israelitas tomaron como pagano (cf. Je 8,33-9,4), pero que otros asumieron después dentro de la religión de Yahvé. A los habitantes de Siquem se les llamaba «hijos de Jamor», es decir, del Pacto (cf. Gn 34,2-26), quizá porque el asno (jamor) era el animal sagrado del pacto, que se sacrificaba para celebrarlo. Sea como fuere, Siquem acabó convirtiéndose en la ciudad israelita del pacto, vinculado a Yahvé, como recuerda no sólo Dt 27-28 (aunque sin nombrar la ciudad, sino sólo su entorno), sino también Jos 24,1.25. Son muchos los que suponen que en el fondo de muchas peculiaridades de la religión yahvista se encuentra un pacto que vincula el culto y religión de Yahvé con el culto del Baal-Berit o Señor del Pacto de Siquem, que acabó tomando los rasgos propios del yahvismo. (c) Baal Zebnb. Aparece en 2 Re 1,2-6.16 como un Dios de la ciudad filistea de Ekron. Etimológicamente significa «Señor de las Moscas», pero puede tomar también el sentido de Señor de la Casa Cósmica, de las llamas del sol, y Señor de las curaciones. Sea como fuere, el nombre se ha hecho famoso porque en tiempo del Nuevo Testamento se ha identificado con el Diablo, que habría poseído a Jesús para realizar a través de él sus curaciones opresoras (cf. Belcebú: Mc 3,2; Mt 10,25; 12,24.27; Lc 11,15-19).
(7) El yahvismo contra Baal. La historia oficial del Deuteronomista supone que los israelitas, antes fieles a Yahvé, le abandonaron, siéndole infieles, para adorar a Baal y Astarot o Astarté*, su consorte (= Anat), como dice Je 2,13. Pero las cosas fueron más complejas: es evidente que Baal y Yahvé convivieron por mucho tiempo, como muestra la historia de Elias*, hasta el triunfo final del yahvismo, tras el exilio. Así se dice que Gedeón derribó el altar de Baal, que era propiedad de su clan (Je 6,25), para sacrificar a Yahvé; pero después se añade que sus hijos volvieron a edificar un altar al Baal de la alianza en Siquem (Je 8,30). En la lucha en torno a Baal destacan las figuras de dos reyes de Samaría: Acab construyó un templo y un altar para Baal (1 Re 16,32), evidentemente sin destruir por ello el templo de Yahvé y sin abandonar su culto. En contra de eso, imponiendo su poder a través de un golpe de Estado sangriento, Jehú* destruyó ese templo de Baal, matando a sus sacerdotes (cf. 2 Re 10,20-28). En la crítica contra Baal destacan dos profetas: Oseas, en el reino del Norte, acusa a los israelitas porque no han reconocido a Yahvé, que les ofrecía el trigo, el vino y el aceite, tomándolos como dones de Baal. Por su parte, en un dramático sermón, Jeremías acusa a los judíos, en el mismo templo de Jerusalén, diciendo que «queman incienso a Baal y van en pos de dioses extraños» (Jr 7,9). De un modo general, los profetas y el conjunto del Antiguo Testamento hablan de los baales, abarcando en esa palabra a todos los dioses y, en general, a la religión pagana del entorno, especialmente la religión de los cananeos; así, por ejemplo, en Je 2,11; 3,7; 8,33; 10,6; 1 Sm 7,4-1; 1 Re 18,18; Jr 2,23; 9,31; Os 2,13.17.
