Significado Bíblico de DILUVIO

Significado de Diluvio

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(heb. mabbûl; gr. kataklusmós).

El del tiempo de Noé, enviado como castigo sobre los malvados habitantes de la
tierra (Gn. 6-9).

I. Informe bíblico.

Muy temprano en la historia bíblica, el casamiento entre los que hasta entonces
habían sido leales a Dios con los impíos llevó a la familia humana a un nivel
de corrupción moral y anarquía tal que todo pensamiento del corazón «era de
continuo solamente el mal». Los hombres eran tan incorregiblemente malos que,
aunque «le dolió en su corazón», Dios llegó a la conclusión de que ellos, junto
con todos los demás seres vivientes, debían ser destruidos. Sólo Noé y su
familia inmediata serían salvados de entre toda la raza humana. Esto ocurriría
por cuanto Noé era «varón justo»; porque él «halló gracia ante los ojos de
Jehová» (Gn. 6:8-10).

Dios instruyó a Noé para que construyera un arca en la cual preservar su vida y
la de su familia, y también la vida de grupos representativos de las criaturas
vivientes (Gn. 6:13-21). Le advirtió que había un plazo de 120 años hasta el
diluvio (v 3). Durante ese tiempo Noé construyó el arca y anunció a los
antediluvianos el cataclismo que les amenazaba (Gn. 6:22; 1 P. 3:20; 2 P. 2:5).
Siete días antes del diluvio, Noé, su esposa, sus 3 hijos con sus esposas, y
los seres vivientes que habían de salvarse, entraron en el arca y fueron
encerrados en ella por Dios (Gn. 7:1-9, 13-16); siete días después comenzó el
diluvio (v 10). La combinación de lluvias torrenciales, que duró 40 días, e
inmensos volúmenes de agua que brotaron de la tierra pronto la inundaron
completamente, hasta cubrir «todos los montes altos que había debajo de todos
los cielos». El arca flotó segura sobre el agua (vs 11, 12, 17- 20). Como
resultado de esta inundación, el hombre y todos los seres vivientes fueron
destruidos (vs 21-23). Véase Arca II, 1.

Aunque el relato del Génesis menciona claramente un período definido de 40 días
y 40 noches durante los cuales cayó la lluvia, parecería que las
precipitaciones continuaron, y que las aguas siguieron brotando de la tierra,
aunque sin duda con intensidad menor o tal 326 vez en forma intermitente,
durante 150 días (véase Gn. 7:11, 12, 24; 8:2). Al fin de los 150 días Dios
envió un viento que sopló sobre la tierra (8:1). Aparentemente, al mismo
tiempo la lluvia disminuyó, el agua ya no brotó más, su nivel comenzó a bajar y
el arca descansó «sobre los montes de Ararat»* (vs 3, 4).

Finalmente, unos 2 1/2 meses después que el arca se detuvo, y unos 7 1/2 meses
después del comienzo del diluvio, empezaron a verse las cumbres de los montes
(cƒ 7:11; 8:4, 5). Cuarenta días más tarde, Noé, ansioso por saber cuánto de
la tierra se había secado, abrió una «ventana» del arca y soltó un cuervo.
Esta ave evidentemente voló alrededor del arca hasta que la tierra a su
alrededor estuvo seca (8:6, 7). Noé también soltó una paloma, la que volvió
al arca, porque no pudo encontrar dónde descansar (vs 8, 9). Una semana más
tarde, soltó la paloma otra vez, la que volvió por la tarde con una hoja de
olivo, indicación de que la tierra se estaba secando (vs 10, 11). Cuando envió
la misma ave una semana más tarde, el suelo estaba suficientemente seco como
para que no volviera (v 12). Después de otro período de espera, Noé quitó una
porción de la cubierta del arca y observó que «la faz de la tierra estaba
seca». Parece que la posición de la «ventana» era tal que no se podía ver el
suelo. Sin embargo, sólo 8 semanas después la tierra estuvo lo suficientemente
seca como para que la gente y los animales salieran del arca (vs 13-19); es
decir, 1 año y 10 días después de comenzado el diluvio (cƒ Gn. 7:11; 8:14-18).

Otros escritores, tanto en el AT como en el NT, testifican acerca del diluvio.
Mediante el profeta Isaías, Dios recordó a su pueblo de su promesa de no
destruir la tierra con un diluvio (ls. 54:9). Jesús claramente dio su
testimonio acerca del diluvio al mencionar las condiciones de los
antediluvianos, la entrada de Noé al arca, el ascenso de las aguas y la
destrucción de todos los impíos (Mt. 24:37-39; Lc. 17:26, 27). Pedro también
afirma la historicidad del diluvio (1 P. 3:20; 2 P. 2:5), como también lo hace
el autor de Hebreos (11:7).

DURACIÓN DEL DILUVIO

II. Relatos del diluvio entre las naciones antiguas.

Se han encontrado entre muchos pueblos de todos los continentes, y aun en las
islas del Pacífico, relatos acerca de la destrucción del mundo por una gran
inundación, de la cual sólo unas pocas personas se salvaron (fig 166). Andree
enumera 88 relatos del diluvio encontrados en todas partes del mundo, y Nelson
informa de 41. Nelson señala que la mayoría tiene ciertos rasgos comunes: la
destrucción ocurrió por agua, se proveyó un arca y la simiente humana se salvó.
Muchos relatos enfatizan la universalidad del diluvio, pero otros detalles
varían: la causa del diluvio, cómo se salvaron los animales, el lugar donde se
327 detuvo el arca y el envío de las aves exploradoras. Aunque es posible que
algunos de estos relatos se originaran por causa de catástrofes locales, su
distribución mundial no puede ser accidental, y se la debe aceptar como una
evidencia en favor de la historicidad de la narración bíblica del diluvio.

166. Distribución mundial de los relatos del diluvio; cada punto negro
representa una versión local.

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De todas las historias extrabíblicas existentes, la más antigua que nos ha
llegado en forma escrita es la de los súmeros y babilonios. Ninguno tiene
aspectos paralelos tan similares al del registro bíblico como ésta, de la cual
se han descubierto varias copias. Su forma más completa está en la 11ª tableta
de la Epopeya Babilónica de Gilgamesh. Este rey de Erec, en su búsqueda de
vida inmortal, recorrió el mundo inferior buscando dicha vida, y allí se
encontró con Utnapishtim (llamado Ziusudra en la versión súmera), el héroe del
diluvio, de quien supo la historia de la gran catástrofe: los dioses se habían
enojado con el mundo y decidieron destruirlo por un diluvio, pero Utnapishtim,
rey de Shuruppak, recibió del dios Ea la advertencia del acontecimiento futuro,
y le dijo que abandonara todas sus posesiones, construyera un barco y así
salvara su vida. Le aconsejó también que satisficiera la curiosidad de sus
conciudadanos, que se sorprenderían por su actividad naviera, diciéndoles que
los dioses estaban enojados con él y que lo habían desterrado a una tierra
distante. Después de haber completado el barco en armonía con las
instrucciones y medidas que le fueron dadas, él y su familia, y además un
piloto, alimentos y muchos animales, entraron al barco. Luego comenzó la
tempestad, que a lo largo de los días destruyó la tierra y todo lo que había
sobre ella, transformando todo en barro. La tormenta fue tan terrible que aun
los dioses se asustaron y se escondieron como perros en el cielo de Anu.
Después de varios días, la tempestad amainó un poco y el barco encalló en el
monte Nizir, una de las cumbres de los montes Zagros, al este de Mesopotamia.
Luego de esperar varios días, Utnapishtim envió a intervalos algunas aves:
primero una paloma, luego una golondrina y por último un cuervo. Las primeras
2 aves regresaron, porque no encontraron lugar para asentar sus patas fuera del
barco. Sin embargo, el último no regresó, indicando de ese modo que la tierra
se había secado lo bastante como para que pudieran salir del arca. Como el Noé
bíblico, ofreció un sacrificio al pisar tierra, que los dioses aceptaron,
apiñándose alrededor del sacrificio como moscas.

Desde el descubrimiento de la primera tableta de este relato cuneiforme del
diluvio 328 (1872), al que se añadieron otros de tanto en tanto, los eruditos
han pretendido que la historia bíblica se inspiró en el relato babilónico o el
súmero. Por supuesto, es imposible que éstos hayan sido tomados del relato
bíblico escrito, porque las tabletas cuneiformes son anteriores al Génesis, Sin
embargo, la teoría de que el autor del Génesis tomó la idea de los babilonios
no es necesariamente correcta. Sin duda, ambos relatos parten de una fuente
común. Los súmeros, tal vez descendientes tempranos de Noé, vivieron en la
región donde se establecieron los primeros habitantes posdiluvianos poco
después de la catástrofe (Gn. 11:2), y, por tanto, retuvieron un recuerdo más
vívido del diluvio que la gente que se alejó de la región y no escribió sobre
el particular tan temprano como lo hicieron los súmeros. Estas consideraciones
explican por qué hay muchos detalles paralelos en ambos relatos. Como eran
idólatras y politeístas, corrompieron el relato quitándole las características
éticas del relato bíblico, y hasta presentan a los dioses que decretaron el
diluvio como personajes miserables.

Bib.: R. Andree, Die Flutsagen ethnographish betrachtet [Los relatos del
diluvio considerados etnográficamente] (1891); B. C. Nelson, The Deluge Story
in Stone [La historia del diluvio en la piedra] (1949). Una traducción
completa del relato babilónico del diluvio se puede ver en ANET 93-95, y una
traducción del relato súmero en ANET 42-44.

167. Tabletas cuneiforme que contiene el relato babilónico del diluvio.

III. La arqueología y el diluvio.

En varios lugares de la antigua Mesopotamia, especialmente en Ur, Erec, Kis,
Lagash, Shuruppak y Nínive, se han descubierto gruesos estratos de sedimentos
que muestran que en diversas ocasiones en el pasado distante hubo grandes
inundaciones, probablemente causadas por crecidas catastróficas de los ríos
Eufrates y Tigris. El contexto arqueológico indica que las diversas
destrucciones fueron de carácter local. Algunos arqueólogos, creyendo que los
relatos babilónico y bíblico del diluvio en realidad sólo se refieren a un
desastre local, toman los niveles con sedimentos de Ur y otros lugares de la
Mesopotamia como evidencias del gran diluvio descrito en los antiguos registros
de Babilonia y de la Biblia. Como resulta obvio, y generalmente aceptado, que
estos niveles indican desastres locales, los estudiosos de la Biblia que creen
en la universalidad del diluvio no deberían usar la evidencia arqueológica como
prueba en favor de la historicidad del diluvio.

Bib.: Sir Charles Leonard Woolley, Excavations at Ur [Excavaciones en Ur]
(Londres, 1955), pp 19-36.

IV. Los fósiles y el diluvio.

Los evolucionistas llaman la atención al hecho de que en estratos sedimentarios
inferiores se encuentren fósiles de organismos más sencillos que los organismos
complejos de más arriba. Los hombres de ciencia han incorporado este elemento
a su teoría, y la aceptan como si fuera un hecho. Por ello, siguiendo la idea
uniformista popularizada por Sir Charles Lyell en las primeras décadas del s
XIX, suponen que enormes edades de deposición gradual, junto con el surgimiento
y la muerte de clases crecientemente complejas de vida, proporcionan una
explicación de la secuencia de los fósiles. Esto, por supuesto, niega tanto el
informe del Génesis acerca de la creación* como también el registro inspirado
del diluvio. En realidad, la evidencia de los fósiles puede ser explicada
adecuadamente desde el punto de vista del creacionismo.

El diluvio fue un acontecimiento que duró varios meses. Las aguas, que
subieron gradualmente, produjeron el sepultamiento de muchos organismos
vivientes en un modelo secuencial a medida que se destruían progresivamente los
«paisajes» más altos. Los organismos sencillos que vivían en los niveles
inferiores del mundo prediluvial naturalmente fueron enterrados primero,
mientras que los organismos más complejos que vivían en niveles más altos
fueron sepultados con posterioridad. Así, los animales y las plantas que 329
vivían en el fondo de los mares prediluviales estarían enterrados a gran
profundidad, en la parte inferior del registro fósil. Los trilobites y los
braquiópodos eran animales muy comunes del fondo de los mares prediluviales, y
hoy los encontramos en los estratos más profundos. Almejas, caracoles,
estrellas de mar, crinoides y muchos otros animales marinos también se
encuentran en los profundos sedimentos que representan los mares prediluviales.

Los animales y las plantas terrestres en general se encuentran más altos en los
estratos de sedimentos, ya que vivían en tierras secas antes del diluvio, y a
menudo a mayor altitud. Además, los animales tienen mayor movilidad y por lo
tanto es lógico que sean las últimas formas de vida en ahogarse, ser
arrastrados y sepultados en el barro. Así, hoy a menudo encontramos los
animales terrestres en capas que contienen fósiles que están más cerca de la
superficie. Una distribución producida por la gravedad, en combinación con la
capacidad trasportadora del agua corriente, produciría las asociaciones
discretas de fósiles que encontramos en algunos estratos sedimentarios.

168. Esqueleto de animal extinto, el Stegosaurus stenops, uno de los antiguos
dinosaurios que alguna vez vagabundeaban en lo que ahora es el noroeste de los
Estados Unidos.

Hay numerosos tipos fósiles que no tienen repsresentantes vivientes actuales, y
parecería que la distribución ecológica anterior al diluvio no era idéntica a
la actual, y que una extrapolación estricta de la distribución actual al pasado
no es posible. Se espera que un acontecimiento como el diluvio trastorne la
ecología mundial. La variedad de esquemas de distribución que se encuentra en
el registro fósil también se podría deber en parte a la elevación y a la
subsidencia (hundimiento) durante el diluvio de las áreas en estudio,
produciendo esquemas de distribución de la secuencia de los fósiles que no
representan la ecología original. Hay unos pocos lugares donde el orden usual
de los fósiles está invertido, pero los procesos geológicos llamados
plegamientos o las fallas con corrimientos horizontales pueden explicar esta
situación. Esos son casos en que los estratos sedimentarlos han sido plegados
o empujados unos sobre otros de modo que ahora están encima de otra serie
igual, o tumbados en forma que el orden está invertido con respecto al orden
original.

Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología: DILUVIO

DILUVIO según la Biblia: Abrumadora inundación en los tiempos de Noé, en un acto judicial de Dios sobre un mundo antiguo que había llegado al colmo de la iniquidad.

Abrumadora inundación en los tiempos de Noé, en un acto judicial de Dios sobre un mundo antiguo que había llegado al colmo de la iniquidad.

Dice la Escritura que «la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y… todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal…

Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia… toda carne había corrompido su camino sobre la tierra» (Gn. 6:5, 11, 12). Es por ello que Dios ordenó el juicio por medio de las aguas destructoras, declarando: «los destruiré con la tierra» (Gn. 6:13).

Todo este hecho se narra en los capítulos 6, 7 y 8 del libro de Génesis. El relato bíblico nos presenta el Diluvio como una catástrofe de carácter universal, empleando la palabra hebrea «mabbul», que la versión griega LXX traduce como «cataclysmos» (Gn. 6-8; Sal. 29:10); el NT usa el mismo término griego, denotando asimismo una destrucción universal (Mt. 29:38, 39; Lc. 17:27; 2 P. 2:5).

Todo el lenguaje de Génesis 6-8 señala insistentemente al hecho de una destrucción de carácter universal. «Todos los montes altos que había debajo de todos los cielos, fueron cubiertos» (Gn. 7:19).

No se puede dar la vuelta a esta afirmación ni a las múltiples afirmaciones que se dan acerca del Diluvio en éste y en tantos otros pasajes sin hacer grave violencia al mismo texto, y sin caer en la práctica de introducir en el texto conceptos contrarios a lo que allí se enseña.

(a) Naturaleza del Diluvio.

El cataclismo del Diluvio fue un complejo de eventos en el que «fueron rotas todas las fuentes del gran abismo y las cataratas de los cielos fueron abiertas y hubo lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches» (Gn. 7:11, 12) «Toda carne» (término que incluye a todos los seres terrestres incluyendo al hombre Gn. 7:21-23) fue destruida. La tierra misma «el mundo de entonces» pereció (cp. 2 P. 3:5).

La frase «fueron rotas las fuentes del gran abismo» tiene claras implicaciones de colapsamiento de secciones vitales de la corteza terrestre, con lo que aguas marinas y/o subterráneas se lanzaron sobre los continentes, en tanto que se precipitaron sobre la tierra, con una fuerza devastadora, las «aguas que estaban sobre la expansión» (cp. Gn. 1:7) existentes en el mundo en su orden antediluviano.

En este gran complejo de eventos se indican lluvias universales de un régimen torrencial indescriptible, tremenda erosión, convulsiones volcánicas y tectónicas, violentos huracanes dando origen a olas de aguaje; la universal destrucción de las formas de vida dio necesariamente lugar, junto con la intensa erosión y denudación de la tierra antediluviana, a inmensos sepultamientos de grupos y nichos ecológicos, más o menos entremezclados, en formaciones estratificadas debido al poder clasificador del agua.

Muchas de estas formaciones se endurecerían posteriormente por agentes cementantes que las aguas llevaran consigo en algunas localidades. Así quedó totalmente sepultado el mundo antiguo.

(b) El arca y sus ocupantes.

El gran tamaño del arca, en base a las dimensiones dadas en la Biblia (300 codos, o unos 137 metros de longitud), le daba una capacidad de transporte de más de 500 vagones de carga de ganado como los que se utilizan actualmente en los ferrocarriles.

Con respecto a los animales que entraron en el arca, se debe tener en cuenta que los animales grandes son relativamente pocos. Se ha calculado que el tamaño medio de los animales era el de un gato. Dos de ellos precisarían bien poco espacio, menos de medio metro cuadrado.

No todos los numerosos grupos y subgrupos que ahora conocemos tuvieron que entrar en el arca. Una buena cantidad de ellos se ha originado con posterioridad al Diluvio, diversificándose de un número menor de antecesores comunes por mecanismos de reducción genética y aislamiento geográfico.

Se debe observar que ello no tiene nada que ver con el concepto evolución, que demanda una emergencia de nuevas estructuras, no una mera deriva de unos caracteres genéticos ya existentes que, cuando el fondo genético posee una gran riqueza, pueden dar lugar a una enorme variedad dentro del tipo básico (para una consideración de todos estos temas y otros, recomendamos el examen de la bibliografía al final de este artículo).

Se ha planteado con frecuencia la cuestión de cómo se pudieron alimentar los animales del arca durante el año entero en que estuvieron dentro. Aparte de que la capacidad del arca daba lugar para el transporte de grandes cantidades de provisiones, se debe tener en cuenta el mecanismo de hibernación al que recurren muchos animales en situaciones límite, y otros normalmente en invierno, y que Dios pudo bien haber acentuado. Con respecto a los carnívoros, éstos se alimentan de vegetación cuando les es preciso, como está sobradamente comprobado.

(c) Arqueología y el Diluvio.

Subestimando la verdadera magnitud del Diluvio, ha habido los que han identificado el cataclismo universal con una capa de lodo que se halló en Ur, y que pertenece a una de las numerosas inundaciones de extensión regional que se han dado en aquel lugar.

No es en una pequeña y poca extensa capa de lodo que debe contemplarse el gran cataclismo del Diluvio, sino en grandes masas sedimentarias repletas de fósiles de un mundo que pereció, y que cubren toda la tierra como vasto cementerio. Noé salió del arca a un mundo nuevo, en el que la orografía, estructura climatológica, y muchos otros factores, habían cambiado radicalmente (cp. Sal. 104:5-9 ss).

Por otra parte, numerosas culturas y tribus alrededor de todo el mundo han conservado relatos de un diluvio universal. Los relatos babilónicos (sumerios y acádicos), evidencian su proveniencia de una tradición anterior, de la que descienden también numerosos relatos chinos, nipones, amerindios, y muchos otros esparcidos por todo el globo.

La divergencia de estos relatos entre sí refuta la idea de que Moisés se hubiera basado en ninguno de ellos para escribir la narración, aunque sí es prueba de que en la memoria de las naciones descendientes de Noé, persistió el recuerdo del cataclismo.

Cuando cesó el Diluvio el arca reposó en los montes de Ararat, en la región de Armenia (Gn. 8:4). Allí existen relatos populares acerca de la presencia de un gran navío sobre el monte, que está cubierto por nieves y hielos perpetuos.

Ha habido exploradores, como el arcediano anglicano de Jerusalén, doctor Nouri, que visitó la región en 1882, que afirman haberla visto en los ventisqueros del sur del monte. Después de esta fecha se tienen relatos de personas de muy diversas procedencias, incluyendo aviadores, que afirman haberla visto.

En la actualidad hay varios grupos que efectúan expediciones anualmente, entre ellos el «Institute for Creation Research» de San Diego, con equipos cualificados en los que se integran arqueólogos, geólogos y otros especialistas.

(d) El Diluvio en su perspectiva teológica.

El Diluvio es una exhibición de la soberanía de Dios en juicio (Sal. 29:10).
El Diluvio del pasado se muestra como ejemplo de aquel día futuro en el que tampoco nadie podrá escapar a la acción de Dios, cuando todos los que han rechazado el conocimiento salvador de Dios se verán enfrentados con Su justa ira en retribución (Mt. 24:37; Lc. 17:26; 2 P. 2:5-9).

Fue un suceso sin paralelo alguno con toda la historia anterior del hombre, y hay la promesa expresa, que constituye una adicional demostración de que no fue un fenómeno local o regional, de que Dios no va a volver a traerlo sobre la tierra (Gn. 9:11).

Como señal de esta promesa se establece, en las nuevas condiciones climáticas de la tierra, el arco iris (Gn. 9:12, 13), que es desde entonces señal de gracia, que aparece incluso en medio de los juicios de Apocalipsis (Ap. 4:3; 10:1).

Es por fe que Noé preparó el arca (He. 11:7). Todo lo concerniente al Diluvio fue dispuesto por Dios; Noé simplemente tuvo que seguir las instrucciones recibidas.

La misma fe cree que todo ello se cumplió tal como ha sido descrito; no hay dificultad en todo ello, excepto si se deja a Dios a un lado, lo cual no debiera hacerse bajo ningún concepto, por cuanto fue una especial intervención de Dios en la historia en juicio de una manera muy directa.

Fue Dios quien advirtió a Noé; fue Dios quien le envió los animales (Gn. 7:15, 16); fue Dios quien cerró la puerta del arca (Gn. 7:16); fue Dios que hizo pasar un viento sobre la tierra (Gn. 8:11); en resumen, la Escritura afirma que Jehová presidió sobre el Diluvio (Sal. 29:10).

Sin embargo, los rastros del Diluvio son tan elocuentes que el apóstol Pedro afirma que los que lo niegan lo hacen ignorándolo voluntariamente (2 P. 3:5).

Las rocas sedimentarias, que dan elocuente testimonio de su contenido de grandes cantidades de restos animales y vegetales de un mundo pasado, han sido «reinterpretadas» en términos de grandes épocas de producción de depósitos con gran lentitud.

El último siglo vio la manipulación y supresión de numerosos datos que son evidencia de cataclismo, dando lugar a la actual concepción de la «geología histórica». Sin embargo, se mantiene en excelentes obras la evidencia de la interpretación diluvial de los depósitos geológicos, impuesta por su propia naturaleza.

(e) Objeciones.

Se han presentado varias objeciones como demostración incontestable de que los depósitos geológicos tienen que haberse depositado a lo largo de grandes períodos de tiempo.
Una de ellas es la existencia de formaciones de «anhidritas» o «evaporitas», un tipo de acumulaciones de diversas sales que comúnmente se interpretan como los restos de la evaporación de mares antiguos.

Sin embargo, la evidencia interna de estos depósitos, por su pureza y ausencia de fósiles u otros restos indicativos de origen marino, y por otros factores, demanda su explicación por precipitación de mezclas de salmueras de origen tectónico.

En todos los casos en que se ofrecen objeciones de este tipo, no hay verdaderas razones para adoptar una interpretación de largas épocas de deposición, sino que un estrecho examen de la evidencia muestra que estas formaciones, tanto de «evaporitas» como de «arrecifes fósiles», como depósitos de diatomeas, y muchas otras, han sido objeto de una interpretación precipitada en el pasado; la moderna investigación crítica revela condiciones cataclísmicas en la formación de todos estos depósitos.

Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología: DILUVIO