DIVINI ILLIUS MAGISTI

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Encí­clica de Pí­o XI del 31 de Diciembre de 1929 sobre «la educación cristiana de la juventud». Es Encí­clica que bien puede denominarse de los derechos de la Iglesia en materia de educación, pues está redactada en forma defensiva y reivindicativa. La mayor parte del espacio se dedica a reclamar los derechos de la Iglesia en una sociedad moderna.

Históricamente se explica por la difí­cil situación de la Iglesia en diversos paí­ses en la segunda parte del siglo XIX y primera parte del siglo XX. La educación religiosa se rechazaba en múltiples centros y los mismos colegios propiedad de la Iglesia eran con frecuencia sometidos a injustas opresiones y discriminaciones por los poderes laicos de la sociedad.

Ello hací­a vacilar a determinadas entidades católicas, que dudaban de la eficacia de una educación confesional.

La reflexión pontificia, documentada, clara, lógica y contundente discurre por las lí­neas siguientes: – Introducción sobre Jesús modelo de maestros y la necesidad de una educación cristiana. Es derecho de la Iglesia a educar a sus hijos.

– Dios ha creado a los hombres y tiene derecho. El hombre busca a Dios. Educar es cooperar con Dios.

– Educar es también una tarea social, no aislada. En la educación hay que armonizar la naturaleza y la gracia.

– La Iglesia tiene derechos porque tienen obligaciones. Las familias es la que debe tener la primací­a en esta tarea. Nadie tiene poder para poner lí­mites a la Iglesia y a las familias.

– La Historia sabe todo lo que ha hecho la Iglesia por la cultura y por la educación. Sin religión y moral no hay educación. Los Estados tienen derecho subsidiario y deberes de respeto en la tarea educadora.

– Respecto a las personas, a las familias y a la Iglesia. Y los derechos del Estado están en el bien común, no en intereses particulares. La armoní­a entre los poderes del Estado y de la Iglesia es fuente de bien. El Estado no tiene que temer nada de la Iglesia en este terreno. Y la Iglesia debe poder confiar en el Estado Fe y razón son armónicas.

– Las nuevas generaciones son el futuro de la sociedad. Deben ser educadas. En todos los terrenos cientí­ficos, literario y social. Pero también en el religioso – Especial cuidado con los centros católicos que la Iglesia tiene derecho a tener. La educación religiosa en las escuelas es posible y necesaria, incluso en los paí­ses de diversas religiones.

– Con buena voluntad todas las discrepancias se solucionan. Educar es cooperar con la gracia en la formación del perfecto cristiano. Los educadores deben ser conscientes de su alta misión.

– Los alumnos bien educados son buenos cristianos, pero también buenos ciudadanos.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa