Significado Bíblico de VIENTO

Significado de Viento

Ver Concordancia

(heb. y aram. generalmente rûaj, «aire»,»viento», «aliento», «espíritu»; gr.
generalmente ánemos, «viento»; pnéuma, «aire», «viento», «espíritu»; pnoe).

Para los habitantes de las tierras bíblicas, «viento» significaba tanto la
tortura del calor, de la sequía y las 1206 tormentas de arena (Gn. 41:6; Is.
21:1, «torbellino» RVR; Jer. 4:11; Os. 13:15; Lc. 12:55; etc.) como el alivio
refrescante de las lluvias (Pr. 25:23; cf 1 R. 18:43-45). Dios usó un «recio
viento oriental» para abrir el Mar Rojo (Ex. 14:21), y el comercio marítimo
dependía de los vientos para navegar. Simbólicamente, los «cuatro vientos»
representan los 4 puntos cardinales (Dn. 8:8; Mr. 13:27; Ap. 7:1); los vientos
aparecen como símbolos de la destrucción producida por la guerra (Jer.8:17), de
la incertidumbre de la vida (Job 7:7; Sal. 78:39, DHH; «soplo» RVR) y de los
juicios inexorables que les sobrevienen a los impíos (Job 21:18; Pr. 10:25,
«torbellino» RVR). Se emplea la palabra con sentido figurado respecto de las
cosas vanas (Jer. 5:13). A veces se la usa con referencia a alguna forma de
energía, cuyo significado preciso lo da el contexto (Jer. 49:36; Ez. 37:9-14;
Dn. 7:2; 11:4). Ocasionalmente Dios resuelve darle fuerza a su mensaje por
medio del torbellino (Ez. 1:4, «viento tempestuoso» RVR). El torbellino
también representa la velocidad y la furia con que ataca un ejército (Jer.
4:13; Hab. 3:14, «tempestad» RVR), la destrucción que provoca (Pr. 1:27; Is.
40:24; etc.) y la intervención personal y visible de Dios en los asuntos
humanos (ls. 66:15). La manifestación del Espíritu Santo en el día de
Pentecostés se describe como «un viento recio» (Heh. 2:2). Jesús ilustró la
naturaleza intangible del viento para ilustrar la obra del Espíritu Santo (Jn.
3:8). Véanse Aquilón; Euroclidón; Solano; Sur.

Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología: VIENTO

VIENTO según la Biblia: Los hebreos hablaban, sin gran precisión, de vientos que soplaban de los cuatro puntos cardinales (Jer. 49:36; Ez. 37:9; Ap. 7:1).

Los hebreos hablaban, sin gran precisión, de vientos que soplaban de los cuatro puntos cardinales (Jer. 49:36; Ez. 37:9; Ap. 7:1).

Dios es el creador de los vientos, y los tiene a Su disposición (Jb. 28:24; Sal. 78:26; 107:25; 135:7; 148:8; Mt. 8:26).

En Israel, los vientos proceden del oeste, del suroeste y del noroeste, trayendo consigo lluvias y tempestades (1 R. 18:43-45; Sal. 147:18; Pr. 25:23; Ez. 13:13).

Los vientos constituían un frecuente peligro para las casas y las naves (Jb. 1:19; Sal. 48:7; Mt. 7:27). Ardientes vientos secaban los cursos de agua y agostaban las plantas (Gn. 41:6; Is. 11:15; Ez. 19:12; Jon. 4:8). (Véase VIENTO SOLANO más abajo.)

Los vientos del sur y del sureste, que provenían del desierto de Arabia, provocaban sequía y calor (Jb. 37:17; Lc. 12:55). El viento del norte, más fresco (Eclo. 43:20), era beneficioso para la vegetación (Cnt. 4:16).

El aventador usaba la fuerza del viento, que se llevaba el tamo y la paja (Jb. 21:18; Sal. 1:4). Los navegantes se servían también de los vientos (Hch. 27:40).

Los antiguos ya se habían dado cuenta de la regularidad con la que los vientos soplan, siguiendo los mismos circuitos (Ec. 1:6).

Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología: VIENTO