Significado Bíblico de SABADO

Significado de Sabado

Ver Concordancia

(heb. shabbâth, «[día de] reposo», «cesación»; shabbâthôn [una variante de
shabbâth]; ambas palabras derivan del verbo shâbath, «cesar», «descansar»,
«guardar el sábado»; gr. sábbaton,»sábado»).

El día de reposo semanal, instituido al final de la semana* de la creación y
observado por los adoradores de Dios, tanto judíos como cristianos, durante
toda la época abarcada por la historia bíblica. Cuando Dios acabó de crear la
tierra, «reposó el día séptimo de toda la obra que hizo» (Gn. 2:1,2). Este
«reposo»* no fue consecuencia del cansancio o la fatiga (Is. 40:28), sino del
hecho de que la tarea estaba completa y el mundo era perfecto (Gn. 1:31).
Concordaba en todo sentido con su ideal, y le puso fin a su trabajo, porque su
obra ya no se podía mejorar. Entonces «bendijo Dios el día séptimo, y lo
santificó» como un monumento recordativo de su obra creadora (2:3). Puesto que
«el día de reposo [sábado] fue hecho por causa del hombre» (Mr. 2:27) -es
decir, en beneficio del hombre- es lógico llegar a la conclusión de que la
bendición divina con que el Creador invistió al 7º día de la semana debía
constituir un canal de felicidad para Adán y Eva. Puesto que Dios también lo
«santificó» (Gn. 2:3), o lo separó para uso sagrado, podemos estar seguros de
que nuestros primeros padres dedicaron esas horas santas a Dios. Que el
Creador tenía la intención de que la bendición del sábado fuera para todos los
hombres de todos los tiempos, resulta evidente de la declaración de que «fue
hecho por causa del hombre» (Mr. 2:27), con el propósito de que éste descansara
y lo empleara con motivos santos. De acuerdo con esto, el 7o día es un día de
reposo para todos los que reconocen que son descendientes de Adán y Eva, y no
sólo para los judíos. En efecto, éstos recién aparecieron muchos siglos
después de la creación, y Dios nunca tuvo la intención de que ellos
monopolizaran la observancia del sábado. 1017

Es evidente que nuestros primeros padres y sus descendientes entendieron el
significado del 7º día, porque: 1. Dios no llevó a cabo las obras de la semana
de la creación en beneficio propio, sino en favor del hombre. Y puesto que el
reposo de Dios en el 7º día no era consecuencia del cansancio, y que ese día
formaba parte de la semana de la creación, tal como su nombre lo indica,
resulta evidente que la bendición y la santificación del sábado también eran en
beneficio del hombre, particularmente para su bien espiritual y moral. 2.
Desde los albores de la historia la semana de 7 días ha sido conocida y
aceptada como medida de tiempo (Gn. 7:4, 10; 8:10, 12; 29:27). Puesto que su
duración no depende de los movimientos de ninguno de los cuerpos celestes, y no
hay manera de trazar su origen aparte del relato de la creación que encontramos
en Gn. 1 y 2, la aceptación por parte del hombre de la semana de 7 días en
aquellas primeras épocas se debe remontar al hecho de que Dios estableció el 7º
día de la semana como día de reposo, bendición y santificación.

La 1ª aparición de la palabra sábado en las Escrituras se encuentra en Ex.
16:21-30, en relación con la caída del maná antes de la llegada de Israel al
monte Sinaí. Dios puso énfasis en la importancia del 7º día de la semana, como
día de descanso, al proporcionar una doble ración en el día 6º y nada en el 7º.
Este milagro semanal comenzó el 2º mes después de la partida de Israel de
Egipto (vs 1, 14, 15), y duró 40 años, hasta el mes 1º (Jos. 5:10-12; cf Ex.
12:2-11; 16:35), es decir, más de 2.000 sábados semanales sucesivos.

En el monte Sinaí, Dios prescribió la observancia del reposo del 7º día con las
palabras del 4º mandamiento del Decálogo (Ex. 20:8-11). Escribió esta ley con
su propio dedo en tablas de piedra (Ex. 31:18; Dt. 9:10) y le dio instrucciones
a Moisés para que fuera puesta en el arca del pacto (Dt. 10:1-5). La palabra
«acuérdate», con que comienza el mandamiento relativo al sábado, no quiere
decir que la observancia del 4º mandamiento es más importante que la de los
otros 9, porque todos son iguales (Jos. 2:8-11; Stg. 2:10,11). El pueblo de
Dios tenía que «acordarse» del sábado porque «en seis días hizo Jehová los
cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el
séptimo día»; es decir, el sábado es un monumento recordativo del Creador y de
la creación. Por eso, «Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó» en el
mismo principio. Dios sabía que la tendencia natural del hombre consistiría en
preocuparse tanto de las cosas que había hecho durante los 6 días de la
creación, que olvidaría Quién las había hecho, una tendencia universal y
evidente desde aquellos lejanos tiempos (Ro. 1:20-25).

Las Escrituras del AT a menudo diferencian al verdadero Dios de los dioses
falsos por su poder creador. Por ejemplo, en Sal. 96:5 leemos: «Todos los
dioses de los pueblos son ídolos; pero Jehová hizo los cielos». Era el
propósito del Señor que el hombre comprendiera «las cosas invisibles de él, su
eterno poder y deidad» por medio «de las cosas hechas» (Ro. 1:20). De acuerdo
con esto, el Creador infinitamente sabio instituyó el sábado con el fin de que
no se olvidara a Dios y se deslizara hacia la idolatría, y así fuera una
bendición para el ser humano y no una carga. El Señor declaró definidamente
que sería una «señal» permanente entre él y su pueblo, por medio de la cual
siempre reconocerían que el verdadero Dios era su Dios (Ex. 31:13). Además de
su importancia universal para todos los hombres, el sábado tendría un
significado adicional para Israel como recuerdo de que el Señor los había
librado de la esclavitud egipcia y les había dado descanso (Dt. 5:12-15).

Aparte de los sábados semanales (Lv. 23:3) había 7 sábados ceremoniales por
año, diseminados a lo largo del calendario litúrgico: 1 y 2. Los días 1º y
último de la fiesta de los Panes sin Levadura (vs 7, 8). 3. El Pentecostés (v
21). 4. El 1er día del 7º mes (v 24). 5. El Día de la Expiación (v 27). 6 y
7. Los días 1º y último de la fiesta de las Cabañas (vs 34- 36). Los sábados
ceremoniales podían caer en cualquier día de la semana, y de vez en cuando
coincidían con el sábado semanal. Además de los sábados semanales y anuales,
cada 7 años había un año sabático,* durante el cual no se trabajaba la tierra
(25:3-7). Cada 50 años se proclamaba un jubileo,* que duraba un año, durante
el cual las propiedades volvían a sus dueños originales.

Al imponer la suspensión del trabajo, el 4º mandamiento proveía el tiempo para
el descanso físico y el refrigerio espiritual. Sin embargo, ese tiempo no se
debía dedicar a la ociosidad, porque Dios instruyó a su pueblo para que se
reuniera en «santa convocación» (Lv. 23:3; cf Ez. 46:3). La preeminencia del
sábado sobre los demás días de la semana se acentuó en el ritual del antiguo
tabernáculo y del templo mediante la ofrenda de un cordero adicional (Nm. 28:9,
10) y de la renovación en ese día de los panes de la proposición (Lv. 24:5-8; 1
Cr. 9:32). De acuerdo con la ley levítica, la sanción que merecía la violación
del sábado era la muerte (Ex. 31:14-16), y a lo menos se registra un caso de
ajusticiamiento 1018 de alguien que violó el sábado voluntariamente (Nm.
15:32-36).

La violación del sábado fue uno de los pecados que dio como resultado el
cautiverio babilónico (Jer 17:19-27). Tal como Jeremías, el profeta Ezequiel
se lamentaba porque en sus días el sábado era ignorado en gran medida (Ez.
20:12-24; 22:8; 26:23, 38). Al escrutar el futuro, Isaías previó la conversión
de los gentiles y prometió una bendición para quienes guardaran el sábado (ls.
56:2-6; cf 58:13). Después del cautiverio los judíos cayeron de nuevo en el
descuido con respecto a la observancia del sábado, y Nehemías impulsó una
reforma con el fin de fomentar dicha observancia (Neh. 10:31-13:15-22).

Durante la época intertestamentaria los fariseos cargaron el sábado con una
cantidad de reglamentos triviales que hicieron de él una carga en vez de una
bendición. Esos pesados reglamentos, codificados más tarde en la Mishná,
formaban parte de la tradición que Jesús combatió tan vigorosamente durante
todo su ministerio (Mt. 23:4; Mr. 7:1-13). La Mishná (Shabbath 7.2) hace una
lista de 39 trabajos diferentes que no se pueden llevar a cabo en ese día, y
hay además una cantidad innumerable de otros minuciosos reglamentos. En
efecto, 2 tratados completos de la Mishná, Shabbath y {Erubin, se dedican a
enumerar los diversos reglamentos concernientes al sábado. Estaba prohibido,
por ejemplo, deshacer un nudo, escribir más de 2 letras del alfabeto o borrar
un espacio mayor del que da cabida a 2 letras, encender un fuego o apagarlo.
El reglamento más conocido es el que se refiere al «camino de un sábado», que
era de más o menos 1 km. También se consideraba violación del día de reposo
contemplarse en un espejo fijo en la pared. Se podía vender a un gentil el
huevo que la gallina ponía en sábado, pero no se lo podía comer; también se
podía contratar a un gentil para que encendiera una vela o el fuego ese día: se
consideraba ilegal escupir en tierra, no fuera que una hoja de pasto recibiera
irrigación por ese medio; no se permitía que alguien llevara un pañuelo durante
el sábado, a menos que una punta estuviera cosida a la ropa, en cuyo caso ya no
era técnicamente un pañuelo, sino parte de las vestiduras. De este modo Los
rabinos ponían énfasis en los aspectos negativos de su observancia, es decir,
en lo que no había que hacer, y de esta manera magnificaban la importancia de
las formas de la religión mientras le restaban trascendencia a su contenido.
Hicieron del sábado un fin en sí mismo, y convirtieron a los hombres en
esclavos de él. Estos reglamentos negativos y minuciosos sirvieron eficazmente
para oscurecer su verdadero propósito. Este énfasis rabínico sobre su rígida
observancia llegó a su apogeo durante el ministerio terrenal de nuestro Señor,
y en ningún otro aspecto entró Jesús en un conflicto más agudo con los
dirigentes del judaísmo que con respecto a la observancia del sábado. Enseñó
que éste había sido instituido en beneficio del hombre (Mr. 2:27, 28), y
enfatizó los aspectos positivos de su observancia, es decir, en la clase de
actividad que se puede llevar a cabo en ese día. Nada de lo que dijo o hizo se
puede interpretar como opuesto al sábado que aparece en los Diez Mandamientos o
en la ley levítica. Su protesta estaba orientada exclusivamente contra los
abusos que había sufrido el día de reposo en manos de los rabinos, y su
propósito consistió en liberar el día de los pesados reglamentos con que lo
habían sobrecargado (Mt. 23:13). Era su costumbre dedicar el día a su
participación en los servicios religiosos y a la instrucción religiosa (Mr.
1:21; 3:1; Lc. 4:16-27; 13:10), a actividades sociales apropiadas (Mr. 1:29-31;
2:23; Lc.14:1-3) y a obras de misericordia. Llevó a cabo 7 de sus milagros de
sanidad durante el sábado (Mr.1:21-31; 3:1-5; Lc. 13:10-17; 14:1-4; Jn. 5:1-15;
9:1-7). Véase Sábado, Camino de un.

Durante toda la epoca comprendida por el NT, los cristianos guardaron el 7º
día de la semana como su día de reposo. En vista de la gran importancia que
los judíos le adjudicaban, y a la luz de la tormenta de oposición suscitada por
la inobservancia por parte de los gentiles de las prescripciones rituales (Hch.
15; Gá. 2; 3), la más mínima desviación de la observancia del sábado
establecida por el Decálogo, ya sea por parte de Pablo o de cualquiera de los
dirigentes de los tiempos apostólicos, inevitablemente habría producido una
avalancha de protestas similar a la que surgió con respecto a reglamentos como
la circuncisión, a comer con los gentiles y diversas otras disposiciones
relativas a la liturgia (Hch. 11:1-3; 15:1, 2; 21:20, 21; Gá. 3:1; 4:10; 5:1).
Parece imposible que si hubiera habido una contienda acerca de la observancia
del sábado, no haya sido registrada en el NT. Pero los autores del NT guardan
un completo silencio al respecto. Por el contrario, se menciona frecuentemente
que el apóstol Pablo, al recorrer el mundo gentil para proclamar el evangelio,
entraba «en la sinagoga en un día de reposo [sábado]» (Hch.13:14, 44; 16:13;
17:2; 18:4). Se puede argumentar que lo hacía porque estaba seguro de
encontrar en ese día una buena audiencia. Pero, al mismo tiempo, el NT guarda
silencio con respecto a cualquier reunión religiosa cristiana celebrada en el
1er, día de la semana que pueda proporcionar la más mínima evidencia de que los
creyentes de aquel tiempo le adjudicaban alguna importancia especial a ese día.
Entre los pasajes del NT que a veces se citan en un intento de probar la
observancia del 1er, día de la semana por los cristianos de los días
apostólicos, se encuentran Mt. 28:1, Hch. 20:7, 1 Co. 16:2 y Ap. 1:10, pero
cuando se los examina se descubre que estos versículos no proporcionan
evidencia alguna que indique la transferencia de la santidad del 7º día de la
semana al 1º, o que los cristianos de la iglesia primitiva hayan considerado
alguna vez que el 1er día era un día santo. La verdad absoluta es que desde el
principio hasta el fin la Biblia no reconoce otro día fuera del 7º de la semana
como día santo semanal de perpetua obligación. (Para una explicación del
problema presentado en el texto griego de Lc. 6:1, véase CBA 5:726,147, 148.)
Véanse Día del Señor; Primer día de la semana.

440. Ostracon encontrado en Elefantina. La inscripción aramea menciona el
sábado.

La 1a mención al sábado proveniente de fuentes extrabíblicas aparece en un
óstracon con inscripciones, que se encontró en la isla de Elefantina* (fig
440). Estas inscripciones del s V a.C. fueron hechas por colonos judíos que
vivían en la isla, quienes eran mercenarios por cuenta de los persas. En los
registros de las naciones antiguas no se menciona nunca el sábado. El término
bab. shabatu, relacionado por algunos con el 7º día, no era de descanso
semanal, sino el nombre que se le daba al día en que caía la luna llena, y que
se celebraba como festividad una vez por mes. Algunos han visto vestigios de
la existencia del 7º día de la semana en los tabúes especiales adjudicados a
los días 7º,14º, 21º y 28º del mes, que aparecen en las antiguas hemerologías
de Mesopotamia, es decir, en las listas de días propicios y adversos, que
contienen reglas acerca de lo que se debe hacer y no hacer en ciertos días. Es
posible que estas disposiciones reflejen en cierto modo y en forma vaga el
recuerdo de la semana original conocida por los patriarcas. Un estudio de las
prácticas religiosas de las naciones paganas de la antigüedad pone en evidencia
que el politeísmo y la idolatría borraron casi totalmente el conocimiento de
Dios y del verdadero culto. Los paganos se enteraron de la existencia del
sábado por medio de los judíos de la Dispersión.

Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología: SABADO

SÁBADO según la Biblia: (A) Origen.
Según el relato de la creación, Dios reposó en el día séptimo de toda Su obra, y lo bendijo y santificó (Gn. 2:2-3). El término «Sabattu» se halla en cuneiforme sobre las tabletas babilónicas; parece designar un día nefasto, y se aplica también a los días 14, 19, 21 y 28 del mes lunar, además de al séptimo.

«reposo», «cesación de actividad».
Día de reposo instituido divinamente para todos los hombres.
(A) Origen.
Según el relato de la creación, Dios reposó en el día séptimo de toda Su obra, y lo bendijo y santificó (Gn. 2:2-3). El término «Sabattu» se halla en cuneiforme sobre las tabletas babilónicas; parece designar un día nefasto, y se aplica también a los días 14, 19, 21 y 28 del mes lunar, además de al séptimo.

Durante estos días, el rey se debía abstener de ciertas actividades. Se puede ver cómo una tal concepción estaba bien alejada del sábado israelita, que no dependía en absoluto de las fases de la luna.

(B) Institución y objeto:

La primera mención de la institución para Israel de un séptimo día de reposo, consagrado a Jehová, se halla en Éx. 16:23-30. Esta ordenanza fue después incluida en el cuarto mandamiento del Decálogo, estableciéndose allí de manera directa su relación con el cese de la actividad creadora en el séptimo día (Éx. 20:8-11, 31:13-17).

Dios cesó Su obra contemplándola y bendiciéndola; el hombre es llamado a participar de esta bendición, y a cesar también en sus obras, en este día santificado. El reposo del sábado queda así ligado al cumplimiento entero de la obra del hombre:
«Seis días trabajarás, y harás toda tu obra.»

Por otra parte, según Dt. 5:15, el sábado recuerda la liberación de la esclavitud de Egipto: el pueblo se puede gozar de la libertad que le ha otorgado la poderosa mano de Dios.

Todos deben participar de este reposo: padres, hijos, siervos, extranjeros, e incluso las bestias de carga y tiro (Dt. 5:14). El sábado vino a ser un signo peculiar del pacto perpetuo celebrado por el Señor con Israel (Éx. 31:13, 16-17).

(C) Observancia del sábado.
(I) El Decálogo prohibía de manera general llevar a cabo ninguna obra durante este día (Éx. 20:10). La Ley especifica que no se debe encender fuego en las casas, porque las comidas deben ser preparadas el día anterior (Éx. 35:2-3).

El hecho de recoger leña queda considerado como una violación del sábado, y los transgresores son castigados con la muerte (Nm. 15:32-36); de la misma manera, está prohibido llevar cargas (Jer. 17:21-22). Se consideró que viajar durante el sábado era contrario a Éx. 16:29, y que tampoco estaba permitido comerciar (Neh. 10:10-31; 13:15-21; Am. 8:5).

(II) El sábado era el día consagrado al Señor (Éx. 16:23; 35:2). Se debían inmolar, en el santuario, dos corderos, además del holocausto perpetuo de los días ordinarios (Nm. 28:9-10, 13).

Los dos panes de la proposición eran renovados cada sábado (Lv. 24:5-8; 1 Cr. 9:32). El sábado era asimismo contado entre los días de gozo de Israel (Nm. 10:10; cfr. Os. 2:13).

El pueblo tenía que hacer de él su delicia, para tratar de manera particular en este día hacer la voluntad del Señor, santificándolo y honrándolo; el hombre piadoso se cuidaba en aquel día de no hacer su propia voluntad ni decir lo que le salía de sí (Is. 58:13). Era bendecido, santificado por su búsqueda de Dios, y proclamado feliz (Is. 56:2, 4-6; Ez. 20:12, 21).

Es especialmente después del cautiverio que la observancia del sábado cayó en un legalismo extremado. Antíoco Epifanes, el rey perseguidor de Siria, intentó prohibir su celebración (1 Mac. 1:45, 52; 2 Mac. 6:6), pero los israelitas que permanecieron fieles se rebelaron bajo el caudillaje de los Macabeos, manteniéndose estrictos observantes de esta ordenanza.

Al principio de la guerra, los judíos creían que no tenían derecho a defenderse durante el sábado. Las hostilidades comenzaron con la matanza de 1.000 patriotas judíos y de sus familias.

Los supervivientes, resolvieron defenderse si el enemigo los atacaba en día de sábado, pero no pasar a la ofensiva en este día (1 Mac. 2:31-41), incluso si tal actitud favorecía el avance de los paganos.

Más tarde, durante el asedio de Jerusalén, Pompeyo erigió, durante un sábado, arietes y torres. Los judíos no respondieron a la amenaza. Apenas si el sábado había ya acabado, los romanos abrieron una brecha en las murallas (Ant. 14:4, 2 y 3).

En la época de Cristo, los fariseos habían dispuesto normas ridículas acerca del sábado, prohibiendo incluso los gestos de misericordia, y combatían a Jesús porque efectuaba curaciones en sábado.

Sin embargo, los fariseos no consideraban contra la Ley salvar un buey, un asno o una oveja en día de sábado, ni se privaban de abrevar a sus animales (Mt. 12:9-13; Lc. 13:10-17).

Los fariseos no se opusieron sólo a las curaciones, sino también a la recogida fortuita de algunas espigas por parte de los discípulos de Jesús en sábado. El Señor declaró entonces: «El día de reposo fue hecho a causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo» (Mr. 2:23-28).

Por lo que respecta a los esenios, su postura era exacerbada. No podían socorrer a un animal que cayera en un hoyo; ni siquiera podían aliviar las necesidades fisiológicas, por cuanto sus normas les prohibían hacerlo en Jerusalén, y la distancia a que tenían que ir fuera de la ciudad era superior a la de un día de sábado (véase QUMRÁN [ROLLOS DE], VI, Qumrán y los esenios).

(D) Ciclos sabáticos.

Además del séptimo día, había períodos regulares consagrados al reposo, a la adoración de Jehová, a la proclamación de la libertad. Había: el primer día del mes séptimo (Lv. 23:24-25); en este mismo mes, el día décimo (Lv. 23:27, 32), y a partir del día 15, se pasaba una semana bajo los tabernáculos (Lv. 23:39-41); cada siete años se celebraba un año sabático (Éx. 23:10-11; Lv. 25:2-7, 20-22; Dt. 15:1-4; 31:10), durante el cual la tierra misma debía reposar, y los acreedores liberar a sus deudores de sus deudas; todo israelita reducido a la condición de esclavo recuperaba su libertad.

Finalmente, el jubileo tenía lugar en el año cincuenta, después de siete ciclos de años sabáticos. Al final del año sabático se tocaba la trompeta para proclamar el año de gracia (Lv. 25:8-16). (Véase JUBILEO.) Hay algunos testimonios históricos acerca de la observancia del año sabático:

el pacto concertado en la época de Nehemías (Neh. 10:31);

el año 150 de la era de los Seléucidas, esto es, el año 164-163 a.C. (1 Mac. 6:49, 53; cfr. Ant. 12:9, 5);

el año 178 de los Seléucidas, el año 136-135 a.C. (Ant. 13:8, 1; Guerras 1:2, 4);

el decreto de César librando a los judíos de pagar el tributo durante el año sabático (Ant. 14:10, 6; cfr. Tácito, Historias 5:4);

el año 38-37 a.C. (Ant. 14:16, 2; 15:1, 2); y

el año anterior a la caída de Jerusalén, 68-69 d.C. (Talmud). Cfr. asimismo Ant. 11:8, 5 para la época de Alejandro Magno.
El cautiverio había sido predicho entre las maldiciones; durante este tiempo la tierra de Israel disfrutaría de los sábados que no habían sido cumplidos (Lv. 26:34-43).

Jeremías profetizó que Dios castigaría la idolatría del pueblo mediante la devastación del país y la servidumbre de Israel en Babilonia durante 70 años (Jer. 25:7-11).

El autor de Crónicas confirma que la violación de la Ley y la profanación del Templo hicieron sobrevenir sobre los judíos, como Jeremías lo había predicho, el exilio de 70 años, y que durante este período la tierra de Israel disfrutó de sus sábados y reposó (2 Cr. 36:14, 16, 20, 21).

(E) El sábado y el cristianismo.

En los Evangelios y Hechos, el sábado es frecuentemente mencionado en relación con los judíos. En el resto del NT es citado sólo en dos ocasiones (Col. 2:16; He. 4:4) para indicar su significado espiritual y tipológico.

En estos dos pasajes no se afirma en absoluto que debamos observarlo, sino que en la institución sabática del AT podemos ver una imagen del reposo que espera al pueblo de Dios.

Al haber sido comprados con la sangre preciosa de Cristo, todo nuestro tiempo y ser pertenece a Dios. Nadie debe ser juzgado por la observancia de una fiesta, de una luna nueva ni de sábados (Col. 2:16).

En los primeros años de la Iglesia cristiana, había creyentes que seguían haciendo distinción entre días, en tanto que otros los estimaban todos iguales (Ro. 14:5); Pablo no desea que estas divergencias provoquen un quebrantamiento en el espíritu fraternal.

Pero era también normal que la observancia legal del día séptimo dejara paso al reposo constante en Cristo, del que el reposo hebdomadario era sólo una sombra (Col. 2:17). Los que creen, entrarán en este reposo, en el que en principio ya están por la fe (cfr. He. 4:3), pero cuyo cumplimiento definitivo está aún en el futuro (cfr. He. 4:9).

Es deseable que, a fin de tener el tiempo libre deseado para poder frecuentar el culto (He. 10:25) y en vista de un buen equilibrio físico, los cristianos tomen el domingo como festivo, el día del Señor.

Sin embargo, no se trata de un cumplimiento legal del cuarto mandamiento, que es de carácter ceremonial y no correspondiente a la dispensación de la gracia. La verdadera obediencia a Dios por parte del cristiano consiste en vivir todos los días en el reposo espiritual descrito en Hebreos caps. 3 y 4, permitiendo que el Señor sea quien obre en ellos y por medio de ellos.

Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología: SABADO