Comentario de Marcos 5:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Fueron a la otra orilla del mar a la región de los gadarenos.

5:1 Vinieron al otro lado del mar, a la región de los gadarenos — Ya se encuentran en el lado oriental del Mar de Galilea. La región era de gente conocida como de Gedara, una gran ciudad. Sobre esta sección del cap. 5, consúltense Mat 8:28-34 y Luc 8:26-39.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Mar 4:35; Mat 8:28-34; Luc 8:26.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Jesucristo libera al poseído por una legión de demonios, Mar 5:1-12,

entran a los puercos, Mar 5:13-21.

Jairo le suplica que vaya y sane a su hija, Mar 5:22-24.

Sana a una mujer con flujo de sangre, Mar 5:25-34,

resucita de la muerte a la hija de Jairo, Mar 5:35-43.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Mar 6:1-56; Mar 7:1-37; Mar 8:1-30

En la sección mayor, que comienza aquí, Marcos relata incidentes de creencia e incredulidad, llegando al clímax con la confesión de Pedro sobre la deidad de Jesús.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Marcos registra el recuento más completo de la conducta de Jesús con el endemoniado de Gadara. Mateo usa solamente siete versículos, mientras que Lucas relata la historia en once versículos. Marcos es más dado al detalle.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

la región de los gadarenos está ubicada en la orilla este del Mar de Galilea. Gadarenos se usa en Mat 8:28-34, en Luc 8:26, Luc 8:27 y aquí. No existen poblados o pueblos a lo largo de la estrecha orilla este del lago porque hay riscos de más de 300 metros de altura que nacen desde la orilla del agua. Los riscos son menos pronunciados al alejarse más al sur, hacia Gadara, situada a cientos de metros de altura sobre el valle del Jordán.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Capitulo 5.

Curación de un poseso, 5:1-20 (Mat 8:28-34; Luc 8:26-39).
1 Llegaron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos, 2 y en cuanto salió de la barca vino a su encuentro, saliendo de entre los sepulcros, un hombre poseído de un espíritu impuro, 3 que tenía su morada entre los sepulcros y ni aun con cadenas podía nadie sujetarle, 4 pues muchas veces le habían puesto grillos y cadenas y los había roto.5 Continuamente, noche y día, iba entre los monumentos y por los montes gritando e hiriéndose con piedras. 6 Viendo desde lejos a Jesús, corrió y se postró ante El, 7 y, gritando en alta voz, dice: ¿Qué hay entre ti y mí, Jesús, Hijo del Dios altísimo? Por Dios te conjuro que no me atormentes. 8 Pues El le decía: Sal, espíritu impuro, de ese hombre. 9 Y le preguntó: ¿Cuál es tu nombre? El dijo: Legión es mi nombre, porque somos muchos. 10 Y le suplicaba insistentemente que no le echase fuera de aquella región. 11 Como hubiera por allí en el monte una gran piara de puercos paciendo, 12 le suplicaban aquéllos diciendo: Envíanos a los puercos para que entremos en ellos. n Y se lo permitió, y los espíritus impuros salieron y entraron en los puercos, y la piara, en número de dos mil, se precipitó por un acantilado en el mar, y en él se ahogaron. 14 Los porqueros huyeron y difundieron la noticia por la ciudad y por los campos; y vinieron a ver lo que había sucedido. 1S Llegándose a Jesús, contemplaban al endemoniado sentado, vestido y en su sano juicio, el que había tenido toda una legión, y temieron. 16 Los testigos les referían el suceso del endemoniado y de los puercos. 17 Pusiéronse a rogarle que se alejase de sus términos; 18 Subiendo El en la barca, el endemoniado le suplicaba que le permitiese acompañarle. 19 Mas no se lo permitió, antes le dijo: Vete a tu casa y a los tuyos y cuéntales cuanto el Señor ha hecho contigo y cómo ha tenido misericordia de ti. 20 Y él se fue y comenzó a predicar en la Decápolis cuanto le había hecho Jesús, y todos se maravillaban.

Los tres evangelistas vinculan esta escena a la tempestad calmada. Sucede al desembarcar de aquella travesía.
El primer problema que plantea este relato es la divergencia topográfica que se lee sobre el país en que desembarcan. Este es “al otro lado del mar” de Tiberíades (Mt-Mc), “frente a Galilea” (Lc). Y precisan este lugar. Pero aparece con tres variantes: gerasenos, gadarenos y gergeseos. En Mt está críticamente bien establecida la lectura de “gadarenos”; en Mc-Lc, la lectura críticamente bien establecida es la de “gerasenos.” Aunque en todos ellos abundan las otras variantes . Queda, pues, la divergencia doble de “gadarenos” “gerasenos.”
Se sabe por este pasaje que este lugar estaba situado junto al Lago (Mt v.32; Mc par.; Lc v.33), y que, además, estaba enclavado en la Decápolis (Mc v.20).
La “región de los gadarenos” supone una capital, Gadara. La Gadara de la Decápolis era una villa helenística situada al sudeste del Lago. Era llamada “metrópoli de Perca.” 2 Su territorio se extendía hasta el lago de Tiberíades 3. Corresponde su situación al actual Umm Keis, que está 12 kilómetros hacia el sur del lago de Tiberíades y separada de él por un profundo valle, colinas y el río Yarmuk 4.
Mc-Lc ponen la escena en la “región de los gerasenos.” Lc corresponde por capital la ciudad de Gerasa, que formaba parte de la Decápolis y corresponde a la actual Djérash, a 60 kilómetros hacia el sur del Lago 5.
Ante esta divergencia topográfica de Mt y Mc-Lc, ¿cuál es la posible solución? Piensan algunos que la lectura de los “gadarenos” de Mt fuese una interpolación del traductor griego del evangelio aramaico de Mt. Pero parece que la solución sea otra. Dada la preponderancia de las villas más importantes de la Decápolis, los ciudadanos de la confederación podían denominarse por el nombre de la villa que en un momento histórico tuviese la preponderancia en la confederación. Así, esta misma oscilación de preponderancia histórica se prestaba también a una oscilación denominativa no siempre correspondiente al preciso momento histórico de preponderancia 6.
Los autores modernos sitúan, generalmente, la topografía de esta escena en la región que incluye el villorrio en ruinas de Korsi. A unos dos kilómetros al sur de este villorrio está el-Hammi Moqa’edlo. Hay incluso en él “una especie de promontorio, que se adelanta prácticamente hacia el mar,” y en cuya parte superior hay grutas naturales que pudieran haber servido de “tumbas.” 7
Otro problema que se plantea es sobre el número de los endemoniados, pues Mt pone que eran dos, y Mc-Lc uno solo. La tesis ordinaria es admitir dos endemoniados (Mt), porque si Mc-Lc presentan en escena uno solo, no excluyen la existencia del otro. Y es bien sabido que es del estilo de Mt el presentar las categorías en formas plural y dual (Mat 27:44; Mat 20:30; comp. con los otros evang.). Acaso la tradición de Mc-Lc se fijó en el que fue luego hecho “apóstol” de Cristo entre los suyos.
También se propone que el citar dos posesos en vez de uno sea debido a un procedimiento redaccional de “compensación.” Mt omitió la curación de un poseso que cita Mc (Mar 1:21-28), y acaso lo querría incluir aquí. Otros casos en Mt podrían ser semejantes. Mt pone igualmente la curación de dos ciegos (Mat 20:30); en cambio, en el lugar paralelo Mc cita uno. Pero en Mc se cita otra curación de un ciego (Mar 8:22-26), caso que omite Mt.
Cuando Cristo desembarca en esta región, le salen estos endemoniados. Mt es más sobrio y genérico en la descripción, como es su estilo. Mc-Lc lo describen vagabundo por los montes (Mc) y regiones desérticas (Lc), dando gritos, hiriéndose con piedras, morando en “sepulcros” y andando desnudo (Lc). Así llevaba “muchos años” (Lc).
Los escritos rabínicos testifican esta creencia ambiental. Así, “rabí José, al que duerme en los monumentos (sepulcros), lo llama ligado por el demonio” 8, y del que pernocta en los sepulcros se dice que habita en él el “espíritu inmundo” 9.
La ferocidad de estos endemoniados era tal que, para evitar que se hiciesen daño a sí mismos o a otros, ya que atacaban a los caminantes (Mt), les habían atado con cadenas en varias ocasiones, pero las habían roto.
Los rabinos atribuían en ocasiones la enfermedad a influjo mágico o a vejación de demonios. De aquí el usar para la cura medios mágicos o exorcismos. Entre los medios mágicos se usaban, verbigracia, amuletos, en los que se escribían versículos de la Escritura, nombres de demonios, los cuales eran sólo conocidos de los rabinos. El exorcismo se solía hacer por medio de conjuros y encantamientos, mezclados de acciones supersticiosas, o por repetición de palabras sin sentido, pero en cuya acumulación y ritmo se pensaba que estaba el poder. Al oír estas palabras, el demonio debía huir (Hec 19:13-16). Si se resistía, habían de aplicarse otros remedios más eficaces: increpaciones y conminaciones. Para ello existían libros con ritual y fórmulas mágicas (Hec 19:17-19) 10. Las fórmulas de los exorcismos judíos se pretendía que venían del rey Salomón. Para extraer el demonio de un cuerpo empleaban una especie de anillo mágico y la raíz de una planta llamada baaras, que se cogía en los alrededores de Maqueronte y se decía estar dotada de virtudes maravillosas. De ella y su uso habla Josefo 11. Igualmente relata un exorcismo solemne hecho por Eleazar ante Vespasiano y Tito 12. También San Justino habla de estos procedimientos judíos y su poco éxito 13.
Cristo usará para curar a este endemoniado su mandato.
Cuando Cristo desembarcó, Mc describe a su endemoniado viendo y conociendo a Cristo “desde lejos”; viene corriendo y se postra ante él. Y “gritando” le dijo:

“Jesús, Hijo de Dios Altísimo (Mc-Lc),
¿qué hay entre tú y yo?
Te conjuro en nombre de Dios que no me atormentes” (Mc).