(8) Profetas de Baal y profetas de Yahvé. La batalla de Elias* (1 Re 18,2529). El rey Ajab tenía una esposa fenicia de nombre Jezabel que celebraba cultos de Baal y Ashera, pareja divina del agua/fuego, del amor y la vida. Algunos israelitas pensaron que había llegado el momento de poner en el centro de su experiencia religiosa a Baal, Señor de Vida, Dios de la fecundidad y la abundancia de los campos. En ese contexto se habla de los profetas de Baal y Ashera (cf. 1 Re 18,19), devotos de la pareja sagrada del amor, de la fecundidad y de la lluvia, aunque el conjunto del texto (1 Re 18) les llama simplemente profetas de Baal, Dios masculino de los cananeos y fenicios (que vence al caos y fecunda a la tierra madre Ashera, su esposa divina). Desde ahí podemos hablar del enfrentamiento profético de los fieles de Yahvé y de Baal. (a) Baal. Religiosidad extática (1 Re 18,26-29). Los profetas de Baal no aparecen como sacerdotes profesionales, instalados en los grandes o pequeños santuarios, sino como carismáticos, hombres de experiencia extática, que cantan y bailan estremecidos sobre la montaña sagrada de las tradiciones del Carmelo, gritando a su Dios mientras prolongan su danza todo el día, hasta llegar a un estado de trance sagrado, de manera que se cortan el rostro y van sangrando, a medida que crecen las voces y aumenta el ritmo de los gritos (o tambores). Esta es una experiencia orgiástica ritualizada, con canto y baile, en la montaña sagrada. Un tipo de rito como éste ha perdurado hasta la actualidad en algunas asociaciones de derviches musulmanes de aquellas mismas tierras de Siria-Palestina. Resulta fácil imaginarlos: varios cientos de profetas danzan en torno al altar, sobre la montaña, como posesos de dios y testigos de una presencia superior muy contagiosa (¡todos bailan en ritmo sexual, pidiendo lluvia!). Pero Elias se enfrenta con ellos, poniéndoles sus condiciones: «Â¡Tiene que bajar fuego de Dios! Mientras no brote la llama nada se decide». Bailan los profetas, sangran, pronuncian palabras de trance, caen por los suelos… Pero nadie responde: el altar de sacrificios sigue intacto, sin que Dios actúe, sin que baje el fuego del cielo. La escena acaba siendo cruel, como una parodia inútil, mientras Elias se mofa: «Â¡Gritad más…! ¡Más rápido aún!…». Al fin quedan hundidos, agotados, por el suelo. Esta es una parodia de la religión orgiástica, una crítica de muchos cultos antiguos y nuevos que sacralizan la danza y el canto como búsqueda de transformación hipnótica donde vienen a vincularse lluvia y sexo, fuego y trance, (b) Victoria israelita. Represión del baalisrno (1 Re 18,30-40). El texto bíblico condena la experiencia emocional y el entusiasmo compartido que se expresa en el baile hipnótico y en las mutilaciones corporales, que parecen vinculadas a un descenso (o ascenso) hacia las fuentes de la vida. Los profetas de Baal intentaban suscitar el agua con su danza, que les vincula con Baal y Ashera, su consorte, portadores del agua, conforme a su vivencia religiosa. Pero no viene el agua que fecunda el campo, no baja el fuego que enciende el sacrificio. El texto los presenta como portadores admirables de entusiasmo vano. Creen lo que hacen, no quieren engañar a los demás, pero su gesto acaba siendo vano, porque los engañados son ellos, profetas falsos de una divinidad impotente, representantes de una religión idolátrica, que se expresa en el éxtasis mental y sexual, en el proceso de la misma vida, sin descubrir ni aceptar la trascendencia de Dios. Así parece que Yahvé ha triunfado, ratificando con su fuego el sacrificio de Elias y ayudándole a matar a los profetas de Baal en el torrente. Los israelitas no han aceptado a Baal y han buscado otras formas de experiencia religiosa fundadas en un tipo distinto de moralidad legal y de trascendencia de Dios, de un Dios sin sexo ni dualidad interna, el Dios de Moisés, el Dios de los profetas. Todos nosotros, judíos, cristianos y musulmanes, seríamos herederos de la victoria del yahvismo contra los baales, con su pureza moral y su posible riesgo de violencia.
(9) Pervivencia baalista. Pero las cosas no han sido tan claras a lo largo de los siglos. Muchos han pensado que el Señor Baal sigue cabalgando sobre las nubes, mientras fecunda la tierra con su semen-lluvia, como Dios del drama de la vida. Más aún, muchos piensan que hemos vuelto a Baal, diciendo in cluso que el cristianismo representa un baalismo transformado, una simbiosis del judaismo con el paganismo anterior, que ha vuelto a introducirse en la misma simbología cristiana, al menos en sus formas populares. En el fondo de cierto cristianismo que sacraliza las diversas formas de la vida estaría la experiencia baalista del despliegue cósmico y vital, con un Dios generador (Baal del cielo), con una Virgen Madre (Astarté-Ishtar de la tierra) y con un Hijo Divino (Cristo). Según esto, la leyenda del nacimiento divino de Jesús constituiría una transposición del viejo mito cananeo: los cristianos habrían identificado al Dios joven de la vegetación y la cosecha con Jesús que nace, muere y resucita paradigmáticamente, un vez por siempre. Dios sigue siendo la figura del padre de los cielos. Nada más normal por tanto que atribuir el nacimiento de Jesús a la Virgen Madre, que en la tradición cristiana recibe los rasgos de María de Nazaret, fecundada directamente por el Espíritu Santo. Evidentemente, esta opinión no intenta reproducir el sentido histórico (biológico) del nacimiento de Jesús, sino que hace algo previo: sitúa todo el tema en el trasfondo del surgimiento mítico de Dios, introduciéndolo en un paradigma (o arquetipo) religioso muy extenso que aparece tanto en Canaán como en Grecia y en Egipto. La sigla KTU responde a M. DIETRICH, O. LORETZ y J. SANMARTíN, Die keilalphabetische Texte ans Ugarit. I. Transcription, Kevelaer, Neukirchen-Vluyn 1976. Edición crítica con gramática en C. H. GORDON, Ugaritic Textbook, AnOr 38, Roma 1965. Traducción de G. DEL OLMO, Mitos y leyendas de Canaán segi’in la tradición de Ugarit. Textos, versión y estudio, Cristiandad, Madrid 1981.
Cf. D. ARNAUD (y otros), Mitología y religión del Oriente antiguo, Ausa, Barcelona í996; L. CUNCHILLOS, Estudio del Salmo 29, Universidad Pontificia, Salamanca 1976; Cuando los ángeles eran dioses, Universidad Pontificia, Salamanca 1976; Estudios de epistolografía ugarítica, Edicep, Valencia 1989; X. PIKAZA, Dios como Espíritu y Persona, Sec. Trinitario, Salamanca 1989, 353-363.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra
(Dueño; Amo).
1. El cuarto en la lista de los hijos de Jeiel, un benjamita. (1Cr 8:29, 30; 9:35, 36.)
2. Rubenita cuyo hijo Beerah estuvo entre los que se llevó cautivos el rey asirio Tiglat-piléser III. (1Cr 5:5, 6, 26.)
3. Enclave simeonita dentro del territorio de Judá; al parecer es la misma que Baalat-beer y Ramá del sur (o Négueb). (Compárese con 1Cr 4:32, 33 y Jos 19:7-9.)
4. La palabra hebrea bá·`al se emplea en las Escrituras con referencia a: 1) un esposo, como dueño de su esposa (Gé 20:3); 2) un terrateniente (Jos 24:11, nota); 3) †œlos dueños […] de las naciones† (Isa 16:8, nota); 4) †œconfederados† (literalmente, †œdueños [amos] de un pacto†) (Gé 14:13, nota); 5) el dueño o poseedor de bienes materiales (Ex 21:28, 34; 22:8; 2Re 1:8, nota); 6) personas o cosas que poseen algo que es característico de su naturaleza, actitud u ocupación; por ejemplo: arquero (literalmente, †œdueño de flechas†) (Gé 49:23); un †œacreedor de la deuda† (literalmente, †œdueño de una deuda de su mano†) (Dt 15:2); †˜cualquiera dado a la cólera†™ (literalmente, †œdueño de cólera†) (Pr 22:24); †œantagonista judicial† (literalmente, †œdueño de juicio†) (Isa 50:8, nota); 7) Jehová (Os 2:16), y 8) los dioses falsos (Jue 2:11, 13).
El término hab·Bá·`al (el Baal) es la designación aplicada al dios falso Baal. La expresión hab·Be`a·lím (los Baales) se refiere a las deidades locales, que, según se creía, eran dueñas de ciertos lugares en particular o ejercían influencia en ellos.
El término †œBaal† aparece una vez en las Escrituras Griegas Cristianas, en Romanos 11:4, donde en el texto griego viene precedido del artículo femenino he. Comentando sobre el uso del artículo femenino antes de †œBaal† en la Septuaginta griega y en Romanos 11:4, John Newton escribió en un ensayo sobre la adoración de Baal: †œAunque en hebreo el género es masculino [hab·Bá·`al], el señor, a Baal se le llama [he Bá·al] = la señora, en la Septuaginta; Os. II. 8; Sof. I. 4; y en el Nuevo Testamento, Romanos XI. 4. En la adoración licenciosa de este andrógino, o dios bisexual, los hombres a veces llevaban vestidos de mujer y las mujeres se ponían atuendos masculinos y blandían armas†. (Ancient Pagan and Modern Christian Symbolism, de T. Inman, 1875, pág. 119.)
En la historia de Israel hubo algunas ocasiones en las que se hizo referencia a Jehová como †œBaal† de la nación, en el sentido de ser su Señor o Dueño marital. (Isa 54:5.) También puede ser que debido a su apostasía, los israelitas hayan asociado impropiamente a Jehová con Baal. Esta última posibilidad parece hallar confirmación en la profecía de Oseas, según la cual llegaría un tiempo, después del cautiverio de Israel y su restauración del exilio, en el que la nación se arrepentiría y no volvería a llamar a Jehová †œMi dueño† (†œMi Baal†, Str), sino †œMi esposo†. El contexto da a entender que no se volvería a oír en labios de los israelitas el nombre †œBaal† utilizado en conexión con el dios falso. (Os 2:9-17.) Algunos piensan que el escritor de Segundo de Samuel usó los nombres †œIs-bóset† y †œMefibóset† (bó·scheth significa vergüenza) en vez de †œEsbaal† y †œMerib-baal†, debido a la mala connotación que parece que llegó a tener la palabra hebrea bá·`al por su relación con la adoración degradada de Baal. (2Sa 2:8; 9:6; 1Cr 8:33, 34; véase IS-Bí“SET.)
Adoración de Baal. Poco se sabía de la adoración a Baal, aparte de las muchas referencias de las Escrituras, hasta que las excavaciones de Ugarit (la moderna Ras Shamra, situada en la costa de Siria, frente al extremo NE. de la isla de Chipre) sacaron a la luz muchos objetos religiosos y cientos de tablillas de arcilla. Se cree que muchos de esos documentos antiguos, conocidos ahora como los textos de Ras Shamra, son las liturgias o las palabras de aquellos que participaban en los rituales de las fiestas religiosas.
En los textos de Ras Shamra se alude a Baal (llamado también Aliyán [Prevaleciente] Baal) como †œZebul (Príncipe), Señor de la Tierra† y †œel Jinete de las Nubes†. Estos nombres armonizan con una representación de Baal en la que se le muestra sosteniendo en la mano derecha un garrote o maza y en la mano izquierda un relámpago que acaba en una punta de lanza. También se le representa llevando un yelmo con cuernos, lo que parece indicar una estrecha relación con el toro, símbolo de la fertilidad.
En Palestina no suele llover desde finales de abril hasta septiembre. Las lluvias comienzan en octubre y continúan durante todo el invierno hasta abril, gracias a lo cual crece una abundante vegetación. Se creía que los cambios de estación y los efectos subsiguientes eran ciclos producidos por los interminables conflictos entre los dioses. El que cesasen las lluvias y se marchitase la vegetación se atribuía al triunfo del dios Mot (dios de la muerte y la aridez) sobre Baal (dios de la lluvia y la fertilidad), lo que obligaba a este último a retirarse a las profundidades de la tierra. Por otro lado, se pensaba que el comienzo de la estación lluviosa indicaba que Baal había despertado a la vida, lo que era posible gracias al triunfo de Anat, su hermana, sobre Mot, permitiendo que su hermano Baal volviese al trono. La unión de Baal con su esposa, probablemente Astoret, se creía que garantizaba la fertilidad durante el año entrante.
Los agricultores y ganaderos cananeos posiblemente pensaban que el participar en rituales prescritos —una especie de magia imitativa— durante sus fiestas religiosas estimulaba a sus dioses a actuar según el modelo representado en esas fiestas, y esto era necesario para tener cosechas y rebaños productivos durante el nuevo año, así como para alejar sequías, plagas de langostas, etc. De modo que la vuelta a la vida de Baal para ser entronizado y unirse a su consorte se celebraría con ritos de fertilidad licenciosos, caracterizados por orgías sexuales desenfrenadas.
Toda ciudad cananea debió tener su santuario en honor al Baal de su localidad. Asimismo, se nombraban sacerdotes para dirigir la adoración en estos santuarios y en los muchos lugares sagrados que se hallaban en las cumbres de las colinas cercanas y que eran conocidos como †œlugares altos†. (Compárese con 2Re 17:32.) Es posible que en el interior de dichos lugares sagrados hubiese imágenes o representaciones de Baal, en tanto que en el exterior, cerca de los altares, se encontraban las columnas de piedra (probablemente símbolos fálicos de Baal), los postes sagrados que representaban a la diosa Aserá y estantes de incienso. (Compárese con 2Cr 34:4-7; véase POSTE SAGRADO.) Había prostitutos y prostitutas en los lugares altos, y además de la prostitución ceremonial, también se llevaba a cabo el sacrificio de niños. (Compárese con 1Re 14:23, 24; Os 4:13, 14; Isa 57:5; Jer 7:31; 19:5.) La adoración de Baal incluso se efectuaba en las mismas azoteas de las casas, desde donde con frecuencia ascendía humo de sacrificio a ese dios. (Jer 32:29.)
Hay indicios de que tanto a Baal como a otros dioses y diosas cananeos sus adoradores los relacionaban con ciertos cuerpos celestes. Por ejemplo, uno de los textos de Ras Shamra menciona una ofrenda a la †œReina Shapash (el Sol) y a las estrellas†, y otro alude al †œejército del sol y la hueste del día†.
Por tanto, es preciso mencionar que la Biblia hace varias alusiones a los cuerpos celestes en relación con la adoración a Baal. Al describir el derrotero pecaminoso del reino de Israel, el registro de las Escrituras dice: †œSiguieron dejando todos los mandamientos de Jehová […], y empezaron a inclinarse ante todo el ejército de los cielos y a servir a Baal†. (2Re 17:16.) En cuanto al reino de Judá, se informa que en el mismo templo de Jehová llegaron a estar †œlos utensilios hechos para Baal y para el poste sagrado y para todo el ejército de los cielos†. También, la gente por todo Judá hizo †œhumo de sacrificio a Baal, al sol y a la luna y a las constelaciones del zodíaco y a todo el ejército de los cielos†. (2Re 23:4, 5; 2Cr 33:3; véase también Sof 1:4, 5.)
Cada localidad tenía su propio Baal, al que se solía calificar mediante un nombre geográfico. Por ejemplo, el Baal de Peor (Baal-peor), adorado por moabitas y madianitas, tomó su nombre del monte Peor. (Nú 25:1-3, 6.) Más tarde, los nombres de esos baales locales llegaron a incorporarse, por metonimia, a los mismos nombres geográficos, como por ejemplo: Baal-hermón, Baal-hazor, Baal-zefón y Bamot-baal. Sin embargo, a pesar de la diversidad de baales, para el cananeo en realidad solo existía un dios Baal.
¿Qué efecto tuvo la adoración de Baal en Israel?
En el principio de la Biblia ya se hacen alusiones implícitas al baalismo, aunque parece ser que en el tiempo de los patriarcas no alcanzaba el nivel de degradación que tenía cuando los israelitas entraron en la tierra de Canaán. (Compárese con Gé 15:16; 1Re 21:26.) La mención de la ciudad de Asterot-qarnaim, nombre que posiblemente se deriva de Astoret, la consorte de Baal, es el primer indicio que encontramos de la existencia de ese dios falso. (Gé 14:5.) Antes de cruzar el mar Rojo, los israelitas podían ver desde su campamento un lugar del desierto llamado Baal-zefón. (Ex 14:2, 9.) A Moisés se le dieron advertencias específicas en el monte Sinaí con respecto a los habitantes de Canaán: había que demoler sus altares, hacer añicos sus columnas sagradas y cortar sus postes sagrados. (Ex 34:12-14.) De modo que todo lo relacionado con la adoración de Baal tenía que erradicarse de la Tierra Prometida.
Cuando los israelitas acamparon en las llanuras de Moab, el rey Balac llevó a Balaam a lo alto de Bamot-baal (que significa †œLugares Altos de Baal†) para que contemplara aquella impresionante multitud. (Nú 22:41.) Al no poder proferir una maldición directamente sobre los israelitas, Balaam le aconsejó a Balac que los indujera a practicar la idolatría, tentándolos a cometer inmoralidad sexual con las idólatras de Baal de Peor. Miles de israelitas sucumbieron a esta tentación y perdieron la vida. (Nú 22:1–25:18; Rev 2:14.)
A pesar de esta amarga experiencia y de las claras advertencias de Moisés y Josué (Dt 7:25, 26; Jos 24:15, 19, 20), cuando los israelitas fijaron su residencia en la Tierra Prometida, empezaron a imitar a los cananeos que quedaban, al parecer con la esperanza de asegurar la fertilidad de su ganado y de las cosechas. Al mismo tiempo, pretendían seguir adorando a Jehová. La apostasía se generalizó después de la muerte de Josué. (Jue 2:11-13; 3:5-8.) Los israelitas mantuvieron en sus campos altares, postes y otros efectos utilizados en la adoración de Baal, y, al parecer, hicieron caso a sus vecinos cananeos sobre cómo se debía agradar al †œdueño†, o Baal, de cada territorio. También se les atrapó en las prácticas inmorales relacionadas con la adoración a Baal. Como resultado, Jehová los abandonó a sus enemigos.
Sin embargo, cuando el pueblo se volvía a El, Jehová con misericordia los liberaba levantándoles jueces, como fue el caso de Gedeón, cuyo nombre fue cambiado a Jerubaal (que significa †œQue Baal Haga Defensa Legal [Contienda]†). (Jue 6:25-32; 1Sa 12:9-11.) Sin embargo, estos jueces no consiguieron ninguna reforma permanente. (Jue 8:33; 10:6.) El baalismo se siguió practicando incluso después de los días de Samuel, aunque el registro muestra que, a petición suya, el pueblo se deshizo de las imágenes de Astoret y Baal y empezó a servir solo a Jehová. (1Sa 7:3, 4.)
Aunque no se vuelve a hablar del baalismo hasta el final del reinado de Salomón, es posible que subsistiera en algunas partes del reino. Salomón introdujo en el país diferentes formas de baalismo al casarse con muchas mujeres paganas, quienes lo indujeron a él y a sus hijos a servir a otros dioses y diosas relacionados con la adoración a Baal, como Astoret y Mólek. (1Re 11:4, 5, 33; Jer 32:35.)
Cuando se dividió el reino en 997 a. E.C., Jeroboán implantó la adoración de becerros en el reino septentrional de Israel, en Dan y en Betel. El baalismo autóctono y la adoración de becerros convivieron, del mismo modo que en Judá se observaba una pretendida adoración verdadera en Jerusalén mientras que por toda la nación se seguía practicando el baalismo. (1Re 14:22-24.)
En los días del rey Acab (c. 940-920 a. E.C.) se introdujo en Israel un tipo diferente de culto a Baal: el de Melqart, el Baal de Tiro. (GRABADO, vol. 2, pág. 532.) Acab formó una alianza matrimonial con Jezabel, la hija de Etbaal (que significa †œCon Baal†), el rey de Tiro. Jezabel importó a Israel este culto más influyente, que se valía de muchos sacerdotes y ayudantes. (1Re 16:31-33.) Por fin se produjo la famosa confrontación en el monte Carmelo entre Jehová y Baal.
Elías mandó que ocurriera una sequía en el nombre de Jehová, probablemente debido a que los adoradores de Baal creían que era este dios, el dueño del cielo, quien daba las lluvias y la fertilidad. (1Re 17:1.) Después de tres años y seis meses de sequía, se vio que Baal no era capaz de satisfacer las muchas súplicas que le dirigieron sus sacerdotes y adoradores para que pusiera fin a la sequía, por lo que Elías reunió a todo el pueblo en el monte Carmelo a fin de que fuera testigo de la gran prueba que demostraría quién era el Dios verdadero. La prueba resultó en la humillación de los adoradores de Baal y la matanza de 450 profetas de ese dios falso. Jehová, no Baal, mandó entonces la lluvia para acabar con la sequía. (1Re 18:18-46; Snt 5:17.)
El hijo y sucesor de Acab, Ocozías, siguió sirviendo a Baal. (1Re 22:51-53.) Lo sucedió su hermano Jehoram, y el registro dice que quitó la columna sagrada de Baal que su padre había hecho, aunque siguió practicando la adoración de becerros. (2Re 3:1-3.)
Más tarde (c. 905 a. E.C.) se ungió a Jehú como rey. El se vengó de la muerte de los profetas de Jehová matando a Jezabel y a la casa de su esposo Acab. Se reunió luego a todos los adoradores de Baal en Samaria con la excusa de celebrar †œuna asamblea solemne para Baal†. Cuando Jehú dio la orden, se dio muerte a todos los adoradores de Baal. Se quemaron los postes sagrados, se demolió la columna sagrada y también la casa de Baal, que fue apartada para excusado público. †œAsí —dice el registro— exterminó Jehú a Baal de Israel.† (2Re 10:18-28.) De modo que, al menos por un tiempo, se suprimió de Israel la adoración de Baal. Sin embargo, fue por practicar esta religión baalista por lo que Jehová por fin dejó que se llevara al exilio al reino de diez tribus de Israel. (2Re 17:16-18.)
El baalismo logró atrincherarse en Judá, a pesar de que el rey Asá se esforzó por eliminar todo lo relacionado con esa forma de adoración falsa. (2Cr 14:2-5.) Cuando Acab casó a Atalía, la hija que le dio Jezabel, con Jehoram, el séptimo rey de Judá, su inicua influencia introdujo el baalismo tirio en la familia real judaíta. Ni siquiera las reformas realizadas al principio del reinado del nieto de Atalía, Jehoás, y las posteriores llevadas a cabo por Ezequías, consiguieron eliminar permanentemente la adoración de Baal. (2Re 11:18; 18:4.) El hijo de Ezequías, Manasés, reconstruyó los mismos lugares altos que su padre había destruido. (2Re 21:3.) Aunque al parecer la mayoría de los reyes judaítas se contaminaron con la adoración de Baal, Manasés llegó mucho más lejos que todos los demás en la práctica de este culto degradado. (2Re 21:9-11.) Ni las reformas que más tarde realizó el mismo Manasés, ni siquiera la extensa depuración que llevó a cabo su nieto, el rey Josías, consiguieron recuperar de modo permanente la adoración verdadera. Como resultado de haberse contaminado por completo con la adoración falsa, el pueblo fue castigado con el exilio y la desolación de la tierra. (2Cr 33:10-17; 2Re 23:4-27; Jer 32:29.)
En la obra profética de Jeremías, efectuada desde los días de Josías hasta el exilio babilonio, el profeta denunció a Israel por degradarse con la adoración de Baal y comparó la nación a una esposa adúltera que se había prostituido bajo todo árbol frondoso y en todo lugar alto, cometiendo adulterio con piedras y árboles, y olvidando a Jehová, su †œdueño marital†. (Jer 2:20-27; 3:9, 14.) Después del exilio en Babilonia y el regreso de los judíos a Palestina, la Biblia no dice que los israelitas volvieran a practicar el baalismo.
[Fotografías en la página 265]
Representaciones de Baal. Cada lugar donde se adoraba a este dios tenía su propio Baal
Fuente: Diccionario de la Biblia
Fuente: Diccionario de Teología
El sustantivo hebreo ba˓al significa ‘amo’, ‘poseedor’, o ‘esposo’. Utilizado con sufijos,
Los cultos a Baal afectaron y constituyeron un desafío al culto a Yahvéh en todo el transcurso de su historia. La limitada información en el AT acerca de Baal puede actualmente complementarse con la información aportada por los documentos de Ras Shamra. Una de sus consortes era *Astarot, otra *Asera; y a Baal se le llama hijo de *Dagón. Los textos lo revelan como una deidad de la naturaleza; los mitos lo describen en conflicto con la muerte, la infertilidad, y las aguas de inundación, surgiendo victorioso como “rey” de los dioses.
Yahvéh era “amo” y “esposo” para Israel, y por lo tanto lo llamaban “Baal”, con toda inocencia; pero naturalmente esta práctica condujo a una confusión del culto a Yahvéh con los rituales para los baales, y llegó el momento en que se hizo necesario designar a Dios con algún título diferente; Oseas (2.16) propuso ˒ı̂š, otra palabra con el significado de “esposo”. Una vez que el título de “Baal” se dejó de aplicar a Yahvéh, los nombres de personas que incluían esta palabra seguramente comenzarían a ser mal interpretados. De modo que bōšeṯ (‘vergüenza’) tendió a reemplazar a ba˓al en dichos nombres. Así Es-baal y Merib-baal (1 Cr. 8.33s) se conocen mejor como Isboset (2 S. 2.8) y Mefi-boset (2 S. 9.6).
La palabra Baal ocurre también una o dos veces como nombre de varón y de lugar (
Bibliografía. H. Ringgren, Religions of the Ancient Near East,
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico