Significado de Gloria
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En la literatura bíblica, término que expresa 2 conceptos generales: A.
«Honor», «alabanza», «estima»: las cualidades que producen honor o provocan
admiración. B. «Brillo» que emana de un ser u objeto radiante y que lo rodea;
«esplendor». En la RVR se traducen como «gloria» diversas palabras hebreas y
griegas; aunque la mayoría de ellas se usa pocas veces, sus significados son lo
suficientemente cercanos a los conceptos de la palabra española como para ser
fácilmente comprensibles en el contexto.
En el AT «gloria» es, en la mayoría de los casos, traducción del heb. kâbôd.
Como deriva de la raíz verbal kbd, «ser pesado [grave]», en su uso primario el
término indica «peso» y «valía», y por tanto «estima», «honor», «honra»,
«admiración» (Dt. 5:24; Nm. 24:11; etc.). En algunos textos está ligado al
honor y a la majestad que provienen de altos cargos o de la realeza (Gn. 45:13;
Est. 1:4; etc.), o el honor que resulta de la riqueza (Est. 5:11; Job 19:9).
En los pasajes que hablan de la alabanza 496 que se ofrece a Dios, el término
«gloria» se puede referir al honor y la estima que sus adoradores le atribuyen
(1 Cr. 16:28, 29; Sal. 29:1, 2; etc.). Ocasionalmente kâbôd designa aquellos
atributos o aquellas características que producen estima o admiración. Por
ejemplo, cuando Moisés pidió ver la gloria de Dios (Ex. 33:18), su respuesta
indicó que consideraba las virtudes y gracias de su carácter como su «gloria»
especial (33:19; 34:6, 7).
El término también se usa para referirse a la «riqueza» y las propiedades
personales (Gn. 31:1), como así al honor y estima que resulta de tal riqueza.
También kâbôd aparece en contextos que hablan del brillo y de la luz
resplandeciente que acompaña la presencia de Dios (Ex. 24:16, 17; Ez. 10:4;
etc.).
Hay otras palabras hebreas que se usan esporádicamente como «gloria». Entre
ellas, las más frecuentes son: 1. Hadar, un sinónimo cercano a kâbôd. Se la ha
traducido como «gloria» (Sal. 90:16; Is. 5:14), «resplandor» (Is. 2:10, 19,
21), «honra» (Sal. 8:5) «honor» (Pr. 31:25) y «alabanza» (Mi. 2:9). 2. Hôd,
otro sinónimo de kâbôd; generalmente denota «esplendor», «majestad». Se la
traduce en la RVR como «gloria» (1 Cr. 29:25; Sal. 104:1), «honor» (1 Cr.
29:11; Pr. 5:9), «honra» (Sal. 21:5; Dn. 11:21), «magnificencia» (Sal. 145:5),
«majestad» (Job 37:22), «dignidad» (Nm. 27:20) y «alabanza» (Sal. 96:6). 3.
Tsebî, que generalmente enfatiza una gloria y honor que provoca admiración u
orgullo («gIoria», Is. 23:9; 24:16; Ez. 26:20; «hermosura», Is. 13:19; 28:1, 4;
«hermosa», Ez. 20:6, 15; «deseable», Ez. 25:9: etc.). 4. Tif ereth, «honor»,
que a menudo enfatiza lo que es bello: sin embargo, con frecuencia el término
se refiere meramente a lo que se aprecia especialmente. Se traduce por
«gloria» (1 Cr. 29:11; Is. 63:12; Sal. 78:61, 89:17; etc.), «gIorioso» (1 Cr.
29:13; Is. 63:14, 15), «honra» (1 Cr. 22:5; Pr. 16:31; 17:6) y «alabanza» (Jer.
13:11).
En el NT la palabra corriente para «gloria» es dóxa. En muchos casos tiene un
significado paralelo a kâbôd; pero mientras el término del AT enfatiza
generalmente el «honor» e ideas relacionadas con él, el dóxa del NT a menudo se
relaciona con «brillo», como la radiación de una luz fuerte (1 Co. 15:41), el
esplendor que emana de la presencia de seres celestiales (Lc. 9:32; Hch. 22:11;
Ap. 21:23; etc.) o el que rodea a uno que ha estado en la presencia de Dios
(Lc. 9:31; 2 Co. 3:7; etc.). Se usa en forma similar para el esplendor de la
vida futura y del hogar celestial (Ro. 8:18; 2 Co. 4:17; 2 Ti. 2:10; etc.),
como también de los cuerpos resucitados (1 Co. 15:43). En muchos contextos,
sin embargo, el concepto de la palabra es abstracto e involucra ideas como
«fama», «renombre» y «honor» (Jn. 7:18; 8:50; etc.; cf Jn. 5:41, 44; 2 Co. 6:8,
RVR «honra»). Por causa de este significado, con frecuencia dóxa aparece en
expresiones de alabanza a Dios, en la que los hombres y los ángeles tributan
honor y adoración al Señor (Lc. 2:14; Ro. 11:36; etc.; cf la orden en Ap. 14:7
de «dar gloria» a Dios). En otro sentido, aunque evidentemente relacionado con
éstos, aparece con el significado de «magnificencia» o «grandeza» (Mt. 4:8; Lc.
12:27; etc.).
Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología: GLORIA
GLORIA según la Biblia: (a) El primer sentido es el de ornamento:
Salomón, en toda su gloria, va revestido de ropajes regios (Mt. 6:29)
(a) El primer sentido es el de ornamento:
Salomón, en toda su gloria, va revestido de ropajes regios (Mt. 6:29),
el cabello es la gloria de la mujer (1 Co. 11:15),
la fuerza es la gloria de los jóvenes (Pr. 20:29),
los padres son la gloria de los hijos (Pr. 17:6).
También se menciona la gloria del Líbano (Is. 35:2) y
la gloria de las naciones (Ap. 21:26)
(b) La gloria de Dios es el resplandor que emana de su persona, el aura cegadora de todas sus perfecciones. Esta gloria, comparable a un fuego devorador (Éx. 24:17), anonada, abate e inspira temor, respeto y adoración; el hombre no puede ver la gloria real de Dios y seguir vivo (Éx. 33:18, 20, 22). Así, todos aquellos que han tenido un encuentro con el Señor reciben algo de ella:
Israel y Moisés ante el tabernáculo (Éx. 40:34, 35).
Salomón en la dedicación del Templo (1 R. 8:11).
Isaías en el momento de su llamamiento (Is. 6:3),
Ezequiel en su visión (Ez. 1:28), los pastores de Belén (Lc. 2:9),
Esteban ante la muerte (Hch. 7:55), etc.
La gloria divina se revela en la creación (Sal. 19:2), y de manera particular en el hombre hecho a imagen de Dios (1 Co. 11:7); se manifiesta en medio de juicios (Nm. 16:42-46, etc.), se muestra en medio de las naciones (Sal. 97:6); sobre todo, aparece en la redención ofrecida al mundo entero (Is. 40:5).
(c) La gloria manifestada en Jesucristo. La gloria inaccesible del Dios de Israel se ha acercado a nosotros: en Cristo la hemos podido contemplar y amar sin ser consumidos por ella (Jn. 1:14; 17:5, 24; He. 1:3).
Jesús ha mostrado esta gloria:
por sus milagros (Jn. 2:11; 11:4),
por su santidad perfecta (Jn. 17:4),
en su transfiguración (2 P. 1:17),
en su resurrección (Ro. 6:4),
en su ascensión (Lc. 24:26; Jn. 17:5; He. 2:9).
Y el Señor de la gloria ha de volver pronto (1 Co. 2:8; Stg. 2:1), con todo el resplandor de su majestad, para juzgar y reinar (Mt. 16:27; 25:31).
En principio, Él ya nos ha dado su gloria (Jn. 17:22); contemplándola como a través de un espejo, somos transformados a su imagen de gloria en gloria por el Espíritu (2 Co. 3:18).
Está próximo el momento en el que recibiremos la gloria eterna (2 Ti. 2:10), cuando apareceremos con Cristo en gloria (Col. 3:4), teniendo nuestro mismo cuerpo su parte en esta glorificación (1 Co. 15:43).
Entonces, y para siempre, seremos iluminados por la gloria de Dios, la única lumbrera de la santa ciudad (Ap. 21:23). Él es verdaderamente el rey de la gloria, y todo en su palacio proclama: ¡Gloria! (Sal. 24:9-10; 29:9).
(d) Dar gloria a Dios es alabarle, darle honra, exaltarle y celebrar sus perfecciones (Dt. 32:3; Sal. 29:1-2; 115:1; Lc. 17:18; Ro. 14:11). De aquí viene el término «doxología» (del gr. «doxa», renombrado, honor), que es una fórmula de oración en la que se rinde gloria a Dios (cp. Sal. 41:14; 72:18-19; Mt. 6:13 b; Ro. 11:36; 16:25-27; Jud. 24-25; Ap. 1:5-6, etc.).
Glorificar a Dios es también rendirle homenaje, reconocerlo como el único soberano, y la fuente de todo bien (Dn. 4:34; 5:23; Lc. 5:25; 17:15).
Jesús, por su vida santa y perfecta obediencia, glorificó a Dios sobre la tierra (Jn. 17:4).
Pedro debía glorificar a Dios al sufrir el martirio (Jn. 21:19).
El creyente se gloría en Dios y en Cristo el Salvador (Ro. 5:11; 15:17).
El que se glorifica a sí mismo comete el grave pecado de robarle a Dios el honor que le es debido (Sal. 49:7; 52:3; 75:5); el Señor da su salvación gratuitamente a los humildes, «a fin de que nadie se jacte en su presencia» (1 Co. 1:29; Ef. 2:9).
Será al fin glorificado por sus juicios, por cuanto éstos restablecerán su autoridad y su reino, rechazado todo ello por los impíos (Lv. 10:3; cp. Is. 5:16).