Significado de Esclavo
Ver Concordancia
(para los términos originales véanse Sierva y Siervo).
Persona considerada propiedad de otra y completamente bajo su control. La
práctica de tener esclavos comenzó en tiempos muy antiguos. Abrahán, de
acuerdo con su época, los tuvo (Gn. 15:3); José fue vendido como siervo
(literalmente «esclavo», Sal. 105:17) e Israel fue una nación esclavizada en
Egipto (Dt. 16:12; 24:18, 22; etc.). Los esclavos eran comunes en la
Mesopotamia, donde se los podía comprar por unos 40 siclos; por ello, muchos
ciudadanos los adquirían para las tareas domésticas y agrícolas. En Egipto,
sin embargo, eran menos numerosos y los tenían mayormente sólo los ricos,
aunque a veces también los veteranos de guerra, que los recibían como
recompensa por su valor. A un esclavo se lo podía adquirir por la guerra (cƒ 2
R. 5:2) o por compra (Ex. 12:44), a veces como pago de una deuda (2 R. 4:1; cƒ
Lv. 25:39); podía nacer como esclavo en la casa de su amo (Gn. 15:3), o podía
recibirse como herencia (Lv. 25:46). A un esclavo hebreo sólo se le podía
exigir que trabajara 6 años (Ex. 21:2), una ley que no siempre se observaba
(Jer. 34:8-11). Cuando un esclavo era libertado, la esposa esclava que se le
había dado y los hijos que le habían nacido quedaban como propiedad del amo
(Ex. 21:2-4). El esclavo podía, si deseaba, quedar como tal a perpetuidad, en
cuyo caso el amo perforaba su oreja con una lezna como señal de servidumbre (vs
5, 6). Un siervo capaz y de talento podía avanzar a una posición de
importancia (Pr. 17:2; cƒ Sal. 105:17-21; Gn. 41:42-44). Un dueño era
castigado por matar a un esclavo (Ex. 21: 20), y un esclavo debía ser libertado
en ciertos casos de pérdida de miembros del cuerpo (v 26). Un siervo que
hubiera escapado no debía ser devuelto a la fuerza a su amo (Dt. 23:15).
Algunas veces un hombre vendía a su hija como esclava (Ex. 21:7) para
transformarse en concubina o esposa secundaria. De acuerdo con Herodoto, esta
era una práctica regular entre los tracios. Salomón transformó en esclavos a
los cananeos que sobrevivieron en la tierra (1 R. 9:21), pero no a los
israelitas (v 22).
Bajo una antigua ley romana el esclavo estaba a merced absoluta de su amo, para
vida o para muerte. No podía apelar a las cortes civiles, no podía poseer
propiedades, pero estaba sujeto al menor capricho de su dueño. Como resultado,
muchos sufrieron una pesada servidumbre. En una ocasión, cuando un senador
romano fue asesinado por un esclavo, su muerte fue vengada con la matanza de
los 400 que tenía la familia. Sin embargo, algunos amos trataban a sus
esclavos con gran consideración (cƒ Lc. 7:2). Aparentemente había cristianos
que poseían esclavos en tiempos de Pablo (Ef. 6:5-9). Onésimo* (Flm. 10-16)
era un esclavo que había huido, pero quien, gracias al esfuerzo de Pablo, se
había convertido en Roma y había sido enviado por éste de regreso a su amo en
Colosas. Se aconsejaba al esclavo cristiano a no desalentarse por su
esclavitud física (1 Co. 7:20-22; cƒ 1 Ti. 6:1, 2). A la vista de Dios, el
alma de un esclavo es tan preciosa como la de un hombre libre (Gá. 3:28).
Que en el AT se reconozca y reglamente la esclavitud se debe entender contra el
telón de fondo de la inmadurez de los hebreos y el bajísimo nivel del paganismo
que los rodeaba. Dios trató con generosidad a su pueblo en los tiempos de su
ignorancia. Pero esto hace surgir una pregunta con respecto a por qué el
cristianismo no abolió la esclavitud de entrada. Jesús estableció una nueva
regla con respecto al divorcio y al nuevo casamiento para sustituir la que se
encuentra en la ley mosaica, que había sido adaptada a la «dureza de vuestros
corazones» 386 (Mt. 19:8; Mr. 10:5), pero no dio nuevas instrucciones con
respecto a la esclavitud. ¿Se sigue, entonces, que Jesús aprobó la esclavitud
porque en el NT no hay un «Moisés os dijo . . . pero yo os digo» también sobre
este tema? De ninguna manera.
No se nos dice específicamente por qué Jesús guardó silencio sobre el tema de
la esclavitud o de la poligamia, o por qué Pablo envió a Onésimo para que
volviera a casa de su amo con un pedido, no una orden, de recibir al fugitivo
«no ya como esclavo, sino como más que esclavo, como hermano amado» (Flm. 16).
Pero es claro que Jesús estableció principios que, si fueran aplicados,
resultarían en la eliminación de los males sociales mediante la regeneración de
los individuos que componen la sociedad. La sencilla observancia de la regla
de oro evitaría la esclavitud de seres humanos. Los que critican a la iglesia
primitiva por no atacar de frente los males sociales de su época -como la
esclavitud, el abandono de los niños no deseados, y otros males difundidos-,
deberían considerar que la función del evangelio es básicamente curar el mal
del pecado. Una vez que se realiza la cura, los síntomas desaparecen. Además,
si la iglesia naciente hubiera atacado el sistema social como tal, nunca
hubiera tenido tiempo ni fuerzas para hacer alguna otra cosa, y probablemente
habría sido aplastada completamente al intentarlo.
El término «esclavo» («siervo») se usa en el NT mayormente en sentido figurado.
El pecador es un esclavo de los pecados que comete, porque lo controlan (Jn.
8:34; Ro. 6:17; Gá. 4:3; Tit. 3:3; cƒ Ro. 6:16; etc.). Una religión basada en
ceremonias y legalismo es una religión de esclavitud espiritual (cƒ Gá. 4:9-11,
21-23; 5:1-4; etc.). Pablo habla de sí mismo como de un «siervo» (o «esclavo»)
de Jesucristo (Ro. 1:1), no en el sentido de esclavitud sino por elección
voluntaria y amante. Sólo quien es «esclavo» de Cristo es verdaderamente libre
(Jn. 8:34-36; cƒ 1 Co. 7:22; Gá. 5:1; etc.).
Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología: ESCLAVO
ESCLAVO según la Biblia: La esclavitud data de la más remota antigüedad. Había diversas maneras de adquirir esclavos:
La esclavitud data de la más remota antigüedad. Había diversas maneras de adquirir esclavos:
(a) Haciéndolos prisioneros durante las guerras (Nm. 31:9; 2 R. 5:2; Guerras 3:4, 1; 6:9, 2).
(b) Por compra a un marchante de esclavos (Gn. 17:27; 37:28, 36; Ez. 27:13; JI. 3:6, 8).
(c) Por nacimiento en la casa del dueño (Gn. 17:12).
(d) En virtud del sistema de compensación: el ladrón, incapaz de restituir lo que había robado, era vendido como esclavo; también, y en contra del espíritu de la ley mosaica, el deudor insolvente, o sus hijos (Éx. 22:3; 2 R. 4:1; Neh. 5:5, 8; Am. 2:6; Mt. 18:25).
(e) Los israelitas indigentes podían venderse voluntariamente, o vender sus hijos (Éx. 21:2, 7; Lv. 25:39, 47). El precio de los esclavos variaba según época y circunstancias. La legislación hebrea preveía el pago de 30 siclos al dueño de un esclavo muerto a causa de la negligencia de un tercero (Éx. 21:32). En el siglo III a.C., los esclavos judíos de Alejandría se vendían a poco más del mismo precio: 120 dracmas (Ant. 12:2, 3).
José, con una edad de 17 años, fue adquirido por 20 siclos (Gn. 37:28). El estatuto legal de un esclavo hebreo era muy diferente al de un esclavo extranjero. Si lo deseaba, el esclavo hebreo podría recibir la libertad al cabo de 6 años de servicio.
No se le podía maltratar, ni se le podía dejar ir con las manos vacías. Cuando el israelita se vendía a un extranjero que moraba en Israel, podía liberarse en el momento en que dispusiera de la suma legalmente estipulada para el rescate (Éx. 21:2-6; Lv. 25:43, 47-55; Jer. 34:8-16). Los derechos de la muchacha israelita vendida por su padre quedaban salvaguardados gracias a unas normas particulares (Éx. 21:7-11).
