Comentario de 1 Timoteo 6:3 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Si alguien enseña algo diferente y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que es conforme a la piedad,

6:3

— Si alguno enseña otra cosa — La frase «enseña otra cosa» es una sola palabra en el griego, compuesta de «diferente» y «enseñar». Aparece también en 1:3. Lo diferente (u otra cosa) en particular era enseñanza diferente de lo que se presenta en los ver. 1,2. En general era cualquier enseñanza diferente de lo que autoriza el evangelio de Cristo. En 1:3,4 eran otros asuntos, y no el de esclavos y amos.

— y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo — En lugar de «se conforma», otras versiones dicen: «se adhiere» (P.B., N.C.); «se aviene» (Mod., N.M.); «se apega» (L.A.); «consiente» (ASV., H.A.); «abraza» (JTD., S.A.); «se atiene» (B.J.); «esté de acuerdo» (NVI.); «asiente» (1909). La palabra griega empleada aquí aparece también en Heb 4:16 (Acerquémonos); 7:25 (se acercan a). El promover otra doctrina evidenciaría otra disposición hacia lo que Jesucristo ha enseñado (que es, la fidelidad, el servicio, la mansedumbre, la vida quieta y sufrida, etcétera).

Las palabras «sanas» son las de salud cabal, contrastadas con malsanas o enfermizas. Cualquier doctrina «diferente» representaría algo enfermo, y nada sano. Véase 1:10, comentarios.

La frase «de nuestro Señor Jesucristo» significa procedente de él. El es el autor de esas «sanas palabras». Representan el evangelio, la doctrina de Cristo (2Jn 1:9). Compárense Jua 12:48; Jua 17:14. Lo que Pablo enseñaba era de Jesucristo (Gál 1:11-12).

— y a la doctrina que es conforme a la piedad — Esta doctrina (las sanas palabras de Jesucristo, y llamada la «sana doctrina» en 1:10) promueve la piedad, y no las otras cosas; por ej., la insurrección, sublevación o rebelión (de esclavos contra sus amos).

Sobre «piedad», véanse 2:2 y 4:7,8, comentarios. Véase Notas Sobre Tito, 1:1, comentarios. Esta palabra deja la idea de respetar a Dios, o temerle.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

si alguno enseña otra cosa. 1Ti 1:3, 1Ti 1:6; Rom 16:17; Gál 1:6, Gál 1:7.

las sanas palabras. 1Ti 1:10; 2Ti 1:13; 2Ti 4:3; Tit 1:9; Tit 2:1, Tit 2:2; Pro 15:4; Tit 1:9; Tit 3:8.

de nuestro Señor Jesucristo. Mat 22:21; Mat 28:20; 1Ts 4:1, 1Ts 4:2, 1Ts 4:8.

conforme a la piedad. 1Ti 4:7, 1Ti 4:8; Tit 1:1; Tit 2:11-14; 2Pe 1:3-7.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Si alguno enseña otra cosa: Pablo se refiere a los falsos maestros. Contrasta sus enseñanzas «enfermas» con las sanas palabras («sana doctrina» en 1Ti 1:10) de nuestro Señor Jesucristo. Esos falsos maestros estaban más interesados en teorías y debates que en poner en práctica la verdad. Ellos tenían un deseo morboso de contender sobre palabras.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

LA DOCTRINA QUE ES CONFORME A LA PIEDAD. Cualquier mensaje que no viene del Señor Jesús y no incluye un ferviente llamado a la piedad y a la santidad es un evangelio diferente del que se presenta en el NT.

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Pablo identifica tres características de los falsos maestros: 1) enseñan «otra cosa», una doctrina diferente o cualquier enseñanza que contradice la revelación de Dios en las Escrituras (vea las notas sobre Gál 1:6-9), 2) el maestro falso «no se conforma a las sanas palabras» porque no está de acuerdo con la enseñanza correcta y saludable que está contenida en las Escrituras (2Pe 3:16) y 3) rechazan «la doctrina que es conforme a la piedad» y distribuyen una enseñanza que no se basa en las Escrituras, lo cual siempre resulta en una vida carente de santidad. En lugar de la piedad, el pecado es la marca distintiva de los maestros falsos (vea las notas sobre 2Pe 2:10-22; cp. Jud 1:4; Jud 1:8-16).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

6:3 — Si alguno enseña otra cosa — La frase «enseña otra cosa» es una sola palabra en el griego, compuesta de «diferente» y «enseñar». Aparece también en 1:3. Lo diferente (u otra cosa) en particular era enseñanza diferente de lo que se presenta en los ver. 1,2. En general era cualquier enseñanza diferente de lo que autoriza el evangelio de Cristo. En 1:3,4 eran otros asuntos, y no el de esclavos y amos.
— y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo — En lugar de «se conforma», otras versiones dicen: «se adhiere» (P.B., N.C.); «se aviene» (Mod., N.M.); «se apega» (L.A.); «consiente» (ASV., H.A.); «abraza» (JTD., S.A.); «se atiene» (B.J.); «esté de acuerdo» (NVI.); «asiente» (1909). La palabra griega empleada aquí aparece también en Heb 4:16 (Acerquémonos); 7:25 (se acercan a). El promover otra doctrina evidenciaría otra disposición hacia lo que Jesucristo ha enseñado (que es, la fidelidad, el servicio, la mansedumbre, la vida quieta y sufrida, etcétera).
Las palabras «sanas» son las de salud cabal, contrastadas con malsanas o enfermizas. Cualquier doctrina «diferente» representaría algo enfermo, y nada sano. Véase 1:10, comentarios.
La frase «de nuestro Señor Jesucristo» significa procedente de él. El es el autor de esas «sanas palabras». Representan el evangelio, la doctrina de Cristo (2Jn 1:9). Compárense Jua 12:48; Jua 17:14. Lo que Pablo enseñaba era de Jesucristo (Gál 1:11-12).
— y a la doctrina que es conforme a la piedad — Esta doctrina (las sanas palabras de Jesucristo, y llamada la «sana doctrina» en 1:10) promueve la piedad, y no las otras cosas; por ej., la insurrección, sublevación o rebelión (de esclavos contra sus amos).
Sobre «piedad», véanse 2:2 y 4:7,8, comentarios. Véase Notas Sobre Tito, 1:1, comentarios. Esta palabra deja la idea de respetar a Dios, o temerle.

Fuente: Notas Reeves-Partain

MAESTROS Y ENSEÑANZA FALSOS

1 Timoteo 6:3-5

Si alguien imparte una clase diferente de enseñanza y no se aplica a las palabras sanas (quiero decir las palabras de nuestro Señor Jesucristo) y a la enseñanza piadosa, está hinchado de orgullo. Es un hombre sin entendimiento; lo que tiene más bien es una adicción enfermiza a la especulación sutil y a la logomaquia que no puede producir más que envidia, pelea, intercambio de insultos, suspicacias malvadas, constantes altercados de personas que tienen la mente corrompida y que están destituidas de la verdad, personas que creen que la religión es un medio para hacer dinero.

Las circunstancias de la vida en el mundo antiguo le ofrecían al falso maestro una oportunidad que él no tardaba en aprovechar. Por el lado cristiano, la Iglesia estaba llena de profetas ambulantes, cuya forma de vida les confería un cierto prestigio. El culto cristiano era menos organizado que ahora en muchas iglesias. Cualquiera que creía que tenía un mensaje tenía libertad para darlo; y la puerta estaba abierta de par en par para los que quería propagar un mensaje falso. Por el lado pagano, estaban los llamados sofistas, sabios, que se aplicaban al negocio, por así decirlo, de vender filosofía. Tenían dos tendencias. Pretendían ser capaces de enseñar a los hombres, por una paga, a discutir inteligentemente; eran hombres que con lenguas suaves y mentes despiertas estaban capacitados para «hacer que lo peor pareciera lo mejor.» Habían convertido la filosofía en una forma de hacerse ricos. La otra tendencia era hacer demostraciones de hablar en público. A los griegos siempre les había fascinado la palabra hablada; les encantaban los oradores; y esos sofistas ambulantes iban de pueblo en pueblo haciendo sus demostraciones oratorias. Trataban de hacerse la publicidad a gran escala y hasta llegaban a repartir invitaciones personales a sus actuaciones. Los más famosos entre ellos atraían a sus conferencias literalmente a miles de personas; eran en aquel tiempo los equivalentes de las estrellas pop modernas. Filostrato nos dice que Adriano, uno de los más famosos de ellos, había alcanzado tal popularidad que, cuando aparecía su pregonero con la noticia de que iba a hablar se vaciaban hasta el senado y el circo, y el ateneo se abarrotaba de personal para oírle.

Tenían tres grandes faltas. Sus conferencias eran totalmente fantásticas. Se ofrecían a hablar de cualquier asunto, por muy remoto y recóndito e improbable que fuera, que pudiera sugerir cualquier miembro de la audiencia. Veamos un ejemplo de la clase de tema que podían discutir; es un ejemplo real: Un hombre se introduce en la ciudadela del pueblo para matar al tirano que ha estado esquilmando al pueblo; no encuentra al tirano, y mata al hijo del tirano; llega el tirano y ve a su hijo muerto con el cuerpo atravesado por una espada y, movido por un dolor tremendo, se quita la vida; entonces el asesino reclama la recompensa por matar al tirano y librar al pueblo. ¿Es o no es lícito dársela? ¿Se la ha ganado, o no?

Estaban sedientos de aplauso. La competencia entre unos y otros llegaba a tal punto que se cortaban el cuello si podían. Plutarco nos cuenta lo que sucedió con un sofista ambulante llamado Níger que llegó a un pueblo de Galacia en el que residía un famoso orador. Inmediatamente se organizó una competición entre ambos. Níger tenía que competir o perder su reputación. Se le había clavado una espina de pescado en la garganta y tenía dificultad para hablar; pero por mor de su prestigio tenía que seguir adelante. Poco después se le inflamó terriblemente la garganta, y por último murió. Dión Crisóstomo nos pinta el cuadro de un lugar público en Corinto con toda clase de competidores a tope: «Podrías oír a muchos pobres desgraciados de sofistas gritando e insultándose recíprocamente, y a sus discípulos, como los llamaban, discutiendo, y muchos poetas cantando sus poemas, y muchos juglares haciendo alarde de sus habilidades, y muchos agoreros dando el sentido de los prodigios, y un millar de retóricos tergiversando procesos, y un número no pequeño de comerciantes exhibiendo sus diversos productos.» Todo esto parece la versión antigua de la escena que pinta Leandro Fernández de Moratín en su La derrota de los Pedantes. Ahí tenéis precisamente el intercambio de insultos, la envidia y contienda, la constante logomaquia de hombres de mente decadente que deplora el autor de las Pastorales. «A un sofista -escribía Filostrato- le deja fuera de combate en un discurso improvisado una audiencia seria, difícil de complacer y que no aplaude.» «Todos están chalados -decía Dión Crisóstomo- por el murmullo de la multitud… Como hombres que fueran andando en la oscuridad seguían la dirección de los aplausos y de los gritos.» Luciano escribe: «Si tus amigos ven que te estás averiando, que paguen el precio de las cenas que les diste extendiendo sus brazos y dándote una oportunidad de pensar en algo que decir en los intervalos entre los turnos de aplauso.» El mundo antiguo conocía perfectamente la clase de falsos maestros que estaban invadiendo la Iglesia.

Estaban sedientos de alabanzas, y su criterio eran los Números. Epicteto nos presenta una escena gráfica del sofista hablando con sus discípulos después de la representación. «»Bien; ¿qué os he parecido hoy?» «Por mi vida, señor, que me parecisteis admirable.» «¿Qué os pareció mi mejor parrafada?» «¿Cuál?» «Cuando describí a Pan y a las ninfas.» «Oh, era alucinante a tope.»» » «Una audiencia mucho más numerosa hoy, creo,» dice el sofista. «Sí, mucho más,» responde el discípulo. «Quinientos, diría yo.» «¡Eso es absurdo! No pueden haber sido menos de mil.» «¡Eso sería más de lo que consiguió nunca Dión! Me pregunto por qué. Y todos apreciaron lo que yo dije.» «La belleza, señor, puede mover las piedras.»» Estos actores sofistas eran «los niños mimados de la sociedad.» Llegaban a ser senadores, gobernadores, embajadores. Cuando morían, se les construían monumentos, con inscripciones tales como: «La reina de las ciudades al rey de la elocuencia.»
A los griegos les intoxicaba la palabra hablada. Entre ellos, si uno sabía hablar, hacía fortuna. Era en un trasfondo así donde la Iglesia iba creciendo; y no es extraño que este tipo de maestro la invadiera. La Iglesia le ofrecía una nueva área en la que ejercitar sus dones bastardos y ganar un prestigio de bisutería y un no despreciable seguimiento.

CARACTERÍSTICAS DEL FALSO MAESTRO

1 Timoteo 6:3-5 (conclusión)

En este pasaje se nos presentan las características del maestro falso.
(i) Su primera característica era la presunción. Su deseo no era presentar a Cristo, sino hacer alarde de sí mismo. Sigue habiendo predicadores y maestros que están más interesados en ganar seguidores para sí mismos que para Jesucristo, más preocupados en presentar sus propios puntos de vista que en traerles a las personas la palabra de Dios. En una conferencia sobre su antiguo maestro A. B. Bruce, W. M. McGregor dijo: «Uno de nuestros propios pastores de las Highlands dice que se había sorprendido de ver a Bruce una y otra vez durante las conferencias tomar un trocito de papel, echarle una ojeada y seguir adelante. Un día tuvo oportunidad de ver lo que contenía el papelillo, y descubrió en él un ¡apunte de las palabras: «Oh, envía tu luz y tu verdad» y así se dio cuenta con temor de que el profesor traía al aula la majestad y la plenitud de esperanza del culto.» El gran maestro no ofrece a su audiencia la iluminación de su propia lamparilla, sino la luz y la verdad de Dios.
(ii) Lo que le seducía eran las especulaciones abstrusas y recónditas. Hay una especie de cristianismo que tiene más interés en las discusiones que en la vida. El ser miembro de un grupo de discusión o de estudio bíblico y pasar horas agradables charlando sobre doctrinas no produce necesariamente cristianos. J. S. Whale, en su libro Doctrina Cristiana, tiene algunas cosas abrasivas que decir acerca de este intelectualismo complaciente: «Tenemos lo que Valentine dijo de Turio: «Un traficante en palabras, pero en ningún otro tesoro.» En vez de quitarnos el calzado de los pies porque el lugar en que nos encontramos es tierra santa, nos ponemos a sacar fotos bonitas de la zarza ardiente desde ángulos convenientes: charlamos sobre teorías de la Expiación con los pies en la chimenea, en vez de arrodillarnos ante las heridas de Cristo.» Como lo expresaba Lutero: «El que se limita a estudiar los mandamientos de Dios (mandata Dei) no se conmueve gran cosa. Pero el que escucha a Dios mandando (Deum mandantem), ¿cómo puede dejar de aterrarse ante una majestad tan grande?» Como decía Melanchthon: «Conocer a Cristo no es especular sobre la forma de Su Encarnación, sino conocer sus beneficios salvíficos.» Gregorio de Nisa trazó un cuadro revelador de la Constantinopla de su tiempo: «Constantinopla está llena de mecánicos y eslavos que son todos ellos profundos teólogos, que predican en las tiendas y por las calles. Si buscáis alguien que os trabaje un trozo de plata, os informa en qué difiere el Hijo del Padre; si preguntáis el precio de un pan se os dice a manera de respuesta que el Hijo es inferior al Padre; y si preguntáis si está listo el baño, la respuesta es que el Hijo fue hecho de la nada.» Los argumentos sutiles y las fulgurantes afirmaciones teológicas no nos hacen cristianos. Esa clase de cosa puede que no sea nada más que una manera de evadir el desafío de la vida cristiana.

(iii) El falso maestro es un perturbador de la paz. Es instintivamente competitoivo; sospecha de todos los que no están de acuerdo con él; cuando no puede ganar en una discusión lanza insultos a la posición teológica de su oponente, y aun a su carácter; en cualquier discusión el acento de su voz es el de la enemistad, no el del amor. No ha aprendido nunca a decir la verdad en amor. La causa de su amargura es la exaltación de su ego; porque tiende a considerar cualquier discrepancia o cualquier crítica de sus puntos de vista como un insulto personal.
(iv) El maestro falso comercializa la religión. Lo que le interesan son los ingresos. Considera su enseñanza y predicación, no como una vocación, sino como una carrera. De una cosa podemos estar seguros: de que no hay lugar para estos carreristas en el ministerio de ninguna iglesia. Las Pastorales dejan bien claro que el obrero merece su salario; pero el motivo de su trabajo debe ser el servicio público y no la ganancia privada. Su pasión es, no recibir, sino gastar y gastarse en el servicio de Cristo y de sus semejantes.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

Gál 1:6-9.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Acerca de los falsos maestros

Pablo no puede dejar de considerar el caso de aquellos que están llevando por mal camino a otros, y regresa al tema aquí. Entiende que había una clara división entre lo que es falso y lo que es sano. Esto es saludable en cualquier época en que la comprensión de la doctrina cristiana se ha tornado confusa. Pablo no tiene lugar para negociar. Su descripción de los falsos maestros es específica: son vanidosos, les falta comprensión, tienen un malsano interés en controversias, y son completamente maliciosos en su hablar y en sus actitudes (v. 4). No pudo haber sido más devastador. Lo que dice ilustra un principio universal: maestros sin comprensión o calibre moral adecuados probablemente no mantendrán una sana doctrina. Más todavía, donde la piedad se considera como un me dio de ganancia financiera nunca conducirá a la verdad. Pero la cuestión de ganancia es un tema en sí mismo y Pablo lo trata a continuación.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

NOTAS

(1) “Devoción piadosa”, אAVg; J7,8: “temor a Jehová”.

REFERENCIAS CRUZADAS

g 242 Pro 11:9; Jer 17:13; Gál 1:7

h 243 2Ti 1:13

i 244 Tit 1:1

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

3 (1) Véase la nota 3 (3) del cap.1.

3 (2) Véase la nota 10 (1) del cap.1. Las palabras de nuestro Señor Jesucristo son palabras de vida ( Jua_6:63); por lo tanto, son palabras sanas.

3 (3) Véanse las notas 2 (2) del cap.2, 16 (2) y 16 (3) del cap.3, y 7 (4) del cap.4. Las sanas palabras del Señor son la fuente de la enseñanza que es conforme a la piedad. Cuando se enseñan las palabras de vida del Señor, particularmente en ciertos aspectos, ellas vienen a ser la enseñanza que es conforme a la piedad. Las palabras vivas del Señor siempre traen la piedad, que es una vida que vive a Cristo y expresa a Dios en Cristo.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

R609 Κατʼ εὐσέβειαν lleva la idea de tendencia o meta (que promueve la piedad).

BD115 Ἑτεροδιδασκαλεῖ significa: enseñar una doctrina diferente.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

O, viene con; lit., viene a

Fuente: La Biblia de las Américas