Ayuno (heb. tsôm [del verbo tsûm, «ayunar»]; gr. n’stéia [del verbo n’stéuí‡, «ayunar»]). Abstinencia de alimentos, ya sea por razones religiosas o por falta de alimentos, o período de tal abstinencia. El AT no registra orden divina alguna que requiera el ayuno como deber religioso, excepto en el Día de la Expiación (Lev 16:30, 31; 23:27; Num 29:7; cf Act 27:9; véase también el tratado Yoma de la Mishná). Sin embargo, hay numerosos casos de ayuno voluntario generado por motivos religiosos. En tales situaciones, presumiblemente reflejaba un espíritu de abnegación voluntaria y de humildad ante Dios; a veces, penitencia por el pecado. A menudo, cuando era acompañado de intercesión ante Dios por pedidos específicos, expresaba sinceridad y falta de egoísmo. Los israelitas ayunaron después de la matanza de los benjamitas (Jdg 20:26). Lo hicieron otra vez en señal de arrepentimiento por la idolatría cuando intercedieron ante Dios pidiendo ser liberados de los filisteos (1Sa 7:6). Los hombres de Jabes de Galaad ayunaron después de sepultar a Saúl y sus hijos, aparentemente contritos o lamentando la derrota de Israel (31:13). David y sus seguidores hicieron lo mismo al recibir la noticia de la muerte de Saúl (2Sa 1:12). Más tarde, David ayunó mientras intercedía ante el Señor por la vida de su hijo que le dio Betsabé (12:21-23). Daniel ayunó cuando intercedió ante Dios por el fin de la cautividad (Dan 9:3). Esdras y su grupo de exiliados ayunaron mientras oraban pidiendo protección divina en su viaje de regreso a Jerusalén desde Babilonia (Ezr 8:23). Nehemías se abstuvo de alimentos al saber del «gran mal y afrenta» que sufrían los exiliados que habían regresado a Jerusalén (Neh 1:4). Ester hizo lo mismo antes de interceder ante Asuero por su pueblo (Est 4:16), e invitó a los judíos a acompañarla en la abstinencia. Sólo rara vez el AT expresa la actitud divina con respecto a la práctica del ayuno. 121 En Isa 58:3-7 Dios lo rechaza de su pueblo en un momento de apostasía nacional, declarando que el «ayuno» que él «escogió» consiste en justicia y misericordia hacia los demás. En Jer 14:12 rehúsa aceptarlo si no está acompañado por una reforma de la vida. Durante el cautiverio babilónico los judíos se habían acostumbrado a ayunar en ciertos aniversarios relacionados con la caída de Jerusalén y la destrucción del templo, y tal vez por el asesinato de Gedalías (Zec 7:5; cf 2Ki 25:1- 4, 8, 9, 25; Jer 52:6, 7), pero Dios no estaba interesado en estos supuestos símbolos externos de humildad y arrepentimiento (Zec 7:5). Sólo una vez (Jl. 2:12) Dios invita a ayunar como evidencia de arrepentimiento. Moisés (Exo 34:28) y Jesús (Mat 4:2) ayunaron 40 días cada uno, pero bajo circunstancias en las cuales el alimento no era fácilmente disponible. Los judíos piadosos ayunaban 2 veces cada semana (Luk 18:12) -los lunes y los jueves-, práctica que Jesús ni apoyó ni censuró, aunque él y sus discípulos no observaban estos ayunos rituales (Mat 9:14, 15; Mar 2:18-20; Luk 5:33-35). La única instrucción que dio con respecto al ayuno fue que no debía ser ostentoso (Mat 6:16-18), sino sincero. Los dirigentes en Antioquía ayunaron antes de ordenar a Pablo al ministerio del evangelio (Act 13:2, 3). Más tarde, el apóstol siguió la misma práctica cuando ordenaba ancianos en las iglesias locales que él establecía (14:23). Existe evidencia textual sólida para omitir el término de Mat 17:21, Mar 9:29, Act 10:30 y 1Co 7:5 Si se acepta esta evidencia, el NT no tiene ninguna orden divina para ayunar o aprobación expresa del ayuno. Afligir el cuerpo por el pecado del alma es esquivar el problema y no captar la verdadera naturaleza del arrepentimiento, ya que el pecado es una enferínedad del alma y no del cuerpo. El principal beneficio que se obtiene del ayuno es la claridad mental que proviene de una abstinencia total o parcial de los alimentos, y que capacita a la persona para percibir la voluntad de Dios en forma más clara. Por otro lado, a veces hay tanta concentración en la búsqueda de la ayuda divina en un tiempo de crisis que las necesidades físicas y el deseo de alimentarse a menudo se pasan por alto. Los fariseos interpretaban Neh 8:10, 12 de manera que hacían ilegal el ayuno en sábado (a menos que el sábado cayera en Día de Expiación cf Judit 8:6). El cristianismo posterior hizo del sábado un día de ayuno y del domingo un día de fiesta. Azada. Traducción del: 1. Heb. ‘Lth, «azadón». Instrumento para la agricultura que se usaba para cavar y carpir (1Sa 13:20, 21; Jl. 3:10; Mic 4:3). Otros términos relacionados son: 2. Heb. majarLshah (que algunos creen que es una mala pronunciación y escritura de jermLsh, «hoz», en 1Sa 13:20), «azadón de pico», y majaresheth (que en 1Sa 13:21 se podría referir a rejas de arado, en lugar de azadas). 3. Heb. jereb, literalmente «espada» (2Ch 34:6, Josías «ara» los lugares altos de algunas ciudades); el pasaje es oscuro en hebreo. 4. Heb. ma’dLr, «azadón» (Isa 7:25). Azadón. Véase Azada.
Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico
latín jejunium. Mortificación religiosa que consiste en abstenerse de comida, bebida o de contacto sexual. Moisés estuvo con Yahvéh cuarenta días y cuarenta noches sin comer pan ni beber agua, cuando recibió las tablas de la Alianza Ex 34, 28. Se obligaba al a. por ley, en determinadas fechas, en algunas fiestas, como para el gran día de la Expiación Lv 16, 29 y 23, 26-27; Nm 29, 7-11; en al año cuarto del rey Darío, 518 a. C., por intermedio de Zacarías, Yahvéh mandó un ayuno, para conmemorar la destrucción de Jerusalén y del Templo en el 587 a. C. Za 7, 3-5; 8, 19. Antes de un acto sagrado, se pide abstinencia del acto sexual, pues éste lo hace impuro Ex 19, 15; 1 S 21, 15. A los consagrados al nazireato se les exigía abstenerse de bebidas embriagantes Nm 6, 3.
Los israelitas ayunaban en diferentes ocasiones y por distintas causas como por una tragedia, como cuando los benjaminitas los derrotaron Jc 20, 26; como penitencia Jl 1, 14; 2, 12; se ayunaba por los muertos, como en la muerte de Saúl 1 S 31, 13; 2 S 1, 12; David se abstuvo de probar bocado por la muerte de Abner 2 S 3, 35; el profeta Daniel hizo oración a Dios, confesando sus pecados y los del pueblo, acompañada del ayuno, y después apareció el ángel Gabriel para explicarle la visión que el profeta había tenido Dn 9, 3 ss.
Las prácticas religiosas como el ayuno, cayeron en mera formalidad, culto exterior que Dios detesta Am 5, 21 ss, y los profetas combatieron esta impostura Is 58, 3-7; Jr 14, 12; Za 7, 5.
Esta misma simulación e hipocresía les enrostra Cristo a los fariseos Mt 9, 14-15; Mc 2, 18-22; Lc 5, 33-39; igual sucede en la parábola del fariseo y el publicano Lc 18, 9-14.
Jesucristo ayunó en el desierto cuarenta días y cuarenta noches tras los cuales sintió hambre y recibió la primera tentación Mt 4, 2.
Diccionario Bíblico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003
Fuente: Diccionario Bíblico Digital
Las Escrituras mencionan frecuentemente la abstinencia de alimentos y bebidas. A veces en lugar de usar la palabra única ayunar, se usa la frase descriptiva †œafligir el alma†, con referencia al ayuno físico en lugar de la humillación espiritual (Lev 16:29-31; Lev 23:27; Num 30:13; Isa 58:3, Isa 58:5, Isa 58:10).
El único ayuno exigido por Moisés era el del día de la Expiación (Lev 16:29, Lev 16:31; Lev 23:27-32; Num 29:7; Jer 36:6). Se realizaban muchos ayunos en ocasiones especiales por transgresiones o para alejar calamidades presentes o inminentes (1Sa 7:6; Jer 36:9; 1Ki 21:9, 1Ki 21:12; 2Sa 12:16, 2Sa 12:21-23).
Después del cautiverio, se realizaban cuatro ayunos anuales en memoria de las calamidades nacionales que había sufrido el país; sólo se mencionan en Zacarías (Zec 7:1-7; Zec 8:19). En épocas rabínicas se acompañaba la fiesta de Purim (Est 9:31-32) con un ayuno para conmemorar el ayuno de Ester, Mardoqueo y los judíos (Est 4:1-3, Est 4:15-17). El AT menciona otros ayunos en los cuales participaron individuos (Neh 9:1; Dan 9:3) o el pueblo entero (Ezr 8:21-23; Neh 9:1; Jon 3:5).
El ayuno de los israelitas podía ser parcial o total, según la duración del ayuno.
Daniel hizo duelo tres semanas completas (Dan 10:2-3); se menciona un ayuno más largo en Neh 1:4; el ayuno del día de la Expiación duraba 24 horas (Lev 23:32). Los ayunos de 40 días de Moisés y Elías eran excepcionales (Exo 34:28; 1Ki 19:8).
Se observaba el ayuno religioso como señal de duelo por el pecado, con el fin de desviar el enojo divino o de ganar la compasión divina. Los profetas frecuentemente condenan el abuso de la costumbre porque los israelitas pensaban supersticiosamente que tenía valor aunque no estuviera acompañado por pureza y rectitud (Isa 58:3-7; Jer 14:10-12; Zacarías 7—8). Los ayunos no eran necesariamente de naturaleza religiosa. Eran comunes cuando moría una persona muy querida (p. ej. 1Sa 31:13; 2Sa 1:12).
Los Evangelios muestran que los ayunos frecuentes eran comunes en aquellos judíos que deseaban llevar una vida muy religiosa (p. ej., Luk 2:37; Luk 18:12). No registran ninguna ocasión durante la cual ayunara Jesús (Nota del Editor: salvo Mat 4:2 ss.) y sólo incluyen dos o tres ocasiones en las cuales lo mencionó. Advirtió que no se debía convertir en una ocasión para proclamar la piedad (Mat 6:16-18). Jesús también dijo que el ayuno, que es una señal de duelo, no se acomodaba con el gozo que debía caracterizar a los que sabían que el Mesías finalmente había venido y estaba con ellos (Mat 9:14-17; Mar 2:18-22; Luk 5:33-39). En otra ocasión Jesús dijo que cierto tipo de demonio no salía sin oración y ayuno, aunque la palabra ayuno no se encuentra en algunos mss. (Mat 17:21; Mar 9:29). Las otras dos referencias del NT tratan el ayuno voluntario con fines religiosos (Act 13:2-3; Act 14:23).
Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano
Ver «Abstinencia».
Diccionario Bíblico Cristiano
Dr. J. Dominguez
http://biblia.com/diccionario/
Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano
Abstinencia de alimentos por un tiempo determinado. También se llama a. al período en que éste es practicado. No se conoce ningún ejemplo de a. entre los patriarcas ni existe un mandamiento en el †¢Pentateuco acerca del a., salvo el ejemplo de Moisés en el Sinaí, donde estuvo †œcuarenta días y cuarenta noches sin comer pan ni beber agua† (Exo 24:18; Deu 9:9). Sin embargo, todo parece indicar que su práctica es algo inmemorial, compartida por los hebreos con otros pueblos y religiones que subrayan al a. como una costumbre eminentemente religiosa.
La primera mención que leemos del a. en las Escrituras aparece en el libro de los Jueces, cuando en la guerra civil contra la tribu de Benjamín los israelitas fueron inicialmente derrotados. †œLos hijos de Israel … ayunaron aquel día hasta la noche; y ofrecieron holocaustos … preguntaron a Jehová…† (Jue 20:26-27). De manera que desde este momento se nos menciona el a. relacionado con la oración. En otra ocasión el pueblo fue reunido por Samuel en †¢Mizpa †œy ayunaron aquel día, y dijeron allí: Contra Jehová hemos pecado† (1Sa 7:6). En esta ocasión es el resultado de una actitud de contrición, arrepentimiento y confesión.
a. puede incluir abstinencia de otras cosas en adición a los alimentos. La idea a veces es †œafligir el alma†. David, por ejemplo, †œpasó la noche acostado en tierra†, sin bañarse, ni ungirse, ni cambiar de ropa, cuando oraba por la vida del hijo que había tenido de †¢Betsabé (2Sa 12:15-20). El a. se realiza como un acto de dependencia de Dios, hacia quien se vuelve el alma. El rey †¢Acab ayunó †œy anduvo humillado† como una demostración de arrepentimiento (1Re 21:27). El a. a veces es utilizado como una expresión de gran duelo. Cuando murieron Saúl y sus hijos, David y los suyos †œlloraron y lamentaron y ayunaron hasta la noche† (2Sa 1:12).
prácticas de a. llevadas a cabo por †¢Daniel pueden verse en que no sólo †œpropuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía†, por lo cual pidió que le diesen †œlegumbres a comer† (Dan 1:8-15), sino que volvió su †œrostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en a., cilicio y ceniza† (Dan 9:3). Además, Daniel estuvo †œafligido por espacio de tres semanas†, cuando no comió †œmanjar delicado† ni †œcarne ni vino†, ni se ungió †œcon ungüento† (Dan 10:1-3). †¢Ester pidió que se ayunara por ella (y ella misma ayunó) en el período inmediatamente anterior a una decisión o acción difícil o peligrosa (Est 4:16). Ante el descarrío del pueblo, Joel recomienda la conversión a Dios †œcon a. y lloro y lamento† (Joe 2:12).
práctica del a. no está exenta de peligros. Se puede caer en el mero formalismo, es decir, en hacerlo sólo ritualmente, sin el acompañamiento de un espíritu humillado y buscador de justicia. Por eso Dios decía: †œEn el día de vuestro a. buscáis vuestro propio gusto y oprimís a todos vuestros trabajadores† (Isa 58:3). O se hace por competir con otros (†œPara contiendas y debates ayunáis† [Isa 58:4]). O por exhibicionismo, como lo hacían los fariseos (†œDemudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan† [Mat 6:16]).
Señor Jesús no ordenó que se ayunara, sino que daba por sentado que sus seguidores lo harían, puesto que dice: †œCuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro para no mostrar a los hombres que ayunas† (Mat 6:16-17). Y cuando los discípulos de Juan le señalaron que ellos ayunaban pero que los discípulos del Señor no lo hacían, les dijo que vendría el día †œcuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán† (Mat 9:14-15). Es significativo que la iglesia de Antioquía, formada mayormente por gentiles, practicaba el a., y en medio de esa actividad el Espíritu Santo ordenó el inicio de lo que sería la gran obra misionera del apóstol Pablo (Hch 13:1-2; Hch 14:23). Pero lo más importante es el ejemplo del Señor mismo, que ayunó cuarenta días y cuarenta noches (Mat 4:2). Por esa razón el a. ha sido siempre una práctica de la mayoría de los creyentes, muchos de los cuales lo llevan a cabo en la actualidad con abstinencia total de alimentos durante un período, ingiriendo solamente agua.
Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano
tip, COST LEYE
vet, Abstención de tomar alimento período de tiempo dentro del cual se da esta abstinencia. (a) Ayuno causado por la imposibilidad de conseguir alimento. Parece que a esto pertenecen: los 40 días que pasó Moisés en Sinaí (Ex. 34:28; Dt. 9:9); el ayuno de Elías durante su viaje a Horeb (1 R. 19:8); el del Señor Jesús en la tentación en el desierto (Mt. 4:2; Mr. 1:13; Lc. 4:2); y también ciertos ayunos de Pablo (2 Co. 6:5). (b) Ayuno voluntario por motivos religiosos. En este sentido, se emplea el término con frecuencia para describir los períodos prescritos de abstención de alimentos. No se evidencia ninguna orden de ayunar en la ley mosaica; no aparece ni este verbo ni los términos ayuno o abstinencia en el Pentateuco. En todo caso, si se buscan alusiones al ayuno, se tienen que deducir de expresiones como «afligiréis vuestras almas» (Lv. 16:29; 23:27; Nm. 29:7). La primera mención de ayuno se halla en la época de los jueces (Jue. 20:26), en un tiempo de gran aflicción nacional. Los últimos libros del AT presentan numerosos ejemplos de ayunos no prescritos (Esd. 8:21; Neh. 9:1; Est. 4:3; Sal. 35:13; 69:11; 109:24; Dn. 6:18; 9:3). En ocasiones se proclamaban ayunos en tiempos de calamidades (Jer. 36:9; Jl. 1:14); el objeto de esta abstinencia era el de afligir el alma (Sal. 35:13; 69:11), y de dar más fuerza a la oración (Is. 58:3, 4). El ayuno público significaba que el pueblo, consciente de un gran peso de culpa, se humillaba ante Dios (1 S. 7:6). El verdadero ayuno no se limita a una mera práctica exterior: implica el abandono del mal y de los placeres prohibidos (Is. 58). En la época de Zacarías se proclamaron ayunos en los meses 4º, 5º, 7º y 10º (Zac. 8:19). Esto era para conmemorar el inicio del asedio de Jerusalén en el 10º mes (2 R. 25:1); su caída al mes 4º (2 R. 25:3, 4; Jer. 52:6, 7), la destrucción del Templo en el mes 5º (2 R. 25:8, 9), el asesinato de Gedalías y de sus compañeros judíos en el 7º mes (2 R. 25:25). La profetisa Ana servía a Dios con oraciones y ayunos (Lc. 2:37). Los fariseos ayunaban dos veces a la semana (Lc. 18:12). Cuando las personas religiosas y formalistas ayunaban, fingían ostensiblemente su tristeza. El Sermón del Monte ataca duramente esta hipócrita práctica (Mt. 6:16-18). Los discípulos de Juan el Bautista ayunaban; los del Señor no lo hicieron durante Su presencia personal en la tierra (Mt. 9:14,15; Mr. 2:18-20; Lc. 5:33-35), pero sí después de Su partida, bajo ciertas circunstancias (Hch. 13:2-3). El ayuno no es una imposición formal sobre el cristiano, pero sí que es recomendable su práctica en un espíritu de oración y de súplica. Es de temer que por cuanto muchos han abusado del ayuno en el pasado, haciéndolo una práctica obligatoria y externamente formal, los creyentes han descuidado la unión del ayuno con la oración. El espíritu del ayuno se halla en la propia negación, y surge de la profunda consciencia de necesidad y urgencia.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado
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Tiempo en que se pasa sin comer por un motivo religioso. El ayuno cuaresmal consiste en no comer en determinados días en que la Iglesia lo indica (Miércoles de ceniza y Viernes santo)
Se llama «ayuno eucarístico» al tiempo que la Iglesia indica de no comer antes de recibir la Eucaristía: desde las 12 de la noche anterior en otros tiempos; una hora antes de la comunión en los tiempos actuales, según indica el C.D.C. (Canon. 919)
Es conveniente educar a los catequizandos en este signo de respeto eucarístico y en este gesto de penitencia y de vencimiento propio. En otros tiempos se daba importancia mayor. En la actualidad se le atribuye menor valor, pero no conviene minimizar lo que puede ser un buen signo de respeto, de austeridad, de vencimiento y de amor a Dios.
Con todo no es bueno compararlo con otros tipos de ayuno: mes de Ramadán entre los mahometanos o huelga de ayuno en otras circunstancias. En lenguaje cristiano es un modo de imitar a Jesús, que también ayunó en el desierto antes de comenzar su vida de predicador del mensaje divino (Jn. 4.2)
Jesús mismo clarificó el sentido del ayuno en las diversas ocasiones en que habló de él: Mt. 9.14; Lc. 18.12; Mt. 16. 16-18; Mc. 2. 18-20) y la Iglesia así lo entendió desde el principio (Hch. 13. 2 y ss. y Hech. 14.23) y lo entiende en la actualidad (cc. 1250 a 1252 del C.D.C)
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
DJN
Â
El ayuno era un elemento importante de la religiosidad judía. En la fiesta anual de la Expiación el ayuno era obligatorio para todos. Se podía ayunar también privadamente. Los fariseos piadosos ayunaban en tiempo de Jesús dos veces por semana (Lc 18,12). De Ana la profetisa dice Lucas que «estaba siempre en el templo, sirviendo a Dios a Dios noche y día con ayunos y oraciones» (1,37). Los discípulos de Juan el Bautista ayunaban con frecuencia (Mt 9,14; Mc 2,18; Lc 5,33). Jesús no condenó el ayuno, aunque criticó la forma exhibicionista e hipócrita de ayunar, sobre todo de los fariseos, y enseñó cómo debe hacerse: ayunar sin que lo note nadie; «el Padre, que ve en lo secreto, te recompensará» (Mt 6,16-18).
Jesús mismo ayunó como Moisés cuarenta días en el desierto. Mientras que Mateo considera el ayuno de los cuarenta días como preparación a las tentaciones del diablo, para Lucas está en función de su preparación a la misión, por lo cual recalca que Jesús volvió a Galilea impulsado por el Espíritu (Mt 4,1-11; Mc 1,12-13; Lc 4,1-12; cf. Ex 34,28). Jesús defendió la libertad de ayunar de sus discípulos con el símil de los invitados a bodas, mientras el esposo está entre ellos, subrayando así el gozo y la alegría de los discípulos por la presencia del Mesías; los discípulos ayunarán, en cambio, cuando ya no se encuentre Jesús visiblemente entre ellos: «Pero vendrán días en que les quiten el esposo, y entonces ayunarán» (Mc 2,19-20; cf. Mt 9,15; Lc 5,34-35). El ayuno de la comunidad cristiana en el tiempo postpascual significa que la salvación mesiánica ha comenzado ya, pero no ha llegado a su término; por eso ayuna la comunidad cristiana.
El ayuno cristiano es sólo meritorio si se realiza en secreto (Mt 6,16-18) y sin soberbia (Lc 18,12). Además, el ayuno que no va acompañado del propósito de enmendar la vida carece de valor ante Dios (Is 58,3-7; Jer 14,12). El ayuno rectamente entendido lo practicaba la comunidad de Antioquía juntamente con la oración, antes de tomar decisiones importantes (He 13,3; 14,23). Pablo menciona sus frecuentes ayunos en sus viajes apostólicos (2Cor 6,5; 11,27), impuestos por la necesidad y la escasez: «Sé carecer de lo necesario y vivir en la abundancia; estoy enseñado… a sentirme harto y tener hambre, a nadar en la abundancia y a experimentar estrecheces» (Fip 4,12). Para Pablo y la Iglesia primitiva el ayuno no tiene valor en sí mismo sino como manera de unirse a Cristo, imitando su ejemplo, como forma de entrega a Dios no sólo con el espíritu sino también con el cuerpo y como requisito apostólico de entrega total a la causa de Cristo, soportando hambre y sed por el evangelio (1Cor 4,11; 2Cor 11,27). Para Jesús como Pablo el ayuno es una consecuencia de su misión, pues una vida cómoda y egoísta no es compaginable con el apostolado verdadero, dispuesto a todo, incluso la muerte. El ayuno tiene, pues, para Jesús un valor relativo, ya que él pone a los pobres y marginados de la sociedad por encima del ayuno, por lo cual fue acusado de «hombre, que come y bebe», de «comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores» (Mt 11, 19; Lc 7,34).-> culto.
Rodríguez Ruiz
FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001
Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret
(-> Juan Bautista, fariseos, comidas). El tema de las comidas define el mensaje y vida de los profetas apocalípticos (Baño*, Juan Bautista) y de otros grupos de judíos del tiempo de Jesús. Desde esa base evocamos el sentido del ayuno en Jesús, relacionándolo al de Juan, conforme al dicho de los niños tercos que no bailan cuando suena a fiesta, ni lloran cuando suena a muerte: «Porque ha venido Juan Bautista, que no comía pan, ni bebía vino [Mt: no comía ni bebía] y decís: tiene un demonio. Ha venido el Hijo del Hombre, que come y que bebe, y decís: es un comedor y un bebedor, amigo de publicanos y pecadores» (Lc 7,33-35; Mt 11,18-19).
(1) Disputa sobre ayunos y comidas. Este insulto de sus detractores define a Jesús como profeta de comidas, experto en crear conexiones con los excluidos (publicanos y pecadores), en torno al pan y al vino, alimentos culturales y bien elaborados, cultivados y preparados con arte, desde la tierra madre, de manera que producen placer a quien los come. Juan, en cambio, «no come ni bebe», es experto en ayunos (texto de Mt). El texto de Lc (no comía, no bebía vino) precisa ese ayuno, interpretándolo en claves de abstinencia*: Juan rechaza los alimentos culturales, siguiendo una corriente contracultural, cercana a los nazareos*, que puede tener semejanzas con el ayuno de otros judíos: «Los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban. Y se acercaron (a Jesús) y le dijeron: ¿por qué ayunan los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos, mientras tus discípulos no ayunan?» (Mc 2,18 par). El texto anterior (Lc 7,33-35 par) pertenecía a la tradición de Lc y Mt (= Q). Este proviene de Marcos. Es evidente que recoge una disputa entre grupos que en un sentido se parecen y en otro se distinguen. Fariseos, discípulos bautistas de Juan y discípulos mesiánicos (= cristia nos) de Jesús forman parte de un mismo contexto cultural y religioso en Palestina, a mediados del siglo I d.C. Por eso se pueden comparar, pues comparten muchos ideales y formas de existencia: radicalidad creyente, vida comunitaria, esperanza del reino, quizá ciertos ritos bautismales y alimenticios… También se debe destacar la diferencia: el ayuno (cierto rigor y abstinencia en las comidas) está unido a la espiritualidad de fariseos y bautistas, pero no de los cristianos. Los fariseos (o protofariseos) están cerca de las comunidades esenias (comidas*): comen pan y beben vino ritual, pero, al mismo tiempo, ayunan, como otros judíos, incluidos los bautistas. Pues bien, a diferencia de fariseos y esenios, los discípulos de Juan no toman pan ni vino.
(2) Los judíos palestinos ante el ayuno. Así, de manera provisional, podemos trazar tres grupos de judíos palestinos (integrando a los cristianos: (a) Fariseos y esenios ayunan: guardan ciertos días de penitencia, es decir, de expiación (Lv 16,29-31) o duelo nacional y/o familiar, pero toman alimentos cultivados y sus comidas comunitarias, con pan y vino, son signo sagrado de presencia de Dios y esperanza de salvación. Como judíos observantes, ellos rechazan las comidas impuras (cerdo, sangre, animales ofrecidos a los ídolos…), (b) Discípulos de Juan: ayunan siempre, no en tiempos especiales, para oponerse así al pecado del pueblo y de la humanidad, concebida como impura. Toman alimentos silvestres, en actitud de protesta contra cultural. La comida compartida no es para ellos sacramento de Dios. Rechazan los alimentos culturalmente contaminados, como el pan y vino: no podrían celebrar la eucaristía, (c) Discípulos de Jesús: no ayunan, rechazan la visión penitencial de la existencia. Entienden y celebran las comidas principales de su tiempo y de su cultura como signo de Dios. Toman pan y vino signo del reino de Dios: ¡está presente el novio! (Mc 2,19). El posible ayuno será para ellos consecuencia de la ausencia del esposo. Superan pronto el régimen de comidas puras e impuras (cf. Hch 15 y Mc 7), rompiendo la ley de alimentación del rabinismo (cf. Mc 7,19).
(3) Resumen. Desde las afirmaciones anteriores y para centrarnos mejor en los grupos más cercanos del tiempo de Jesús podemos distinguir estos dos modelos, (a) Bautistas y fariseos ayunan de algún modo: son virtuosos de la ascesis, hombres que pueden separarse, en desiertos o comunidades de convertidos, cumplidores de las leyes de pureza. Su ayuno es signo de elitismo, expresión del propio esfuerzo que prepara al hombre para el encuentro con Dios, (b) Los discípulos de Jesús, en cambio, no ayunan porque saben que Dios les ama y les ofrece su vida, de forma que pueden celebrarla en gesto de comida compartida. Comer es vivir de bodas: gozar en agradecimiento desbordado. Ellos no fundan su vida en ayunos y ritos penitenciales, sino en el rito supremo del amor y comida, en el vino de bodas.
Cf. C. J. Gil Arbiol, Los Valores Negados. Ensayo de exégesis socio-científica sobre la autoestigmatización en el movimiento de Jestís, Verbo Divino, Estella 2003; X. Pikaza, Fiesta del pan, fiesta del vino. Mesa común y eucaristía, Verbo Divino, Estella 2000.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra
El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católico resume lo relativo al ayuno en tres aspectos: es una ley evangélica (n. 1969); es una forma de penitencia (nn. 1434, 1438, 2043), y es un medio de preparación para recibir el sacramento de la Eucaristía (n.1387). Nada tiene que ver en este sentido el ayuno con prácticas actuales como el régimen para delgazar o para purificarse o para un cuidado del cuerpo.
En cuanto al primer punto, como ley evangélica, se recuerda que, junto a la limosna y a la oración, fueron pedidas por el mismo Jesús (Mt 6).
Como forrna de penitencia, expresa, también junto a la oración y a la limosna, la conversión sincera con relación a uno mismo, a los demás y a Dios. Especialmente en los tiempos litúrgicos fuer-tes, como el Adviento y la Cuaresma. El ayuno ayuda a un dominio sobre nuestros instintos, abre a la libertad de corazón y es un signo eficaz de solidaridad.
Pastoralmente, para no caer en un narcisismo o individualismo insolidario, es costumbre muy recomendable que el importe de lo ahorrado por la práctica del ayuno se reparta como limosna a los más necesitados.
Sigue vigente el ayuno de una hora antes de recibir la Comunión. Con un significado muy preciso: para ser más conscientes de lo que se va a hacer, es decir, para una mayor preparación. Bien entendido que el ayuno nunca puede ser un impedimento para no acercarse a la comunión. Porque entonces pierde su sentido genuino y porque lo decisivo es participar en la comunión eucarística.
Raúl Berzosa Martínez
Vicente Mª Pedrosa – Jesús Sastre – Raúl Berzosa (Directores), Diccionario de Pastoral y Evangelización, Diccionarios «MC», Editorial Monte Carmelo, Burgos, 2001
Fuente: Diccionario de Pastoral y Evangelización
Debemos recuperar la utilidad que el ayuno tiene para nosotros, una utilidad propiamente ascética para el ejercicio de nuestra santificación. ¿Cómo es posible, en una sociedad como la nuestra, seguir hablando de prácticas penitenciales como el ayuno? Para contestar a esta pregunta, hay que reflexionar acerca de que el ayuno físico tiene una aplicación amplia y que, con un poco de buena voluntad, podemos hacerle un sitio en nuestra experiencia cotidiana. El ayuno del alimento o de la lengua se refiere evidentemente a las comidas, y consiste en renunciar de vez en cuando a una comida o reducirla al mínimo. Sin embargo, bien mirado, se refiere también a muchas otras cosas placenteras a las que nos hemos acostumbrado demasiado desde hace algunas décadas: por ejemplo, todas esas visitas al bar sin una necesidad real; el tabaco; los helados; todos los cafés que se toman a lo largo del día, etc. Si en este campo hacemos alguna renuncia, no nos vendrá mal y así recordaremos que estamos recorriendo un camino con Jesús hacia la cruz y hacia la pascua. El ayuno de los ojos o de las imágenes: es otra forma de ayuno muy importante para nuestro bienestar espiritual. Creo que todos estamos convencidos de que el uso indiscriminado de la televisión, sobre todo por parte de los muchachos y de los niños, es absolutamente perjudicial, es una especie de indigestión, es antieducativo, y debemos reaccionar contra ello, aprendiendo a ser selectivos en este sentido. Si empezamos a hacerlo, rechazando la tentación de que podamos parecer raros o pueriles, nos daremos cuenta de que la influencia que esta decisión va a tener en nuestra vida —en la oración; en los nervios; en la disciplina de los sentidos, de la fantasía y de la imaginación— es mucho mayor de lo que pensábamos. Se trata de pequeñas cosas de las que, sin embargo, dependen las grandes. Por lo tanto, el ayuno puede ser aplicado a muchos elementos de nuestra vida diaria y puede ser vivido con sencillez por cada uno de .nosotros.
Carlo María Martini, Diccionario Espiritual, PPC, Madrid, 1997
Fuente: Diccionario Espiritual
Abstinencia de todo alimento durante un período limitado. Los ayunos hechos con el motivo correcto mostrarían tristeza piadosa y arrepentimiento de los pecados cometidos. (1Sa 7:6; Joe 2:12-15; Jon 3:5.) También era apropiado ayunar al tener que hacer frente a un gran peligro, al encontrarse ante una necesidad extrema de conseguir guía divina, al soportar pruebas y estar ante tentaciones, o al estudiar, meditar o concentrarse en los propósitos de Dios. (2Cr 20:3; Esd 8:21; Est 4:3, 16; Mt 4:1, 2.) El ayuno no era un castigo voluntario, sino una manera de humillarse delante de Jehová. (Esd 8:21; 9:5; compárese con 1Re 21:27-29.) Jesús ayunó cuarenta días, como lo hicieron Moisés y Elías, los dos profetas que aparecieron en una visión con él en la transfiguración. (Mt 17:1-9; Ex 34:28; Dt 9:9; 1Re 19:7, 8.)
La ley mosaica no usa el término †œayunar†, pero manda lo siguiente en conexión con el Día de Expiación: †œDeben afligir sus almas† (Le 16:29-31; 23:27; Nú 29:7), una expresión que por lo general significa ayunar, como se muestra en Isaías 58:3, 5 y en el Salmo 35:13.
El capítulo 58 de Isaías tiene que ver con un período de tiempo en el que los pecados de los judíos llegaron a ser muy graves, y aunque dieron la impresión de adorar a Jehová, no se arrepintieron con sinceridad de sus pecados, sino que tan solo se limitaron a rendirle servicio de boca y a actos religiosos por mera ostentación. Uno de ellos fue el ayuno, acto mediante el que pensaron que se atraerían la atención y el favor divinos. Al fallarles este recurso, inquirieron de Dios con aparente perplejidad: †œ¿Por qué razón ayunamos y tú no viste, y nos afligimos el alma y tú no notabas?†. Jehová les dijo por qué: durante sus ayunos, mientras imploraban que Dios los juzgase con justicia y se comportaban como si fuesen justos, solo buscaban satisfacerse a sí mismos y sus propios intereses, participando en contiendas, opresión y violencia; no había en ellos el más mínimo vestigio del pesar piadoso y el arrepentimiento que implicaba el ayuno sincero. Su ayuno no hacía llegar hasta el cielo sus súplicas, pero sus teatrales lamentos eran ruidosos. Jehová condenó sus gestos hipócritas, al decirles: †œ¿Debe el ayuno que yo escoja llegar a ser como este, como día en que el hombre terrestre se aflija el alma? ¿Para inclinar su cabeza justamente como un junco, y para que extienda mera tela de saco y cenizas como su lecho? ¿Es esto lo que tú llamas un ayuno y un día acepto a Jehová?†. (Isa 58:1-5.)
Para que el ayuno fuese aceptable, era necesario corregir a su vez los pecados cometidos. Por medio de su profeta Isaías, Jehová hizo saber lo que El en realidad consideraba un ayuno, al decir: †œ¿No es este el ayuno que yo escojo? ¿El desatar los grilletes de la iniquidad, soltar las ataduras de la vara que sirve de yugo, y despachar libres a los aplastados, y que ustedes rompan en dos toda vara que sirve de yugo? ¿No es el repartir tu pan al hambriento, e introducir en tu casa a los afligidos, que no tienen hogar? ¿Que, en caso de que veas a alguien desnudo, de veras lo cubras, y que no te escondas de tu propia carne?†. (Isa 58:6, 7.)
Los cuatro ayunos anuales de los judíos. Los judíos establecieron muchos ayunos, y en un tiempo llegaron a guardar cuatro ayunos anuales, seguramente para señalar los sucesos calamitosos relacionados con el sitio y la desolación de Jerusalén ocurridos en el siglo VII a. E.C. (Zac 8:19.) Los cuatro ayunos anuales eran: 1) El †œayuno del cuarto mes†, que por lo visto conmemoraba la irrupción de los babilonios a través de los muros de Jerusalén el 9 de Tamuz de 607 a. E.C. (2Re 25:2-4; Jer 52:5-7.) 2) El †œayuno del quinto mes†, Ab, que por coincidir con el mes en que se destruyó el templo, debió ser en recordatorio de ese suceso. (2Re 25:8, 9; Jer 52:12, 13.) 3) El †œayuno del séptimo mes† posiblemente fuese un recordatorio triste de la muerte de Guedalías o de la desolación completa de la tierra ocurrida tras el asesinato del mencionado gobernante, cuando los judíos que quedaban bajaron a Egipto por temor a los babilonios. (2Re 25:22-26.) 4) El †œayuno del décimo mes† tal vez haya estado relacionado con el tiempo en que los judíos cautivos en Babilonia recibieron la triste noticia de la caída de Jerusalén (compárese con Eze 33:21), o quizás haya conmemorado el comienzo del sitio que Nabucodonosor puso a Jerusalén el día diez de ese mes, del año 609 a. E.C. (2Re 25:1; Jer 39:1; 52:4.)
Cuando ciertos judíos preguntaron: †œ¿Lloraré en el quinto mes, practicando una abstinencia, como lo he hecho estos, oh, cuántos años?†, Jehová contestó por medio de Zacarías: †œCuando ustedes ayunaron […] por setenta años, ¿ayunaron realmente para mí, hasta para mí?†. Así Dios demostró que el verdadero ayuno requería obediencia y que lo que El esperaba de ellos era veracidad, juicio justo, paz y un corazón sincero. De obrar así, en lugar de ayunar apesadumbrados y con la vista puesta en el pasado, podrían alborozarse y regocijarse en las épocas festivas por causa de las bendiciones que resultarían de la restauración de la adoración verdadera y la afluencia de personas que se sumarían al servicio de Jehová. (Zac 7:3-7; 8:16, 19, 23.)
El consejo cristiano acerca del ayuno. Cuando Jesús estuvo sobre la Tierra, dio las siguientes instrucciones a sus discípulos: †œCuando ayunen, dejen de ponerse de rostro triste como los hipócritas, porque ellos desfiguran su rostro para que a los hombres les parezca que ayunan. En verdad les digo: Ellos ya disfrutan de su galardón completo. Mas tú, cuando ayunes, úntate la cabeza con aceite y lávate el rostro, para que no les parezca a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en lo secreto; entonces tu Padre que mira en secreto te lo pagará†. (Mt 6:16-18.) De esta forma aludió al ayuno carente de sinceridad que practicaban los fariseos, ayuno al que también hizo mención en otra de sus ilustraciones. (Lu 18:9-14.) Era costumbre de los fariseos ayunar dos veces por semana: el segundo y el quinto día. (Lu 18:12.)
Pablo dice que la persona que ayunaba por mero formalismo era esclava de los decretos †œno toques, ni gustes, ni palpes† propios de la Ley, y que †œesas mismísimas cosas, en verdad, tienen una apariencia de sabiduría en una forma autoimpuesta de adoración y humildad ficticia, un tratamiento severo del cuerpo; pero no son de valor alguno en combatir la satisfacción de la carne†. (Col 2:20-23.)
Algunas sectas de la cristiandad han impuesto a sus adeptos la práctica del ayuno, pero la Biblia no exige del cristiano que ayune. Cuando Jesús habló con sus discípulos sobre el ayuno en la ocasión ya mencionada (Mt 6:16-18), tanto él como ellos estaban bajo la ley mosaica y tenían que guardar el Día de Expiación y su correspondiente ayuno.
El texto de Mateo 17:21 que hace referencia al ayuno y que se halla en la Versión Valera (edición de 1868) no aparece en algunos de los manuscritos antiguos de más relevancia. La misma versión menciona el ayuno en Marcos 9:29, Hechos 10:30 y 1 Corintios 7:5, pero en ninguno de estos casos mencionan esta palabra los referidos manuscritos.
Algunos han interpretado Mateo 9:15 como un mandato para que los cristianos ayunen. En realidad, Jesús simplemente estaba enunciando lo que sucedería cuando muriera. Mientras estuviese con sus discípulos en la Tierra, no tendría sentido que ayunaran; sin embargo, a su muerte, entonces se lamentarían y ayunarían. No obstante, después de su resurrección, y en especial tras el maravilloso derramamiento del espíritu santo, ya no tendrían causa para ayunar en lamento. (Mr 2:18-20; Lu 5:33-35.) No hay duda de que los cristianos no estaban obligados a ayunar en el aniversario de la muerte del Señor, puesto que el apóstol Pablo, al corregir ciertos abusos relacionados con la práctica de cenar en el mismo lugar de reunión antes de la Cena del Señor, dijo: †œCiertamente ustedes sí tienen casas para comer y beber, ¿verdad? […] Por consiguiente, hermanos míos, cuando se juntan para comerla [la Cena del Señor], espérense unos a otros. Si alguno tiene hambre, que coma en su casa, para que no se junten para juicio†. (1Co 11:22, 33, 34.)
Si bien los cristianos primitivos no practicaron el ayuno como requisito religioso, sí ayunaban en ocasiones especiales. Por ejemplo, cuando se apartó a Bernabé y Pablo para la obra misional en Asia Menor, hubo ayuno y oración. También se ofrecieron oraciones †œcon ayunos† cuando se nombraron ancianos en una nueva congregación. (Hch 13:2, 3; 14:23.) Por consiguiente, los cristianos no están bajo el mandato de ayunar, pero tampoco se les prohíbe hacerlo. (Ro 14:5, 6.)
Fuente: Diccionario de la Biblia
Los occidentales de nuestros días, incluso cristianos, apenas si aprecian el ayuno que consiste en privarse de todo alimento y de toda bebida durante uno o varios días, desde una puesta del sol hasta otra. Si aprecian la moderación en beber y en comer, el ayuno les parece peligroso para la salud y prácticamente no ven su utilidad para la vida espiritual. Esta actitud es la opuesta de la que los historiadores de las religiones descubren casi en todas partes: por motivos de ascesis, de purificación, de luto, de súplica, ocupa el ayuno un puesto importante en los ritos religiosos. En el Islam, por ejemplo, es el medio por excelencia de experimentar la trascendencia divina. La Biblia, en la que se funda en este punto la actitud de la Iglesia, coincide en este particular con todas las demás corrientes religiosas. Pero la Biblia precisa el sentido del ayuno y regula su práctica; con la *oración y la *limosna es para ella el ayuno uno de los actos esenciales que traducen delante de Dios la *humildad, la *esperanza y el *amor del hombre.
1. Sentido del ayuno. Siendo el hombre alma y cuerpo, de nada serviría imaginar una religión puramente espiritual: para obrar tiene el *alma necesidad de los actos y de las actitudes del *cuerpo. El ayuno, siempre acompañado de oración suplicante, sirve para traducir la humildad delante de Dios: ayunar (Lev 16,31) equivale a «humillar su alma» (16,29). El ayuno no es, pues, una hazaña ascética; no tiende a procurar algún estado de exaltación psicológica o religiosa. Tales utilizaciones se acusan en la historia de las religiones. Pero en clima bíblico, cuando uno se abstiene de comer un día entero (Jue 20,23; 2Sa 12,16s; Jon 3,7), siendo así que considera el alimento como don de Dios (Dt 8,3), esta privación es un gesto religioso, cuyos motivos hay que comprender. El que ayuna se vuelve hacia el Señor (Dan 9,3; Esd 8,21) en una actitud de dependencia y de abandono totales: antes de emprender un quehacer difícil (Jue 20,26; Est 4,16), como también para implorar el perdón de una culpa (IRe 21,27), en señal de luto por una desgracia doméstica (2Sa 12,16.22) o nacional (ISa 7,6; 2Sa 1,12; Bar 1,5; Zac 8,19), para obtener la cesación de una calamidad (Jl 2,12-17; Jdt 4, 9-13), abrirse a la luz divina (Dan 10,12), aguardar la gracia necesaria para el cumplimiento de una misión (Act 13,2s), prepararse al encuentro con Dios (Ex 34,28; Dan 9,3).
Las ocasiones y los motivos son variados. Pero en todos los casos se trata de situarse con fe en una actitud de *humildad para acoger la acción de Dios y ponerse en su presencia. Esta intención profunda descubre el sentido de las cuarentenas pasadas sin alimento por Moisés (Ex 34,28) y Elías (IRe 19,8). En cuanto a la cuarentena de Jesús en el *desierto, que se rige conforme a este doble patrón, no tiene por objeto abrirse al Espiritu de Dios, puesto que Jesús está lleno de él (Lc 4,1); si el Espiritu le mueve a este ayuno, es para que inaugure su *misión mesiánica con un acto de abandono confiado en su padre (Mt 4,1-4).
2. Práctica del ayuno. La liturgia judía conocía un «gran ayuno» el día de la expiación (cf. Act 27,9); su práctica era condición de pertenencia al pueblo de Dios (Lev 23,29). Había también otros ayunos colectivos en los aniversarios de las desgracias nacionales. Además, los judíos piadosos ayunaban por devoción personal (Lc 2,37); así los discípulos de Juan Bautista y los fariseos (Mc 2,18), algunos de los cuales ayunaban dos veces por semana (Lc 18,12). Se trataba de realizar así uno de los elementos de la *justicia definida por la ley y por los profetas. Si Jesús no prescribe nada semejante a sus discípulos (Mc 2,18), no es que desprecie tal justicia o que quiera abolirla, sino que viene a *cumplirla o consumarla, por lo cual prohibe hacer alarde de ella y en algunos puntos invita a superarla (Mt 5,17.20; 6,1).
En efecto, la práctica del ayuno lleva consigo ciertos riesgos: riesgo de formalismo, que denuncian ya los profetas (Am 5,21; Jer 14,12); riesgo de soberbia y de ostentación, si se ayuna «para ser visto por los hombres» (Mt 6,16). Para que el ayuno agrade a Dios debe ir unido con el amor del prójimo y comportar una búsqueda de la verdadera justicia (Is 58,2-11); es tan inseparable de la limosna como la oración. Finalmente, hay que ayunar por amor de Dios (Zac 7,5). Así invita Jesús a hacerlo con perfecta discreción: este ayuno, conocido de Dios solo, será la pura expresión de la esperanza en él, un ayuno humilde que abrirá el corazón a la justicia interior, obra del Padre que ve y actúa en lo secreto (Mt 6,17s).
La Iglesia apostólica conserva en materia de ayuno las costumbres de los judíos, practicadas en el espiritu definido por Jesús. Los Hechos de los Apóstoles mencionan celebraciones cultuales acompañadas de ayuno y oración (Act 13,2ss; 14,22). Pablo, durante su abrumadora labor apostólica, no se contenta con sufrir hambre y sed cuando las circunstancias lo exigen, sino que añade repetidos ayunos (2Cor 6,5; 11,27). La Iglesia ha permanecido fiel a esta tradición procurando mediante la práctica del ayuno poner a los fieles en una actitud de abertura total a la gracia del Señor en espera de su retorno. Porque si la primera venida de Jesús colmó la expectativa de Israel, el tiempo que sigue a su resurrección no es el de la alegría total, en el que no sientan bien los actos de penitencia. Jesús mismo, defendiendo contra los fariseos a sus discípulos que no ayunaban, dijo: «¿Pueden ayunar los amigos del esposo mientras el esposo está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el esposo: en esos dias ayunarán» (Mc 2,19s p). En espera del retorno del esposo, el ayuno penitencial entra dentro de las prácticas de la Iglesia. -> Limosna – Esperanza – Humildad – Oración.
LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teología Bíblica, Herder, Barcelona, 2001
Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas
Ayunar (heb. ṣôm, gr. nēsteia) significa privarse de los alimentos, con un propósito religioso deliberado. Existen muchos ejemplos de ayunos tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento. Los israelitas ayunaron cuando los filisteos devolvieron el arca (1 S. 7:6). Nehemías ayunó cuando oyó del lamentable estado de Jerusalén (Neh. 1:4). Joel exhortó al pueblo a volverse al Señor con ayuno (Jl. 2:12). Cornelio guardaba un ayuno cuando se le dijo que buscara a Pedro (Hch. 10:30) quien también podía haber estado ayunando en su período de intercesión (Hch. 10:10). Hubo un ayuno cuando Pablo y Bernabé fueron comisionados para su primer viaje misionero (Hch. 13:3), y Pablo habla de sus propios y frecuentes ayunos (2 Co. 6:5; 11:27); y puede haber un lugar para tiempos de abstinencia, oración y ayuno dentro de la legítima relación del matrimonio (1 Co. 7:5). Jesús mismo ayunaba (Mt. 4:2) y a la vez que no requería de sus discípulos que lo hicieran, afirmó abiertamente que después de su ascensión llegarían los días en que ellos aceptarían esta disciplina (Mr. 2:20).
El uso apropiado del ayuno puede deducirse fácilmente de la Biblia. Está particularmente ligado a la autohumillación en el arrepentimiento (1 R. 21:27; Sal. 35:13). Pero también se encuentra estrechamente relacionado con la oración (Mt. 17:21; Hch. 13:3), especialmente en el cumplimiento de la labor cristiana o la búsqueda de Dios (cf. Hch. 10:30). El cumplimiento de una comisión definitiva de Dios (Esd. 8:23; Hch. 13:3) es una ocasión para ayunar. Esto se ilustra en el caso del Señor mismo, a cuyo bautismo siguen los cuarenta días de ayuno en el desierto (Mt. 4:2; cf. el retiro de Pablo en Arabia). En este sentido, debe notarse que el ayuno también es un tiempo de tentación y, por lo tanto, de prueba (Mt. 4:1, 3ss.) con una visión de gran fortalecimiento y constancia en el ministerio futuro.
Como con cualquier práctica religiosa, en el ayuno existen riesgos que se delinean claramente en la Escritura. El ayuno puede entenderse como un medio de obtener cosas de parte de Dios (Is. 58:3). Puede sustituirse por un arrepentimiento verdadero que da como resultado un cambio de vida (Is. 58:5ss.). Puede llegar a convertirse en algo meramente convencional y, por lo tanto, un fin en sí mismo (Zac. 7:5). Puede constituir una ocasión para mostrar una religión externa (Mt. 6:16) y conducir así, finalmente, a la auto-justificación que es completamente opuesta al verdadero arrepentimiento y, por lo tanto, a la verdadera justificación delante de Dios (Lc. 18:12). En relación con esto, es quizá un error la imposición de un número de días de ayuno ya que conduce a una formalidad que lo despoja de su significado verdadero.
A pesar de estas advertencias, la historia cristiana da amplia evidencia de este abuso, así como del uso apropiado del ayuno. Desde un comienzo, el legalismo invadió esta práctica bíblica e intrínsecamente valiosa, imponiéndose días y períodos especiales y haciendo distinciones entre lo que se podía comer. Reaccionando contra esta perversión, las iglesias evangélicas se han visto tentadas a remediar este abuso abandonando esta práctica en vez de restaurarla a su uso apropiado en la vida individual y congregacional. Sin embargo, en sí mismo, el ayuno es obviamente una práctica bíblica susceptible a un uso apropiado. Para enfrentarse a esta corrupción, debería restaurarse la verdadera finalidad del ayuno a su lugar y propósito evangélico.
Véase Ascetismo.
William Kelly
Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (71). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
Fuente: Diccionario de Teología
En la Biblia ayunar significa generalmente pasar un período sin comer ni beber (p. ej. Est. 4.16), y no simplemente privarse de ciertos alimentos.
I. En el Antiguo Testamento
Los términos heb. son ṣûm (verbo) y ṣôm (sustantivo). La frase ˓innâ nafšô (‘afligir el alma’) también se refiere al ayuno. En primer lugar, había ciertos ayunos anuales. Así los hebreos ayunaban el día de la expiación (Lv. 16.29, 31; 23.27–32; Nm. 29.7), Después del exilio se observaban otros cuatro días anuales (Zac. 8.19), todos los cuales, según el Talmud, marcaban desastres en la historia del pueblo judío. Podemos interpretar Est. 9.31 como la institución de otro ayuno regular adicional.
Además de estos había ayunos ocasionales. A veces eran individuales (p. ej. 2 S. 12.22) y a veces corporativos (p. ej. Jue. 20.26; Jl. 1.14). El ayuno era expresión de dolor (1 S. 31.13; 2 S. 1.12; 3.35; Neh. 1.4; Est. 4.3; Sal. 35.13–14) y penitencia (1 S. 7.6; 1 R. 21.27; Neh. 9.1–2; Dn. 9.3–4; Jon. 3.5–8). Era la manera en que los hombres podían humillarse (Esd. 8.21; Sal. 69.10). A veces puede haber sido considerado como un castigo autoimpuesto (cf. la frase “afligir el alma”). A menudo el objeto del ayuno era asegurar la guía y ayuda de Dios (Ex. 34.28; Dt. 9.9; 2 S. 12.16–23; 2 Cr. 20.3–4; Esd. 8.21–23). El ayuno podía ser vicario (Esd. 10.6; Est. 4.15–17). Algunos llegaron a pensar que el ayuno automáticamente permitía al hombre ser escuchado por Dios (Is. 58.3–4).
II. En el Nuevo Testamento
Los términos usuales en gr. son nēsteuō (verbo), y nēsteia y nēstis (sustantivos). En Hch. 27.21, 33 se emplean también las voces asitia y asitos (‘sin alimentos’).
En lo que respecta a la práctica general de los judíos, el día de la expiación es el único ayuno anual que menciona el NT (Hch. 27.9). Algunos fariseos estrictos ayunaban cada lunes y jueves (Lc. 18.12). Otros judíos devotos, como Ana, solían ayunar a menudo (Lc. 2.37).
La única ocasión en que leemos que Jesús ayunó es cuando fue tentado en el desierto. Sin embargo, en esa ocasión no se trataba necesariamente de un ayuno voluntario. La primera tentación indica que no había alimentos en el lugar que eligió para esas semanas de preparación para el ministerio (Mt. 4.1–4). Cf. los ayunos “de cuarenta días” de Moisés (Ex. 34.28) y de Elías (1 R. 19.8).
Jesús dio por sentado que sus oyentes ayunarían, pero les enseñó que lo hicieran mirando a Dios y no a los hombres (Mt. 6.16–18). Cuando se le preguntó por qué sus discípulos no ayunaban como lo hacían los de Juan el Bautista y los de los fariseos, Jesús no repudió el ayuno sino declaró que no era apropiado para sus discípulos “mientras el esposo estuviera con ellos” (Mt. 9.14–17; Mr. 2.18–22; Lc. 5.33–39). Ya ayunarían más adelante como los demás.
En Hch. los líderes de la iglesia ayunan cuando eligen a los misioneros (13.2–3) y ancianos (14.23). Pablo menciona dos veces su ayuno (2 Co. 6.5; 11.27). Aparentemente en el primer pasaje se da a entender un ayuno voluntario, a modo de autodisciplina (nēsteia); en el segundo se menciona tanto el involuntario, “hambre (limos) como el voluntario, “sin alimentos” (nēsteia).
El peso del testimonio textual se opone a la inclusión de referencias al ayuno en Mt. 17.21; Mr. 9.29; Hch. 10.30; 1 Co. 7.5, aunque la presencia de estas referencias en muchos ms(s). de por sí indica la creciente creencia de la iglesia primitiva en el valor del ayuno.
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico
En general es la abstinencia de comida o bebida, término común a las distintas lenguas teutonas. Algunos derivan la palabra de una raíz cuya significación primaria significa mantener, sostener, observar o contenerse uno mismo. El término latino jejunium denota un intestino animal que está siempre vacío. Tal abstinencia varía de acuerdo a la medida de restricción que circunscribe la comida y bebida. De ahí se puede deducir la abstinencia a todo tipo de comida y bebida por un período determinado. Tal es la naturaleza del ayuno prescrito por la Iglesia antes de la Santa Comunión (ayuno natural). También puede significar tal abstinencia de comida y bebida como está dictado por las disposiciones mentales o corporales peculiares de cada individuo, y es por tanto conocido como ayuno moral o filosófico. De la misma manera el término comprende prácticas penitentes comunes a diferentes comunidades religiosas en la Iglesia. Finalmente, en el estricto uso de la palabra, el ayuno denota la abstinencia de comida, y por tanto es un acto de voluntad que encuentra su raison d’être en los mandatos de la ley natural y su plena perfección en los requerimientos de la positiva legislación eclesiástica.
En la antigüedad cristiana los Eustatianos (Sozomen, Hist. Eccl. II, 33) negaron la obligación, de los cristianos más perfectos, de los ayunos de la Iglesia; fueron condenados (380) por el Sínodo de Gangra (can. xiv) que también declaró incidentalmente la antigüedad tradicional de los ayunos eclesiásticos (Hefele-Leclercq, Hist. des Conciles. French tr. Paris, 1908, 1, p. 1041). De manera opuesta a las declaraciones de éstos sectarios, los moralistas mantienen la firmeza en afirmar que la ley natural inculca la necesidad de ayunar porque toda criatura racional se encuentra obligada a trabajar inteligentemente por la subyugación de la concupiscencia. En consecuencia, las criaturas racionales están obligadas por la lógica a adoptar medios equivalentes al logro de esta meta (vea MORTIFICACION). Entre los medios que naturalmente ayudan a este propósito el ayuno se ubica en un lugar de gran importancia. La función de la ley positiva es intervenir en designar los días en los cuales se debe observar esta obligación, así como la manera en que la misma obligación debe ser asumida en los días escogidos.
Lo que está relacionado al origen, así como al desarrollo histórico de esta obligación en la Iglesia puede ser deducido fácilmente de los artículos acerca de la ABSTINENCIA y el AYUNO NEGRO. La ley de ayuno, eclesiástica por naturaleza, no se encuentra escrita desde su origen, y consecuentemente debe ser entendida y aplicada con la debida correspondencia a las costumbres de las diferentes épocas y lugares. Vea los artículos histórico-arqueológicos correspondientes en los diferentes diccionarios modernos y enciclopedias de Arqueología Cristiana, por ejemplo: Martigny, Kraus, Smith y Cheetham, Cabrol y Leclercq. Se pueden hallar detalles en los artículos de ADVIENTO; CUARESMA; VIERNES; SÁBADO; VIGILIA; DÍAS EN ASCUA.
En los Estados Unidos de América todos los días de Cuaresma, los Viernes de Adviento (generalmente); los Días en Ascuas; las Vigilias de Navidad y Pentecostés, así como los de (Ago 14) la Asunción; (Oct 31) de Todos los Santos, son actualmente días de ayuno. En Gran Bretaña, Irlanda, Australia y Canadá, los días antes indicados, junto con los Miércoles de Adviento y (Jun 28) la vigilia del los Santos Pedro y Pablo son días de ayuno. El ayuno consiste esencialmente en comer una comida completa en veinticuatro horas y cerca del medio día, a menos que la legítima le conceda permisión a los hombres a comer carne. La cantidad de alimento permitida en esta comida nunca se ha normado. Así, quienquiera que coma una cantidad suntuosa o abundante para sobrellevar el ayuno no está incumpliendo la obligación. Cualquier exceso durante la comida central va en contra de la virtud de la templanza, pero sin afectar la obligación del ayuno.
De acuerdo a la norma general, el medio día es el tiempo apropiado para esta comida. Por buenas razones esta hora puede ser legítimamente anticipada. No se comete pecado mortal aunque esta comida se realice una hora antes del medio día sin una razón de peso, porque la esencia del ayuno, que consiste en tomar los alimentos en una sola oportunidad al día, no se ha degenerado. De la misma manera, la hora para la comida del medio día y la colación, puede ser invertido conscientemente por buenos motivos. En muchas de nuestras grandes ciudades se mantiene esta práctica. De acuerdo a D’Annibale (Summa Theologiae Moralis, 4 ed. III, 134) y Noldin (Summa Theologiae Moralis, n. 674) los buenos motivos lo justifican a uno a tomar una colación en la mañana y la cena al mediodía, y la ración de la mañana en la tarde, porque la esencia del ayuno permanece intacta. No se debe admitir ninguna interrupción durante el curso del alimento del mediodía, porque tal lapso convierte virtualmente la comida en dos en lugar de una. El sentido común, llevando a consideración la intención individual y la duración de la interrupción que pueda haberse producido, debe determinar finalmente si la interrupción dada es suficientemente importante o no. Ordinariamente una interrupción de una media hora es considerada como pequeña. Sin embargo, un individuo luego de haber empezado a tomar sus alimentos del medio día que se enfrenta a una interrupción auténtica que demora una hora o más está plenamente justificado para reanudar y terminar su alimento luego del término de la interrupción. Finalmente, aunque razones especiales sugieran lo contrario, no está permitido dar un tiempo excesivo a la duración de esta comida. Ordinariamente, una duración de más de dos horas es considerada excesiva en este tema.
Además de una comida completa la Iglesia permite ahora una colación, normalmente tomada en la tarde. En cuanto a la consideración de la ración adecuada para este punto debe ser lo que la costumbre ha introducido respecto a la cantidad y calidad de los alimentos permitidos en esta comida. En primer lugar, cerca de ocho onzas de comida son permitidas en la colación, aunque esta cantidad de alimento pueda satisfacer plenamente el apetito de algunas personas. Además, la atención debe estar puesta en el temperamento, deberes, duración del ayuno, etc de cada persona. Así, se permite bastante más alimento en climas fríos que en climas calurosos, más a aquellos que trabajan durante el día que los que lo hacen con comodidad, más para los débiles y hambrientos que a la persona fuerte y bien alimentada. Como regla general, en la colación puede tomarse lo que se juzgue necesario para que las personas atiendan sus obligaciones. Además, como la costumbre introdujo primero la colación, las costumbres de cada país deben ser consideradas en determinar la calidad de las viandas permitidas en tal ocasión. En algunos lugares los huevos, la leche, la mantequilla, el queso y el pescado están prohibidos, mientras que el pan, queques, la fruta, hierbas y vegetales están permitidos. En otros lugares, los huevos, la leche, la mantequilla, el queso y el pescado están permitidos por costumbre o indulto. Tal es el caso de los Estados Unidos. Sin embargo, para aproximarnos al tema, las regulaciones cuaresmales de cada diócesis deben ser leídas cuidadosamente. Finalmente, un poco de té, café, chocolate o alguna bebida similar, con un bocado de pan o galleta están permitidos en la mañana. Estrictamente hablando, lo que esté clasificado dentro de los líquidos pueden ser tomados como bebida o medicina a cualquier hora del día o de la noche en los días de ayuno. Por eso, el agua, la limonada, la soda, el ginger ale, el vino, la cerveza y bebidas similares pueden ser tomadas en los días de ayuno fuera de la hora de comida aunque sean en algunos casos muy nutritivas. Se puede tomar café, té, chocolate en taza, y cítricos. La leche, la miel, la sopa, el caldo, el aceite o cualquier otra cosa que contenga comida natural, no está permitido bajo las categorías antes mencionadas. Es imposible decidir matemáticamente cuánto alimento es necesario para violar esta ley. Los moralistas así como los canonistas concuerdan en sostener que un exceso de cuatro onzas traicionaría seriamente la obligación del ayuno, así hayan sido consumidas en una vez o en varios intervalos durante el día porque Alejandro VII (18 de marzo de 1666) condenó la enseñanza de los que decían que la comida así tomada no debía ser juzgada por igualar o exceder la cantidad permitida (Denzinger, Enchiridion Symbolorum et Definitionum, tenth ed. Freiburg im Br., 1908, No. 1129).
Aunque Benedicto XIV (Constitutions, Non Ambiginius, 31 May, 1741; in superna, 22 Ago. 1741) concedió permiso para comer carne en los días de ayuno, también prohibió el uso de pescado y carne en la misma comida en todos los días de ayuno durante el año, así como los domingos durante el tiempo de Cuaresma. (Carta al Arzobispo de Compostella, 10 Junio de 1745, en Bucceroni Enchiridion Morale No. 147). Esta prohibición reúne a todos los exentos de ayunar ya sea porque trabajan o porque no tienen veintiún años de edad. Además esta prohibición se extiende a aquellos que se les permite comer carne en días de ayuno, ya sea por dispensación o indulto. Se comete pecado cada vez que se viola esta prohibición.
La ley eclesiástica incorpora una seria obligación sobre todos los individuos bautizados capaces de asumir obligaciones si es que han cumplido los veintiún años de edad y no se encuentran excusados de alguna manera. Esta doctrina es una mera aplicación práctica de un principio universalmente aceptado por los moralistas y canonistas por eso el carácter de obligación en la legislación humana es considerada así como una función de la virtud de la templanza lleva tal relación con la promoción del ser espiritual del hombre (vea Prefacio de Cuaresma en el Misal Romano), definitivamente incorpora una obligación severa. A esto se debe añadir una razón a priori que la historia de la Iglesia mantiene con respecto a las graves penalidades atadas a las transgresiones a esta ley. El Canon Apostólico número 69 decreta la degradación de obispos, sacerdotes, diáconos, lectores o cantores que no cumplan con el ayuno durante la Cuaresma, y la excomulgación de laicos, que fallen en este respecto. El cánon 69 del Sínodo Trullano (692) contiene regulaciones similares. Finalmente Alejandro VII (24 de septiembre de 1665) condenó una propuesta formulada en los siguientes términos: Quien viole la ley eclesiástica del ayuno a la que se encuentra obligado, no peca mortalmente a menos que actúe por desobediencia o desprecio (Denzinger, op. cit., no. 1123). Aunque esta obligación es generalmente seria, no es producto de cada falta un pecado mortal. Cuando las transgresiones de la ley no violenten sustancialmente la ley, se cometen pecados veniales. La incapacidad de sobrellevar el ayuno y la incompatibilidad del ayuno con las obligaciones del estado de una persona, por su naturaleza suficientes para extinguir la obligación, la extinguen porque la obligación de la ley positiva es extremadamente pesada. Por eso los enfermos, convalecientes, mujeres delicadas, personas de 60 años o más, familias cuyos miembros no tengan lo necesario para una comida completa al mismo tiempo, o quienes no tienen nada más que pan, vegetales o alimentos de ese tipo, aquellos a quienes el ayuno les produce sueño o severos dolores de cabeza, esposas cuyo ayuno constituya la indignación de sus esposos, niños cuya práctica del ayuno origine la cólera de sus padres; en una palabra todos aquellos que no puedan cumplir la obligación de ayunar porque provocarían situaciones adicionales a la de su propia exigencia personal están perdonados por su incapacidad para cumplir con la obligación. De la misma manera, la fatiga adicional o debilidad física experimentada en cumplir una obligación y sobrepuesta al ayuno, libera de la obligación del ayuno. Sin embargo, no cualquier tipo de labor, sólo aquella que sea pesada y prolongada exime de la obligación del ayuno. Estas dos condiciones no se restringen al trabajo manual, sino también a muchos trabajos que requieren esfuerzo mental. De esto se desprende que los bibliotecarios, estenógrafos, operadores de telégrafo, consejeros legales y muchos otros cuyas ocupaciones son fundamentalmente mentales y calificables para excepción en este tema. Cuando estas causas califiquen para eximir al individuo de su obligación por su propia naturaleza, superiores constituidos legalmente pueden dispensarlos de la obligación de ayunar. De acuerdo al Soberano Pontífice puede, siempre y en todas partes, conceder dispensas válidas para esta obligación. Sus dispensas serán lícitas cuando las razones sean suficientes. En casos particulares y por buenos motivos, los obispos pueden conceder dispensas en sus respectivas diócesis. A menos que sean autorizados para ello por indulto, no están en la libertad de dispensar a todo su rebaño simultáneamente. Debe notarse que usualmente los obispos deben publicar justo antes de Cuaresma, circulares o pastorales para que se lean a los fieles o se hagan públicas, y en el que hagan saber, con la autoridad de la Sede Apostólica, el estado en que se encuentran las obligaciones, dispensas, etc. Los sacerdotes encargados del cuidad de las almas pueden dispensar a individuos por razones suficientes. Los superiores de las comunidades religiosas pueden dispensar miembros individuales de sus respectivas comunidades cuando se origine una buena razón. Los confesores no están calificados para conceder estas dispensas a menos que hayan sido delegados explícitamente de esta tarea. Puede, sin embargo, decidir cuando existe una razón suficiente para levantar la obligación.
Aquellos que tienen permiso de la Santa Sede para comer carne en los días prohibidos, pueden concederse este permiso en su comida completa, no sólo en los días de abstinencia, sino también en los días de ayuno. Cuando la edad, enfermedad o el cansancio del trabajo libere a los cristianos del auno, están en la libertad de comer carne tanto como lo necesiten, haciendo uso del indulto del obispo (Sacred Penitentiaria, 16 Jan., 1834). Finalmente, la Santa Sede ha declarado repetidas veces que el uso de manteca permitido por el indulto comprende mantequilla o la grasa de cualquier animal.
Ningún estudiante de una disciplina eclesiástica puede incumplir la obligación de ayunar. Conscientes de las condiciones de nuestro tiempo, la Iglesia es muy aguda en los requisitos de esta obligación por el bien de sus hijos. Al mismo tiempo ninguna medida cuaresmal en este respecto puede eliminar la ley imponiendo la mortificación y penitencia en un hombre por sus pecados y sus consecuencias. (Concilio de Trento, Sess. VI. can. xx)
J.D. O’ NEILL
Transcrito por Joseph P. Thomas
Traducido por Armando Llaza Corrales
Fuente: Enciclopedia Católica