Este es el testimonio de Juan cuando los judíos le enviaron de Jerusalén unos sacerdotes y levitas para preguntarle: —¿Quién eres tú?
1:19 Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres? — Juan habla de la multitud (los habitantes en total de Palestina, principalmente los galileos) y de los judíos, los de Judea y en particular de Jerusalén que se oponían a Jesús. La multitud, menospreciada por los judíos (7:49), escuchaba a Jesús y muchos creían en El; aun querían obligarle a ser su rey (6:15), y cuando Jesús entró en la ciudad de Jerusalén «clamaban: ¡Hosanna! ¡… rey de Israel!» (12:13). Los judíos (los escribas y fariseos, los saduceos, los ancianos, los principales sacerdotes y los doctores o intérpretes de la ley) eran tenaces en su expectación de un Mesías nacional. Eran los instigadores y líderes de la oposición contra Jesús que resultó en su crucifixión. (MRV). Esto judíos querían saber más acerca de Juan. Tenían que investigar tales movimientos porque tenían que dar cuenta a los romanos de cualquier amenaza a la paz. Los romanos daban mucha libertad a las naciones sojuzgadas, pero insistían en que los gobernantes mantuvieran el buen orden. Muchísimas personas habían salido de Jerusalén y de toda Judea para escuchar a Juan y para ser bautizados por él. Entonces ¿quién sería este bautizador?Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
cuando los judíos. Jua 5:33-36; Deu 17:9-11; Deu 24:8; Mat 21:23-32; Luc 3:15-18.
¿Tú, quién eres? Jua 10:24; Hch 13:25; Hch 19:4.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Jua 2:1-11
Este pasaje registra los sucesos de una semana al principio del ministerio del Señor. El primer día, Juan el Bautista testificó a los líderes judíos (Jua 1:19-28).
El siguiente día (Jua 1:29), Juan volvió a dar testimonio (Jua 1:29-34).
El siguiente día otra vez (Jua 1:35), Juan testificó a dos de sus discípulos que llegaron a ser seguidores de Cristo (Jua 1:35-42).
El siguiente día (Jua 1:43), se añadieron dos discípulos más a Jesús (Jua 1:43-51).
Al tercer día (Jua 2:1), o sea, el tercero desde el último día mencionado, Jesús llevó a sus recién encontrados discípulos a Caná. Viajar desde Betábara (Betania), cerca de Jericó a Judea (Jua 1:28), tomaría probablemente tres días de camino. Así, Jua 1:19-51; Jua 2:1-11 traza cuidadosamente la primera semana de testimonio.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
los judíos: Esto es, los líderes judíos, el Sanedrín. Es trágico que cristianos y no cristianos hayan sido culpables de antisemitismo, aparentemente bajo el pretexto de que el pueblo judío fue culpable de la muerte de Cristo en alguna forma especial que no es igual para toda la humanidad. Debemos recordar que Jesús y sus discípulos, y todos los que Él amaba, eran judíos. Es cierto que muchos de su pueblo lo rechazaron, y especialmente muchos entre los líderes de Israel, pero no puede culparse más a los judíos de lo que se culpa a los romanos, y, de hecho cada uno de nosotros, porque todos hemos rechazado a Jesús en algún momento de nuestra vida. Juan utiliza principalmente la frase «los judíos» para los líderes de Israel y los que se oponían al Señor Jesús. El Sanhedrín era responsable de examinar a cualquiera que fuera acusado por otro de ser un falso profeta. Los miembros del Sanedrín estaban divididos entre saduceos y fariseos. La delegación que vino a investigar a Juan el Bautista era la facción farisaica (Jua 1:24).
¿Tú, quién eres?: En el siglo I, muchas personas esperaban la venida del Mesías prometida por los profetas del AT. Juan no pretendió ser el Mesías, pero los gobernantes estaban preocupados de mantener la paz ante el ojo de Roma y vigilaban con cuidado todos los presuntos mesías. Juan se apresuró a reconocer que él no era el Cristo.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Juan. Juan había nacido en una familia sacerdotal y esto le hacía miembro de la tribu de Leví (Luc 1:5). Él comenzó su ministerio en el valle del Jordán a la edad aproximada de veintinueve o treinta años, y proclamó con denuedo la necesidad de arrepentimiento y preparación espiritual para la venida del Mesías. Fue primo de Jesucristo y sirvió como su precursor profético (Mat 3:3; Luc 1:5-25; Luc 1:36). los judíos … de Jerusalén. Esto puede referirse al sanedrín, el principal ente gubernamental de la nación judía. El sanedrín era controlado por la familia del sumo sacerdote, así que sus enviados tendrían que ser sacerdotes y levitas que estaban interesados en el ministerio de Juan, tanto en su mensaje como en su bautismo.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
En estos versículos Juan presentó el primero de muchos testigos para probar que Jesús es el Mesías y el Hijo de Dios, con el objetivo de consolidar su tema principal (Jua 20:30-31). El testimonio de Juan el Bautista fue dado en tres días diferentes a tres grupos distintos (cp. los vv. Jua 1:29; Jua 1:35-36). En cada oportunidad habló de Cristo desde una perspectiva diferente para resaltar distintos aspectos suyos. Los acontecimientos descritos en estos versículos tuvieron lugar entre 26 y 27 d.C., tan solo unos meses después del bautismo de Jesús por parte de Juan (cp. Mat 3:13-17; Luc 3:21-22).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
1:19 Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres? — Juan habla de la multitud (los habitantes en total de Palestina, principalmente los galileos) y de los judíos, los de Judea y en particular de Jerusalén que se oponían a Jesús. La multitud, menospreciada por los judíos (7:49), escuchaba a Jesús y muchos creían en El; aun querían obligarle a ser su rey (6:15), y cuando Jesús entró en la ciudad de Jerusalén «clamaban: ¡Hosanna! ¡… rey de Israel!» (12:13). Los judíos (los escribas y fariseos, los saduceos, los ancianos, los principales sacerdotes y los doctores o intérpretes de la ley) eran tenaces en su expectación de un Mesías nacional. Eran los instigadores y líderes de la oposición contra Jesús que resultó en su crucifixión. (MRV).
Esto judíos querían saber más acerca de Juan. Tenían que investigar tales movimientos porque tenían que dar cuenta a los romanos de cualquier amenaza a la paz. Los romanos daban mucha libertad a las naciones sojuzgadas, pero insistían en que los gobernantes mantuvieran el buen orden. Muchísimas personas habían salido de Jerusalén y de toda Judea para escuchar a Juan y para ser bautizados por él. Entonces ¿quién sería este bautizador?
— Este es el testimonio de Juan — En una ocasión Jesús preguntó, «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?» (Mat 16:13). El testimonio de la gente que vio y escuchó a Jesús era muy importante. He aquí el testimonio acerca de Jesús registrado por Juan en este libro:
Juan (el autor de este libro) (21:24): «Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero» (19:34, 35).
Juan el bautista: «el Cordero de Dios… » (1:29, 36).
Andrés: «Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo) » (1:41).
Felipe: «Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas» (1:45).
Natanael: «Tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel» (1:49).
María, la madre de Jesús: «Haced todo lo que os dijere» (2:5). ¿Creía ella que Jesús era simplemente un huésped más? No, sino que creía que El podía hacer algo extraordinario. También hay que tomar en cuenta el silencio de María. Ella dio su testimonio no solamente en lo que decía, sino también en lo que no decía. ¿Qué madre fiel y amorosa no haría todo lo posible para salvar a su hijo? ¿Qué madre dejaría que su hijo muriera por causa de una mentira cuando ella sabía la verdad? Cuando «los judíos le respondieron (a Pilato): Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios» (19:7), ¿qué dijo María? Si Jesús no era (es) el Hijo de Dios, entonces María podía haber testificado que lo que los judíos decían no era cierto, que ella, su madre, sabía perfectamente quién era su padre y que no era Dios. Con ese testimonio habría salvado la vida de su hijo.
Nicodemo: «Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él» (3:2). No hay nada que indique que después de este incidente Nicodemo cambiara de opinión, pues aludió que Jesús tenía derecho a defenderse (7:50, 51), y ayudó a José de Arimatea en la sepultura del cuerpo de Jesús (19:39).
Los samaritanos. La mujer: «Señor, me parece que tú eres profeta» (4:19); «Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?» (4:29); «Me dijo todo lo que he hecho» (4:39). Los samaritanos: «Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo» (4:42).
Pedro: «Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. Dijo entonces Jesús a los doce: ¡Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna» (6:66-68). Es cierto que en un momento de flaqueza él negó a Cristo, pero inmediatamente se arrepintió y dedicó su vida a la proclamación de estas «palabras de vida eterna».
La multitud estaba dividida. Algunos eran influenciados por el prejuicio de los líderes de los judíos, pero otros podían dar un testimonio más objetivo.
— Después del milagro de alimentar a los 5000, algunos decían, «¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?» (6:42). Aceptaron su milagro pero no podían aceptar su deidad.
— «le buscaban los judíos en la fiesta, y decían: ¿Dónde está aquél? Y había gran murmullo acerca de él entre la multitud, pues unos decían: Es bueno; pero otros decían: No, sino que engaña al pueblo» (7:11, 12).
— «Pues mirad, habla públicamente, y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido en verdad los gobernantes que éste es el Cristo?» (7:26).
— «Y muchos de la multitud creyeron en él, y decían: El Cristo, cuando venga, ¿hará más señales que las que éste hace?» (7:31).
— Algunos decían: «Verdaderamente éste es el profeta. Otros decían: Este es el Cristo. Pero algunos decían: ¿De Galilea ha de venir el Cristo? ¿No dice la Escritura que del linaje de David, y de la aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Cristo?» (7:40-43). Estaban divididos pero todos entendían que Jesús no era como los demás rabinos.
— La entrada triunfal: «Grandes multitudes que habían venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a Jerusalén, tomaron ramas de palmera y salieron a recibirle, y clamaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!» (12:12, 13). En esto llegó al colmo de su popularidad.
— Los judíos «gritaron: ¡Fuera, fuera, crucifícale! ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César» (19:15).
Los judíos. Al decir judíos Juan hablaba de los de Jerusalén, principalmente de los líderes hostiles.
— «Y se maravillaban los judíos, diciendo: ¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado?» (7:15). Esto indica que ellos reconocían su conocimiento superior.
— «Volvió a haber disensión entre los judíos por estas palabras. Muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís? Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?» (10:19-21). En esto se condenaban solos, porque reconocían que Jesús había hecho el milagro de abrir los ojos de los ciegos.
Los fariseos. también éstos estaban divididos cuando abrió los ojos del ciego. «Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el día de reposo. Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales? Y había disensión entre ellos?» (9:16).
— después de la resurrección de Lázaro, «Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el concilio, y dijeron: ¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales» (11:47). No hablaron de una sola señal (la de levantar a Lázaro) sino de «muchas señales».
— testifican de la influencia de Jesús sobre el pueblo, y del temor que sentía en cuanto al resultado de sus obras. «Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación» (11:48).
— reconocían que no podían hacer frente a la situación causada por la influencia de Jesús. «Pero los fariseos dijeron entre sí: Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él» (12:19). Estaban muy frustrados.
En resumen, los fariseos testificaron que Jesús había hecho muchas señales, que su influencia crecía, y que ellos no habían podido hacer nada para evitarlo. Estaban persuadidos que su último recurso era matarle. Por eso, desde entonces comenzaron a llevar a cabo su plan diabólico.
Los alguaciles. «Los alguaciles vinieron a los principales sacerdotes y a los fariseos; y éstos les dijeron: ¿Por qué no le habéis traído? Los alguaciles respondieron: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!» (7:45-52). Estas palabras provocaron una reacción fuerte de parte de los fariseos. «Entonces los fariseos les respondieron: ¿También vosotros habéis sido engañados? ¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes, o de los fariseos?… Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta».
El hombre que nació ciego. 9:17, «¿Qué dices tú del que te abrió los ojos? Y él dijo: Que es profeta». Los padres confirmaron que su hijo había nacido ciego. Entonces los fariseos dijeron, 9:24, «Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador 9:25, Entonces él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo».
Marta: «Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará» (11:22).
— «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo» (11:25-27).
Los discípulos. Después del discurso final de los capítulos 14-16, 16:30, «Ahora entendemos que sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos que has salido de Dios».
Pilato. 18:38, «Yo no hallo en él ningún delito». 19:4, «ningún delito hallo en él». 19:6, «yo no hallo delito en él».
Tomás. 20:25, «Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré». 20:28, «¡Señor mío, y Dios mío!» (Esta lista preparada por HH).
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL TESTIMONIO DE JUAN EL BAUTISTA
Juan 1:19-28
Este es el testimonio de Juan cuando los judíos mandaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle:
-¿Quién eres tú?
Él contestó aseverando con toda claridad:
-Yo no soy el Mesías.
-Entonces, ¿qué hemos de pensar? ¿Que eres Elías? -le siguieron preguntando.
No lo soy- contestó.
-¿Eres el Profeta prometido?
No- contestó. Y ellos le dijeron:
-¿Pues quién eres? Dínoslo claro para que podamos llevar una respuesta a los que nos han enviado. ¿Quién pretendes ser?
No soy más que la voz de uno que clama en el desierto -dijo-: «¡Allanadle el camino al Señor!», como dijo el profeta Isaías.
Ahora bien, los que habían mandado los emisarios eran de los fariseos, y le siguieron preguntando:
-Si no eres ni el Mesías, ni Elías, ni el Profeta prometido, ¿cómo es que bautizas?
-Yo bautizo con agua -contestó Juan-; pero hay Uno entre vosotros al Que no conocéis. Me refiero al
Que viene detrás de mí, al Que no merezco ni desatar las correas de las sandalias.
Todo esto sucedió en Betania, al lado de allá del Jordán, que era donde Juan estaba bautizando.
Juan empieza la parte narrativa de su evangelio con este pasaje. Ya nos ha presentado en el prólogo lo- que se propone hacer: está escribiendo su evangelio para demostrar que Jesús es la Mente, la Razón, la Palabra de Dios Que ha venido a este mundo como una Persona humana. Una vez que ha expuesto su idea central, ahora empieza la historia de la vida de Jesús.
Juan es el evangelista que más cuidado pone en los detalles del tiempo. Empezando en este pasaje y prosiguiendo hasta 2:11 nos cuenta paso a paso la historia de la primera semana clave de la vida pública de Jesús. Los sucesos del primer día se encuentran en 1:19-28; la historia del segundo día, en 1:2934; el tercer día se desarrolla en 1:35-39; los tres versículos 1:40-42 nos cuentan la historia del cuarto día; los acontecimientos del quinto día se relatan en 1:43-51; el sexto día queda en blanco, y los acontecimientos del último día de la semana se encuentran en 2:1-11.
En esta misma sección Dt 1:19 Hch 2:11 , el Cuarto Evangelio nos da tres clases diferentes de testimonio de la grandeza y unicidad de Jesús. (i) Está el testimonio de Juan el Bautista (1:19-34). (ii) Está el testimonio de los que aceptaron a Jesús como Maestro y se enrolaron como Sus discípulos (1:41-51): (iii) Está el testimonio de los poderes maravillosos de Jesús (2:1-11). Juan nos está presentando a Jesús en tres contextos diferentes, y en cada uno de ellos nos muestra la suprema maravilla de Su Persona.
Ya hemos visto que el Cuarto Evangelio tenía que hacerse cargo de una situación en la que se le atribuía a Juan el Bautista una posición muy por encima de la que él mismo pretendía. Tan posteriormente como en el año 250 d C., las Recognitiones clementinae nos refieren que » había algunos de los discípulos de Juan que predicaban sobre él como si su maestro fuera el Mesías.» En este pasaje vemos que esa era una opinión que el mismo Juan el Bautista había repudiado.
Volvamos ahora. al mismo pasaje. En el mismo principio nos encontramos con una de las características del Cuarto Evangelio. Son emisarios de los judíos los que vienen a interrogar a Juan. La palabra judíos (iudaioi) aparece en este evangelio no menos de setenta veces, y los judíos están siempre en la oposición. Son los que se habían organizado contra Jesús. La mención de los judíos presenta a la oposición en la escena desde el principio. El Cuarto Evangelio representa dos cosas: la primera, como hemos visto, es la exhibición de Dios en Jesucristo; pero la segunda es la historia del rechazamiento de Jesucristo por los judíos, la historia del ofrecimiento de Dios y del rechazamiento del hombre, del amor de Dios y del pecado humano, de la invitación de Jesucristo y el rechazo del hombre. El Cuarto Evangelio es el evangelio en el que el amor y la advertencia se combinan viva y dramáticamente.
La diputación que vino a entrevistar a Juan estaba formada por dos clases de personas. (a) Primeramente, había sacerdotes y levitas; su interés era muy natural, porque Juan era hijo de Zacarías, que era sacerdote (Lc 1:5 ). En el judaísmo, la única cualificación necesaria para ser sacerdote era la ascendencia. Si uno no era descendiente de Aarón, no tenía posibilidad de ser sacerdote; pero, si lo era, nada se lo podía impedir, salvo ciertos defectos físicos que la Ley especificaba. Por tanto, para las autoridades Juan el Bautista era de hecho sacerdote, y era muy natural que los sacerdotes quisieran descubrir por qué se estaba comportando de una manera tan extraña. (b) En segundo lugar, había emisarios de los fariseos. Es muy posible que detrás de todo esto estuviera el Sanedrín. Juan era un predicador que atraía a las multitudes. Una de las funciones del Sanedrín era encargarse de cualquiera que fuera sospechoso de ser un falso profeta.. El Sanedrín puede que se considerara obligado a comprobar si ese era el caso de Juan.
Todo revela lo suspicaz que era la ortodoxia de cualquier cosa fuera de lo corriente. Juan no se ajustaba a la idea generalmente aceptada de un sacerdote. Ni tampoco de la de un predicador. Por tanto, las autoridades eclesiásticas del día k: miraban con sospecha. La Iglesia siempre corre peligro de condenar cualquier cosa nueva simplemente por serlo. En cierto sentido, puede que no haya otra institución en el mundo que se dé por ofendida con los cambios tanto como la Iglesia:, A menudo rechaza a grandes predicadores y se niega a emprender muchas grandes aventuras sencillamente porque sospecha de todo lo nuevo.
EL TESTIMONIO DE JUAN EL BAUTISTA
Juan 1:19-28 (conclusión)
Los emisarios de la ortodoxia, podían pensar en tres cosas que Juan tal vez pretendiera ser. .
(i) Le preguntaron si era el Mesías. Los judíos estaban’ esperando, y todavía siguen esperando los que no son cristianos, al Mesías. No había una sola idea del Mesías. Algunos esperaban al que había de traer la, paz a toda la Tierra. Otros esperaban al que había de traer el reinado de la justicia. La mayor parte esperaba un gran héroe nacional que guiara a los ejércitos judíos a la conquista de todo el mundo. Algunos esperaban una figura sobrenatural directamente de Dios. Todavía más esperaban un príncipe de la dinastía de David. Era frecuente que surgieran supuestos Mesías que provocaban rebeliones. El tiempo de Jesús era especialmente inflamable. Era natural que le preguntaran a Juan si pretendía ser el Mesías. Juan rechazó de plano la sugerencia; pero la rechazó con un cierto matiz. En el original griego la palabra yo está subrayada por la posición que ocupa en la frase. Es como si Juan dijera: «.Yo no lo soy; pero, si supierais, el Mesías ya está aquí.»
(ii) Le preguntaron si era Elías. Los judíos creían que, antes que viniera el Mesías, volvería a la Tierra Elías para ser Su heraldo y preparar al mundo para recibirle. Especialmente, vendría para resolver todas las disputas. Decidiría quiénes eran judíos y quiénes no lo eran; reuniría las familias que estaban enemistadas. Los judíos creían estas cosas hasta tal punto que la ley tradicional decía que el dinero y las propiedades que estaban en litigio, o las cosas que se hubieran encontrado y no se supiera de quién eran, debían esperar «hasta que viniera Elías.» La creencia en la venida de Elías antes que el Mesías se remonta a Mal 4:5 . Hasta se creía que Elías ungiría al Mesías como rey a la manera tradicional, y que resucitaría a los muertos para que participaran del Reinado Mesiánico; pero Juan dijo que esos honores no le correspondían a él.
(iii) Le preguntaron si era el Profeta prometido y esperado. Algunas veces _se. creía que Isaías, o más bien Jeremías, volvería cuando. viniera el Mesías. :Esta creencia se remontaba- a la seguridad que Moisés le dio al pueblo en Dt 18:15 : «Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo; te levantará el Señor tu Dios; a él oiréis.» Era una promesa qué no olvidaba ningún judío. Esperaban y anhelaban que surgiera el Profeta que sería el más grande de todos, el Profeta par excellence. Pero Juan rechazó también la idea de que -le correspondiera ese honor.
Así que le preguntaron quién era, y su respuesta fue que no era nada más que una -voz que llamaba al pueblo a preparar el camino para la venida del Rey.. La cita es de Isa 40:3 . Los cuatro evangelios la citan (Marcas 1:3; Mt 3:3 ; y Lc 3:4 ). La idea que encierra es la siguiente: Las carreteras del Oriente en aquellos tiempos no estaban pavimentadas; eran meros caminos. Cuando un rey tenía intención de visitar una provincia, o un conquistador quería recorrer sus dominios, las carreteras se allanaban y enderezaban y acondicionaban. Lo que Juan estaba diciendo era: «No importa quién sea yo, que no soy nadie; soy sólo una, voz que os dice que os preparéis para recibir al Rey, que viene de camino.»
Juan era lo que debiera ser todo verdadero predicador y maestro: sólo una voz, un indicador que señala al Rey. Lo que menos le interesaba era que le miraran a él; quería que le olvidaran y que no vieran nada más que al Rey.
Pero los fariseos estaban alucinados con una idea: ¿Qué derecho tenía Juan para bautizar? Si hubiera sido el Mesías, o Elías o el Profeta, habría sido normal. Isaías había escrito: «Empero Él rociará a muchas gentes» (Isa 52:15 R-V 1909). Ezequiel había dicho: «Esparciré sobre vosotros agua limpia; y seréis limpiados» (Ez 36:25 ). Zacarías había dicho: «En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia» (Zac 13:1 ). Pero, ¿por qué había de bautizar Juan?
Lo que hacía el gesto aún más extraño era que el bautismo que se practicaba entonces no era para los israelitas, sino para los prosélitos, los que procedían de otros pueblos y religiones y se convertían a la fe de Israel. A un israelita no se le bautizaba nunca; ya pertenecía al pueblo de Dios por ser descendiente de Abraham y haber sido circuncidado. Pero los gentiles tenían. que ser lavados en el bautismo. Juan estaba haciendo con los israelitas lo que sólo había necesidad de hacer con los gentiles: Estaba sugiriendo que el pueblo escogido tenía que ser limpiado. Eso era de hecho lo que Juan creía; pero no contestó directamente.
Dijo: «Yo no bautizo más que con agua; pero hay Uno entre vosotros, aunque no Le reconocéis, del Que no merezco ni desatar la correa de los zapatos.» Juan no podía haber mencionado nada más servil: el desatar la correa de las sandalias era obligación de los esclavos. Había un dicho rabínico en el que se decía que un discípulo debería estar dispuesto a hacer todo lo que fuera por su maestro excepto únicamente desatarle las sandalias. Eso era un servicio demasiado humillante aun para que se lo hiciera un discípulo a su maestro. Pero Juan dijo: «Viene Uno del que no merezco ser esclavo siquiera.» Hemos de suponer que para entonces ya había, tenido lugar el bautismo de Jesús, cuando Juan Le reconoció. Así es que Juan está diciendo otra vez: «Viene el Rey. Para recibirle como es debido tenéis que limpiaros lo mismo que los gentiles. Preparaos para la entrada del Rey en la Historia.»
La misión de Juan era solamente preparar el camino. La grandeza que le correspondiera procedía de la suprema grandeza de Aquel Cuya venida anunciaba. Es el gran ejemplo de todos los que están dispuestos a obliterarse para que se vea a Jesucristo. Juan no era más que un dedo señalando a Cristo. Que Dios nos dé gracia para olvidarnos de nosotros mismos y acordarnos sólo de Cristo.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
PRIMERA PARTE
El ministerio público de Jesús: Dios muestra su majestad esplendorosa al mundo (Jua 1:19-51; Jua 2:1-25; Jua 3:1-36; Jua 4:1-54; Jua 5:1-47; Jua 6:1-71; Jua 7:1-53; Jua 8:1-59; Jua 9:1-41; Jua 10:1-42; Jua 11:1-57; Jua 12:1-50)
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
1. Testimonio de Juan Bautista (Jua 1:19-37)
Análisis de discurso
El evangelio continúa el testimonio de Juan Bautista ya introducido en los vv. Jua 1:6-8 y Jua 1:15. Ahora es ante el judaísmo oficial, luego ante el pueblo en general (Jua 1:29-34) y después él mismo deja a sus discípulos que sigan al verdadero Mesías (Jua 1:35 ss). Para la iglesia primitiva, y concretamente para los evangelios, el ministerio de Jesús surge de la misión del Bautista. Pero es en el evangelio de Juan donde se ve claramente que el ministerio de Juan Bautista intencionalmente va menguando. Su papel como profeta y maestro se va extinguiendo a medida que el papel de Jesús como “el cordero de Dios” va en aumento.
El testimonio de Juan Bautista es expuesto en tres secciones que corresponden a tres días: vv. Jua 1:19-28; Jua 1:29-34 y Jua 1:35-37. La primera sección, que introduce el ministerio, trae consigo algunos problemas de traducción debido a lo rápido y escueto de las preguntas y respuestas en el diálogo entre el Bautista y las autoridades judías así como por la cita libre que el evangelista hace del profeta Isaías.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
a. Primer día -El testimonio del Bautista ante las autoridades judías (vv. Jua 1:19-28)
TÍTULO: La mayoría de las versiones titulan simplemente El testimonio de Juan (BJ) o Testimonio de Juan el Bautista (RV60, RV95, BA). Otras versiones son algo más específicas: Juan el Bautista habla de Jesús (TLA), Juan el Bautista da testimonio de Jesucristo (DHH). Pero en realidad el testimonio del Bautista sobre Jesús es solo indirecto, ya que el interrogatorio gira en torno sobre Juan mismo. Es más acorde con el texto titular esta unidad Las autoridades judías interrogan a Juan Bautista sobre su identidad.
Análisis textual y morfosintáctico
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Esta sección comienza con el “y” que hace la transición mejor enlazada entre el prólogo y el resto del evangelio. «Y este fue el testimonio de Juan» (BJ) muestra ante quién se da este testimonio que señala al Mesías (Jua 1:6-8, Jua 1:15). La mayoría de las versiones no traducen el y, sino que van directamente al relato acerca de Juan Bautista. Esto no perjudica el sentido global del v. Jua 1:19. También se podría escribir una partícula que ayude a la transición, como por ejemplo: “ahora”, “tiempo después”.
La estructura de esta perícopa no presenta complicaciones. Hay una primera parte (vv. Jua 1:19-23) donde el Bautista responde a las preguntas de los levitas y sacerdotes en cuanto a su mesianidad; en la segunda parte (vv. Jua 1:24-28) responde a la pregunta de los fariseos en cuanto a su bautismo.
«Los judíos de Jerusalén» (BI) es una frase que se refiere en el evangelio a las autoridades judías o a los jefes del judaísmo. Ellos siempre aparecen en oposición a Jesús y aquí lo están en este interrogatorio, oponiéndose al Bautista. “Los judíos de Jerusalén” se puede entender y traducir como «los jefes de los judíos» (TLA), «las autoridades judías» (DHH) o «comisión de levitas y sacerdotes» (BI). El evangelio de Juan usa el término “judíos” para referirse a las autoridades del judaísmo en Jerusalén y que formaban parte del sanedrín. El evangelista se distancia de los judíos, como cuando menciona las fiestas explica “de los judíos” y con este calificativo se refiere a los líderes religiosos y clases dirigentes del judaísmo, que en este evangelio son hostiles e incrédulos al papel mesiánico de Jesús. También hay que tener presente que cuando Juan escribe este evangelio la relación entre cristianos y judíos, entre la iglesia y la sinagoga, era más que tirante, violenta.
Los sacerdotes y levitas tenían entre otras las funciones la de ser guardianes y vigilantes del templo. De hecho, la policía del templo estaba formada por levitas y estaba bajo las órdenes del sanedrín.
La pregunta ¿quién eres tú? tiene que ver no tanto con la identidad o el nombre de Juan. No le están preguntando cómo se llama. La pregunta más bien hay que entenderla, en primer lugar, en el contexto de un interrogatorio represivo que produce intimidación más que otra cosa. A Juan lo andan investigando, con todo lo que eso conlleva. En segundo lugar, considerando el contexto de las expectativas escatológicas en cuanto a la venida del Mesías. El entorno del interrogatorio en sí es negativo. A los emisarios de Jerusalén lo que les interesa es averiguar el carácter mesiánico de Juan Bautista, están sobre todo interesados en el papel o ministerio de Juan. Quizás la radicalidad de su vida y mensaje lo hacían sospechoso, sobre todo si se tiene en cuenta que el Bautista mismo era descendiente de una familia sacerdotal, aunque su ministerio no lo lleva a cabo en el templo sino en el desierto. Según sus creencias, ellos buscan que Juan se defina o, en otras palabras, que revele sus intenciones o pretensiones. Si esto es así no estaría mal plantear la pregunta de otra forma: “¿Qué clase de persona eres tú?”.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
— los judíos: Aquí, como a menudo en Juan, esta expresión designa a los jefes religiosos del Israel contemporáneo de Jesús (ver Jua 2:18; Jua 5:10-18; Jua 7:1; Jua 7:13; Jua 9:22; Jua 18:12; Jua 20:19).
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
El testimonio de Juan el Bautista referente a Jesús
Las referencias a Juan el Bautista en el prólogo tienen la intención de llevarnos al registro histórico de la relación de Juan con Jesús. El tema es introducido por una investigación de los judíos de Jerusalén. El término los judíos aparece con frecuencia en este Evangelio pero no siempre de la misma manera. Algunas veces se usa para distinguir a los habitantes de Judea de los de Galilea; a veces se refiere a los judíos que no creían en Jesús y más a menudo señala a los líderes judíos en su oposición a Jesús. Aquí estos líderes están representados por los sacerdotes y levitas. El punto principal de este pasaje es el de distinguir entre el heraldo y la persona anunciada. El autor registra la pregunta sobre la identidad de Juan el Bautista porque esto tiene un peso claro sobre la validez de su testimonio. La pregunta sobre Elías es una alusión a Mal. 4:5. Algunos ven aquí una corrección de la tradición de los Sinópticos donde Jesús identificó al Elías que era esperado con Juan el Bautista (cf. Mat. 11:14; 17:12). Pero Juan mismo no tuvo esa pretensión. La pregunta sobre el profeta se refiere a Deut. 18:15-18, que generalmente era considerado como una referencia a una figura del fin de los tiempos. Este título general no parece haber sido mesiánico (cf. 7:40, 41). El reclamo del mismo Juan era de ser la voz a que se refiere en Isa. 40:3 (23). En los Sinópticos, estas palabras se aplican a Juan el Bautista pero él mismo no se las aplica. Le bastaba ser la voz que anunciaba al Cristo.
En vista de las negativas de Juan el Bautista, la cuestión del porqué de sus bautismos surgió naturalmente (24-28), y así surgió una nueva oportunidad para distinguir entre su propio ministerio y el de Cristo. La forma de la pregunta sugiere que el rito estaba siendo entendido en el sentido de una señal oficial de autoridad. Juan no contestó la pregunta sino que señaló a Jesús de una manera que será ilustrada en el pasaje siguiente. El bautismo en agua de Juan se contrasta con el bautismo en Espíritu de Cristo en el v. 33, lo que muestra la superioridad del segundo. Pero aquí la humildad de Juan en relación con Jesús recibe una fuerte luz. La ubicación del bautismo de Juan es cuidadosamente diferenciada de la otra Betania mencionada en 11:1.
Nótese que en el v. 29 el autor introduce una secuencia de seis días, que puede ser comparada con la conclusión del ministerio de Jesús, cuando se registran otros seis días. La primera presentación por Juan el Bautista de Jesús como el Cordero de Dios es sorprendente. Para los oyentes originales, la idea de un cordero de inmediato debe haber sugerido el cordero de los sacrificios. La ofrenda de sacrificios en el templo era tan familiar a la mente judía que sería difícil pensar en el concepto de Cordero de Dios al margen de esto. Pero la verdadera dificultad se presenta en la transferencia de la imagen del cordero a una persona. Es dudoso si los oyentes habrán conectado la idea con Isa. 53, pero no es imposible que Juan el Bautista mismo pueda haberlo hecho. Por el otro lado, puede no haber entendido la afirmación siguiente de que quita el pecado del mundo en un contexto de sacrificio, sino de juicio. No hay razón por la cual Jesús no la haya entendido en el sentido de Exo. 29:38-46 e Isa. 53:4-12, aun cuando Juan el Bautista no comprendió todo su significado. Ciertamente, el evangelista habría entendido la declaración en todo su significado en relación con los sacrificios. Hay cierta discusión sobre el significado del verbo traducido quita. Si hemos de interpretar esto a la luz de Isa. 53, la idea de un sufrimiento vicario es inescapable. Se ha objetado que la noción de quitar el pecado no podría ser presentada aquí porque el cordero pascual no era una ofrenda por el pecado. Pero la declaración de Juan no necesita ser interpretada en términos rígidamente pascuales. En todo lo que concierne al autor, Jesús como cordero es una importante clave para su ministerio puesto que en este Evangelio ese ministerio comienza en este punto. El bautismo de Jesús, que Juan no relata, ya había tenido lugar (cf. v. 32). Las palabras de Juan el Bautista expresan algo del alcance universal del ministerio de Jesús.
Algunos eruditos han encontrado difícil creer que Juan el Bautista dijera las palabras del v. 29, en especial porque en un momento posterior expresó dudas sobre el mesianismo de Jesús. Se sugiere que el concepto de Jesús como Cordero de Dios es la opinión del autor del Evangelio que estaba leyendo retrospectivamente la vida de Jesús. Pero hay mucho en este Evangelio que señala la obra de Cristo en bien de otros. En cuanto a Juan el Bautista y su posterior duda sobre la identidad de Jesús, no hay necesidad de suponer que en esta etapa tan temprana la comprensión de Juan fuera clara. La metáfora del cordero no lo reclama.
El v. 30 es una repetición del v. 15 y liga esta sección con el prólogo y vuelve a enfatizar la superioridad de Jesús sobre el Bautista. Cuando Juan dijo que no conocía a Jesús debe haber querido decir que no lo conocía como “aquel que ha de venir”. En este Evangelio hay una distinción entre el uso de “judíos” y de Israel, término éste que nunca se usa en sentido negativo. En gr., el verbo traducido le ha visto (32) tiene la idea de una convicción firme. La referencia al descenso del Espíritu sobre Jesús en este Evangelio difiere del relato de los Sinópticos. Aquí Juan mismo vio la forma física de una paloma, mientras que en los Sinópticos fue Jesús quien la vio. La paloma puede simbolizar un carácter grato y suave, o como un símbolo del vuelo para mostrar la realidad del descenso del Espíritu. El contraste entre esto y la demostración visible en Pentecostés es llamativa (cf. Hech. 2:2, 3). Es claro que ambos descensos tenían el propósito de ser testimonios excepcionales sobre la misión de Jesús. Juan recibió alguna revelación especial (33) que le capacitaba para identificar a Jesús con aquel que bautiza en el Espíritu Santo. El bautismo en el Espíritu es contrastado vívidamente con el bautismo en agua y es superior a éste. Tenemos otro eco del prólogo en la afirmación de que Jesús es el Hijo de Dios y esto se relaciona con el propósito del Evangelio que se declara en 20:31.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
NOTAS
(1) “Testimonio.” Gr.: mar·ty·rí·a; lat.: te·sti·mó·ni·um.
REFERENCIAS CRUZADAS
n 40 Luc 3:15
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
los judíos. En el cuarto evangelio, esta expresión generalmente se refiere a los líderes judíos de Jerusalén que se oponían a Jesús.
sacerdotes y levitas. Estos hombres formaban la delegación oficial de la jerarquía judía en Jerusalén. Los sacerdotes eran descendientes de Aarón que ministraban en el altar del templo (Ex 28:1). Los levitas eran descendientes de Leví que ayudaban a los sacerdotes (Nm 8:19, 26); dos de sus deberes eran el de proveer la guardia y la música para el templo (1 Cr 15:16).
Fuente: La Biblia de las Américas
los judíos. I.e., probablemente los principales sacerdotes.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
Con estos versículos empieza la parte histórica del Evangelio de S. Juan. Hasta aquí no hemos encontrado sino aseveraciones profundas acerca de la divinidad, encarnación y majestad de Cristo. Mas ahora pasamos ya á leer la narración sencilla de lo que el Señor hizo y dijo en presencia de los hombres. Juan, á semejanza de los otros evangelistas hace alusión al principio al testimonio del Bautista. Véase Mat 3:1; Mar 1:2; Luk 3:2.
En estos versículos se nos presenta, en primer lugar, un ejemplo de verdadera humildad.
Juan Bautista era un hombre de Dios santo y eminente. Nuestro Señor mismo dijo que, «no se levantó entre los que nacen de mujeres otro mayor que Juan el Bautista,» y que «él era antorcha que ardía y alumbraba.» Mat 11:11; Joh 5:36. Y sin embargo, según vemos en el pasaje arriba transcrito, ese santo se abate y se humilla. Rechaza los honores que los Judíos de Jerusalén estaban prontos á darle, y rehúsa todo título lisonjero. Al dar cuenta de sí mismo dice simplemente que es «voz del que clama en el desierto » y que su bautismo es solo de agua. Anuncia en alta voz que en medio de los judíos está uno que es más grande que él, uno á quien él no es digno de desatar la correa del zapato. No exige honor para sí, sino para Cristo; su misión es ensalzar y enaltecer al Señor, y de esa misión no se aparta.
Los hombres más justos que ha poseído la iglesia en todas las edades han estado animados del mismo espíritu que animó al Bautista. En dotes naturales y en conocimientos han diferido mucho, pero en un respecto se han parecido siempre–en estar «revestidos de humildad.» 1Pe 5:4. Jamás han trabajado por adquirir fama. Poco se han preocupado de su propia conveniencia. Siempre han estado prontos á «decrecer» para que Cristo pueda «crecer,» á ser menospreciados para que Cristo sea ensalzado. Y esa es la razón por que Dios los ha honrado. «El que se humilla será ensalzado.» Luk 14:11.
Si profesamos ser cristianos verdaderos, procuremos imitar á Juan el Bautista. Practiquemos la humildad, pues esta es la virtud por la que han de empezar su enmienda los que deseen salvarse. No es sino cuando nos despojamos del orgullo y nos sentimos compungidos por nuestros pecados, que comenzamos de veras nuestra carrera religiosa. Esta es una de aquellas virtudes que todos los cristianos pueden practicar: ningún pretexto puede justificar al que la abandona. Más, ante todo, es la humildad la virtud que brillará más al fin de nuestros días. Jamás apreciaremos tan altamente su valor como cuando estemos en nuestro lecho de muerte y prontos á comparecer ante el tribunal de Cristo. Toda nuestra vida nos parecerá como una serie de defectos, nuestros méritos no tendrán para nosotros ninguna importancia, y en Cristo fincaremos todas nuestras esperanzas.
Los versículos de que tratamos nos presentan, por otra parte, un ejemplo de la ceguedad de los hombres no convertidos.
Los Judíos que acudieron á interrogar á Juan hacían alarde de que estaban esperando al Mesías. Como todos los demás fariseos, se gloriaban de ser hijos de Abrahán, y de poseer el pacto divino. Confiaban en la ley, y profesaban conocer la voluntad de Dios, y creer en sus promesas. Se jactaban de que ellos mismos eran guías do los ciegos y luz de los que estaban en tinieblas. Rom 2:17-19. Y sin embargo, en aquel momento, sus almas estaban sumergidas en la oscuridad. En medio de ellos estaba, como Juan el Bautista lo dijo, uno á quien no conocían. El mismo Jesucristo, el Mesías prometido, estaba ya en medio de ellos; empero ni lo vieron, ni lo recibieron, ni lo conocieron, ni le creyeron. Y lo que es todavía peor, la mayor parte no querían conocerlo.
Abisma el pensarlo, pero las palabras del predicador del desierto son aplicables á millares de personas de la época actual.
Jesucristo está aún en medio de muchos que ni ven, ni conocen, ni creen. Parece como si una especie de letargo se hubiese apoderado de ellos. El dinero, el placer, el mundo les son conocidos; pero no conocen á Cristo. El reino de Dios está cerca de ellos; poro no se mueven. La salvación está á su alcance; pero siguen inmóviles. La misericordia, la gracia, la paz, el cielo, la vida eterna están casi á sus puertas; pero permanecen tan fríos é indiferentes corno antes.
¿Y qué línea de conducta seguimos nosotros? ¿Olvidamos que el tiempo pasa con rapidez y que pronto se cerrará para siempre la puerta de la misericordia? ¿Nos olvidamos que el Cristo á quien rehusamos hoy no se nos ofrecerá mañana? En el último día muchos exclamarán: » Mejor hubiera sido no haber nacido que haber rechazado á Cristo..