Significado Bíblico de TIRO

Significado de Tiro

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(heb. Tsôr, «roca»; fen. y ugar. Tsr; ac. Tsurru; egip. D3yr; gr. Túros).

Importante puerto fenicio de la antigüedad, ubicado a 37 km al sur de Sidón.
La ciudad se fundó al principio en el continente, y la isla adyacente de la
costa se usó sólo para las instalaciones portuarias.

El nombre de ésta aparece como Ushu en las inscripciones cuneiformes; los
griegos la llamaron Palaityros. A menudo la población de Tiro buscó refugio en
la isla rocosa (de unas 57 ha de superficie), y con el tiempo ésta llegó a ser
el lugar definitivo de su residencia. Mapa VI, B-3.

El origen de Tiro es desconocido. Aunque se la consideraba una ciudad muy
antigua (Is. 23:7), parece que Sidón era más importante al principio, puesto
que se la menciona en los registros bíblicos más antiguos sin Tiro (Gn.10:15;
49:13). Cuando Herodoto la visitó (c 450 a.C.), los sacerdotes de Melcart
le dijeron que su ciudad tenía 2.300 años, pero esto debe de haber sido una
tradición sin fundamento. Figura por 1a vez en los registros egipcios (los
Textos de Execración*) del s XIX a.C., y más tarde en las Cartas de Amarna,*
que revelan que su rey Abimilki era vasallo de Egipto, así como lo eran todos
los príncipes de Siria y Palestina en el s XIV a.C. Poco después recuperó su
independencia, pero más tarde la volvió a conquistar el faraón Seti I; pero
Egipto la perdió de nuevo, quizá durante el reinado de Ramsés II. Para los
autores bíblicos era conocida como una fortaleza desde los días de Josué, y de
allí en adelante (Jos.19:29; 2 S. 24:7). No se la asignó a tribu alguna, y
nunca perteneció a Israel.

Hiram, el rey de Tiro, mantuvo relaciones amistosas con David y Salomón, y le
proporcionó a ambos reyes materiales de construcción y obreros especializados
para la erección de sus palacios y del templo (2 S. 5:11; 1 R.5:1-6; 9:10-14; 1
Cr. 14: 1; 2 Cr. 2:3-16). Los experimentados marinos de Tiro también le
ayudaron a Salomón a llevar a cabo sus expediciones marítimas a Ofir y Tarsis
(1 R. 9:26- 28; 10:22). Estas relaciones amistosas continuaron, a lo menos por
un tiempo, incluso después de la escisión del reino, de lo cual da testimonio
el matrimonio del príncipe Acab de Israel con Jezabel, una princesa tiria
(16:31). Por aquellos años, algunos colonos tirios fundaron Cartago en la
costa de Túnez. Con el correr del tiempo esta ciudad se hizo tan poderosa que
llegó a ser una seria rival de Roma y casi la sobrepujó.

512. Mapa de Tiro y sus alrededores.

1166 Los gobernantes tirios, dado que eran príncipes mercaderes, no se
interesaban en la guerra (ls. 23:8), comerciaban con todos los países de la
cuenca del Mediterráneo, y más adelante con naciones ubicadas más allá de ese
mar. Sus principales productos eran telas teñidas de púrpura, objetos de vidrio
y metal, pero también vendían esclavos (entre ellos, hebreos; Ez. 27:13; Am.
1:9; Jl. 3:5,6) y productos de otros países. Su riqueza despertó la envidia de
naciones amantes de la guerra, y a menudo se vieron envueltos en conflictos que
no deseaban. Cuando los asirios aparecieron en Siria en el s IX a.C., los
tirios se libraron de Asurnasirpal II (884-859 a.C.) por medio del pago de un
tributo. Su hijo Salmanasar III (859-824 a.C.), Adad-nirari III (810-782 a.C.)
y Tiglat- pileser III (745-727 a.C.) informan que también recibieron tributos
de Tiro. De acuerdo con Josefo, Salmanasar V (727-722 a.C.), de quien no se
han encontrado registros cuneiformes hasta ahora, se apoderó de la Tiro
continental y asedió la ciudad marítima, sin poder tomarla. Otros intentos de
apoderarse de la isla los hicieron Senaquerib (705-681 a.C.), Esar-hadón
(681-669 a.C.) y Asurbanipal (669-627? a.C.). Senaquerib y Asurbanipal se
conformaron con conquistar la ciudad continental (=Ushû), pero Esar-hadón
pretendió haber tomado la isla (fig 193). Otro gran intento se produjo cuando
Nabucodonosor sitió la ciudad marítima durante 13 años sin poder someterla,
aunque logró apoderarse de la Tiro continental. Las profecías de Ezequiel se
refieren a este asedio infructuoso (Ez. 26:1-14; 29:18). Finalmente se llegó
a una transacción: Nabucodonosor le permitió a Tiro conservar su reino y su
condición de estado semiindependiente bajo la supervisión de un comisionado
babilonio encargado de verificar que la ciudad pagara regularmente un tributo
(para incrementar las arcas de Babilonia), y que éste fuera proporcional a
sus ganancias.

Parece que la ciudad continental no fue reconstruida en ese entonces, aunque la
población edificada sobre la isla continuó floreciendo durante el período
persa, y aparentemente gozaba de una gran independencia. Cuando ésta, confiada
en su aislamiento y en su carácter de inexpugnable, no quiso someterse a
Alejandro después de la batalla de Isos (333 a.C.), éste la sitió. Construyó un
terraplén que iba del continente a la isla, para lo cual usó los escombros de
la ciudad vieja, con lo que se cumplieron las profecías de Ezequiel (26:12).
Siete meses después de llegar a Tiro, Alejandro lanzó contra ella un ataque
concertado anfibio y terrestre durante el cual su ejército de tierra, que
avanzaba sobre el terraplén recién construido, se unió con las fuerzas
marítimas, de manera que por todas partes se invadieron las costas de la isla.
La ciudad fue tomada y destruida, perecieron sus nobles y los habitantes
sobrevivientes fueron vendidos como esclavos. Aunque la ciudad se recuperó
después, nunca más alcanzó su antigua gloria. En el 198 a.C. se la incorporó
al reino de los Seléucidas, pero más tarde gozó de cierta independencia, que se
respetó cuando Pompeyo tomó Siria en el s I a.C.

Cristo visitó la región de Tiro durante su ministerio en Galilea (Mt. 15:21-28;
Mr. 7:24-31), y entre sus oyentes se encontraba de vez en cuando gente de Tiro
(Mr. 3:8; Lc. 6:17). Existía una iglesia cristiana en esa ciudad en días de
los apóstoles, la cual visitó Pablo cuando regresaba a Jerusalén de su 3er
viaje misionero (Hch. 21:3-6). Los cruzados se apoderaron de ella en el 1124
d.C., pero la perdieron a manos de los sarracenos en el 1291 d.C., quienes la
destruyeron casi por completo. Desde ese entonces sólo una pequeña comunidad
musulmana ha vivido allí en compañía de unos pocos cristianos. Sus casas se
encuentran en parte en el sector norte de la antigua isla, y en parte en el
terraplén construido por Alejandro, el que como consecuencia de la arena que se
ha ido acumulando a ambos lados, ha adquirido una amplitud de unos 800 m (fig
512). El nombre actual de la ciudad es Tsûr. Sus ruinas visibles son de la
época bizantina, pero las excavaciones han descubierto ruinas romanas y
anteriores. Parte de la costa occidental ha sido erosionada por el mar, y se
pueden ver debajo del agua los restos de antiguos edificios, como asimismo
muchas columnas y otros bloques de piedra. 1167 La pequeña bahía de pescadores
que existe en la actualidad en ese lugar (fig 425), en el sector septentrional
de la isla, está ubicada en el sitio donde se encontraba el antiguo muelle de
Sidón. Del así llamado muelle de Egipto en el sur se pueden ver todavía
algunos rompeolas y accesos medio sumergidos (fig 513).

Véase Etbaal.

Bib.: FJ-AJ viii.3.1; ii.44; ix.14.2; ANET 276b, 280b, 281b, 283ª, 287b, 300b;
290a; FJ-AA i.21.

513. Remanente de los antiguos pilares del muelle en la costa de Tiro.

Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología: TIRO

TIRO según la Biblia: «roca».
Ciudad fenicia cuyo origen se pierde en la más remota antigüedad (Is. 23:5-18; Ant. 8:3, 1). Según los datos bíblicos, la fundación de Tiro es posterior a la de Sidón, aunque la sobrepasó en importancia. Un texto de Herodoto permite situar la fundación de Tiro alrededor del año 2750 a.C. (Herodoto 2:44).

«roca».
Ciudad fenicia cuyo origen se pierde en la más remota antigüedad (Is. 23:5-18; Ant. 8:3, 1). Según los datos bíblicos, la fundación de Tiro es posterior a la de Sidón, aunque la sobrepasó en importancia. Un texto de Herodoto permite situar la fundación de Tiro alrededor del año 2750 a.C. (Herodoto 2:44).

Los historiadores y geógrafos de la antigüedad afirman que la ciudad antigua se hallaba sobre el continente. Para protegerse contra los invasores, fue trasladada a una isla rocosa separada de la ciudad antigua por un brazo de mar. De ahí proviene el nombre de Tiro: roca.

Los autores antiguos hacen frecuentemente alusión a su posición en medio de las aguas (Éx. 26:17; 27:32). La ciudad continental recibió entonces el nombre de Palaetyrus: la antigua Tiro. Los textos sagrados que mencionan simultáneamente a Tiro y a Sidón sitúan a Tiro antes que a su rival; Israel se hallaba más cercana a Tiro que a Sidón, y Tiro no dejaba de cobrar más y más importancia.

Era ya una ciudad fuerte en tiempos de Josué (Jos. 19:29), situada en la frontera con Aser. No fue asignada a ninguna tribu de Israel. Hiram, también llamado Huram, rey de Tiro, mantuvo relaciones amistosas con David y Salomón.

Suministró materiales para la construcción del palacio de David (2 S. 5:11; 1 R. 5:1; 1 Cr. 14:1); también para la construcción del Templo de Salomón y otros edificios (1 R. 9:10-14; 2 Cr. 2:3-16). Un artesano fundidor muy diestro, también llamado Hiram, hijo de madre israelita y de padre tirio, llevó a cabo los trabajos de arte del Templo (1 R. 7:13, 14, 40, 45).

Los tirios, nación pacífica, fabricaban tinturas de púrpura, objetos de metal y de vidrio, y se enriquecían con el comercio marítimo con los pueblos más alejados (cfr. 1 R. 9:28). Los mercaderes tirios eran comparables a príncipes (Is. 23:8). En el siglo IX a.C., una colonia de tirios fundó Cartago, que durante mucho tiempo rivalizó con Roma.

A pesar de su pacífico espíritu, Tiro sufrió los rigores de la guerra. Hacia el año 724 a.C., Salmansar V, rey de Asiria, recibió la sumisión de la ciudad continental y asedió la marítima. Murió en el año 722 sin haber podido apoderarse de ella (Ant. 9:14, 2).

Su sucesor, Sargón, logró tomarla. En esta época ya no había relaciones amistosas entre Tiro e Israel. La impía Jezabel, mujer de Et-baal, rey de Tiro, se había casado con Acab, rey de Israel. Hizo todo lo que estaba en su mano para introducir en Israel el corrompido paganismo de su patria (1 R. 16:31-33; 18:4, 19, véanse BAAL, DIVINIDADES PAGANAS), y fue muerta por orden de Jehú, que hizo además exterminar a toda su descendencia (2 R. 9:30-37, 14-26; 10:1-14 ss.).

Por otra parte, los profetas acusan a Tiro de haber entregado israelitas a los edomitas (Am. 1:9), haber robado sus bienes, y vendido a israelitas como esclavos a los griegos (Jl. 3:5, 6). Esar-hadón asedió Tiro, y la hizo tributaria. En el año 664 a.C. se sometió a Assurbanipal. Un siglo más tarde, los prósperos mercaderes tirios comerciaban con todas las regiones del mundo conocido (Éx. 27).

Jeremías profetizó que Nabucodonosor, rey de Babilonia, se apoderaría de Tiro (Jer. 27:1-11). El profeta Ezequiel lanzó una célebre profecía contra Tiro (Ez. 26:1-28:19; 29:18-20). Estas predicciones de Jeremías y de Ezequiel tienen que ver especialmente con el asedio de Tiro por parte de Nabucodonosor, que duró trece años, del 585 al 573 a.C. (Contra Apión 1:21). Se desconoce si Nabucodonosor se apoderó realmente de las dos ciudades.

Posiblemente sí logró apoderarse de la marítima (cfr. Is. 26), pero sólo después que los tirios hubieran puesto a salvo sus riquezas por mar (cfr. Ez. 29:18-20). En el año 332 a.C., después de un asedio de siete meses, la ciudad insular cayó en poder de Alejandro Magno, que construyó un dique uniendo la ciudad con tierra. La ciudad continental desapareció totalmente, por cuanto todas sus ruinas fueron usadas para la construcción de este dique. La ciudad insular se recuperó después de esta conquista, y es mencionada posteriormente como «ciudad libre» en diversas obras de tiempos posteriores.

El Señor Jesús fue una vez a los territorios de Tiro y Sidón (Mt. 15:21-28; Mr. 7:24-31), cuyos habitantes buscaron beneficiarse varias veces de Su ministerio (Mr. 3:8; Lc. 6:17). Jesús afirmó que las ciudades paganas eran menos culpables que las localidades galileas, que habían tenido tantas ocasiones de oír Su predicación y de ver Sus milagros (Mt. 11:21, 22; Lc. 10:13, 14).

En Tiro surgió una comunidad cristiana, que fue visitada por Pablo (Hch. 21:3-6). El célebre Orígenes, que murió hacia el año 254 d.C., fue sepultado en la basílica cristiana de Tiro. En el año 323, Eusebio, historiador de la iglesia y obispo de Cesarea, pronunció el sermón de consagración de la nueva gran basílica erigida por el obispo Paulino.

Los musulmanes se apoderaron de Tiro en el año 638; los Cruzados, en 1124. El emperador Barbarroja fue sepultado allí. Cuando los Cruzados perdieron la ciudad, apenas si quedó otra cosa que piedras sueltas, que sirvieron para las construcciones de Beirut, Acre y Jafa.

Tiro poseía dos puertos: uno al noreste de la isla, llamado sidonio porque miraba hacia Sidón; el otro, al sur, se llamaba puerto egipcio. El espigón construido por Alejandro continúa existiendo. Mide alrededor de 800 m. La mayor parte de las ruinas, incluyendo las de la catedral, datan de la época de las Cruzadas.

Un acueducto llevaba agua del continente a la Tiro insular, procedente de las fuentes de Ras-el-Aîn. Las profecías de Jeremías y de Ezequiel acerca de Tiro se cumplieron. El emplazamiento de la antigua ciudad está deshabitado.

El espigón de Alejandro y la acumulación de arenas han transformado la primitiva isla en una península. Hay una pequeña localidad que lleva el nombre árabe de Sour, que se levanta en la unión de la isla con el istmo. Palaetyrus, la ciudad continental, ha desaparecido casi enteramente. Apenas si quedan algunos hipogeos. El monumento que lleva el nombre de Hiram, aunque es muy antiguo, no es, seguramente, el sepulcro del soberano contemporáneo de Salomón.

Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología: TIRO