La expresión “Dios Altísimo” es usada en los escritos rabínicos para denominar al Dios de los judíos. Se había hecho término usual y casi técnico, desde la época de los Macabeos, para expresar al Dios de Israel. También los paganos conocían al Dios de los judíos bajo este nombre 14. Aunque de suyo no era título mesiánico, en boca de este endemoniado debe de estar usado en este sentido. Pero no es usado aquí en el sentido de filiación divina, pues luego lo conjurará por Dios (Mc).
El valor de la fórmula “¿qué hay para ti y para mí?” (Mc-Lc), aquí significa que no tienen que ver nada entre ellos 15.
El endemoniado “conjura” a Cristo que “no le atormente.” Y Mc añade la razón: “Porque le decía: Sal de ese hombre, espíritu impuro.” Este imperfecto – ”le decía” (ελεγεν) – debe de estar por un pluscuamperfecto – ”le había dicho” – 16. Se concebiría mal una orden de Cristo condicionada y realizada más o menos en forma de exorcismo. Aquí el exorcismo de Cristo es su orden (Lc v.29).
El endemoniado le “conjura” por Dios. Manifiestamente este endemoniado cree en la virtud del nombre de Dios, máxime sobre Cristo, del que reconoce su grandeza y santidad al llamarle “Hijo de Dios.” En la conjuración usa el tipo de resortes judíos 17. El endemoniado quiere contener a Cristo, como si éste viniese a alterar los planes permisivos de Dios.
En Mc-Lc pide el endemoniado que “no le atormente.” ¿En qué sentido? Mt es el que da la explicación: “¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo?” La tradición judía reconocía que los demonios estaban condenados en el infierno, pero admitía que algunos podían ejercer de tentadores y atormentadores de los hombres (Job 1:10.12; Job 2:4). Sólo a la hora del juicio final será terminada esta obra de tentación y daño a los hombres (2Pe 2:4). Esto está especialmente expuesto en los libros apócrifos de Henoc y Jubileos I8. Pero la venida del Mesías comenzaba a contener esta obra demoníaca, como Cristo mismo dijo (Mat 12:28). Esta libertad condicionada de que gozaban antes del juicio final y días mesiánicos, pero de la que ahora ya no van a gozar o la tienen muy constreñida, es por lo que se encuentran “atormentados.” Y al tener su limitación antes del juicio final, es lo que les hace quejarse y temer que Cristo haya venido “antes de tiempo” a “atormentarles.”
Cristo le pregunta, no al endemoniado, sino al demonio, cuál sea su nombre. El conocer el nombre del demonio debía de tener importancia en los exorcismos judíos. En un papiro mágico se pregunta insistentemente al demonio si es demonio “del cielo o del aire.” 19 El hereje Celso pretendía haber visto listas, que los cristianos poseían, con los nombres de los demonios, a lo que atribuía él el poder de los exorcistas cristianos 20. Tener el nombre era, en el mundo mágico, poseer de alguna manera el dominio de la persona cuyo nombre se “poseía.” Se ve la finalidad de esta pregunta de Cristo en aquel ambiente: al no decir el demonio su nombre y decir que son “legión,” el poder de Cristo sobre los demonios aparecerá más claro, por no usar el procedimiento de los exorcistas y por dominar en la colectividad de los “espíritus impuros.” Extraña el que Cristo no sepa el nombre del demonio. Es un elemento redaccional.
El demonio no responde su nombre, pero ensaya ocultarse en la vaguedad de una colectividad. Dice “legión,” porque habían entrado en él muchos demonios. La respuesta no podía pasar de una bravuconearía. Pues constando la “legión” romana de 5.000 a 6.000 hombres, no se puede pensar en semejante invasión en un individuo. Lo que los evangelistas están destacando aquí ya es el poder total de Cristo sobre los demonios, ya que reconocen la sumisión a sus órdenes, pues le “suplicaban insistentemente” que “no los echase fuera de aquella región.” Lo que Lc expresará de otra manera, dando el motivo de aquel deseo: “que no les mandase irse al abismo,” es decir, estar en el infierno, sin las concesiones de libertad tentadora. Es un pensamiento que ya supone la epístola de San Judas (Jud 1:6). El “abismo” como sinónimo de infierno y morada de demonios aparece en el N.T. (Rev 9:1.2.11:2Cr 11:7, etc.) y en los apócrifos 21.
No lejos de allí había una piara de puercos, que Mc valúa en cerca de dos mil. El número no resulta extraño, ya que este puede referirse muy bien a lo que es ordinario: el acoplar en uno todos los diversos rebaños del pueblo para facilitar su pastoreo y guarda.
Los judíos tenían prohibida la cría del cerdo, como animal impuro, pero no por la Ley, sino por la tradición rabínica 22, aunque se ha hecho ver que, en la práctica, esta prescripción era frecuentemente violada 23. Este número de la piara hace suponer una población en gran parte pagana. Se sabe que en las ciudades de Gadara e Hippos, de la Decápolis, había muchos gentiles 24, hasta incluso no ser judíos la mayor parte de las gentes de esta región 25. Aunque la misión de Cristo estaba destinada inmediatamente a los judíos, la excepción benéfica en otras gentes se podía dar, como en el caso de la cananea (Mar 7:24, par.).
Dos preguntas se suelen hacer a este propósito: ¿Por qué los demonios piden entrar en los puercos? ¿Por qué Cristo permite aquí el daño anejo a sus propietarios?
Si los demonios piden, al ser expulsados de los endemoniados, no ser obligados a ir a¡ “abismo,” es decir, a cesar en su tarea de enemistad y odio al establecimiento del reino de Dios, y cuya prueba de su llegada, como Cristo dijo, es la expulsión de los demonios de los poseídos (Mat 12:28, par.), piden también entrar en la manada de los puercos. Era una transacción benéfica para los hombres. Pero, sin duda, pretendían, al impulsarlos con una carrera desenfrenada a despeñarse y ahogarse en el lago, provocar una reacción hostil de las gentes contra Cristo, con las ventajas que de esto pudieran derivarse para su obra de mal. Pero se ve, por otra parte, que su acción en esta piara acusa, de modo más sensible, el movimiento diabólico de, literariamente, “expulsión” e “ingreso,” destacándose así la suprema autoridad de Cristo sobre los espíritus impuros.
El daño que se seguiría en los propietarios no debía de ser tan cuantioso como a primera vista pudiera parecer, ya que no supone que fuese toda la manada propiedad de un solo dueño, sino, como es ordinario, se habrían agrupado los ganados de diversos dueños. Naturalmente, no podrá darse una razón concreta de la permisión de este daño en aquellos dueños. Pudo ser por castigo moral, para quitar un excesivo apego a los bienes. Siempre son razones de providencia. ¿Por qué permite Dios o quiere, v.gr., una inundación, donde se destruirán bienes, se ahogarán rebaños y morirán personas? Pero lo que tiene más valor es la enseñanza teológica que se desprende de esta autorización o permisión de Cristo. “Los evangelistas valoran la importancia de las cosas según un ideal espiritual. Nadie tiene el derecho de imponer a su prójimo el cambio de un bien temporal por un bien espiritual, pero Dios tiene ese derecho: él había permitido a Satán herir a Job en sus bienes e incluso en su carne. Los evangelistas podían recordarse de esto, y se puede concluir que, en su pensamiento, Jesús ejercía el poder de Dios.” 26
Así esta escena viene a presentar a un tiempo a Cristo como Mesías (Mat 12:23.28) y como ejerciendo poderes de Dios: tanto sobre los bienes materiales como sobre el disponer del destino de los demonios en permitirles una acción temporal tentadora o en recluirlos definitivamente en el “abismo” (Lc).
Los pastores, despavoridos ante aquel suceso, en que no podían responder de la custodia de los ganados, partieron a la ciudad y a los campos a dar la noticia. Ante tal suceso, la gente se presentó en el lugar. Se describe el asombro de la gente al encontrarse al endemoniado “sentado a los pies de Jesús, vestido y cuerdo” (Lc-Mc). Ante el asombro, no de la curación del endemoniado, sino de la manada despeñada y ahogada, le rogaron que se “retirase de su región,” pues “estaban sobrecogidos de un gran temor” (Lc). Y el ruego debió de ser repetido e insistente, como lo describe Mc. No deja de ser extraña esta petición. Admitido el milagro, ¿por qué se obra así? Probablemente por el temor a que pudiese haber nuevas pérdidas en sus bienes materiales. Acaso vieron en él a un “profeta” judío que castigaba así el animal para ellos prohibido.
Aunque Mt omite otro rasgo, lo recogen Mc-Lc. Cuando Cristo, a sus ruegos, se embarcaba para retirarse de allí, el endemoniado ya curado le rogaba insistentemente que le dejase estar con él. ¿Por qué le rogaba esto? Seguramente que no era por temor a que, ausente Cristo, volviese a su antiguo estado. El que había ordenado al demonio salir de él le daba con ello la orden de no volver a atormentarle. Pero Cristo no accedió a esta petición. No podía, por propio impulso, seguirle como apóstol o “discípulo.” Pues no lo eligieron ellos a El, sino El a ellos (Jua 15:16). Pero, si no con carácter oficial, de hecho lo hizo su “apóstol” en aquella región. Pues le mandó que fuese a los “suyos” y narrase lo que “Dios ha hecho contigo.” Fuera de Palestina no había el peligro de levantamientos mesiánicos. Por eso aquí le manda publicar esta obra de Dios, mientras que en Palestina les prohibía el manifestar sus milagros. Algo puede orientar esto sobre el “secreto mesiánico.”
Este hombre curado vino a ser como constituido “apóstol” de Cristo en aquellas regiones. El poder de Cristo sobre los espíritus impuros, hecho con autoridad propia, le presentaba en una esfera distinta de los exorcistas judíos. ¿Quién era? Esta fue la buena nueva que anunció este “poseso” ya curado por “toda la ciudad” (Lc) o por la Decápolis (Mc). Esta divergencia puede ser debida a que Lc dé una mala traducción de la palabra aramea mediría’, que en la lengua palestinense significaría “provincia.” La traducción de Mc es la lógica: en la (provincia) Decápolis 27.
Esta era, originariamente, una federación de 10 ciudades helenistas, situadas en Transjordania, excepto Escitópolis, que estaba en Cisjordania, y que fueron separadas del territorio judío por Pompeyo el 64 a.C. Posteriormente se les unieron otras ciudades, aunque conservándose para el título oficial de la federación el nombre de Decápolis. Gozaban estas ciudades de determinados derechos y autonomía, aunque en esta época estaban bajo el dominio del Cesar, mediante su propretor de Siria o procurador de Judea 28.
Siendo la mayor parte de esta región gentil y habiendo sido Cristo enviado a predicar a “las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mat 15:24), al venir Cristo a esta región, probablemente vino a causa de los grupos judíos que en ella vivían 29, si no es que venía, como en otras ocasiones, buscando un pequeño retiro. Pero, si el beneficio fue hecho en la casa de Israel, si este endemoniado de Mc era judío, redundó luego en toda la Decápolis. Acaso lo anunció primero a los grupos judíos (Mc v.19: Señor = Adonai). Pues, al oír lo que el curado decía en esta región, “se maravillaban” (Mc). Con ellos se hacía la Luz en las tinieblas de la gentilidad y se veía la proximidad del reino. La enseñanza doctrinal del pasaje es clara: el absoluto dominio de Cristo sobre los demonios, expulsándolos y sometiéndolos a sus órdenes. Lo que era presentarse como el Mesías, instaurador del Reino, pues “si yo arrojo con el Espíritu de Dios a los demonios, es que ha llegado a vosotros el reino de Dios (Mat 12:28). Y hasta se presenta a Cristo como Dios, al disponer de los bienes materiales y del destino de los demonios, sometidos en todo a sus órdenes.
Esta escena es objeto de diversas interpretaciones 30. La diferencia sintética redaccional de Mt frente a Mc-Lc es perceptible. Sin duda hay en ella elementos adventicios de relleno a lo que debe de ser primitivo; es el caso de una posesión o enfermedad semejante, conforme al ambiente, sobre la que se da la enseñanza. ¿Acaso este “endemoniado” o loco pudo un día espantar o perseguir parte de un rebaño de cerdos, lo que provocó el despeñarse y ahogarse algunos en el Lago? El pasaje de los cerdos despeñados parece tener especialmente un valor simbolista: el demonio a petición propia va a una piara de cerdos, que era animal “impuro”; con ello se califica a los demonios. En el “despeñar” a los cerdos se destacaría que toda obra diabólica es de maldad. Y al despeñarse cerdos-demonios en el Lago-Abismo-Inflerno se plastificaria mejor el poder de la victoria de Cristo en su lucha contra los poderes demoníacos, en la hora de la instauración de su Reino. Mt más esquemático está más elaborado (v.29). En este v. se percibe la confesión de la divinidad de Cristo. Es la confesión de la fe de la Iglesia. El demonio no va a “conjurar” a Cristo-Dios por Dios, que no le “atormente.”

Resurrección de la hija de Jairo y curación de la hemorroísa,Mat 5:21-43
(Mat 9:18-26; Luc 8:40-56).
Ambos milagros, y entrelazados, los relatan los tres sinópticos. Pero “la superioridad del relato de Mc es innegable: la vivacidad del relato, la precisión de detalles, la traza de los personajes, demuestran el testigo ocular que ha notado con cuidado en su memoria todas las actitudes: la de Jesús, las de los discípulos, las de los dos suplicantes, las de la turba. Tenemos ciertamente, en el texto de Mc, la tradición más antigua, más fiel, más viva.” 31

21 Habiendo Jesús ganado en la barca la otra ribera, se reunió una gran muchedumbre. él estaba junto al mar. 22 Llegó uno de los jefes de la sinagoga llamado Jairo, que, viéndole, se arrojó a sus pies 23 Y le rogaba diciendo: Mi hijita está muriéndose; ven e impónle las manos para que sane y viva. 24 Se fue con él, y le seguía una muchedumbre, que le apretaba. 25 Una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años 26 y había sufrido grandemente de muchos médicos, gastando toda su hacienda sin provecho alguno, antes iba de mal en peor, 27 como hubiese oído lo que se decía de Jesús, vino entre la muchedumbre por detrás y tocó su vestido; 28 pues se decía: Si tocare siquiera su vestido, seré sana. 29 Al punto se secó la fuente de la sangre, y sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal. 30 Luego Jesús, sintiendo en sí mismo la virtud que había salido de El, se volvió a la multitud y dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos? 31 Los discípulos le contestaron: Ves que la muchedumbre te aprieta por todas partes, y dices: ¿Quién me ha tocado? 32 El echó una mirada en derredor para ver a la que lo había hecho, 33 y la mujer, llena de temor y temblorosa, conociendo lo que en ella había sucedido, se llegó y, postrada ante El, declaróle toda la verdad. 34 Y El le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y seas curada de tu mal. 35 Aún estaba El hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿por qué molestar ya al Maestro? 36 Pero, oyendo Jesús lo que decían, dice al jefe de la sinagoga: No temas, ten sólo fe. 37 No permitió que nadie le siguiera más que Pedro, Santiago y Juan el hermano de Santiago. 38 Llegados a casa del jefe de la sinagoga, ve el gran alboroto de las lloronas y plañideras, 39 y, entrando, les dice: ¿A qué ese alboroto y ese llanto? La niña no ha muerto, duerme. 40 Se burlaban de él; pero El, echando a todos fuera, tomó consigo al padre de la niña, a la madre y a los que iban con El, y entró donde la niña estaba; 41 y tomándola de la mano, le dijo: “Talitha, qum[i],” que quiere decir: Niña, a ti te lo digo, levántate. 42 Y al instante se levantó la niña y echó a andar, pues tenía doce años, y se llenaron de espanto. 43 Recomendóles mucho que nadie supiera aquello, y mandó que diesen de comer a la niña.

Para facilitar el estudio se consideran ambos milagros por separado.
Resurrección de la hija de Jairo. – Esta escena está ligada a la anterior por un tiempo corto, como supone la narración. Cristo reembarca “en el otro lado del mar” de Tiberíades. Debe de ser en Cafarnaúm. Mt-Mc dicen que allí se le reunió una gran muchedumbre, pero Lc acaso refleja mejor la proximidad cronológica de estas escenas, al decir con su fórmula usual rotunda: “pues todos le estaban esperando.”
En efecto, al desembarcar, y cuando aún El estaba “junto al mar” (Mc), llegó a él “uno de los jefes de la sinagoga” (είς των άρχισυναγώγων). La fórmula usada debe de indicar genéricamente que era uno de los miembros distinguidos de la sinagoga. Al menos no se dice explícitamente que fuese el jefe de ella (rosh hakene-seth), ni exige suponer que hubiese allí varias sinagogas y que éste fuese el jefe – ”archisinagogo” – de una de ellas. El uso en esta época de palabras compuestas con esta partícula (αρνί) sólo indica que se trata de un miembro principal o distinguido de la sinagoga (Hec 13:15; Hec 14:2). En Mt se dice sólo un personaje (αρχών εiς) cualquiera (Mat 20:25), que puede ser un jefe de sinagoga.
Se llamaba Jairo, nombre bastante usual. Llegándose a Cristo, se “postró” ante El, e insistentemente le rogaba que viniese a su casa e “impusiese sus manos” sobre su hija “única” (Lc), de doce años, que estaba muriéndose, para que la curase. Mc y Lc, que describen dos mensajes de súplica, ponen que se estaba muriendo; Mt, que sólo pone uno, lo centra en la muerte y muerta. Mt, conforme a su procedimiento “sustancial,” de abreviación, pone en boca de Jairo el que su hija acaba de morir (άρτι έτελευτησεν). Mc-Lc ponen que está en las últimas, porque relatan dos comunicados: la enfermedad y la muerte de la hija. Probablemente Mt lo presenta abreviadamente así, porque, cuando Cristo va a casa de Jairo, la joven está muerta.
Si Jairo ruega a Cristo que, para curar a su hija, “venga a su casa” y le “imponga sus manos,” no indica, lo primero, más que Jairo tenía un conocimiento imperfecto del poder de Cristo, pues no pensaba en una curación a distancia, lo que contrasta más con la fe del centurión de Cafarnaúm (Mat 8:5ss, par.); pero, en cambio, el pedirle que imponga sobre ella sus manos, no era otra cosa que evocar el rito tradicional de curaciones milagrosas (2Re 5:11), que también usaba Cristo (Mar 6:5; Mar 8:23.25), y fórmula con la que le pedían frecuentemente las curaciones (Mar 7:32; Mar 10:13; Luc 18:15; etc.). ¿Acaso piensa en un rito mágico? (Mat 14:36).
Aún estaba rogándole que curase a su hija, cuando vinieron de su casa a comunicarle la muerte de la niña, por lo que no molestase más al Maestro. Era la fe imperfecta, que pensaba requerirse la presencia física para la curación. Es lo que hizo exclamar a Marta, la hermana de Lázaro, después de la muerte de éste, dirigiéndose a Cristo: “Si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano” (Jua 11:21). La prueba le resultaba especialmente dura a Jairo, cuando acaba de presenciar la curación de la hemorroísa. Es un contraste acusado en dos actitudes de fe.
Pero Cristo, al oír esto, sólo le recomienda que tenga fe. Era ésta la que iba a crear el clima en que El ejercía las curaciones, y que, por faltar tantas veces, no realizó milagros. Y vino a su casa. Pero no permito que le siguiera nadie de la turba que le rodeaba, más que tres apóstoles: Pedro, Santiago y Juan. Estos tres aparecen como privilegiados testigos de la Transfiguración y Getsemaní.
Al llegar a la casa mortuoria, se encontraron con todo el “rito” de lloronas a sueldo, ya evocadas por Jeremías (Jer 9:17-18), que a gritos, y desparramandose el cabello, mostraban el dolor y cantaban las alabanzas de la difunta; y junto con ellas los flautistas (Lc), que acompañaban con notas estridentes y lúgubres aquella escena. Y, según el Talmud, aun el israelita más pobre estaba obligado a alquilar dos dos flautistas y una llorona para celebrar el velorio de su mujer 32. Acabando de morir, ¿ya estaba a punto todo este “ritual”? ¿Puede ser un retoque literario complementario usual?
Por eso, a la presencia de esto, les dice que todo sobra, porque la niña “no ha muerto, duerme.” El uso eufemístico del sueño por la muerte es usual al pueblo judío. Así anunció Cristo la muerte de Lázaro (Jua 11:11.14). En las tumbas judías de Roma se lee frecuentemente: “Que en paz (sea) tu sueño” 33. Pero aquí el contraste entre muerte y sueño no permitía la interpretación eufemística. Y, sabiendo aquellos mercenarios fúnebres la realidad de la muerte de la niña, se rieron de Cristo. Pero ¡dormía! Porque El precisamente venía a despertarla. Igual que hizo con Lázaro (Jua 11:11).
Sólo permitió penetrar en la habitación de la niña muerta a sus padres y a sus tres apóstoles. Y “a todos los demás los echó fuera” (Mc).
Y, acercándose al lecho, tomó a la niña de la mano, y le dijo unas palabras aramaicas que Mc-Pedro conservaron: “ταλιθά χοΰμ,” que significa: “Niña, levántate.” Lo que Mc traduce para sus lectores étnico-cristianos. Mc intercala en la versión de la fórmula el “(Yo) a ti te digo,” para destacar la autoridad de Cristo. Un tema eje de los evangelios.
Y al instante la niña se levantó y echó a andar. Mc-Lc harán ver la posibilidad de esto, pues tenía ya doce años. Y Cristo mandó que diesen de comer a la niña. Tenía esto dos finalidades: una apologética, demostrar aún más la verdad de la resurrección (Luc 24:41-43), y otra demostrar la duplicidad del milagro: no sólo la había resucitado, sino curado; la necesidad de comida le haría ver la perfecta salud que ya gozaba.
Hecho el milagro recomienda insistentemente que no se divulgue. Es el “secreto mesiánico” marcano. A esto mismo obedeció el echar de la cámara a todos, excepto a los padres de la niña. Buscaba con este silencio el que no se excitasen extemporáneamente los ánimos mesiánicos. Precisamente en aquel ambiente de expectación mesiánica flotaban, confusamente, diversos signos sobre la aparición del Mesías. Y entre éstos, uno de los que flotaba diversamente interpretado era la resurrección de los muertos y su relación con los días mesiánicos 33. La resurrección de un muerto podía encender, mejor que otro hecho, la explosión mesiánica. Esta parece ser la diferencia de conducta de Cristo ante la curación de la nena, cuya confesión El mismo provoca, y esta resurrección, a cuyo milagro El impone secreto. Es verdad que no era fácil que se guardase el secreto en aquel caso. La muerta iba a aparecer viva. Pero siempre se vería que él no buscaba la exhibición mesiánica, y que en aquel momento permitía evitar aclamaciones y turbulencias.
El milagro de la resurrección de un muerto evocaba el poder divino en él. Pero no al estilo de un profeta que invocaba el nombre de Dios (2Re 5:11). Aquí aparece hecho con simplicidad y autoridad. él, sin más, le manda resucitar. Mc tiene buen cuidado de matizar esto al hacer la traducción de la fórmula aramaica “Joven, levántate,” intercalando, como recuerdo e interpretación, el “(Yo) a ti te digo, levántate,” lo que omite Mt. Pero el poder de la vida es poder reservado a Dios en el A.T. Es éste un modo de presentarse Cristo como Dios.
Curación de la hemorroísa. – Los tres evangelistas relatan esta curación intercalada entre la petición de la curación de la hija de Jairo y la ida de Cristo a su casa. El relato hace ver que fue precisamente en este intervalo cuando se realiza esta curación.
Es una mujer que padecía ya doce años “flujo de sangre.” Debía de ser de cierta posición social, pues había consultado “muchos médicos” y “gastado toda su hacienda” con ellos. Sólo Mc-Lc narran estos detalles. Pero se ve el juicio distinto que dan Mc y Lc. Este, “médico,” sólo dice que, después de “haber gastado en médicos toda su hacienda, no había podido ser curada por ninguno”; pero, en cambio, Mc refleja mejor, sin prejuicios de clase, lo que significaron aquellas consultas curandiles para aquella pobre mujer, pues dice que “había sufrido grandemente de muchos médicos” y gastado toda su hacienda “sin provecho alguno, antes iba de mal en peor,” no sólo por la inutilidad de aquellos remedios, sino, en parte, causados por los mismos.
Estas múltiples consultas habían sido hechas no solamente por la esperanza guardada en todo enfermo, sino por una cierta manía oriental. Plinio habla de una “turba medicorum” consultada 34. Todavía en el año 1929 escribía Lagrange: “Es aún hoy una molesta costumbre de Oriente el llamar para los enfermos el mayor número posible de médicos.” 35
Los procedimientos usuales eran una mezcla de superstición. El Talmud recoge muchas de estas prescripciones ridículas usadas precisamente para curar este tipo de enfermedad. Así se lee: “Tomad el peso de un denario de goma de Alejandría, el peso de un denario de azafrán de jardín; machacadlos juntos y dadlos con vino a la mujer hemorroísa.” Si esto no da remedio, se le ofrecen otros procedimientos semejantes. Y llegan hasta darle gritos diciendo que está curada. También se menciona este procedimiento: “Se cavarán siete hoyos, en los cuales se quemarán sarmientos de viñas no podadas, y la mujer (hemorroísa), teniendo en su mano un vaso de vino, se sentará sucesivamente al borde de cada hoyo, y se le dirá, haciéndola levantar: “[Cura de tu flujo!” Y también se ponen en juego recetas en las que intervienen cenizas de huevo de avestruz o excrementos de animales 36. De esa primitiva medicina, que era curandería, se llega a decir en el Talmud: “El mejor médico está destinado al infierno.” 37 Compárese esto con los procedimientos de Cristo.
Habiendo oído esta mujer la fama curativa de Cristo, apeló, desesperada ya de médicos, al recurso a él. Sólo pensó en tocar su vestido, porque creía que con ello curaría. Pero Mt-Lc dicen que lo que deseaba tocar era la “franja de su manto.” Este término griego usado (χρασπέδον) lo mismo puede significar el “ruedo” del manto o vestido, que las “borlas” o “flecos” (tsitsith) 38, que se usaban en los cuatro ángulos de los vestidos para acordarse de los mandamientos de la Ley (Num 15:37-40; Deu 22:12) y ponerlos por obra 39.
Si la hemorroísa pretende venir clandestinamente a Cristo “por detrás” (v.27) y como robarle o sorprenderle un milagro, era debido al tipo de impureza legal que significaba su enfermedad (Lev 15:25), ya que otros enfermos “tocaban” a Cristo para curar (Mar 3:10). Las prescripciones rabínicas sobre este tema, para aislar a la mujer a fin de que no “contagiase” su impureza legal, llegan a lo neurótico. Para ello, el Talmud dedica un tratado entero: elNidda (impureza “reglar” de la mujer).
Cuando Cristo iba a casa del “archisinagogo” para curar a su hija, tiene lugar esta escena. Iba acompañado de una gran multitud, que le “apretujaba.” En las callejuelas del viejo Oriente, el entusiasmo despertado por Cristo hacía que la multitud, empujándose por acercarse, le “apretujase.” Entre esta turba se mezcló la mujer angustiada y tocó con fe el vestido del Señor. Y al punto se hizo su curación.
Cristo se vuelve preguntando quién le ha “tocado,” porque “he sentido que de mí salió virtud.” Y “miraba en torno suyo,” – es la clásica “mirada circular” del estilo de Mc – como queriendo descubrir quién había sido. Si Cristo obra así, no es por ignorancia, sino por elevar y confirmar la fe de aquella mujer, haciéndole ver que no fue la curación por un contacto supersticioso, sino por efecto de la fe. Ante esto, los “discípulos” (Mc), y más en concreto Pedro (Lc), se extrañan de esta pregunta, pues todos le “apretujaban” y nadie se había acercado a El con gestos o modos especiales (Lc). Pero Cristo insistió en su afirmación. San Agustín lo expresó en una fórmula excelente: “Los otros le oprimen, ésta toca.” 40
Ante esto, la mujer se postró ante El (Mc) y le confesó, lo mismo que ante todo el pueblo (Lc), la causa por que había obrado así y la curación que instantáneamente había logrado.
Mc-Lc hacen un relato a este propósito que ha preocupado antes a algunos exegetas sobre la “ciencia” de Cristo. Al acercarse a El con fe esta mujer y ser curada, Mc, aún más que Lc, lo narra así: “Luego Jesús, sintiendo en sí mismo la virtud que había salido de El, se volvió y dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos?”
¿Supone esto que Cristo no tenía esa “plenitud” de conocimiento que la teología enseña? No es esto lo que se va a concluir de este relato. El evangelista relata de un modo sencillo, popular, el hecho de que Cristo “sintió en sí mismo” la virtud que de El salía, pero no de un modo mágico ni como una “sensación” inesperada, sino queriéndolo y autorizándolo él. Aun dentro del rigor teológico, tiene su exacta explicación por su ciencia “experimental.” Pero “parece que Marcos ha querido oponer al conocimiento experimental sensible de la mujer el conocimiento intelectual de Jesús.” 41
El que Cristo no prohiba aquí la divulgación del milagro se explica por la misma naturaleza oculta de la enfermedad.

1 Nestlé, N.T. graece et latine, ap. crít. a estos lug. – 2 Josefo, Antíq, XVII 11:4; De bello iud. II 6:3; IV 8:3. – 3 Josefo, o.c., III 3:1. – 4 Abel, Géograpku de la Palest. (1938) II p.323. – 5 cf. Dorado, Praelect. bib. X. T. (1947) p.615-616. – 6 Abel! o.c. II p.146; Koursi, en Journal of Palestine Oriental Society (1927) 112ss. – 7 F. Truyols, Vida dejesucnsto (1954) p.316; para otras hipótesis topográficas, – 8 Terumoth I 40:2. – 9 Hagiga I 13:2; Rodewyk, De daemoniacis: VD (1960) 301-306; Ayuso, en Est. Bib. (1934) 374-384, sobre el demonio como “espíritu impuro”; Balducci, Gli in-demoniati (1959). – 10 Tamborino, De antiquorum daemonismo (1909) p.ll. – 11 De bello iud. VII 6:3. – 12 Antiq. VIII 2:5. – 13 Apol. II 6; cf. Dial. – 14 Hec 16:16.17; Josefo, Antiq. XVI 6:2. – 15 Sobre el valor de esta expresión, cf. Comentario a Jua 2:4. – 16 SMIT, De daemoniacis. (1913) p.377; BLASS, Grammatik. (1902) p.!93ss. – 17 Hec 19:13; Deissmann, Bibelstudien (1895) p.25ss. – 18 Henoc XV-XVl;Jubil. X 8; Bauernfeind, Die Worte der Damonen in Markuse-vangelium (1927) p.23ss.34ss.69ss. – 19 Tamborino, De antiq. daemonismo (1909) p.ll. – 20 Orígenes, Contra Celsum VI 40. – 21 Libro de Henoc XVIII 11-15; X 6, etc. – 22 Strack-B., Kommentar. I p.492ss; cf. Lev 11:7. – 23 Rev. Bib. (1908) 549 nota 1. – 24 Josefo, Antiq. XVII 11:44. – 25 Josefo, De bello iud. II 18.1.5. – 26 Lagrange, évang. s. St. Marc (1929) p.138. – 27 Black, An Aramaic Approach to the Gospels and Acts (1945) p.ll. – 28 Josefo, Antiq. XIV 4:4; Abel, Geographie de la Palest. (1938) II p.145-146; Szczepanski, Geogr. hist. Palestinae antiquae (1928) p.261-268; Dict. Bib. II 1333-1336. – 29 Josefo, De bello iud. II 18:5. – 30 Sobre las explicaciones racionalistas de este pasaje, cf. Smit, De daemoniacis. (1913) p.335-427; E. Lohmeyer, Das Evangelium des Markus (1957) p.99, ve en ello una lección práctica sobre los incrédulos empedernidos, que prefieren los animales impuros a Cristo; T. A. Burkill, Concerning Mc 5:7 and 5:18-20: Studia Theol. (Lund 1958); J. A. Kleist, The Gadarene Demoniaes: The Cath. Bibl. Quart. (1947) 101-105; H. Shalin, Die Perikope gerasenischen und der Plan der Markusevangeliums: Studia Theol. (Lund 1964) 159-172; J. Loyw, De Bezetene en de Kudde (Mar 5:1-20): NedTTs (1958) 59ss; P. Lamarche, Le possede de Cerosa (Mat 8:24-34; Mar 5:1-20; Lev 8:26-39): Nouv. Rev. Theol. (1968) p.581-597. – 31 Pirot, évang. s. St. Marc (1946) p.458. – 32 Citado en Schuster-Holzammer,//¿rt. Bib., vers. esp. (1935) II p.212 nota 1. – 33 Schürer, Gemeindeverfass der Juden in Rom p.33-35. – 33 Lagrange, Le Messianisme. (1909) p.!76ss. – 34 Plinio, Nat. Hist. XXIX 5. – 35 Lagrange, évang. s. St. Marc (1929) p.140. – 36 Talmud bab. 110a; STRACK-B., Kommentar. I p.520ss. – 37 Qiddushin IV 14. – 38 Berakoth Y. 3a; Bonsirven, Textes rabbiniques. (1955) n.392.2110. – 39 Strack-B., Kommentar. excurs.12 t.4 p.277-292; Bonsirven, Textes rabbini-qiies. (1955) p.731. Indexanalytique-lexique, “Franges,” donde se expone la legislación rabínica sobre todo esto. – 40 “lili premunt, ista tetigit” (Serm. II 45). – 41 Lagrange, évang. s. St. Marc (1929) p. 140-141.

Fuente: Biblia Comentada

al otro lado del mar. La orilla oriental del Mar de Galilea (cp. Luc 8:26). la región de los gadarenos. Una mejor traducción en Marcos sería «gergesenos» en lugar de «gadarenos». Muy probablemente se refiere la pequeña población actual de Gergesa (o Khersa, Kursi; vea la nota sobre Mat 8:28) la cual se encontraba a mitad de camino de la costa oriental. «La región de» se refiere al área que incluía a Gergesa y estaba bajo la jurisdicción de la ciudad de Gadara, la cual se encontraba a unos 9 km al SE del Mar de Galilea. De aquí el por qué Lucas se refirió a la región como de los gadarenos (Luc 8:26; Luc 8:37).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

5:1 Vinieron al otro lado del mar, a la región de los gadarenos — Ya se encuentran en el lado oriental del Mar de Galilea. La región era de gente conocida como de Gedara, una gran ciudad. Sobre esta sección del cap. 5, consúltense Mat 8:28-34 y Luc 8:26-39.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LA EXPULSIÓN DE LOS DEMONIOS

Marcos 5:1-13

Llegaron a la otra orilla del lago, al territorio de los gerasenos. En cuanto Jesús desembarcó, Le salió al encuentro de las tumbas un hombre dominado por un espíritu inmundo. Este hombre vivía entre las tumbas. Nadie había sido capaz nunca de atarle con una cadena, porque muchas veces le habían atado con grillos y con cadenas, pero él se soltaba haciendo añicos las cadenas y los grillos, y no había nadie que fuera suficientemente fuerte para dominarle. Estaba siempre, noche y día, por las tumbas y por los montes, gritando y rajándose con las piedras. Vio a Jesús cuando estaba todavía a mucha distancia, y corrió y se arrodilló delante de Él.
-¿Qué tenemos Tú y yo que ver el uno con el otro? -dijo- ¡Jesús, Hijo del Dios altísimo! Te conjuro por el nombre de Dios que no me atormentes.
Eso lo decía porque Jesús le había estado ordenando al espíritu inmundo que saliera del hombre. Y entonces Jesús le preguntó:

-¿Cómo te llamas?

Me llamo Legión -Le contestó el hombre-, porque somos muchos.
Y siguió pidiéndole a Jesús con muchas súplicas que no los enviara fuera del país.
Había una gran piara de puercos paciendo en la ladera de la montaña. Y los espíritus Le pidieron a Jesús:

Envíanos a los puercos para que entremos en ellos.

Y Jesús les permitió que entraran en los puercos. Y los espíritus inmundos salieron del hombre y entraron en los puercos, y toda la manada -había como dos mil animales- se lanzaron por un precipicio al lago, y se ahogaron.

Aquí tenemos una historia gráfica y bastante macabra. Es la clase de historia en la que tenemos que esforzarnos por leer entre líneas, porque representa una forma de pensar que era muy familiar entre la gente de Palestina en los días de Jesús, pero que nos resulta sumamente extraña.
Si esto se ha de tomar en estrecha relación con lo que precede -y esa era la intención de Marcos-, debe de haber sucedido ya muy tarde por la tarde o hasta ya entrada la noche. La historia resulta todavía más fantástica y misteriosa si tenemos en cuenta que tuvo lugar en las sombras de la noche.

El versículo 35 nos dice que era ya tarde por la tarde cuando Jesús y Sus amigos se hicieron a la Marcos El lago de Galilea tiene 20 kilómetros por lo más largo, y 11 por lo más ancho. En el lugar de nuestra historia hay unos 8 kilómetros de lado a lado. Habían hecho el viaje; y, durante la travesía, se habían enfrentado con la tormenta y habían conseguido por fin llegar a tierra. Era una parte de la orilla del lago en la que hay muchas cuevas en la roca caliza, muchas de las cuales se usaban como

tumbas. En sus mejores momentos era un paraje misterioso; cuando caía la noche tiene que haber sido verdaderamente macabro.

De las tumbas vino corriendo hacia ellos un hombre poseído por el demonio. Era un lugar especialmente adecuado para él, porque los demonios, según se creía entonces, vivían en los lugares sucios, en sitios solitarios y desolados y entre las tumbas. Era en medio de la noche y antes del canto del gallo cuando los demonios estaban especialmente activos. Era peligroso dormir a solas en una casa vacía por la noche; saludar a cualquier persona en la oscuridad, porque podría ser un demonio; salir por la noche sin una luz o una antorcha era arriesgarse demasiado. Aquel era un lugar peligroso, y una hora peligrosa, y el hombre era un hombre peligroso.
Hasta qué punto. este hombre se sentía poseído se ve por su manera de hablar. Algunas veces usa el singular como si fuera él mismo el que hablaba; pero otras usa el plural, como si todos los demonios estuvieran hablando. Estaba tan convencido de que tenía demonios que sentía como que hablaban por medio de él. Cuando Jesús le preguntó cómo se llamaba, contestó que Legión. Probablemente había dos razones para aquello.

Una legión era un regimiento romano de 6,000 soldados. Probablemente aquel hombre había visto una de aquellas legiones romanas en marcha por la carretera, y estaba convencido de que tenía una legión de demonios dentro. En cualquier caso, los judíos creían que ninguna persona podría sobrevivir si se diera cuenta del número de demonios que la rodeaban. Eran «como la tierra que se echa alrededor de un bancal cuando se planta.» Había un millar a la mano derecha de un hombre y diez millares a su izquierda. La reina de los espíritus femeninos tenía no menos de 180,000 seguidoras. Había un dicho judío: «Una legión de espíritus dañinos está acechando a las personas,» diciéndoles: «¿Cuándo caerán estos en las manos de una de estas cosas y le apresarán?» Sin duda este desgraciado sabía todas estas cosas, y su pobre mente peregrina estaba segura de que una masa de aquellos demonios había hecho en él su residencia.

Además, Palestina era un país ocupado. Las legiones romanas, cuando más salvajes e irresponsables, podían a veces ser culpables de atrocidades que le helarían a uno la sangre. Bien puede ser que este hombre hubiera visto, y hasta tal vez experimentado, cómo sus seres amados sufrían los asesinatos y la rapiña que acompañaban a veces a las legiones. Bien puede ser que fuera alguna terrible experiencia así la que le hubiera dañado la mente. La palabra Legión conjuraba en él una visión de terror y muerte y destrucción. Estaba convencido de que tenía dentro demonios de esa clase.

No podremos ni empezar a entender esta historia a menos que veamos lo grave que era el caso de este hombre. Está claro que Jesús intentó más de una vez curarle. El v. 8 nos dice que Jesús había empezado usando Su método habitual una orden de autoridad al demonio para que saliera. En esta ocasión no fue suficiente. A continuación, le preguntó a aquel demonio cómo se llamaba. Siempre se suponía en aquel tiempo que, si se podía descubrir el nombre de un demonio, se adquiría un cierto poder sobre él. Una antigua fórmula mágica decía: » Te conjuro, cualquier espíritu demoníaco que seas, que digas quién eres.» Se creía que si se sabía el nombre, el poder del demonio quedaba quebrantado. En este caso aun aquello no resultó suficiente.
Jesús vio que no había nada más que una matrera de curar a este hombre -y era darle una demostración indudable de que los demonios habían salido de él, por lo menos indudable en tanto en cuanto concernía a su propia mente. No importa si creemos en la posesión diabólica o no; aquel hombre sí creía. Aun en el caso de que todo fuera una invención de su mente desquiciada, los demonios eran para él algo muy real. El doctor Randle Short, hablando de la supuesta mala influencia de la Luna (Sal 121:6 ) que ha quedado en palabras como lunático y alunado, dice: » La ciencia moderna no reconoce ningún daño particular que produzca la Luna. Sin embargo es una creencia muy extendida que la Luna afecta realmente la mente de las personas… Es bueno saber que el Señor nos puede librar de los peligros imaginarios tanto como de los reales. A menudo los imaginarios son más difíciles de afrontar.»

Este hombre necesitaba liberación; ya fuera liberación de la posesión diabólica real, o de una ilusión sumamente poderosa, no importa. Aquí es donde entra la manada de cerdos. Estaban paciendo en la ladera de la colina. El hombre sentía que los demonios estaban pidiendo que no se los destruyera del todo, sino que se los enviara a los cerdos. Todo ese tiempo estaba dando gritos y alaridos y experimentando paroxismos que eran señales de su mal. De pronto, cuando sus chillidos alcanzaron una intensidad superior, toda la manada salió huyendo y se precipitó por una ladera escarpada en el Marcos ¡Allí estaba la prueba que el hombre necesitaba! Esto era casi la única cosa del mundo que podía convencerle de que estaba curado. Jesús, como sabio médico que entendía con tanta amabilidad y simpatía y psicología la mente enferma, usó aquel acontecimiento para ayudar a aquel hombre a recuperar su sanidad, y su mente turbulenta recuperó la paz.
Hay personas excesivamente detallistas que culpan a Jesús por devolverle la salud a un hombre a costa de la muerte de unos cerdos. No cabe duda de que es una manera muy ciega de ver las cosas. ¿Cómo puede llegar a compararse el destino de los cerdos al de una persona con un alma inmortal? No tenemos ningún reparo, supongo yo, en que nos pongan carne de cerdo para la comida, ni la rechazamos porque haya supuesto la vida de un animal. Sin duda, si matamos animales para no pasar hambre, no podemos presentar ninguna objeción si la salvación de la mente y el alma de una persona supuso la muerte de una manada de esos mismos animales. Hay una sensiblería blandengue que languidece de lástima por el daño que sufre un animal, y nunca mueve ni un dedo para remediar el estado lastimoso de millares de hombres y mujeres y niños de Dios. Esto no es decir que no tenemos por qué preocuparnos de lo que le sucede a la creación animal de Dios, porque Dios ama todas las criaturas que Sus manos han hecho; pero sí es decir que debemos conservar un sano sentido de la proporción, y en el baremo de Dios no hay nada tan importante como un alma humana.

PEDIRLE A CRISTO QUE SE VAYA

Marcos 5:14-17

Los que estaban apacentando los puercos salieron huyendo, y dieron la noticia de lo que había sucedido en el pueblo y en las granSantiago Y salió la gente a ver qué era lo que había pasado. Llegaron hasta donde estaba Jesús, y vieron al poseso -el hombre que había tenido la legión de demonios- sentado, totalmente vestido y en su sano juicio, y les dio mucho miedo. Y los que habían visto lo que había pasado les contaron lo que le había sucedido al poseso, y les dijeron lo de los puercos; y ellos se pusieron a insistirle a Jesús que se marchara de su territorio.

Naturalmente, los hombres que estaban a cargo de los puercos fueron al pueblo y a las granjas con la noticia de este suceso extraordinario. Cuando la gente curiosa llegó al lugar, encontraron al hombre que había estado tan mal, sentado, normalmente vestido y en plena posesión de sus facultades. El loco salvaje y desnudo se había convertido en un ciudadano sano y sensato.
Y entonces viene la sorpresa, la paradoja, lo que nadie realmente esperaría. Habríamos supuesto que aquella gente se habría alegrado mucho; pero reaccionaron más bien con miedo. Y se habría esperado que Le pidieran a Jesús que se quedara con ellos y ejerciera aún más Su extraordinario poder; pero Le dijeron que se marchara de su territorio lo más pronto posible. ¿Por qué? Un pobre desgraciado había recuperado la salud, pero ellos habían perdido los cerdos, y por tanto no querían saber más de Jesús. Aquello había alterado la rutina de la vida, y ellos querían que el elemento perturbador desapareciera lo más pronto posible.
Un frecuente grito de batalla de la mente humana es: «¡No me compliques la vida!» En general, lo único que quiere la gente es que se la deje en paz.

(i) La gente dice instintivamente: «¡No alteres mi tranquilidad!» Si alguien viniera a nosotros y nos dijera: «Te puedo dar un mundo que será mejor para la masa de gente en general, pero supondrá que tu comodidad, por lo menos por cierto tiempo, se verá perturbada e inquietada, y que tendrás que pasarte con algo menos que ahora por bien de los demás,» la mayor parte de la gente diría: «Prefiero que las cosas sigan como están.» De hecho, esa es casi exactamente la situación que estamos viviendo en la actual revolución social. Estamos pasando una época de redistribución, no sólo en este país, sino también en las naciones en vías de desarrollo. Estamos en una época en que se vive muchísimo mejor que en cualquier tiempo pasado; pero eso ha supuesto que la vida no sea tan cómoda como lo era para un número considerable de personas; y por esa misma razón hay resentimiento, porque algunas de las comodidades de la vida han desaparecido.

Se habla un montón de lo que nos debe la vida. La vida no nos debe absolutamente nada; somos nosotros los que le debemos a la vida todo lo que le podamos dar. Somos seguidores de Uno que dejó la gloria del Cielo por la estrechez de la Tierra, y el gozo de Dios por el dolor de la Cruz. Es humano no querer que nos alteren nuestra comodidad; es divino estar dispuestos a sufrir molestias para que otros estén mejor.

(ii) La gente dice instintivamente: «No te metas con mis posesiones.» Aquí tenemos otro aspecto de la misma cosa. Ninguna persona renuncia voluntariamente a nada que posea. Cuanto más tenemos, más queremos retener para nosotros mismos. Borrow, que conocía a los gitanos, nos cuenta que la técnica de echar la buena ventura del gitano es prometerle al joven toda clase de placeres, y anunciarle al viejo riquezas y sólo riquezas. «Porque ellos tienen suficiente conocimiento del corazón humano para darse cuenta de que la avaricia es la última pasión que se extingue en todos nosotros.» La manera más rápida de ver si una persona realmente acepta su fe y si realmente cree en sus principios es si está dispuesta a volverse más pobre por ellos.

(iii) La gente dice instintivamente: «No me compliques mi religión.»

(a) La gente dice: » No hagas que los temas desagradables estropeen el decoro agradable de mi religión.» Edmund Gosse señala una curiosa omisión en los sermones del famoso predicador Jeremy Taylor: » Estos sermones figuran entre los más elocuentes y profundos de la lengua inglesa; pero apenas alguna vez mencionan a los pobres, casi nunca sus angustias, y no muestran prácticamente ningún interés en su situación. Estos sermones se predicaron en el Sur de Gales, donde abundaba la pobreza. El clamor de los pobres y de los hambrientos, de los pobremente vestidos y de los necesitados ascendía al Cielo sin cesar, y clamaba por piedad y remedio; pero este elocuente predicador no parecía oírlo nunca; vivía y escribía y predicaba rodeado de sufrimiento y de necesidades, y sin embargo se mantenía casi inconsciente de su existencia.»

Es mucho menos inquietante predicar acerca de las sutilezas de las creencias y doctrinas teológicas que acerca de las necesidades humanas y de las miserias de la vida. De hecho, hemos sabido de congregaciones que informaban a sus posibles pastores que los aceptarían con la condición de que no predicaran sobre ciertos asuntos. Es una cosa notable que no fue lo que dijo Jesús acerca de Dios lo que Le trajo problemas; fue lo que dijo acerca del hombre y acerca de las necesidades del hombre lo que inquietó a los ortodoxos de Su tiempo.

(b) Se ha sabido de gente que decía: » No hagas que las relaciones personales me compliquen la religión.» James Bums cita algo sorprendente en relación con este tema de la vida de Angela di Foligras, la famosa mística italiana. Tenía el don de retirarse completamente de este mundo, y de volver de sus trances con historias de una comunión inefablemente dulce con Dios. Fue ella la que dijo: » En ese tiempo, y por la voluntad de Dios, murió mi madre, que era un gran obstáculo para que yo pudiera seguir el camino de Dios. Mi marido también murió, y en un tiempo relativamente breve murieron todos mis hijos. Y como yo había empezado a seguir el camino mencionado, y Le había pedido a Dios que me librara de ellos, tuve gran consuelo con sus muertes, aunque también sentí algún dolor.» Su familia era un obstáculo en su religión.

Hay una clase de religión a la que le gustan más los comités que el trabajo de casa, y tiene más interés en los momentos devocionales que en los actos de servicio. Presume de servir a la iglesia y de dedicarse a la devoción -pero a los ojos de Dios lo tiene todo al revés.
(c) Hay personas que dicen: » No compliques mis creencias.» Hay una clase de religión que dice: » Lo que estaba bien para mis antepasados es suficientemente bueno para mí.» Hay personas que no quieren saber nada nuevo, porque sospechan que en ese caso tendrían que pasar muchos sudores mentales y pensar de nuevo las cosas y llegar a nuevas conclusiones. Hay tal cosa como una cobardía de pensamiento y un letargo de mente y un sueño del alma que son cosas terribles.
Los gerasenos se deshicieron del Cristo inquietante -y sigue habiendo muchos que tratan de hacer lo mismo.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 05

b) Curación del endemoniado de Gerasa (Mc/05/01-20).

1 Llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. 2 Y apenas desembarcó, vino a su encuentro, saliendo de los sepulcros, un hombre poseído de un espíritu impuro. 3 Este hombre tenía su morada en los sepulcros, y ni siquiera con una cadena podía ya nadie sujetarlo; 4 pues, aunque muchas veces lo habían sujetado con grillos y cadenas, rompía las cadenas y hacía trizas los grillos, de manera que nadie lo podía dominar; 5 y andaba de continuo, noche y día, por los sepulcros y por los montes, gritando y golpeándose contra las piedras. 6 Cuando vio a Jesús desde lejos, fue corriendo a postrarse ante él, 7 y a grandes gritos le dice: «¿Qué tienes tú que ver conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Por Dios te conjuro que no me atormentes.» 8 Es que Jesús le estaba diciendo: «Sal de este hombre, espíritu impuro.» 9 Y le preguntaba: «¿Cuál es tu nombre?» Y él le contesta: «Legión es mi nombre, porque somos muchos»; 10 y le rogaba con insistencia que no los expulsara fuera de aquella región. 11 Había por allí, paciendo junto al monte, una gran piara de cerdos; 12 y los espíritus impuros le suplicaron: «Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos.» 13 Y se lo permitió. Salieron, pues, los espíritus impuros y entraron en los cerdos; y la piara, en la que había unos dos mil, se arrojó con gran ímpetu al mar por un precipicio, y se fueron ahogando en el mar. 14 Los porqueros salieron huyendo y llevaron la noticia a la ciudad y a los caseríos; y las gentes acudían a ver qué era lo que había sucedido. 15 Lléganse a Jesús, y ven al endemoniado, el que había tenido toda aquella legión, sentado ya, vestido y en su sano juicio. Y quedaron llenos de espanto. 16 Los que lo habían presenciado les referían lo ocurrido con el endemoniado y con los cerdos. 17 Entonces se pusieron a rogar a Jesús que se alejara de aquellos territorios. 18 Al entrar Jesús en la barca, el que había estado endemoniado le suplicaba que le permitiera acompañarlo. 19 Pero no se lo permitió, sino que le dice: «Vete a tu casa con los tuyos, y cuéntales todo lo que el Señor, compadecido de ti, ha hecho contigo.» 20 EI hambre se fue y comenzó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él; y todos se admiraban.

Este relato, que a nosotros nos resulta extraño, tiene perfecto sentido en la exposición del Evangelista, prescindiendo de algunos rasgos propios de las ideas populares de la época. Señala uno de los puntos más altos del ministerio de Jesús en autoridad divina. Se trata de un caso extraordinariamente difícil de posesión. El hombre es un energúmeno furioso que ni siquiera puede ser reducido con gruesas cadenas. Su espantosa morada en las tumbas -en opinión de la época uno de los lugares preferidos de los espíritus inmundos-, sus alaridos por los montes que se oyen noche y día, sin parar, en el pueblo y en las casas de labor, su aspecto feroz, todo subraya lo difícil del caso. Pero Jesús libra también a este hombre de sus atormentadores. Después de la curación aparece vestido y en su sano juicio, cosa que impresiona tanto a quienes le conocían, que éstos temen, es decir, sienten terror ante el poder de Jesús (v. 15). Ahí está el núcleo del relato. Las circunstancias locales apuntan a la orilla oriental, a la Decápolis, la región de «la alianza de las diez ciudades» helenistas, con una población predominante pagana. Las ciudades de Gerasa o Gadara -según otra lectura- no hacen ciertamente al caso, pues quedan muy lejos y hacia el interior del país. Sólo se mencionan porque eran los lugares más conocidos de la Decápolis. Según Orígenes habría que situar junto al lago un lugar de nombre similar, Gergesa concretamente. Por el Talmud conocemos una población llamada Kursa, cuyo nombre pervive actualmente en unas ruinas de nombre Kursi, en un lugar en que los montes se acercan al lago y descienden bruscamente. Aquí pudo tener efecto el suceso narrado. El antiguo relato contaba sin duda con una historia en la tradición antes de que Marcos lo insertase en su narración. La descripción del poseso y de sus circunstancias está sobrecargada: en el v. 8 se explicita -¿por el evangelista?- la orden de Jesús a los espíritus impuros para que salgan del hombre. La multitud de demonios, todo un ejército, como indica su nombre «Legión», daba ocasión a ulteriores desarrollos del relato (*). De este modo pudo pasar la historia con los cerdos, a un estadio ulterior de la tradición. Tales adornos de un relato simple no resultan extraordinarios ni chocan con las ideas de la época. El gusto de narrar y ampliar llevaba a formas de exposición que quedan lejos de nuestra sensibilidad histórica actual, pero que parecen permitidas a los hombres de entonces con el fin de esclarecer determinadas ideas. Por ello, las consideraciones de cómo los demonios pudiesen entrar en los cerdos -la posesión diabólica de animales está testificada en la antigüedad, incluso al margen de las ideas populares, como en el caso de la rabia- o de si son los engañados o los engañadores, no hacen al caso. En el fondo tal vez no falte un cierto humor: los espíritus inmundos eligen trasladar su vivienda a los cerdos inmundos, pero no pueden disfrutar largo tiempo de su nueva morada. Quizá tenga aquí también algún papel la repugnancia judía a la cría de cerdos; de ahí que el cuadro proceda de la comunidad judeocristiana. En todo caso, los hechos tienen lugar en una región pagana (probablemente como la parábola del hijo pródigo, Luc 15:15 s). El anegamiento en el mar representa un episodio drástico en la narración; lo que haya sido de los demonios, si han permanecido o no en la región y reflexiones parecidas no tienen interés. El ruego de los habitantes a Jesús para que abandone su territorio (v. 17) se comprende mejor; pero tampoco Jesús parece pensar de distinto modo. Mayor atención merece el final del relato. El hombre sanado expresa su deseo de permanecer con Jesús; pero Jesús le rechaza enviándole a sus familiares; a ellos deberá contarles lo que el Señor (Dios) ha hecho con él y cómo le ha mostrado su misericordia. El hombre no se contenta con ese encargo, sino que proclama por la Decápolis, es decir por toda la región, lo que Jesús ha hecho con él, y todos quedan pasmados (v. 19s). Jesús quería apartar el interés por su persona y hacer que el hombre pensase en la ayuda de Dios pero el curado habla de la acción de Jesús. Tenía sólo que referir el hecho a sus allegados; pero lo «proclama» por toda la región, con lo que se convierte en un mensajero del Evangelio. La conducta de Jesús y la reacción del hombre sanado recuerdan la curación del leproso (1,40-45). Leyendo con atención se verá que también aquí quiere preservar Jesús su «secreto mesiánico». No desea que sus obras se divulguen abiertamente, sino sólo dar a Dios el honor y reinsertar en la sociedad humana al que ha sido liberado de su grave plaga. Por eso prohíbe también al hombre que permanezca con él; no quiere a ningún pagano curado en su compañía como una prueba sensacionalista. Pero el hombre, como antes el leproso curado, no se atiene a las prescripciones de Jesús. Las obras de Jesús no pueden mantenerse ocultas; su clamor penetra profundamente en una región pagana. En la «proclamación» llevada a cabo por el hombre tal vez contempla el evangelista la idea de misión, y quiere mostrar a sus lectores cristianos procedentes de la gentilidad que también «se maravillaban» de Jesús los hombres que están lejos. Tales han podido ser las miras del evangelista al introducir en su serio relato esta historia de desarrollo popular. La comunidad ha debido entenderla: en ella se pone de manifiesto la grandeza única de Jesús proponiendo a la meditación las fuerzas de Dios presentes en él. A la luz de la fe pascual todos pueden reconocer quién era, nada menos que el «Hijo del Dios altísimo», como proclamó aquel demonio extraordinariamente poderoso, obligado por el conjuro de Jesús. Lo era realmente, aunque el espíritu malo no hubiese querido honrarle con este título. Por su grandeza y santidad Jesús está infinitamente por encima de todas las potencias demoníacas. Es el enviado de Dios que ha traído al mundo las fuerzas divinas de salvación. Quizá sonriamos compasivos ante las ideas populares de entonces; tales ideas se nos antojan extrañas, contradicen nuestra concepción científica e ilustrada de la naturaleza y están largamente superadas. Tampoco tenemos mucho sentido para el humor secreto que late en la irrupción de los demonios en la piara de cerdos y en el hecho de anegarse dos mil animales en el lago. Pero ¿es ésta la disposición adecuada para entender la revelación bíblica? Y, sin embargo, también esto pertenece a la historicidad de la revelación, a la bajada de Dios al mundo, a su acomodación a los pensamientos de los hombres. Con la mirada puesta en los discípulos, para quienes aquella curación singularmente poderosa de Jesús fue una experiencia tan impresionante como el apaciguamiento de la tempestad, comprenderemos mejor lo que esta historia tiene que decirnos: el poder del maligno es grande, pero tiene que retroceder ante la fortaleza de Dios y la dignidad de Jesús.

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(*) Por ello habla el relato en parte de uno y en parte de muchos demonios. La idea popular de entonces creía que la inhabitación de muchos demonios hacía mucho más grave la situación del poseso; cf. Luc 8:2; Luc 11:26 donde los siete demonios son sólo una referencia general y simbólica de la gravedad del caso.

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c) Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo (Mc/05/21-43).

La larga sección siguiente (Luc 5:21-43) nos muestra a Jesús como un extraordinario sanador de enfermedades y resucitador de muertos. En la disposición que les ha dado el evangelista aparecen reunidos dos milagros: la curación de la mujer que sufría de un flujo de sangre y la resurrección de la hija de Jairo. Marcos empieza con el ruego del jefe de la sinagoga a Jesús para que cure a su hija, enferma de muerte, imponiéndole las manos. Jesús le sigue; pero antes, y de camino, acontece otro gran milagro: una mujer, que le ha tocado entre las apreturas de la gente, se ve libre de su hemorragia. La pausa que esto introduce en la narración sirve también para preparar una nueva fase: entre tanto la hija del jefe de la sinagoga ha muerto y Jesús entra en la casa entre agudas lamentaciones fúnebres. De este modo se pasa de una curación a la resurrección de un muerto, lo que constituye una de las cimas de la actividad de Jesús como donador de vida. Ahí tiende de una forma consciente la exposición del evangelista. No hay por qué suponer que la hemorroisa haya sido curada en ese preciso momento; es un recurso narrativo para acrecentar la tensión y elevarnos a una nueva cumbre. Por lo demás, ambos milagros están presentados con unos tonos tan primitivos y frescos que no cabe dudar de su buena tradición.

21 Cuando Jesús cruzó de nuevo en la barca hasta la orilla, se reunió una gran multitud a su alrededor; él permanecía junto al mar. 22 Entonces viene uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se echa a sus pies 23 y le suplica con mucha insistencia: «Mi hijita se está muriendo; ven a imponer tus manos sobre ella, para que sane y viva.» 24 Jesús se fue con él. Y gran cantidad de pueblo le acompañaba, apretujándolo por todas partes. 25 En esto, una mujer que padecía flujo de sangre hacía doce años, 26 que había sufrido mucho por causa de muchos médicos, y que había gastado toda su fortuna sin conseguir ninguna mejoría, sino que más bien iba de mal en peor, 27 habiendo oído las cosas que se decían de Jesús, se acercó entre la turba por detrás y tocó su manto; 28 pues decía para sí: «Como logre tocar siquiera sus vestidos, quedaré curada.» 29 Al instante aquella fuente de sangre se le secó, y notó en sí misma que estaba curada de su enfermedad. 30 Pero Jesús, notando en seguida la fuerza que de él había salido, se volvió en medio de la muchedumbre, y preguntaba: «¿Quién me ha tocado los vestidos?» 31 Sus discípulos le decían: «Ves que la multitud te apretuja, y preguntas ¿quién me ha tocado?» 32 Pero él miraba a su alrededor, para ver a la que había hecho esto. 33 Entonces la mujer, toda azorada y temblorosa, pues bien sabía lo que le había sucedido, vino a echarse a sus pies y le declaró toda la verdad. 34 Pero él le dijo: «Hija mía, tu fe te ha salvado; vete en paz, y queda ya curada de tu enfermedad.»

Después de la escena en el retiro de la orilla oriental, se encuentra Jesús de nuevo en la bien poblada orilla occidental. Inmediatamente se agolpa una gran muchedumbre alrededor de él. La aglomeración popular es un trazo constante en la exposición de Marcos (3,7 ss; 4,1); pero aquí tiene importancia para el relato que sigue. En seguida Jairo -«Dios ilumina» o «Dios resucita», aunque no se trata de un nombre simbólico- sale al encuentro de Jesús y le suplica de rodillas que salve a su hija. Según el v. 42 la muchacha tenía doce años. La imposición de manos era un antiguo gesto para la curación de un enfermo, pues originariamente se pensaba que la fuerza vivificante tenía que descender sobre el enfermo. Por ello se llamaba gustosamente a los ancianos o piadosos junto al lecho del enfermo (cf. Stg 5:14). La muchacha está ya agonizando -según Mateo y Lucas acababa de morir- y es necesaria la mayor prisa. Para el propósito del evangelista tiene gran importancia la expresión del padre: «para que sane y viva». El verbo griego correspondiente a «sanar» puede entenderse, como entre nosotros, de la salud corporal y de la salvación eterna. Por la respuesta de Jesús a la hemorroisa: «Tu fe te ha salvado», los lectores cristianos pueden deducir con toda seguridad también este sentido más profundo. Originariamente la súplica de aquel padre no se refería a esto; la palabra siguiente «y viva» muestra que al hombre le preocupaba sobre todo la vida corporal de su hija. Para el hebreo la vida como tal significa felicidad y salud; el poder de la muerte roza al hombre ya en la enfermedad, le domina con el fallecimiento corporal y con la tumba le hunde en el reino de los muertos. En cuanto sana enfermedades, Jesús es ya un donante de vida, y si resucita a una muerta no hace más que llevar al límite extremo esa donación de vida. Aquí ya no estamos lejos de las ideas joánicas, según las cuales Jesús se manifiesta como «dador de vida» en un sentido sublime cuando llama a la vida a un enfermo de muerte (Stg 4:46-54), a un hombre que lleva enfermo mucho tiempo (Stg 5:1-9) o a uno que yace ya en la tumba (c. 11). En la «curación» o «resurrección» está indicado simbólicamente el don de la vida perdurable. Esta idea no ha madurado todavía en Marcos, pero ya está contenida en germen. La aglomeración del pueblo, que quiere acompañar a Jesús hasta la casa del jefe de la sinagoga, constituye el preludio del episodio siguiente. Una mujer, que sufre ya doce años un flujo de sangre, probablemente en relación con la menstruación, aprovecha la ocasión para sacar partido de la fuerza sanadora de Jesús. Una mujer menstruante o que padece hemorragia no sólo es impura ella misma, sino que hace también levíticamente impuros a los otros por el simple contacto (cf. Lev 15:25 ss). Pero la narración no tiene en cuenta este aspecto. Cuando la mujer confiesa su acto temerosa y confusa, su temor no se debe tanto a haber tocado a Jesús de un modo prohibido sino secreto, del que en su opinión ha emanado una cierta virtud que la ha sanado. En el fondo del relato laten viejas ideas populares sobre la efusión de las fuerzas sanantes, y si se quiere laten incluso unas concepciones «mágicas». Pero estas ideas primitivas, superadas por nosotros hace largo tiempo, sólo representan el revestimiento externo de una enseñanza más profunda que los lectores cristianos sacaron del antiguo relato. Esta atribulada hemorroisa constituye con su fe sencilla un modelo de cómo hay que acercarse a Jesús con una confianza de niños para alcanzar la salud y llegar a la fe plena que es prenda de la verdadera salvación. La palabra del Señor a la mujer ya curada corrige discretamente su concepción insuficiente: sólo su fe le ha proporcionado la salud, no como fe que opera los milagros de un modo mágico, sino como confianza creyente que Dios recompensa. Sobre la base de su fe, Jesús confirma a la mujer su «curación», que deja entrever la salvación de todo el hombre. Jesús le infunde consuelo y confianza -«vete en paz»- y le asegura su curación permanente; palabras que proclaman la bondad y voluntad salvadora de Dios. La presentación popular del hecho no deber+a impedirnos contemplar la grandeza y verdad de la historia. La descripción del caso clínico corroborado mediante las observaciones de lo largo de la enfermedad, el esfuerzo inútil de los médicos y el empeoramiento de la enferma, así como el monólogo de la mujer, la comprobación de Jesús de que «ha salido de él una fuerza», la advertencia superficial de los discípulos y la mirada inconfundible de Jesús a la mujer, todo ello pertenece a los tópicos -formas acuñadas- y a la técnica de la narración. Pero la historia no termina ahí sino que culmina en las palabras finales, dirigidas a la mujer: «Hija, tu fe te ha salvado…» Hay aquí una vez más, como en el apaciguamiento de la tempestad, una exhortación apremiante a la fe. La fe de aquella mujer del pueblo es, con toda la ingenuidad de la fuerza primitiva de la confianza, una réplica positiva al apocamiento de los discípulos en la tempestad del lago. Sería erróneo considerar la fe de la mujer como puramente sentimental, irracional y hasta absurda. «Había oído las cosas que se decían de Jesús» y seguramente que también había meditado sobre su persona. Aunque, sin duda, la fuerza de su fe no estaba en el entendimiento sino en el corazón. El claro conocimiento de la fe, que para la mujer permanecía cerrado en aquella hora, se le abrirá más tarde a la comunidad: Jesús dispone de los poderes divinos, que en él están presentes y operantes. A quienes le «tocan» con fe les concede la salud y la salvación.

35 Todavía estaba él hablando, cuando llegan unos de casa del jefe de la sinagoga para avisar a éste: «Tu hija ha muerto. ¿Para qué seguir molestando al maestro?» 36 Pero Jesús, que había oído las palabras que aquéllos hablaron, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; sólo ten fe.» 37 Y no permitió que nadie lo acompañara, fuera de Pedro, de Santiago y de Juan, el hermano de Santiago. 38 Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y ve Jesús el alboroto de las gentes que lloraban y se lamentaban a voz en grito. 39 Entra y les dice: «¿A qué viene ese alboroto y esos llantos? La niña no ha muerto, sino que está durmiendo.» 40 Y se burlaban de él. Pero él, echando a todos fuera, toma consigo al padre y a la madre de la niña y a los que habían ido con él, y entra a donde estaba la niña. 41 Y tomando la mano de la niña, le dice: «¡Talithá qum!», que significa: «¡Niña, yo te lo mando, levántate!» 42 Inmediatamente, la niña se puso en pie y echó a andar, pues tenía ya doce años. Y al punto quedaron maravillados con enorme estupor. 43 Pero él les recomendó encarecidamente que nadie lo viniera a saber; y dijo que dieran de comer a la niña.

La nueva escena viene introducida con la noticia de que entre tanto la hija del príncipe de la sinagoga había muerto. No era intención del padre llamar a Jesús para que despertase a una muerta y también los emisarios quieren disuadirle de semejante idea. Este detalle del relato, lo mismo que el griterío y los lamentos fúnebres en la casa mortuoria y la burla por la observación de Jesús de que la muchacha no está muerta sino dormida, no deben dejar ninguna duda de que la muerte había tenido lugar. Mas Jesús no retrocede ni ante la misma muerte. Escucha la noticia y anima al padre: No temas, sólo ten fe. De este modo se continúa también aquí el tema de la fe: la fe auténtica no capitula ni siquiera ante el poder de la muerte. Para la inteligencia de la escena en la casa mortuoria es importante el que Jesús quiera evitar todo relumbrón manteniendo únicamente la fe en el milagro. Toma consigo, sin embargo, a algunos testigos cualificados: a los tres discípulos que después presenciarán también su transfiguración en el monte (9,2) y su agonía en Getsemaní (14,33s). Después de la resurrección (cf. 9,9) podrán referir el hecho y entonces la devolución a la vida de la muchacha aparecerá bajo una nueva luz. Para entonces Jesús habrá entrado ya en el mundo celestial de la gloria y habrá superado el poder de la muerte que él mismo había experimentado con todos sus terrores. Aunque no se expresan estas ideas, sin duda que debieron exponérselas a los lectores cristianos los tres discípulos que Jesús tomó consigo en aquella ocasión. El alejamiento de las plañideras y tocadores de flautas -costumbres funerarias judías- no sólo tiene por finalidad la realización del milagro en el silencio y la intimidad. Jesús sabe lo que va a ocurrir, y por ello no tiene sentido la lamentación fúnebre. En esa dirección apunta su enigmática palabra: «La niña no ha muerto, sino que está durmiendo». La opinión expresada a veces de que la muchacha estuviera de hecho sólo aparentemente muerta, no tiene sentido alguno. Lo único que Jesús quiere indicar es que esta muerte es sólo un fenómeno transitorio como el sueño. Para los lectores creyentes la palabra se convierte en una revelación: a la luz de la fe la muerte no es más que un sueño del que el poder de Dios puede despertar. La Iglesia primitiva conserva este viejo modo de hablar refiriéndose a «los que duermen» (Hec 7:60; Hec 13:36; 1Co 7:39; 1Co 11:30, etc.), y espera la resurrección futura de los muertos (Véase 1Ts 4.13-16; 1Co 15:20 s.51s.). La resurrección de la hija de Jairo no significa que participe ya de antemano en la resurrección futura; sino que vuelve transitoriamente a la vida terrena. Este retorno a la vida es sólo como un signo, como lo es la resurrección de Lázaro en el Evangelio de Juan -aunque vinculada más estrechamente a Cristo- de que Jesús es «la resurrección y la vida» (Jua 11:25). La resurrección de la muchacha acontece de un modo parecido a como vienen descritas las otras curaciones operadas por Jesús. Toma a la muchacha de la mano; pero queda excluida cualquier representación mágica, pues Jesús devuelve la vida a los muertos mediante su palabra soberana. La palabra se conserva todavía en arameo y es una palabra clara, no una fórmula de encantamiento: «¡Levántate!» El efecto se sigue inmediatamente diferenciándose así esta resurrección de las que realizaron Elías (1Re 17:17-24) y Eliseo (2Re 4:29-37). La muchacha puede andar de un lado para otro, indicio de que le han vuelto las fuerzas vitales. La orden de Jesús de que le den de comer puede significar ciertamente que la muchacha -al igual que la mujer del flujo de sangre- está curada por completo y así continuará. El asombro más grande invade a los presentes. Esta nota pertenece una vez más -como la curación mediante gestos y palabras- a los tópicos de los relatos milagrosos, pero que aquí contribuye a poner de relieve esta cima del poder de Jesús. Jesús, no obstante, ordena severamente a los testigos del suceso que no lo cuenten a nadie. Esta orden de silencio se suma a las que hemos escuchado anteriormente (2Re 1:34.44; 2Re 3:12). En aquella situación no tenía sentido, pues todos estaban convencidos de la muerte de la muchacha y su retorno a la vida debió impresionarles al máximo. Pero el evangelista quiere indicar otra cosa: el deseo de Jesús de ocultar su misterio a los incrédulos. También los creyentes deben saber que entonces no era todavía la hora de comprender el misterio del Hijo de Dios. Será después de la resurrección personal de Jesús cuando este relato les revele y confirme el poder de Jesús, que vence a la muerte. Entonces se les trocará también a ellos en robustecimiento de su fe y en consuelo, puesto que el Señor puede decir a todos en presencia de la muerte: «No temas, sólo ten fe.»

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

Liberación en la región de los gerasenos (Mar 5:1-20)

Análisis de discurso

Se podría considerar esta sección como una estructura concéntrica del tipo ABCC’B’A’, que puede analizarse como sigue:

A. El liberador y el oprimido se encuentran (vv. Mar 5:1-6)

B. Las fuerzas de la opresión espiritual se oponen al liberador (vv. Mar 5:7-10)

C. El hombre es liberado (vv. Mar 5:11-13)

C’. Los que cuidaban los cerdos son liberados (v. Mar 5:14)

B’. Las fuerzas de la opresión económica se oponen al liberador (vv. Mar 5:15-17)

A’. El hombre proclama la liberación que lleva a cabo Jesús (vv. Mar 5:18-20)

Debemos aclarar un par de cosas. Este análisis asume que aquellos que cuidaban a los cerdos quizás eran israelitas que habían perdido sus tierras y se veían obligados a subsistir con un trabajo que era considerado impuro y degradante (ver Luc 15:11-32). Al perecer los cerdos, estos hombres son liberados, pues de alguna manera se extingue la fuente de su opresión. Por otro lado, la gente de la ciudad —entre la cual probablemente se encontraban los dueños de los cerdos—representa la clase opresora, que se beneficiaba de la ocupación imperial y que ve en peligro la fuente de su riqueza. En este caso Jesús, contrariamente a su práctica normal, le dice al hombre que salga a proclamar lo que Dios ha hecho con él. Como esta orilla del lago era considerada como un territorio gentil, es evidente que Jesús está autorizando al hombre a proclamar las buenas nuevas entre los gentiles.

TÍTULO: “Liberación en la región de los gerasenos”. Este título apunta a los varios niveles —personal, social, económico, político—afectados por la acción liberadora de Jesús.

Análisis textual y morfosintáctico

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

Gadarenos: RV95 y BA traducen el nombre de la región como «de los gadarenos», siguiendo, nuevamente, el TR. Esto se debe a que algunos manuscritos han armonizado el texto de Marcos con el de Mateo (por influencia de Mat 8:28), el cual era considerado, en los primeros siglos de la era cristiana, como el Evangelio con mayor autoridad. Preferimos la traducción «de los gerasenos» (BL, BJ, NVI), pues esta lectura está atestiguada por los manuscritos más importantes. Debido a los problemas que existen en el momento de tratar de ubicar geográficamente esta región, y sabiendo que el nombre «gerasenos» viene de la raíz hebrea grsh, “desaparecer” —el cual era un término muy común para hablar de exorcismo—, tal vez sea mejor considerar que el nombre cumple una función simbólica (Marcus, 342).

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

— lago: Lit. mar. Ver nota a Mat 4:18.

— Gerasa: Esta es la lectura mejor avalada por los mss. en Mc y Lc. En cambio, en Mt lo es Gadara. En cualquier caso, debe tratarse de la misma comarca o población. Ver nota a Mat 8:28.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

El poder sobre los demonios (ver Mat. 8:28-34; Luc. 8:26-39). Otra vez los poderes del reino de Dios se muestran al ser echados los demonios de un hombre. Este exorcismo fue diferente de los otros. Primero, el hombre probablemente no era judío; vivía en un lugar gentil. Segundo, el testimonio del enemigo era más detallado, aunque Jesús no lo aceptó y además no fue expresado en términos judíos. El lugar exacto donde ocurrió el inciden te es incierto, pero era la otra orilla del mar, eso es, del lado gentil, al oriente. Este hombre no estaba sentado quietamente en una sinagoga hasta que la predicación de Jesús lo avivó; el estado de este hombre era desesperante, y ningún humano podía ayudarle o atarle. (Algunos conocemos bien la fuerza sobrehumana demostrada por los endemoniados.) Este hombre estaba en agonía, torturándose a sí mismo bajo la influencia de los pode res malignos. En eso parece radicar el significado de su nombre Legión (“Ejército”) que él mismo se había dado. Las Escrituras no indican que sea necesario conocer el nombre de dicha fuerza maligna antes de expulsarla; tampoco la Biblia sugiere que las multitudes de demonios tienen diferentes nombres y personalidades. Estas son ideas tomadas de otras religiones; tenemos que rechazar la idea de que haya un demonio de la lujuria, otro de la avaricia, y así sucesivamente. Es suficiente saber que tenemos un enemigo ante quien debemos tomar precauciones. (En este relato, el espíritu maligno se menciona en singular en el v. 2 y el v. 8 y en plural en los vv. 9, 10, 12 y 13.)

A pesar de que el hombre no era amable, Jesús lo amó y le tuvo compasión. La orden al espíritu de abandonar al hombre llegó antes de que el hombre clamara a gran voz, lo que en un sentido era su respuesta a las buenas nuevas que él veía en la persona de Jesús. Hijo del Dios Altísimo era un nombre típico que daban los gentiles al Dios de Israel.

Podemos suponer que la entrada de los demonios en los cerdos fue necesaria, en especial en una zona gentil, para que tanto el hombre como los demás pudieran ver que las fuerzas del mal verdaderamente habían salido del hombre. Fue una ayuda externa a la fe, aunque esto hace que los lectores modernos se pregunten acerca de la pérdida de la vida animal, y mucho más de la pérdida económica de los dueños de los cerdos. Además, fue otra señal externa del poder del reino de Dios. Este relato, también, está lleno de detalles de testigos oculares como es el número de los cerdos. Es cierto que los cerdos se espantan con facilidad, pero al decirlo no explica el porqué estos cerdos lo hayan hecho. El verdadero milagro no fue lo que les ocurrió a los cerdos, sino lo que le pasó al hombre que quedó completamente cambiado (15).

Este despliegue del poder de Dios produjo sólo temor y no fe en los incrédulos; con frecuencia ocurre lo mismo en el Tercer Mundo de nuestros días. En lugar de rogar a Jesús que se quedara, los locales le pidieron que se fuera, y así lo hizo. ¡Qué desastre para ellos! El hombre que fue sanado rogó a Jesús que le dejase estar con él, pero Jesús no lo permitió. Probablemente, esto fue porque el testimonio del hombre en nombre de Jesús y en esa zo na no judía era de supremo valor. Posiblemente, por esa razón Jesús le indicó al hombre que atestiguara de la misericordia que Dios había tenido con él. Dios puede indicar a diversos cristianos el hacer diferentes cosas dentro de sus propósitos.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

5.1, 2 Aunque no estamos seguros a qué se debe la posesión demoníaca, sabemos que los demonios usan el cuerpo en forma destructiva para distorsionar y destruir la relación y la semejanza del hombre con Dios. Aun hoy en día los demonios son peligrosos, poderosos y destructivos. Aunque es importante que reconozcamos su actividad maligna, debemos mantenernos alejados de ellos y evitar cualquiera relación con las fuerzas demoníacas o el ocultismo, aunque sea por curiosidad (véase Deu 18:10-12). Si resistimos al diablo y sus influencias, huirá de nosotros (Jam 4:7).5.9 El demonio dijo que su nombre era «Legión». Una legión era la unidad más grande en el ejército romano y consistía entre tres mil y seis mil soldados. Es obvio que este hombre no estaba poseído de un solo demonio, sino de muchos.5.10 A menudo, Marcos resalta la sobrenatural lucha entre Jesús y Satanás. La meta de los demonios era, y sigue siendo, controlar a los humanos en los que habitaban; la meta de Jesús era, y es, la liberación de esas personas del pecado y del control de Satanás. Los demonios sabían que no tenían poder sobre Jesús; por eso cuando lo vieron le rogaron que no los enviara a un lugar distante (llamado «abismo» en Luk 8:31). Jesús accedió (Luk 5:13), pero puso fin a su obra destructiva entre los hombres. Pudo haberlos enviado al infierno, pero no lo hizo porque la hora del juicio aún no había llegado. Al final, por supuesto, todos los demonios serán enviados al fuego eterno (Mat 25:41).5.11 De acuerdo con la Ley del Antiguo Testamento (Lev 11:7), los cerdos eran animales «inmundos». Esto significa que los judíos no los comían y ni siquiera los tocaban. Este incidente ocurrió al sudeste del mar de Galilea, en la región de los gadarenos, habitada por gentiles, lo que explica por qué aparece en este relato un hato de cerdos.5.17 Después de tan maravilloso milagro de salvarle la vida a un hombre, ¿por qué la gente quiso que Jesús se fuera de allí? Le pidieron que se fuera porque estaban atemorizados de su poder sobrenatural, poder que parecía incontrolable. Es posible que también hayan temido que Jesús continuara eliminando sus fuentes de subsistencia por lo que hizo con sus cerdos. Preferían su fuente de ingresos y su seguridad.5.19 Jesús le dijo al hombre que fuera a sus amigos y les hablara de su milagrosa sanidad. Muchas veces Jesús solicitó de quienes recibieron sanidad que no se lo dijeran a nadie. ¿Por qué este cambio? He aquí unas posibles respuestas: (1) El hombre poseído de demonios estaba solo e incapacitado para hablar. Contar a otros lo que Jesús había hecho por él probaría su liberación. (2) Esta era una región mayormente gentil y pagana, por lo cual Jesús no esperaba que le siguieran grandes multitudes ni líderes religiosos que se le opusieran. (3) Al enviar al hombre con estas buenas noticias, Jesús expandía su ministerio a pueblos gentiles.5.19, 20 Este hombre fue un poseído de demonios, pero ahora era un ejemplo viviente del poder de Jesús. Quiso irse con Jesús, pero El le dijo que se fuera a su casa y contara su historia a los suyos. Si usted ha experimentado el poder de Jesús, también es un ejemplo viviente. ¿Es entusiasta como aquel hombre para dar las buenas nuevas a los que le rodean? Así como hablamos a otros de un médico que sana determinada enfermedad física, debemos hablar de Cristo, el que sana nuestros pecados.5.20 La región de las Diez Ciudades, llamada Decápolis, estaba ubicada al sudeste del mar de Galilea. Diez ciudades, cada una con su gobierno independiente, formaban una alianza para protegerse y aumentar el comercio. Varios siglos antes las fundaron mercaderes griegos e inmigrantes. Aunque también había judíos por allí, eran una minoría. Muchos de estas diez ciudades siguieron a Jesús (Mat 4:25).5.22 Jesús cruzó de nuevo el mar de Galilea y tal vez desembarcó en Capernaum. Jairo era el jefe elegido de la sinagoga local. Tenía que supervisar la adoración, velar para que la escuela semanal funcionara y cuidar del edificio. Muchos jefes de sinagogas estaban estrechamente vinculados con los fariseos. De ahí que presionaron a algunos para que no respaldaran a Jesús. El que Jairo se inclinara ante Jesús fue un acto significativo y quizás cuidadoso de respeto y adoración.5.25-34 Esta mujer tenía un mal incurable que le provocaba estar siempre sangrando. Quizás era un desorden menstrual o uterino que la hacía ritualmente impura (Lev 15:25-27), excluyéndola de la mayor parte de sus relaciones sociales con otros judíos. Estaba desesperada por que Jesús la sanara, pero sabía que si lo tocaba, por la Ley judía también lo considerarían «inmundo». No obstante, lo tocó por fe y sanó. A veces creemos que nuestros problemas nos alejan de Dios. Pero El siempre está listo para ayudarnos y nunca deberíamos dejar que el miedo nos impida acercarnos a El.5.32-34 Jesús no se enojó con la mujer por haberlo tocado. Sabía que lo había hecho, pero aun así se detuvo y preguntó quién había sido, para enseñarle algo acerca de la fe. Aunque la mujer sanó en el mismo momento en que lo tocó, Jesús le dijo que su fe la había sanado. Fe verdadera significa acción. La fe que no se pone en acción no es fe.5.36 La crisis de Jairo lo hizo sentirse confundido, temeroso y sin esperanza. Las palabras que Jesús le dijo en medio de la crisis nos hablan también a nosotros: «No temas. Cree solamente». En las palabras de Jesús había esperanza y promesa. La próxima vez que usted se sienta como Jairo, trate de ver sus problemas desde el punto de vista de Jesús. El es la fuente de toda esperanza y promesa.5.38 Con fuertes lamentos y llantos se acompañaba a los que morían. La falta de lamentos y llantos en un funeral era la peor desgracia y deshonor. Algunas personas, a menudo mujeres, hacían del duelo una profesión. Los familiares del muerto les pagaban por llorar sobre el cadáver. El día del entierro el cortejo iba por las calles seguido por las plañideras, los familiares y los amigos.5.39, 40 Las plañideras empezaron a burlarse de Jesús cuando El dijo: «No está muerta, sino duerme». La niña estaba muerta, pero Jesús usó la imagen del sueño para indicar que su condición era temporal y que sería restaurada.Jesús toleró la impertinencia de la multitud porque quería enseñar una importante lección acerca de mantener la esperanza y la confianza en El. Hoy en día, muchos en el mundo se ríen de las cosas que dice Dios porque les parecen ridículas. Cuando se sienta empequeñecido al expresar su fe en Jesús y esperanza de la vida eterna, recuerde que los incrédulos no ven desde la perspectiva de Dios. Si desea más información acerca de la vida después de la muerte, véase 1Th 4:13-14.5.41 Talita cumi es una expresión en arameo, uno de los idiomas originales de Palestina. Los discípulos y Jesús no solo hablaban arameo, sino tal vez griego y hebreo también.5.41, 42 Jesús no solo demostró gran poder, sino también una tremenda compasión. Cuando ejerció poder sobre la naturaleza, los demonios y la muerte, lo hizo por compasión hacia un endemoniado que vivía en medio de los sepulcros, hacia una enferma y hacia los familiares de una niña muerta. Los rabinos de la época consideraban inmundas a tales personas. La gente de la sociedad las evitaba. Pero Jesús se acercó a ellas y ayudó a cada una según su necesidad.5.43 Jesús dijo a los padres de la niña que no divulgaran la noticia del milagro. Quería que los hechos hablaran por sí solos y el momento no era el más propicio para una confrontación con los líderes religiosos. Jesús todavía tenía mucho por hacer y de ninguna manera quería que la gente lo siguiera solo por ver los milagros que hacía.EL TOQUE DE JESUS¿Con qué clase de gente se relacionó Jesús? ¿A quién consideró lo bastante importante para tocar? Aquí vemos a mucha gente que Jesús conoció. Algunos lo alcanzaron, El alcanzó a otros. Independientemente de cuán famoso o desconocido, rico o pobre, joven o anciano, pecador o santo, Jesús se interesa por todos de igual manera. Ninguno está fuera del alcance del toque amoroso de Jesús. par Jesús habló con :

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

NOTAS

(1) “Gerasenos”, א*BDVg; ACSyh,p: “gadarenos”.

REFERENCIAS CRUZADAS

a 187 Mat 8:28; Luc 8:26

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

la tierra de los gadarenos. Véase coment. en Mt 8:28.

Fuente: La Biblia de las Américas

1 (1) Con respecto a los vs. 1-20, véanse las notas de Mat_8:28-34 . En Marcos la narración de estos acontecimientos es mucho más detallada que en Mateo, Esto es una evidencia clara de que el Evangelio de Marcos, como biografía del Esclavo de Dios, pone énfasis en Su obra en lugar de Su palabra, dando más detalles que los otros evangelios.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

35 (b) Exorcismo (5,1-20). Así como el episodio de la tormenta muestra el poder de Jesús sobre Satanás en el ámbito de la natura­leza, el exorcismo muestra este mismo poder en un caso de posesión. El relato desplaza su focalización desde el hombre poseído (5,1-10) a la piara (5,11-13), y, posteriormente, a la gente de la zona (5,14-17), para regresar, final­mente, de nuevo al hombre (5,18-20). Algunos especialistas lo catalogan como un relato típi­co de exorcismo que fue ampliado mediante detalles coloristas y legendarios. Otros autores consideran que la riqueza de detalles y la ex­tensión comparativa del relato son indicios de un testimonio ocular. 1. gerasenos: Gerasa es­taba a unos 48 km al sudeste del mar de Gali­lea; 5,2 (cf. también 5,13) sugiere que estaba en la ribera. Tal vez Marcos pretenda describir una zona amplia entre Gerasa y el mar. Al­gunos manuscritos leen «gadarenos» (cf. Mt 8,28) , pero Gadara estaba a unos 10 km al su­deste del mar. Otros leen «gerguesenos», si­guiendo la propuesta de Orígenes. Probable­mente, la lectura original de Marcos decía «gerasenos» (cf. TCGNT 23-24.84). Podríamos interpretarlo también como un término gené­rico aplicado a la toda la comarca o como una prueba de que Marcos no poseía un conoci­miento preciso de la geografía palestinense. 2. de entre los sepulcros un hombre poseído con un espíritu inmundo: La gente creía que las tumbas eran los lugares de residencia preferi­dos por los demonios. De este modo, se esta­blece una conexión entre la muerte y la pose­sión demoniaca. 4. nadie podía dominarlo: La descripción de la conducta violenta del hom­bre da lugar al uso singular de una serie de pa­labras que sólo aparecen en este versículo (halysis, damazo, diaspaó, katoikésis, pede. 6. se postró ante él: Algunos autores interpretan esta acción como expresión del auténtico re­conocimiento del poder de Jesús, y otros, en cambio, piensan que se trata de una estrategia cuya finalidad era dominarle. 7. ¿qué tengo yo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo?: La forma en que se dirige a Jesús el endemo­niado es similar a la del poseído de 1,24 (cf. 3,11). De nuevo, los demonios reconocen la verdadera identidad de Jesús. Algunos espe­cialistas perciben que la utilización del nom­bre de Jesús formaba parte de la estrategia mediante la que los demonios pretendían con­trolar a Jesús (cf. 5,9). no me atormentes: La petición puede reflejar que el demonio reco­nocía que con la llegada de Jesús estaba irrumpiendo el reino de Dios, un aconteci­miento que presagia la aniquilación de los de­monios y otros poderes malignos. 8. sal, espí­ritu inmundo: Jesús percibe correctamente que es el demonio, y no el hombre, quien se es­tá dirigiendo a él. 9. ¿cómo te llamas?: La in­dagación de Jesús nos confirma nuestra com­prensión de que 5,7 formaba parte de la estrategia demoniaca de dominarle diciendo su nombre. Jesús da la vuelta a la situación, ganando poder sobre el demonio que posee al hombre. Legión, pues somos muchos: No esta­mos seguros de que el nombre latino legio sea indicio de un ataque verbal dirigido contra las legiones romanas que ocupaban Palestina. Po­dría sencillamente ser una forma de decir que eran muchos los demonios que poseían al hombre, o incluso un recurso por el que el de­monio evita dar su nombre. Los intentos de explicar el nombre como referencia a una per­sonalidad múltiple o esquizofrenia son incluso mucho más especulativos. 10. le rogaban: Era una idea extensamente compartida que los de­monios tenían que hallar un lugar donde po­der vivir (cf. Lc 11,24), a menos que alcanza­ran su eterno lugar de castigo (Ap 9,1; 20,20). En nuestro texto, los demonios suplican que se les deje seguir viviendo en aquella misma comarca. 11. una gran piara de cerdos: La pre­sencia de cerdos indica que el incidente no tu­vo lugar en territorio judío, puesto que eran impuros para los judíos y presumiblemente no se criaban como recurso alimentario (cf. Lv 11, 7-8). 13. y la piara se lanzó desde lo alto al mar: Jesús permitió a los demonios dejar al hombre y entrar en los cerdos; entraron en los cerdos y éstos se arrojaron al mar. Este hecho se ha interpretado de varias formas: El exor­cismo de Jesús provocó una estampida entre los cerdos; el relato ilustra el motivo del de­monio vencido; un relato sobre un exorcista judío fue transferido a Jesús. El problema es que el relato atribuye una acción destructiva a Jesús (cf. 5,17). Parece implicar que la des­trucción de los animales produce la destruc­ción de los demonios. 15. vieron al hombre que había estado poseído: Tras el testimonio de los porquerizos (cf. 5,14) se ofrecen más pruebas de la efectividad de la curación mediante la presentación del endemoniado sentado, vesti­do y en su sano juicio. La primera reacción de la gente de la comarca es el temor («se llena­ron de temor»). 17. comenzaron a suplicarse que se alejara de su territorio: La actitud de te­mor reverencial da paso a la convicción de que Jesús representaba un problema público, su­puestamente porque su exorcismo provocó la destrucción de la piara. Sólo en este caso y en el de la higuera seca (cf. Mc 11,12-14.20-21) utiliza Jesús su poder para fines destructivos. 18. que le dejase estar con él: El modo en que se presenta la petición del endemoniado cura­do sugiere que solicitaba formar parte de los Doce (cf. 3,14) y unirse a la misión en Galilea. 19. lo que el Señor ha hecho por ti: El título «Señor» puede simplemente referirse a Dios, pero el paralelismo con el siguiente versículo («lo que Jesús había hecho por él») sugiere que se trata de Jesús. 20. comenzó a predicar en la Decápolis: Se presenta la acción del hom­bre como cumplimiento obediente del manda­to de Jesús. La Decápolis era la zona de la Transjordania septentrional que estaba forma­da por diez ciudades de cultura fuertemente helenista (→ Geografía bíblica, 73:52.55); esta zona se encontraba fuera de las tradicionales fronteras de Israel.

36 (c) Curación de enfermos (5,21-43). Este pasaje combina dos relatos de curación -la curación de la hija de Jairo (5,21-24.35-43) y de la mujer que padecía hemorragias (5,25-34)ofreciéndonos así otro ejemplo de la téc­nica marcana del «sandwich» (cf. 1,21-28; 2,1-12; 6,7-30; 11,12-21). Los dos relatos tienen varios elementos comunes: dos mujeres que sufren, el número doce (5,25.42) y ciertas pa­labras («fe», «temor», «curada», «hija», etc.). No obstante, el estilo de cada uno refleja un origen diferente. El relato de la hija de Jairo (5,21-24.35-43) se cuenta con oraciones bre­ves, pocos participios y la utilización del pre­sente histórico; el relato de la hemorroísa (5,25-34) se narra mediante oraciones más ex­tensas con muchos participios y tiempos en aoristo e imperfecto. 21 .al otro lado: Jesús re­gresa a la ribera occidental del mar de Galilea, desde la que él y sus discípulos habían partido en 4,35. 22. uno de los jefes de la sinagoga: Jai­ro era un miembro destacado de la sinagoga judía, probablemente un miembro del consejo de ancianos que supervisaba los asuntos so­ciales y religiosos de la comunidad. El nombre hebreo Yatr (cf. Nm 32,41; Jue 10,3-5) signifi­ca «quiera (Dios) iluminar», pero no es nece­sario atribuirle un significado simbólico. Al­gunos manuscritos omiten la frase «llamado Jairo» (cf. Mt 9,18), pero son muchos los testi­monios que justifican la originalidad de esta lectura. 23. le pedía: La posición (5,22) y la pe­tición (5,23) de Jairo lo presentan como al­guien que suplica, mostrando así cómo, en un caso extremo, un líder judío anhela la ayuda de Jesús, mi niña está agonizando: Marcos di­ce que estaba a punto de morir, mientras que los otros evangelistas dicen que ya había muerto (Mt 9,18; Lc 8,42). ven a poner las ma­nos sobre ella para que se cure y viva: La impo­sición de manos formaba parte de los antiguos rituales de curación que se fundamentaban en la idea de que el sanador era una persona que poseía unos poderes especiales (en 5,27-30 en­contramos un procedimiento inverso). Los tér­minos con los que Jairo expresa su deseo («que se cure», «viva») eran los mismos térmi­nos técnicos que los círculos cristianos primi­tivos utilizaban para referirse a la salvación y la resurrección, lo que nos sugiere el cristia­nismo primitivo podría haber interpretado la recuperación de la vida de la hija de Jairo co­mo una anticipación de la resurrección de Je­sús y de quienes creen en él. 24. lo estrujaban: Con esta frase se prepara el relato dedicado a la mujer que sufría de hemorragias (5,25-34), en el que el agolpamiento de la gente es un da­to importante. 25. una mujer que padecía he­morragias: La descripción de la enfermedad de la mujer y su acción aparecen en una única y extensa oración conectada mediante varios participios. Sufría una menorragia o quizá una hemorragia vaginal por fibroma (cf. J. D. M. Derret, Bib 63 [1982] 474-505). 27. tocó su manto: Su acción se fundamenta en la creen­cia de que el contacto con Jesús, el hombre po­deroso, podría sanarla. La oblicuidad con que se aproxima se explica porque cualquiera que estuviera en su situación era considerado ri­tualmente impuro y podía contaminar a quien tocara (cf. Lv 15,25-30). 28. quedaré curada: El verbo griego sóthésomai es también el término técnico con que el cristianismo primitivo ex­presaba la idea de «salvación» (cf. 5,23). 29. inmediatamente se secó la fuente de sus hemo­rragias: La curación es instantánea y total; Je­sús no ha dicho una palabra, ni ha impuesto sus manos (cf. 5,23). Jesús controla totalmen­te la situación y el poder divino que transmite.
31. sus discípulos le dijeron: La pregunta de Je­sús («¿Quién ha tocado mi ropa?») exige una respuesta. La intervención de los discípulos expresa la dificultad de hallar la respuesta. 33. la mujer, asustada y temblorosa: Su temor pue­de deberse a la impureza ritual ocasionada a Jesús (cf. Lv 15,25-30). O, tal vez, al efecto mi­lagroso acontecido en ella, le dijo toda la ver­dad: La mujer dijo a Jesús todo lo que había pasado, es decir, que había tocado su manto y el resultado logrado. 34. tu fe te ha curado: La misma fórmula aparece al final del relato de Bartimeo (10,52). Su fe se dirigía a Jesús como vehículo del poder de Dios. La forma verbal «te ha curado» (sesóken) puede traducirse también por «te ha salvado» (cf. 5,23.28). vete en paz y queda curada: La fórmula de despedi­da veterotestamentaria es ampliada con la promesa de una curación permanente. 35. tu hija ha muerto: Este mensaje sobre la muerte de la hija frustra la esperanza que Jairo tenía puesta en la potestad sanadora de Jesús. La ás­pera pregunta que se hace a Jairo («¿Por qué sigues molestando al maestro?») incrementa la desesperanza y crea el marco necesario pa­ra el restablecimiento de la vida de la niña. 37. excepto Pedro, Santiago y Juan: Estos tres dis­cípulos forman un círculo más íntimo entre los Doce; solamente ellos están presentes en el monte de la transfiguración (9,2) y en Getse­maní (14,33). 38. alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos: La conmo­ción confirma que la niña ya había muerto; se trata de un ritual de duelo. 39. no ha muerto; está dormida: Aunque el relato parece implicar la idea de la resucitación de un muerto, no de­beríamos excluir la posibilidad de que Jesús poseyera la capacidad de realizar un diagnós­tico más exacto de la condición en que se en­contraba la niña (podría estar en coma o sim­plemente inconsciente); así el episodio nos presentaría otra curación contra todo pronós­tico y contra el diagnóstico especializado de quienes estaban allí (cf. 5,43). 40. se burlaban de él. Esta fuerte expresión de la reacción de la gente intensifica el carácter extraordinario de que lo que Jesús estaba a punto de realizar. Los padres funcionan como testigos del acon­tecimiento, junto a Pedro, Santiago y Juan. Al parecer, todos compartían la opinión de que la niña estaba muerta. 41. talitha koum: Esta fra­se procede del arameo telita qüm; sobre otras palabras y expresiones arameas en Marcos, cf. 3,17; 7,11.34; 11,9-10; 14,36; 15,22.34. Esta presencia de expresiones arameas se interpre­ta normalmente como un indicio de la anti­güedad del evangelio de Marcos, aunque en el caso de un relato de curación hay autores que sostienen que la expresión talitha koum fun­ciona como una especie de palabra mágica (cf. 7,34). levántate: El verbo egeirein se utiliza fre­cuentemente en el NT referido a la resurrec­ción de Jesús, sugiriendo así que el relato tra­ta de una resucitación y tiene un significado simbólico. 42. la niña se levantó al instante y echó a andar: La acción de la niña y la reacción atónita de la gente confirman la realidad del milagro. El verbo usado para describir su ac­ción (anesté) forma parte del vocabulario neotestamentario de resurrección. El comentario sobre su edad, «pues tenía doce años», vincu­la este relato con el precedente (5,25). 43. que nadie se enterase de aquello: Este mandato de silencio podría significar que la niña estaba solamente durmiendo y que era errónea la opinión de quienes decían que estaba muerta; así, Jesús impondría silencio para evitar dar una falsa impresión. Pero este enfoque racio­nalista no era probablemente lo que Marcos tenía en mente, por lo que entenderemos me­jor el mandato como parte de su preocupación por una correcta comprensión de la identidad de Jesús, que incluía la cruz, y les dijo que die­ran de comer a la niña: Este detalle confirma el hecho de la curación al tiempo que manifiesta la compasión de Jesús.

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

Estos versículos nos describen uno de esos milagros misteriosos que con tanta frecuencia nos refieren los Evangelios, el acto de lanzar a un demonio. De todos los casos de esta especie que se encuentran en el Nuevo Testamento, ninguno se describe tan minuciosamente como este. De los tres evangelistas que relatan su historia, ninguno la da tan completa y detallada completa y detallada como S. Marcos.
Vemos, en primer lugar, en estos versículos, que la posesión del cuerpo de un hombre por el diablo, era un hecho real y verdadero en la época del ministerio terrestre de nuestro Señor.
Es un hecho penoso, que nunca faltan personas, que se llaman cristianos, que tratan con explicaciones de desvanecer los milagros de nuestro Señor. Procuran explicarlos por la intervención de causas naturales y probar que en ellos no tuvo parte ningún poder extraordinario. De todos los milagros lo que con más pertinencia atacan es el de exorcizar los diablos. No tienen el menor escrúpulo en negar completamente las posesiones satánicas, diciendo que eran casos de locura, frenesí o epilepsia y que es absurdo imaginarse que el diablo pueda habitar en el cuerpo del hombre.
La respuesta mejor y más sencilla a esas objeciones escépticas es referirse a las narraciones claras y sencillas del Evangelio, y especialmente a la que nos ocupa en este momento. Los detalles que aquí se nos dan son inexplicables, si no creemos en la posesión satánica. Es notorio que la locura, el frenesí o la epilepsia no son enfermedades contagiosas y es seguro que no pueden transmitirse a una piara de puertos. Y sin embargo, se quiere que creamos que tan pronto como el hombre fue curado, dos mil puercos se despeñaran, arrastrados de impulso repentino, por un precipicio al mar, sin ninguna causa visible que explique ese acto. Tal raciocinio es el colmo de la credulidad. Triste es la condición en que se encuentra el espíritu de las personas que se contentan con tales explicaciones.
Guardémonos de esa tendencia escéptica e incrédula respecto al diablo. Es indudable que hay mucho en las posesiones satánicas que no entendemos y que no podemos explicar; pero no por eso debemos resistirnos a creer en ellas. El príncipe del oriente que no quería creer que fuese posible la existencia del hielo, porque viviendo en un país cálido nunca lo había visto, no era más necio que el que se niega a creer en las posesiones satánicas, porque no ha visto ningún caso, o no puede comprenderlas. Seguro es, que en lo que atañe al diablo y a su poder, estamos más dispuestos a creer poco que mucho, y el escepticismo respecto a la existencia y personalidad de Satanás ha resultado en muchas ocasiones ser el primer paso que conduce a la incredulidad respecto a Dios.
Vemos en segundo lugar, en estos versículos, que ser tan cruel, tan poderoso y tan maligno es Satanás. Sobre estos tres puntos el pasaje que meditamos está lleno de instrucción.
Muestra su crueldad Satanás en la miserable condición a que redujo al desgraciado de cuyo cuerpo había tomado posesión. Leemos que vivía «entre sepulcros», que «nadie podía atarlo ni aún con cadenas», que nadie podía domarlo y que estaba «siempre, noche y día, por los montes y entre los sepulcros, gritando e hiriéndose con piedras», enteramente desnudo. A tal estado nos reduciría el diablo a todos nosotros si tuviera poder de hacerlo y se regocijaría en hacernos miserables de cuerpo y alma. Casos como este son débiles muestras de lo que pasa en el infierno.
Muestra su poder Satanás en las terribles palabras que vertió el espíritu inmundo, cuando nuestro Señor le preguntó, «¿Cómo te llamas?» Respondió, diciendo, «Mi nombre es legión; pues somos muchos». Probablemente es que no tenemos ni la más remota idea del número, de la sutileza y actividad de los agentes de Satanás. Olvidamos que es el soberano de una hueste numerosa de espíritus subordinados que ejecutan sus voluntades. Posible es que descubriéramos, si pudiéramos ver los espíritus, que están en nuestro camino, en torno de nuestro lecho y observándonos de continuo, de una manera de que no tenemos la más ligera concepción. En privado y en público, en la iglesia y en el mundo, nos rodean enemigos activos cuya presencia ignoramos.
La malicia de Satanás se descubre en esa extraña petición, «envíanos a los puercos». Lanzados del cuerpo del hombre que habían poseído por tanto tiempo aún están ansiosos de hacer mal. No pudiendo ya dañar por más tiempo un alma inmortal, piden permiso para atormentar a unas bestias mudas que estaban pastando cerca. Tal es el verdadero carácter de Satanás, inclinado por naturaleza a hacer daño, a matar y a destruir.
Guardémonos de incurrir en el hábito insensato de chancearnos respecto al diablo; pues es evidencia terrible de la ceguedad y corrupción de la naturaleza humana, y es harto común. Cuando sea bien visto en el criminal condenado al último suplicio chancearse respecto a su verdugo, solo entonces será bien visto que el hombre hable con ligereza de Satanás. Sería un gran bien para todos nosotros que nos esforzáramos en comprender el poder y creer en la presencia de nuestro gran enemigo espiritual, y que orásemos más para vernos libres de el. Hay mucha verdad en lo que decía un cristiano eminente, que ya ha muerto, «Ninguna plegaria es completa que no contiene una petición para librarnos del diablo.
Vemos por último, en estos versículos, cuan completos son el poder y la autoridad de nuestro Señor sobre el diablo. Se prueba con el grito del espíritu inmundo, «te suplico por Dios que no me atormentes» Lo vemos comprobado en la orden, «Sal de ese hombre inmundo espíritu» y en la obediencia inmediata; así como el cambio que se verificó de golpe en el poseído: lo encontraron «sentado, vestido y en su acuerdo». Se prueba con la súplica de los diablos, «Envíanos a los puercos», confesando así que nada pueden hacer sin permiso. Todos estos hechos muestran que Uno más poderoso que el diablo estaba allí.
Por fuerte que sea el gran enemigo del hombre, estaba en la presencia de Uno que es más fuerte que el. Por numerosas que sean sus huestes, se veía frente a frente de Uno que podía disponer de doce legiones de ángeles. «En donde se oye la palabra del rey, allí esta el poder». Ecl. 8.4 La verdad que en este pasaje se nos enseña es muy consoladora para todos los verdaderos cristianos. Vivimos en un mundo plagado de dificultades y asechanzas: somos débiles y estamos rodeados de miserias. El terrible pensamiento que tenemos siempre a nuestro lado un poderoso enemigo espiritual tan sutil, fuerte y maligno como es Satanás, podría bien inquietarnos y abatirnos; pero, gracias a Dios, que tenemos en Jesús a un amigo Omnipotente, que «puede salvarnos por completo» Ya ha triunfado de Satanás en la cruz, y triunfará siempre de el en el corazón de todos los creyentes, e intercederá para que su fe no fallezca; y triunfará definitivamente de Satanás cuando venga en su segunda venida y lo ate en el abismo que no tiene fondo.
Ahora pues, ¿nos hemos emancipado nosotros del poder de Satanás? Esta es la gran cuestión que interesa a nuestras almas. El aún reina e impera en los corazones de todos los que son hijos de desobediencia. Efs. 2.3 Es aún el rey de los impíos. ¿Nos hemos, por gracia, escapado de sus manos y roto sus cadenas? ¿Hemos realmente renunciado de él y de todas sus pompas? ¿Nos cubrimos con la armadura completa de Dios y resistimos sus arterías? ¿le hacemos oposición todos los días y lo ponemos en fuga? No descansemos hasta que no podamos dar respuestas satisfactorias a todas estas preguntas.

Fuente: Los Evangelios Explicados

gerasenos… M↓ registran gadarenos de Mat 8:28.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

Otros mss. dicen: guerasenos, o, guerguesenos

Fuente: La Biblia de las Américas

M i registran gadarenos de g Mat 8:28.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

Cura a un endemoniado, y permite que una legión de demonios que había en él, entrase en unos puercos, los cuales se precipitaron en el mar. Sana a una mujer de un envejecido flujo de sangre. Va a casa de Jairo, y resucita a su hija.

1 a. El Griego: gadarenón, de los Gadarenos. En San Mateo se lee: gergesenón, Gergesenos. San Jerónimo y otros creen que fue una misma ciudad con tres nombres diferentes. Josefo afirma, que Gadara y Gerasa eran dos ciudades distintas a la otra parte del Jordán, y no distantes entre sí en una provincia llamada Trasamniana, cuya capital era Gadara; y así puede muy bien llamarse de los Gerasenos y de los Gadarenos del nombre de entrambas ciudades.

2 b. San Mateo (8,28) dice que eran dos: tal vez el uno de ellos sería más feroz y famoso.

3 c. No le podían atar; esto es, tener atado.

8 d. Jesús. Aunque eran muchos los demonios, Jesucristo habla a uno solo, que era como el principal caudillo de los otros; porque hay subordinación aun entre los demonios (Lc 8,31-33).

9 e. El Griego: kái apekríthe légon, y respondió diciendo.

10 f. Este país que pertenecía a los gentiles, era también habitado de muchos judíos apóstatas, que habían abandonado el culto del verdadero Dios. Y por esto el mismo Señor los había también abandonado a la cruel tiranía del demonio; y este espíritu maligno, como que ejercita allí muy de asiento su dominación e imperio, pedía al Señor con grande instancia, que no le hiciese salir de aquel país. Se ve al mismo tiempo, que nada puede este espíritu maligno contra los hombres, si Dios no se lo permite.

13 g. El Griego: hésan dé hos disjílioi, y eran como dos mil.

16 h. MS. Como cuntiera.

17 i. MS. Quess quitasse de sus términos.

18 j. Temía este hombre, como cree Teofilacto, que el demonio volvería a atormentarlo, si se apartaba de su divino Libertador, y por esto le suplica que le permita seguirle. Mas el Señor no lo permitió, dándole a entender por una parte, que aunque no estuviese presente corporalmente, le bastaba su gracia para vivir seguro de las asechanzas y tiranía del demonio; y queriendo por otra usar de su misericordia con los ingratos gerasenos, dejándoles uno que les predicase sus maravillas, para que pudiesen conocer la verdad, y convertirse.

20 k. Un territorio al Oriente del mar de Tiberíade, llamado así de las diez ciudades principales que en él había.

21 l. Para oírle.

22 m. MS. De la sinoa.

23 n. MS. Está en finamiento.

25 o. MS. Corrimiento de sangre.

26 p. MS. E despisiera.

27 q. MS. E tanxó: y poco después que tenga la vestidura.

29 r. De aquel mal. Las enfermedades son verdaderamente un azote con que Dios misericordiosamente nos despierta del letargo en que vivimos. La que padecía esta mujer, era una de aquellas que le impedían tratar con los demás (Lev 15,19), y por esto con mucho tiento, y como a escondidas, se llegó por las espaldas a tocar la ropa del Señor, dándole lugar para esto la grande confusión y tropel de gente. Las otras circunstancias, que refiere San Marcos, sirven para realzar la verdad y grandeza del milagro.

31 s. Aunque eran muchos los que apretaban al Señor, solamente la fe de esta mujer fue la que le tocó. Y así de esta solo dio un ilustre testimonio, cuando en medio de tanta gente que por todas partes le oprimía, dijo, que una sola mujer tuvo la dicha de tocarle.

33 t. MS. Lo quel cuntiera.

34 u. MS. De tu majadura.

39 v. El turbamini de la Vulgata latina es un grecismo; pues a imitación del Griego, thorubéisthe, que es voz nueva, dicha con terminación pasiva y significación activa, el autor de la Vulgata dice turbamini por turbatis, alborotáis.

41 w. La palabra qúmi, es hebrea, imperativo de qúm, y significa levántate. Talitha es caldáica o siríaca; significa muchacha. El Señor al común del pueblo hablaba en lengua siríaca, que era entonces la que se usaba vulgarmente.

43 x. Les encargó muy mucho.

y. El Griego: auté, a ella. Para que así viesen todos que no solamente estaba viva, sino también en perfecta salud, puesto que se hallaba en disposición de poder comer.

Fuente: Notas Bíblicas

[1] En lo alusivo, o nivel remez este relato nos enseña que por

[2] ,000 años (simbolizados por los 2,000 cerdos) – el tiempo entre las venidas de Yahshua – ambas casas de Israel entrarían en los cerdos, o en práctica pagana y adoración, resultando en muerte en el mar simbolizando el exilio y la muerte espiritual dentro de las naciones.

[2] Fuimos ahogados en el mar de las naciones.

[3] Significando “diez ciudades” simbolizando a las diez tribus de Israel-Efraím recibiendo las Buenas Nuevas, y la sanidad emanando de ese mensaje.

[4] Las multitudes de Israel.

[5] La mujer es Israel. Los doce años de dolor son un año por cada tribu, y los tzitzit/franjas son simbólicos de recordar todas las torot/leyes de YHWH y el poder que surge de la Torah y Moshiaj que fluye de regreso a Israel, quien entonces es hecha sana.

[6] La fe Biblica en Yahshua y la Torah nos guiará a paz e integridad.

[7] Una interpretación alterna para Talitha Cumi sería “tú que estás bajo el tallit/manto de oración levántate.”

[8] Cuando ésta niña de Israel es curada, ella representa a todos los Israelitas que reciben el mensaje del reino como un niño pequeño, y cada uno de esos doce años de edad, representa la resurrección de todas las 12 tribus a nueva vida por Moshiaj. Una vez vivas, se les da manna nuevo, o pan para comer como está visto en el versículo 43.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero