Significado de Tiempo
Ver Concordancia
(heb. {êth,{attâh, mô{êd, me{at, {ôlâm, etc.; aram. Zemân; gr. kairós,
jrónos).
Las declaraciones bíblicas en que aparece esta palabra contienen distintos
términos con diferentes significados. 1. Como período: «Andando el tiempo» (Gn.
4:3; Jue. 11:4); «El número de los días [tiempo] que David habitó en la
tierra» (1 S. 27:7). 2. Como medida cronológica, véanse Año; Día; Hora; Mes;
Noche; Semana; Tarde. Para disponer de información acerca de los antiguos
métodos de medir el tiempo, véanse Cronología I; Edad; Era. 3. Como momento
definido: «A la hora de la tarde» (Gn. 24:11); «Faraón… dejó pasar el tiempo
señalado» (Jer. 46:17). 4. Como momento indefinido: «Instar» (gr. epíkeimai,
«ser urgente», «urgir»; Lc. 23:23); «Constante» (gr. proskarteréÇ, «persistir
en»; Ro. 12:12); «Insistir» (gr. efístmi, «ser diligente [rápido] «, «estar
disponible [dispuesto]»; 2 Ti. 4:2). 5. Como período o época: «Llegó el tiempo,
y los santos recibieron el reino» (Dn. 7:22); «En el tiempo de la prueba se
apartan» (Lc. 8:13); «En tiempo aceptable» (2 Co. 6:2). Para los períodos
históricos, véase Cronología. 6. Tiempo profético. Los tiempos proféticos a
veces son literales (como los 70 años de la cautividad predichos por Jeremías)
y a veces son figurados (como en las profecías simbólicas). En éstas, en las
que bestias, cuernos, etc., representan algo diferente, podemos esperar también
que los períodos de tiempo no sean literales. De Nm. 14:34 y Ez. 4:6 se
desprende el principio de que 1 día simbólico representa 1 año literal. Así,
en los períodos proféticos se entiende que los días equivalen a años literales
(por ejemplo: 1.260 días = 1.260 años).
En las profecías encontramos otras palabras además de «día»; por ejemplo, una
profecía menciona «la hora, día, mes y año» (Ap. 9:15). Una hora es
ciertamente la 24a parte de 1 día. La clave con respecto a la cantidad de días
que hay que asignarle a un mes o un año proféticos se encuentra en el uso de la
palabra «tiempo» en otras profecías relacionadas con ésta (Dn. 7:25; 11:13;
12:7; Ap. 12:14; etc.). Un «tiempo» en la profecía equivale a 1 «año»
(«tiempos» son 2 años; «medio tiempo» son 6 meses o 1/2 año). Esto se descubre
al comparar los períodos de tiempo en el Apocalipsis, donde 3 1/2 años
equivalen a 1.260 días 1157 (12:6, 14) y 42 meses también equivalen a 1.260
días (11:2, 3). Por tanto, 3 1/2 «tiempos» equivalen a los 42 meses (que son 3
1/2 años de 12 meses). Además, del total de 1.260 días de este período se
puede deducir que 1 «tiempo», o año, tiene 360 días, y que los 42 meses tienen
30 días cada uno.
Ahora bien, 1 año de 12 meses de 30 días no corresponde a ningún calendario
conocido de los tiempos bíblicos. Por eso surge la pregunta: ¿Por qué se
utiliza en la profecía un sistema tan poco usual? Quizá porque en los
calendarios lunares usados por judíos, babilonios y otros pueblos, nadie podía
predecir con exactitud la cantidad de días de cualquier serie de meses o años
del futuro, sin saber no sólo a qué clase de calendario correspondían sino
también qué meses o años definidos estaban implícitos en el cálculo. El año
podía ser uno lunar común, de 354 días (sin variaciones de días que dependieran
de la Luna), o uno «bisiesto», de 384 días más o menos, cuando se le añadía 1
mes extra para compensar la diferencia entre los 12 meses lunares y el año
solar. Incluso un egipcio, cuyo año de 365 días (12 meses de 30 días cada uno,
más 5 días extras al fin de cada año), no podía decir con exactitud cuántos
días abarcaban 3 1/2 años, a menos que supiera que ese período comprendía 3 ó 4
períodos de 5 días extras. Por eso, 3 1/2 años, o 42 meses, no podían
representar un período definido de tiempo para un lector judío, a menos que
supiera a qué clase de calendario se estaba refiriendo la declaración
correspondiente.
El año, entonces, en la profecía simbólica, es un período de 360 días
simbólicos. Un día simbólico en la profecía, como ya lo hemos visto, es 1 año
real cuando lo trasladamos a tiempo literal. (Algunos expositores de la
profecía se han confundido en esto, porque se olvidaron de que el mes de 30
días y el año de 360 días no corresponden a calendarios reales, y han tratado
de calcular los 1.260 días simbólicos, por ejemplo, multiplicando 1.260 por 360
días literales en lugar de considerarlos 1.260 años reales.) Ahora bien, ¿qué
es un año real, literal? Obviamente es un verdadero año solar; incluso el
variable calendario lunar, tal como el que usaban Daniel y Juan, o los judíos
hasta el día de hoy, se calcula tomando en cuenta años «bisiestos» para ponerlo
al día con el año solar, de manera que 1.260 días judíos son 1.260 años reales.
El año (o tiempo) profético, simbólico, calculado sobre la base de 1 mes de 30
días y 1 año de 360 días, no es 1 año real, sino teórico; pero el día simbólico
representa 1 año real, y el año real no es 1 año de 360 días, sino el verdadero
año solar de aproximadamente 365 1/4 días. De manera que los 3 1/2 años de la
profecía simbólica son 1.260 días simbólicos, que a su vez representan 1.260
años literales; un «tiempo» o año, en la profecía simbólica, representa 360
días simbólicos, que a su vez representan 360 años solares verdaderos.
Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología: TIEMPO
TIEMPO según la Biblia: El tiempo puede ser descrito como «la medida del movimiento»; su medición se efectúa en principio por los movimientos de los cuerpos celestes (Gn. 1:14).
El tiempo puede ser descrito como «la medida del movimiento»; su medición se efectúa en principio por los movimientos de los cuerpos celestes (Gn. 1:14).
Las divisiones de tiempo constituyen el marco en el que se insertan los acontecimientos y circunstancias de la Biblia, que es un libro eminentemente histórico, cuya acción se desarrolla en un marco claramente cronológico, firmemente relacionado con el tiempo y el espacio.
Las principales divisiones del tiempo, en la Biblia, son:
(a) Día.
Ver DÍA.
(b) Noche.
Período de oscuridad (Gn. 1:5), dividido en tres vigilias de cuatro horas cada una: desde la puesta del sol hasta medianoche; desde la medianoche hasta el canto del gallo; desde el canto del gallo hasta la salida del sol (Éx. 14:24; Jue. 7:19; Lm. 2:19).
En la época del NT se distinguían cuatro vigilias, según la usanza griega y romana (Mr. 6:48; Lc. 12:38); los romanos contaban 12 horas nocturnas, desde la puesta hasta la salida del sol (cfr. Hch. 23:23). (Véase NOCHE).
(c) Semana.
Véase SEMANA.
(d) Mes.
Véase MES.
(e) Año.
El año hebreo se componía de doce meses lunares (1 R. 4:7; 1 Cr. 27:1-15); consiguientemente, con la duración actual del mes lunar, debía contar probablemente 354 días, 8 horas, 48 minutos y 34 segundos. Las fiestas anuales estaban en relación estrecha con los trabajos agrícolas y con las estaciones.
Un año basado estrictamente en el sistema lunar habría causado un retraso constante de estas fiestas al no sincronizar de manera exacta un número de meses lunares con el año. Al hacerse necesario coordinar el año lunar con el solar de 365 días se estableció un mes intercalar, que se añadía cada dos o tres años después del duodécimo mes; se le daba el nombre de «Ve’adar» y constaba de 29 días.
En la Biblia no se menciona esta costumbre. Así, el ciclo lunar posterior a las perturbaciones cósmicas de Josué y Ezequías (véase apartado anterior (d), Mes) constaba de diecinueve años; los años 3º, 6º, 8º, 11º, 14º, 17º y 19º tenían un mes intercalar. El año religioso comenzaba con el mes de Abib, llamado también Nisán (Éx. 12:2; 23:15; Est. 3:7).
Comenzaba con la luna nueva, inmediatamente antes o después del equinoccio de primavera, cuando el sol se hallaba en la constelación de Aries (Ant. 3:8, 4; 10:5). Pero desde la época más remota, los hebreos observaban también el año civil, basado en los trabajos agrícolas, y que comenzaba en otoño (cfr. Éx. 23:16; 34:22; Lv. 25:4, 9 ss.).
Esta nación de agricultores estaba evidentemente interesada en hacer coincidir el inicio del año civil con la labranza y la siembra, y su fin con la siega. Indicaban frecuentemente las fechas por los trabajos agrícolas entonces en curso, en lugar de por el número del mes (cfr. Nm. 13:20; Rt. 1:22).
Un cierto tiempo después del retorno del cautiverio de Babilonia, empezaron a celebrar el Año Nuevo en la luna nueva del mes séptimo, Tisri. Esta costumbre seguramente no proviene de los acontecimientos registrados en Esd. 3:6 y Neh. 2, aunque hayan contribuido a su establecimiento.
(f) El tiempo y la eternidad.
Anterior y rebasando de una manera infinita el tiempo humano y sus divisiones, la eternidad bíblica es presentada como un atributo propio de Dios. «Jehová es Rey eternamente y para siempre» (Sal. 10:16). «Desde la eternidad hasta la eternidad, tú eres Dios» (Sal. 90:2, V.M.).
«¡Tú eres desde la eternidad!» (Sal. 93:2, V.M.). Es por ello que para Él mil años son como un día, y un día como mil años (2 P. 3:8). De la misma manera, Dios domina el tiempo con Su omnisciencia. El pasado, presente y futuro no existen realmente para el Eterno; conoce todo antes de que llegue a ser (Éx. 3:14; Jn. 8:58; Is. 48:5-7).
Al hablar de Israel emplea constantemente «el pasado profético», esto es, considera ya cumplidos los acontecimientos que para los hombres se hallan todavía escondidos en el, para ellos, impenetrable manto del futuro. Los tiempos verbales hebreos se prestan admirablemente a la expresión de estas nociones.
Al hablar del Dios eterno, Alfa y Omega, creador y consumador de todas las cosas, la Biblia nos presenta tres edades:
(A) la eternidad anterior a la creación, «antes de los siglos» (1 Co. 2:7; cfr. Ef. 3:11; 1 P. 1:20; Col. 1:26; Hch. 15:18);
(B) el «presente siglo» (o edad, gr. «aiõn»), que va desde la creación hasta la gloriosa venida del Señor (Gá. 1:4; Ef. 1:21; Tit. 2:12). La primera venida de Cristo tuvo lugar en el centro de este periodo y por consiguiente en el centro de todos los tiempos.
(C) el «siglo venidero», esto es, la eternidad que tenemos delante de nosotros (Ef. 1:21, 2:7; He. 6:5; Mt. 12:32; Mr. 10:30, etc.). Para el AT, lo mismo que para el NT, la diferencia entre el tiempo y la eternidad no tiene que ver con su naturaleza, sino en la duración; la eternidad es un tiempo sin límites, cuya línea infinita coincide por un breve período con la historia que constituye el horizonte temporal humano.
Esta noción es totalmente opuesta al especulativo concepto griego que representaba el tiempo como un círculo en el que se daba un eterno retorno (cfr. con la inexorable rueda de reencarnaciones hindúes).
«La expresión simbólica del tiempo bíblico se expresa con una línea ascendente, porque la línea que parte de la creación tiene su fin… en Dios» (A. Lamorte, «Le Problème du Temps dans le Prophétisme Biblique», Beatenberg, 1960, p. 108 ss.).
Este fin «imprime al conjunto de la historia, que se desarrolla a todo lo largo de esta línea, un movimiento de elevación hacia Él» (O. Cullmann, «Christ et le Temps, Delachaux» 1947)
El Dios eterno, el «Rey de los siglos» (1 Ti. 1:17; Sal. 145:13) al crear al hombre a Su imagen «ha puesto eternidad en el corazón de ellos» (Ec. 3:11).
Por la encarnación, Él se humilló hasta nosotros en el tiempo, para llevarnos a participar con Él por toda la eternidad (Sal. 133:3). (Véase VIDA ETERNA.).
La oración del creyente es que el Señor lo conduzca en el camino eterno (Sal. 139:24). El Señor acogerá a los Suyos en Su gracia en Su reino eterno (2 P. 1:11).