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Impacto afectivo o intelectual que ejerce una persona o acontecimiento por sus cualidades, habilidades y acciones sorprendentes y atractivas.
Las figuras y los elementos religiosos pueden ejercer atractivo vivo y arrollador en determinadas personalidades, como cuando alguien se entusiasma por la figura de Jesús o se siente arrebatado por un programa apostólico o espiritual.
Se puede llegar entonces a la situación de «fascinación», lo cual puede suponer una experiencia positiva en la educación religiosa. Pero puede resultar también un estado afectivo provisional, cuando solo se apoya en los sentimientos y no en criterios sólidos y en virtudes firmes.
El educador debe ser muy prudente con los procesos o estados de fascinación. Los debe mirar más bien como puntos de partida para una sólida formación, pero no como estados de perfección, sobre todo en personas inmaduras.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa