Pero si decimos “de los hombres…” Temían al pueblo, porque todos consideraban que verdaderamente Juan era profeta.
11:32 — ¿Y si decimos, de los hombres…? Pero temían al pueblo, pues todos tenían a Juan como un verdadero profeta — En sus deliberaciones, el otro cuerno del dilema tampoco les ofrece consolación, pues si afirman que el bautismo de Juan era de los hombres, posiblemente la gente les apedree (Luc 20:6) porque para la gente Juan era un verdadero profeta de Dios que cumplió profecía respecto a la obra de preparación para la venida del Mesías. La gente representada en el templo en este momento hizo dos días declaraba que Jesús es el hijo de David (el Mesías) (ver.9,10 de este cap.). Ante esta gente los líderes judíos no pueden negar lo auténtico de Juan y de Jesús.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
tememos al pueblo. Mar 6:20; Mar 12:12; Mat 14:5; Mat 21:46; Luc 20:19; Luc 22:2; Hch 5:26.
todos tenían a Juan como un verdadero profeta. Mat 3:5, Mat 3:6; Mat 21:31, Mat 21:32; Luc 7:26-29; Luc 20:6-8; Jua 10:41.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
11:32 — ¿Y si decimos, de los hombres…? Pero temían al pueblo, pues todos tenían a Juan como un verdadero profeta — En sus deliberaciones, el otro cuerno del dilema tampoco les ofrece consolación, pues si afirman que el bautismo de Juan era de los hombres, posiblemente la gente les apedree (Luc 20:6) porque para la gente Juan era un verdadero profeta de Dios que cumplió profecía respecto a la obra de preparación para la venida del Mesías. La gente representada en el templo en este momento hizo dos días declaraba que Jesús es el hijo de David (el Mesías) (ver.9,10 de este cap.). Ante esta gente los líderes judíos no pueden negar lo auténtico de Juan y de Jesús.
Fuente: Notas Reeves-Partain
Temían al pueblo es una variante que aparece en el TR. En las ediciones modernas del GNT la palabra que corresponde es “multitud” o «gente» (TLA). Verdadero profeta significa, como sugiere TLA, «un profeta enviado por Dios».
Reflexión bíblica y pastoral
La pregunta acerca de la autoridad que tenía Jesús para hacer lo que hacía se relacionaba con la posición social de cada individuo en aquella sociedad. Detrás de la pregunta se escondía la creencia de que una persona se ganaba el respeto de la gente cuando demostraba que era honorable. Esto sólo podía suceder si la persona probaba que pertenecía a una familia importante o que había conseguido honor a través de su habilidad para el debate público y las confrontaciones en que el honor estaba en juego. Si no se daba ninguna de estas dos condiciones, se pensaba que la persona actuaba imbuida de un poder maligno. Esto es precisamente lo que los escribas pensaban respecto de Jesús, en Mar 3:22, y lo que posiblemente había motivado esta pregunta (Malina, 254). Debido a que sus rivales no supieron qué contestar, esta confrontación tuvo como consecuencia que Jesús ganó más honor aún en los ojos de la gente, lo cual hizo que los líderes, por envidia, quisieran deshacerse aún más de él.
La autoridad de Jesús para liberar y confrontar no provenía de su estatus social, pues no lo tenía; no provenía de su educación, pues, en su condición de galileo, posiblemente carecía de ella; tampoco provenía de su familia, dado que ésta pertenecía a una clase social inferior incluso que los campesinos (Mar 6:3). La autoridad de Jesús venía directamente de Dios. La había conseguido a través de un estrecho contacto con Dios en oración y meditación, durante las largas horas que pasaba en lugares solitarios, recargando sus energías espirituales. Sin embargo, también había ganado dicha autoridad por su compasión ante la miseria humana. La gente se daba cuenta de que Jesús la entendía y compartía sus sufrimientos, y comenzó a ver en él otro aspecto de Dios: un Dios que se acercaba al pobre como promesa de liberación y nueva vida; un Dios que esparcía en el pueblo sanidad y alegría. Por el contrario, la clase dirigente religiosa había utilizado su posición de autoridad para aprovecharse de la gente, al punto de explotarla, acusarla y juzgarla por no cumplir con los requisitos de la ley. En realidad, dicha clase dirigente no ejercía autoridad, sino autoritarismo, y el pueblo lo percibía (ver Mar 1:22).
La iglesia actual haría bien en preguntarse de dónde proviene su autoridad. En la historia de la iglesia siempre hubo personas que estuvieron íntimamente conectadas con Dios en oración. Esto significa que tenían acceso a la misma fuente de energía espiritual y de autoridad que tuvo Jesús: Dios, a través del Espíritu Santo. Debemos imitar a tales personas. A la vez, siempre hubo gente que creyó que podía manipular a Dios, si hacía lo correcto a sus ojos (transformar a Dios en deudor); si tenía la correcta educación teológica (obligar a Dios a reconocer los esfuerzos por entenderlo); o si estaba conectada con la tradición religiosa adecuada (pretender que Dios no puede ser patrimonio de ningún grupo sin historia eclesiástica). Evitemos, por todos los medios, caer en semejante error. Bástenos el ejemplo de Jesús, quien demostró fehacientemente que su autoridad no residía en ningún privilegio que pudiera esgrimir, sino en su entrega voluntaria al servicio del ser humano.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
REFERENCIAS CRUZADAS
k 557 Mat 3:5; Mat 14:5; Mat 21:26; Mar 6:20; Luc 20:6
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
T67 En este versículo, el verbo imperfecto ἦν equivale a un perfecto perifrástico o pluscuamperfecto, que significa: que Juan había sido un profeta (comp. Mar 6:8 y BD330).