En el año del Jubileo quedaban liberados todos los esclavos hebreos, tanto los que habían decidido quedarse con sus amos en el año séptimo como los que no habían cumplido todavía los seis años (Lv. 25:40). Esta liberación se derivaba de la Ley, que ordenaba a todo israelita volver a la propiedad de sus padres en el año del Jubileo. Tanto si había elegido la libertad como el retorno posterior a su dueño, el esclavo israelita debía, en el año del Jubileo, recuperar su heredad.
La ley mosaica reconocía derechos también al esclavo extranjero: permitía su castigo a bastonazos, pero prohibía mutilarIo o darle muerte (Éx. 21:20-27; Lv. 24:17, 22). La cautiva que era tomada como mujer adquiría derechos (Dt. 21:10-14). Los esclavos extranjeros eran considerados como parte integrante de la comunidad de Israel (Gn. 17:1014).
Iguales a sus dueños delante de Dios, celebraban con ellos las fiestas religiosas, ofrecían sacrificios (Éx. 12:44; Lv. 22:11; Dt. 12:12, 18; 16:11, 14), disfrutaban del reposo del sábado (Éx. 20:10; 23:12). La Ley de Moisés impedía entregar al esclavo fugitivo a su dueño; ordenaba darle asilo, y que se le permitiera instalarse donde bien le pareciera en el país (Dt. 23:15, 16).
Estaba prohibido, bajo pena de muerte, apoderarse de personas, venderlas, secuestrarlas (Éx. 21:16; Dt. 24:7). No hay prueba ninguna de que hubieran existido en Israel mercados de esclavos. La Ley de Moisés era mucho más humana con respecto a la esclavitud que las legislaciones paganas de la antigüedad. Se observa en el AT una relación cordial entre amo y esclavo (Gn. 24).
El esclavo tenía derecho a la protección de la justicia (Jb. 31:13-15); en ocasiones heredaba a su amo (Gn. 15:2, 3), casándose con la hija (1 Cr. 2:34, 35). El cristianismo evitó el brusco cambio de los usos acerca de la esclavitud (1 Co. 7:21). El apóstol Pablo instruye al esclavo a que obedezca a su amo (Ef. 6:5-8; Col. 3:22-25; 1 Ti. 6:1, 2; 1 P. 2:1821). Demanda del amo cristiano que acepte al esclavo fugitivo (Flm. 10-16).
Pero en el cristianismo se enunciaron los principios que iban no sólo a mejorar la condición de los esclavos, sino a llevarlos a su total liberación. La nueva religión proclamaba, en efecto, la igualdad de todos los hombres delante de Dios (1 Co. 7:21-22; Gá. 3:28; Col. 3:11); exhorta a los amos a tratar a sus esclavos con humanidad, recordándoles los derechos que han recibido de Dios (Ef. 6:9; Col. 4:1).
Los creyentes esclavos, al igual que los libres, son miembros del cuerpo de Cristo, y por ello son participantes del Espíritu Santo (1 Co. 12:13, 27). Con respecto a lo que dice la Biblia, es útil recordar hasta qué punto la esclavitud era el mismo fundamento, a la vez que el oprobio, de las sociedades antiguas.
Sin hablar de los miles de esclavos empleados en Egipto y Babilonia, se puede mencionar el hecho de que en las civilizadas sociedades de Grecia y de Roma los esclavos eran mucho más numerosos que los hombres libres. Los más grandes filósofos de aquel entonces justificaban la esclavitud como una institución natural y necesaria.
Aristóteles afirmaba que todos los bárbaros eran esclavos de nacimiento, solamente buenos para obedecer. En el año 309 a.C. había en la Ática 400.000 esclavos, 10.000 extranjeros, y solamente 21.000 ciudadanos. En Roma, en época de Claudio, había en la capital 2 o 3 esclavos por cada persona libre.
Había familias ricas que tenían hasta 10.000 y 20.000 esclavos. No se les reconocía a estos desventurados ningún derecho civil ni matrimonial. Sus dueños podían, a voluntad, venderlos, separarlos, darlos, torturarlos, e incluso matarlos.
En el Evangelio, con el reconocimiento de la dignidad del hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, que aunque caído es hecho objeto de la gracia salvadora de Dios liberándolo de la esclavitud al pecado, se halla también la base que ha hecho posible en la cristiandad la eliminación progresiva de la esclavitud.