Comentario de Apocalipsis 14:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Y miré, y he aquí el Cordero de pie sobre el monte Sion, y con él estaban los 144.000 que tenían su nombre y el nombre de su Padre escrito en sus frentes.

Las palabras «miré» y «vi» (en el texto griego es una sola palabra)(los versículos 1,6 y 14) introducen las tres visiones que dividen este capítulo en tres partes. El punto principal en estas visiones es la victoria del pueblo de Dios y el juicio contra sus enemigos.

14:1 — Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente

— Después miré… Sión — El Cordero ahora está en una postura de victoria.

Sión, literalmente, era Jerusalén (Sal 125:1-2). Según Heb 12:22, el «monte de Sión» es simbólicamente la ciudad de Dios, la Jerusalén espiritual, la iglesia de Dios. En este versículo vemos a Cristo de pie con todos sus redimidos en la ciudad eterna de Dios, llamada simbólicamente «el monte de Sión».

— y con él… mil — Véase 7:4-8, comentario.

— que tenían… frente — Véanse 3:12; 7:3.

Algunos ven en esta visión un cuadro simbólico de los redimidos en la tierra, gozando de seguridad y de permanencia, porque Cristo está en medio de ellos. A mi juicio es más bien un cuadro de los mismos, pero vistos desde el punto de vista de la victoria final, ya una vez en los cielos, igual que en el capítulo 7, del 9 al 17. Véanse los comentarios allí.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

miré. Apo 14:14; Apo 4:1; Apo 6:8; Apo 15:5; Jer 1:11; Eze 1:4; Eze 2:9; Eze 8:7; Eze 10:1, Eze 10:9; Eze 44:4; Dan 12:5; Amó 8:2; Zac 4:2.

el Cordero. Apo 5:5-9, Apo 5:12, Apo 5:13; Apo 7:9-17.

el monte de Sión. Sal 2:6; Sal 132:13, Sal 132:14; Isa 49:14; Joe 2:32; Miq 4:7; Rom 9:33; Heb 12:22-24.

ciento cuarenta y cuatro mil. Apo 7:4-8.

tenían el nombre de él y el de su Padre. Apo 3:12; Apo 7:3; Apo 13:16, Apo 13:17; Luc 12:8.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

El Cordero sobre el monte de Sion con una gran compañía, Apo 14:1-5.

Un ángel predica el evangelio, Apo 14:6, Apo 14:7.

La caída de Babilonia, Apo 14:8-14.

La cosecha de la tierra, Apo 14:15-19.

El lagar de la ira de Dios, Apo 14:20.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

monte de Sion es un sinónimo para la Jerusalén terrenal, que se concentra en el monte donde se construyó el Templo. Hay cierta dificultad para determinar si esta es una referencia del monte de Sion terrenal o celestial (Heb 12:22). Los ciento cuarenta y cuatro mil tienen el nombre de Dios escrito en la frente, en vez del nombre de la bestia (Apo 13:17). En Apo 7:2-4 se hace referencia a la protección para este grupo como un sello sobre sus frentes. Esto tiene el propósito de contrastar la marca de la bestia (Apo 13:16Apo 13:17), o puede ser una señal visible sólo en el cielo y en la nueva tierra y el nuevo cielo (Apo 3:12Apo 22:4).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

EL CORDERO… CON ÉL CIENTO CUARENTA Y CUATRO MIL. Los caps. Apo 14:1-20 y Apo 15:1-8 introducen los juicios de los caps. Apo 16:1-21; Apo 17:1-18; Apo 18:1-24, que muestran la recompensa que les espera a los que perseveraron en su fe en Jesucristo (v. Apo 13:12; Apo 15:2-4). El cap. Apo 14:1-20 comienza describiendo la escena de los 144.000 creyentes destacados que aparecen en el cielo cerca del Cordero. Los 144.000 representan simbólicamente al pueblo de Dios más consagrado y fiel de todos los tiempos, que disfruta de una posición y un favor especial en el cielo (véase la nota que sigue). Así que el número 144.000 no quiere decir que esté limitado a ese número. Cualquier creyente puede estar entre ese grupo mediante la fe, el amor y el servicio consagrados.

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Capitulo 14.
E l autor sagrado, después de terminar la descripción de los tres años y medio de persecución, pasa a describirnos el desenlace final. Se trata de un juicio, con el cual se inaugura el reino milenario de Cristo. Las visiones que describen este juicio y el castigo de los perseguidores abarcan hasta Rev 20:6.
El capítulo 14 tiene dos partes bastante distintas. En la primera parte (v.1-5), o sea, en la primera visión, que corresponde a la visión del capítulo 7, San Juan nos ofrece un cuadro radiante de felicidad bienaventurada que va como a coronar esta sección del Apocalipsis (v.5-14). A los seguidores de la Bestia opone San Juan los fieles seguidores del Cordero, reunidos simbólicamente sobre el monte Sión, Jerusalén, en torno del Cordero, porque los 144.000 elegidos representan al Israel nuevo, al Israel de Dios. Allí ofrecen a Dios y al Cordero las primicias de sus alabanzas y, al mismo tiempo, celebran el triunfo de Cristo que se dibuja en el horizonte. La segunda parte (v.6-20) del capítulo 14 es como una introducción a las siete plagas que serán descritas en la sección siguiente (v.15-16).

El Cordero y sus fieles servidores,Rev 14:1-5.
1 Vi, y he aquí el Cordero, que estaba sobre el monte Sión, y con El ciento cuarenta y cuatro mil, que llevan su nombre y el nombre de su Padre escrito en sus frentes, 2 y oí una voz del cielo, como voz de grandes aguas, como voz de gran trueno; y la voz que oí era de citaristas, que tocaban sus cítaras 3 y cantaban un cántico nuevo, delante del trono y de los cuatro vivientes y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico, sino los ciento cuarenta y cuatro mil, los que fueron rescatados de la tierra. 4 Estos son los que no se mancharon con mujeres y son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero adondequiera que va. Estos fueron rescatados de entre los hombres, como primicias para Dios y para el Cordero, 5 y en su boca no se halló mentira, son inmaculados.

La multitud de 144.000 vírgenes rescatados de la tierra hace como de contrapeso a la apostasía de los moradores de la tierra del capítulo 13. Los 144.000 representan la totalidad de los elegidos, del mismo modo que en Rev 7:4-8 simbolizaban la totalidad de los cristianos. Estos fieles de Cristo, que no han querido adorar a la Bestia, son llamados vírgenes (v.4). Esta expresión es probable que haya que tomarla en sentido metafórico. Los 144.000 son vírgenes en el sentido de que no se han manchado con el culto de los ídolos paganos, principalmente con el culto de la Bestia o culto imperial. Roma era la Gran Prostituta *; en cambio, el Cordero de Dios era inmaculado 2. Roma se prostituía mediante su propio culto idolátrico y con la corrupción moral que acompañaba a los cultos paganos. Ante tanta corrupción se levanta una gran multitud, que no sólo ha llevado una vida santa y pura, sino que incluso entre ellos hay muchos que han conservado la virginidad. Todos forman la corona de gloria del Cordero inmaculado.
Tanto el Cordero como los 144.000 vírgenes estaban sobre el monte Sión. Los profetas suelen contemplar el monte Sión como una montaña elevada que sobresale por encima de todos los demás montes, como faro luminoso que atraerá a sí a todos los pueblos: “Al fin de los tiempos – dice el profeta Miqueas – el monte de la casa de Yahvé se alzará a la cabeza de los montes, se elevará sobre los collados, y los pueblos correrán a él. Y vendrán numerosos pueblos, diciendo: Venid, subamos al monte de Yahvé, a la casa del Dios de Jacob, que nos enseñe sus caminos para que marchemos por sus sendas, pues de Sión saldrá la ley y de Jerusalén la palabra de Yahvé” 3. La literatura apocalíptica también nos presenta al Mesías reuniendo a sus seguidores y a sus huestes conquistadoras sobre el monte Sión 4. En el Antiguo Testamento, el monte Sión era el símbolo de la fuerza y de la seguridad para Israel, porque Dios habitaba en él y lo protegía contra todo enemigo 5. De igual modo, Sión significa en nuestro pasaje del Apocalipsis un sitio seguro de refugio en el que el Cordero reúne a sus pacíficos ejércitos. Mientras que el Dragón y la Bestia estaban apostados sobre la arena movediza de la playa y las olas del mar, el Cordero está sobre el monte Sión, símbolo de seguridad y estabilidad. Los 144.000 (= 12 x 12.000) vírgenes llevaban el nombre del Cordero y el nombre de su Padre escrito en sus frentes (v.1). El nombre sobre la frente simboliza la consagración de la vida al servicio de Dios. Los siervos llevaban la marca de sus señores; los soldados, la del emperador, a quien habían jurado lealtad. Del mismo modo que en Rev 7:455 el Cordero se aparece a Juan junto al Padre Eterno, rodeado de su corte y de la gran multitud de escogidos. Y mientras el vidente de Patmos contempla esta visión, oye la música de armoniosos cánticos con los cuales los bienaventurados celebran en el cielo la gloria del Cordero (v.2). La felicidad celeste en el Apocalipsis es litúrgica. El cántico que entonaban, acompañándolo con el son de las cítaras 6, era algo secreto y misterioso, pues sólo podía ser cantado por aquellos 144.000. Es, por lo tanto, un cántico nuevo, como todo lo que sucederá en los capítulos 21-Rev 22:5. El rumor de este canto, entonado por un coro tan colosal de 144.000 voces, lo compara San Juan al fragor de una inmensa masa de agua al caer o al estrépito aterrador e impresionante de una terrible tempestad de truenos. Este inmenso himno de alabanza a Dios y al Cordero se contrapone al acto de adoración y reconocimiento de la Bestia por sus seguidores7.
Los 144.000 elegidos que entonaban el cántico son los que fueron rescatados de la tierra (v.3), es decir, de entre los hombres. La tierra aquí tiene el mismo sentido que mundo en el cuarto evangelio, tomado en sentido peyorativo. Fueron rescatados por la sangre del Cordero, y ahora reinan con Cristo en el cielo. Nos parece más en conformidad con el resto del Apocalipsis ver en este coro colosal no un grupo selecto de entre los elegidos 8, sino el símbolo de todos los bienaventurados que alaban a Dios en el cielo. Sólo esos 144.000 podían aprender el cántico, porque, como dice Bossuet, es necesario experimentar la felicidad de los santos para comprenderla. Forman, pues, la porción escogida de la Iglesia desde sus orígenes hasta el fin. Por eso están más unidos al Cordero y lo siguen adondequiera que va (v.4); es decir, que imitan en todo su vida totalmente consagrada a cumplir la voluntad de su Padre. Son vírgenes, porque no se mancharon con mujeres. Esta virginidad es entendida por muchos autores en sentido físico de integridad corporal. Estos 144.000 vírgenes constituirían un grupo selecto en el cielo de los que habían logrado mantenerse libres de todo pecado de índole sexual 9. Sabido es cuan apreciada fue la virginidad desde los comienzos de la Iglesia. San Pablo considera el estado de virginidad como superior a la vida matrimonial 10. Sin embargo, esta interpretación choca con ciertas dificultades: si se toma el texto demasiado literalmente, habría que excluir a la mujeres de ese grupo de almas vírgenes. Además, en el siglo i – del que habla principalmente San Juan – no sería posible encontrar 144.000 vírgenes, o sea cristianos que hubieran guardado el estado de virginidad por motivos estrictamente religiosos. A nosotros nos parece más probable ver, en esos 144.000 vírgenes, representados a todos aquellos que se mantuvieron alejados del culto pagano, que en la Sagrada Escritura es considerado como una prostitución y un adulterio contra Dios. Son los que se abstuvieron totalmente del culto idolátrico y de la contaminación pagana. Sus obras y su doctrina se habrían conservado en una perfecta pureza, sin dejarse arrastrar por las insinuaciones de los falsos profetas y doctores, auxiliares del Dragón y de la Bestia n. Por esta razón se dice que no se mancharon en cuanto que lograron una perfección espiritual y religiosa sin tacha alguna 12.
El Cordero, a quien siguen los elegidos, es al mismo tiempo su pastor. Jesús les precede, llevando su cruz hasta el Calvario, y ellos caminan en pos de El, llevando también cada uno su cruz. Rescatados de entre los hombres cautivos del pecado por el precio de la sangre del Cordero, constituyen las primicias de la masa de los redimidos ofrendadas a Dios y al Cordero. La Ley de Moisés prescribía la ofrenda de las primicias de los frutos de la tierra 13. Estas primicias, por ser los primeros frutos, eran, naturalmente, considerados como lo más excelente, y por eso eran ofrecidos a Dios 14. Pues tales son los que forman esa multitud de almas escogidas de entre la masa de los seres humanos. De ellos se dice que en su boca no se halló mentira (v.5), porque su vida se ajusta plenamente a la verdad revelada tanto en la doctrina como en las obras 15. Por este motivo son inmaculados y exentos de toda mancha de pecado. La mentira aquí no significa falta de sinceridad en las relaciones sociales con el prójimo, sino, sobre todo, designa la idolatría. Para el autor del Apocalipsis la mentira está absolutamente excluida de la nueva Jerusalén 16.

Tres ángeles Anuncian la Hora del Juicio,Rev 14:6-13.
Antes de empezar a describirnos la guerra de las Bestias con el Cordero, San Juan nos presenta una serie de visiones. Tres ángeles anuncian, uno después de otro, el juicio (Rev 14:6-7), la destrucción de Babilonia (Roma) (Rev 14:8) y el castigo de los adoradores de la Bestia (Rev 14:9-14). Estos castigos marcarán el tiempo de reposo para los que moran en el Señor (Rev 14:12-13). Después vendrá el exterminio de todas las naciones paganas (Rev 14:14-20). La proclamación de los tres ángeles y el anuncio de la felicidad de los santos corresponden bastante estrechamente a la proclamación de los cuatro jinetes de 6,i-8 y a la alegría triunfante de los mártires en 6:9-11.

6 Vi otro ángel que volaba por medio del cielo y tenía un evangelio eterno para pregonarlo a los moradores de la tierra y a toda nación, tribu, lengua y pueblo, 7 diciendo a grandes voces: Temed a Dios y dadle gloría, porque llegó la hora de su juicio, y adorad al que ha hecho el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas. 8 Un segundo ángel siguió, diciendo: Cayó, cayó Babilonia la grande, que a todas las naciones dio a beber del vino del furor de su fornicación. 9 Un tercer ángel los siguió, diciendo con voz fuerte: Si alguno adora la Bestia y su imagen y recibe su marca en la frente o en la mano, 10 éste beberá del vino del furor de Dios, que ha sido derramado sin mezcla en la copa de su ira, y será atormentado con el fuego y el azufre delante de los santos ángeles y delante del Cordero, 11 y el humo de su tormento subirá por los siglos de los siglos, y no tendrán reposo día y noche aquellos que adoren a la Bestia y a su imagen y los que reciban la marca de su nombre. 12 Aquí está la paciencia de los santos, aquellos que guardan los preceptos de Dios y la fe de Jesús. 13 Oí una voz del cielo que decía: Escribe: Bienaventurados los que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, para que descansen de sus trabajos, pues sus obras los siguen.

San Juan vio otro ángel que volaba por medio del cielo (v.6). Es un poco extraña esta frase, otro ángel, después del cuadro precedente en que se habla del Cordero y de su corte. Tal vez sea efecto de una concatenación un tanto imperfecta del Apocalipsis 17. El vidente de Patmos, después de hablarnos del triunfo de los elegidos, vuelve a insistir sobre los juicios punitivos de Dios contra los malvados. El ángel que ve Juan vuela por lo más alto del firmamento, como el águila de Rev 8:13. Quiere que todos los hombres del mundo oigan bien el mensaje que les va a transmitir. El vidente descubre que el ángel trae en sus manos un evangelio eterno. Es la buena nueva de la salvación que viene a comunicar a los hombres. Se le llama evangelio eterno porque es un mensaje eterno e inmutable. Es el Evangelio mismo de Cristo, que no cambia. Lo contrario sucede con la Ley de Moisés, que sí cambia. No se trata, por consiguiente, de un Evangelio nuevo, más perfecto que el de Jesucristo, ni del Evangelio de los tiempos futuros, como pensaba Orígenes, sino que es sencillamente el Evangelio inmutable de Cristo 18. El ángel va a pregonarlo a todos los moradores de la tierra, sin distinción de tribus, lenguas o naciones, para que conozcan los designios de Dios concernientes a la suerte final del mundo 19. Y para que adoren al verdadero Dios (v.7), apartándose al mismo tiempo de la Bestia, bajo cualquier forma que se presente. Los paganos son invitados a convertirse al verdadero Dios y a abandonar sus ídolos antes de que llegue el gran día de la cólera o del juicio divino 20 que se ha de abatir sobre Babilonia (Roma) y sobre la Bestia.
El contenido del mensaje del evangelio eterno era: Temed a Dios y dadle gloria. Temer a Dios, en lenguaje bíblico, es igual que servirle sinceramente y cumplir con exactitud sus preceptos. Se da gloria a Dios cuando se hace en todo la voluntad divina, de manera que la vida resulte una especie de cántico continuo de alabanza. Este continuo homenaje del alma fiel ha de ir dirigido no a los ídolos, sino al Creador del cielo, de la tierra, del mar y de las fuentes de aguas. La imagen del ángel anunciando el juicio próximo e invitando al arrepentimiento y a la conversión es un hermoso símil que se puede aplicar a los predicadores del Evangelio. A San Vicente Ferrer se le suele representar como al ángel del Apocalipsis, diciendo a todos los hombres: Temed a Dios y dadle gloria.
A este primer ángel siguen otros dos, cuya misión es declarar la justicia divina contra los adoradores de los ídolos. El segundo ángel es el anunciador de catástrofes temporales y políticas de los perseguidores de Dios, representados todos ellos bajo la figura de Babilonia (Roma). El ángel grita con voz fuerte, anunciando el juicio de Dios sobre Babilonia. Se trata de la realización de un juicio que va a ser ejecutado dentro de breve tiempo. El ángel habla en perfecto profético, como para expresar la seguridad y la certeza que tiene de la caída de la gran ciudad, perseguidora de la Iglesia y causa de los males religiosos que aquejaban a la humanidad. Babilonia es la Roma pagana, que arrastra a la idolatría a las demás naciones y persigue de muerte a los que abominan de ella. Los cristianos, a los que va dirigido el Apocalipsis, debían de tener cierta familiaridad con este nombre simbólico de Babilonia, que designa ciertamente Roma, como se ve por los capítulo 17-18. Era una designación bastante corriente en los ambientes judíos y cristianos del siglo I 21. Este simbolismo estaba sólidamente asentado en el Antiguo Testamento, en donde abundan las amenazas contra Babilonia 22. Se la llama la ciudad grande por su magnitud, su cultura y su influencia en el mundo antiguo 23. El profeta Jeremías considera a Babilonia como el centro de la idolatría y como la enemiga acérrima de Jerusalén, la capital de los creyentes 24. En nuestro texto del Apocalipsis se aplica a Roma, capital de la primera Bestia 25, lo que en los profetas se decía de Babilonia antigua.
La caída de Roma – la nueva Babilonia – será descrita en los capítulos 17-18. La expresión que emplea el segundo ángel: Cayó, cayó Babilonia la grande (v.8), está tomada del libro de Isaías, en donde el profeta dice: “Llegan tropeles de gentes, caballos de dos en dos, se alza una voz y dice: ¡Cayó, cayó Babilonia! Todas las imágenes de sus dioses yacen por tierra destrozadas. ¡Oh pueblo mío, pisado, trillado como la mies! lo que he oído de parte de Yahvé Sebaot, Dios de Israel, yo te lo hago saber” 26. Babilonia es considerada por los profetas como un cúmulo de las más grandes abominaciones. Roma le ha sucedido en esto, pues ha corrompido al mundo, sembrando por doquier con enorme frenesí la idolatría, es decir, la fornicación, en lenguaje bíblico. Al arrastrar a todas las naciones a la idolatría, Roma las ha entregado al furor de la cólera divina. El vino de la ira 21, que Roma ha dado a beber a las demás naciones, significa la embriaguez sensual de sus libertinajes. La fornicación o prostitución espiritual obra como narcótico sobre los habitantes de Roma, que se entregan a toda clase de desenfrenos. Dios permite esto como castigo de la perversión religiosa a la que se habían entregado los adoradores de la Bestia28. En Rev 17:4, la Roma pagana es presentada como una mujer que lleva en su mano la copa embriagante de los cultos paganos y de las abominaciones morales con las que ha emborrachado a los pueblos que le estaban sometidos.
Un tercer ángel clama con fuerte voz, diciendo: Si alguno adora la Bestia y su imagen, o recibe la señal de la Bestia, confesándose por suyo, ese tal beberá del vino del furor de Dios (v.4-10), es decir, recibirá su retribución merecida. Beber del vino fuerte de la ira divina, sin rebajarlo con el agua de la misericordia, equivale a emborrachar con el terrible castigo merecido por la fornicación embriagante del culto imperial 29. El vino puro, sin mezcla alguna de agua y miel, que usaban los antiguos, y que embriagaba a los que lo tomaban, es una imagen bíblica para designar los castigos de Dios 30. En este sentido decía el profeta Jeremías: “Así me dijo Yahvé, Dios de Israel: Toma de mi mano esta copa de espumoso vino y házselo beber a todos los pueblos a los que yo te he enviado. Que beban, que se tambaleen, que enloquezcan ante la espada que yo arrojaré en medio de ellos. Y tomé la copa de la mano de Yahvé, y la di a beber a todos los pueblos contra los cuales me envió Yahvé.” 31
¿Cuál es el castigo divino que se anuncia bajo la imagen del vino del furor de Dios? En nuestro pasaje del Apocalipsis, el castigo divino es el fuego eterno que atormentará a los adoradores de la Bestia. El lugar en que serán atormentados por toda la eternidad es el estanque de fuego y azufre 32. Esta imagen, que se hizo familiar en la teología judía para significar los tormentos de la gehenna, se inspira en el castigo que sufrieron Sodoma y Comorra 33. También constituye un rasgo claramente judío la idea de que los reprobos habían de sufrir el castigo en presencia de los que habían despreciado y perseguido 34, para mayor confusión de los atormentados. El Libro de Henoc, por ejemplo, dice a este respecto: “Yo los entregaré (a los reyes y poderosos) en manos de mi Elegido; como la paja en el fuego, así arderán ellos ante la faz de los santos, y como se sumerge en el agua, así se hundirán ellos delante de la faz de los justos, y ninguna traza de ellos será en adelante encontrada.” 35 Pero todavía resultará más espantoso para los adoradores de la Bestia el ser atormentados en presencia del Cordero, su redentor.
El tormento con fuego y azufre es una imagen empleada frecuentemente en la Biblia para significar un fuego muy intenso y más atormentador que el fuego ordinario. En el salmo u,6 se dice que Dios lloverá sobre los impíos carbones encendidos; y que el fuego, y el azufre y un torbellino huracanado será la porción de su cáliz. Isaías amenaza a Asur con una hoguera “que el soplo del Señor va a encender como torrente de azufre” 36. Ezequiel dice que Dios enviará sobre Gog, entre otras cosas, “fuego y azufre” 37. Y el vidente de Patmos, hablando del fin de la Bestia, afirma que será arrojada “al lago de fuego que arde con azufre.” 38 La misma suerte está reservada al diablo 39 y a todos los impíos40. Este castigo no tendrá fin ni reposo, pues durará por los siglos de los siglos y sin interrupción noche y día 41. Un tal castigo escatológico por el fuego se encuentra ya expresado en Isa 66:24, Que a su vez parece haber inspirado al autor del Eco 7:16-17 (LXX). Los apócrifos desarrollan a su antojo la idea de Isa 66:24, enriqueciéndola con nuevos rasgos. La amenaza de la destrucción de Babilonia (Roma) era un castigo temporal, pero ahora el castigo ya es eterno, pues recae sobre los individuos. El v.11 enseña bastante claramente la eternidad de las penas del infierno.
Contrastando con el terrible castigo que han de sufrir los adoradores de la Bestia, San Juan promete a los fieles la bienaventuranza eterna (v.12-13). El vidente de Patmos dirige a los cristianos que se han mantenido fieles una especie de advertencia o reflexión, que constituye una repetición Deu 13:10. Los santos, es decir, aquellos que guardan los preceptos de Dios y la fe, que tiene por objeto a Jesucristo (v.12), han de acostumbrarse a sufrir los padecimientos temporales para evitar los eternos (Bossuet). La existencia de los cristianos en este mundo discurre en una continua lucha por su fe en medio de un mundo adverso. Sólo el que permanezca fiel a la fe de Cristo obtendrá la victoria final. A la vista del fin que aguarda a los impíos, los fieles deben sentirse alentados y mantenerse firmes en la observancia de los preceptos divinos y en la fidelidad a Dios, aunque para ello tengan que soportar las más graves pruebas. Sabido es que, según San Pablo42, la paciencia se perfecciona con la tribulación. Además, la paciencia de los santos es fortificada por la certeza de la ruina de sus perseguidores.
A esta amonestación de San Juan responde una voz del cielo, que dice: Bienaventurados los que mueren en el Señor (ν.13). Es la segunda bienaventuranza que encontramos en el Apocalipsis, de las siete que contiene 43. La voz que oye Juan parece ser la del Espíritu Santo, ya que se refiere a Cristo en tercera persona, en el Señor, y se habla expresamente del Espíritu, que es el que manda a San Juan escribir. La voz del Espíritu declara bienaventurados a los que mueren en comunión con Cristo 44. El autor sagrado no se refiere únicamente a los mártires, es decir, a los que mueren por el Señor, sino a todos los cristianos que mueren en el Señor, es a saber: unidos a El por la fe y el amor. La muerte corporal, que para los impíos es el comienzo de la muerte segunda en el lago de fuego y azufre 45, para los fieles de Cristo es el comienzo del descanso de sus trabajos, porque sus obras les acompañan y Dios se las premiará abundantemente. Por eso, los cristianos muertos en el Señor podrán gozar del descanso y de la bienaventuranza eternos antes del día de la parusía: ya desde ahora, άττ’άρτι, como dice el texto griego46. Es la misma doctrina que enseña San Pablo en Fu 1:23. Con esta esperanza no hay duda que los fieles se sentirían fortalecidos para soportar las persecuciones con paciencia y fe operante. Y, al mismo tiempo, comprenderían mejor la triste suerte de los infieles, de quienes dice San Pablo “que viven sin esperanza.” 47

Siega y vendimia simbólicas de los gentiles, 14:14-20.
14 Miré y vi una nube blanca, y sentado sobre la nube a uno semejante a un hijo de hombre, con una corona de oro sobre su cabeza y una hoz en su mano. 15 Salió del templo otro ángel, y gritó con fuerte voz al que estaba sentado sobre la nube: Arroja la hoz y siega, porque es llegada la hora de la siega, porque está seca la mies de la tierra. 16 El que estaba sentado sobre la nube arrojó su hoz sobre la tierra, y la tierra quedó segada. 17 Otro ángel salió del templo que está en el cielo, y tenía también en su mano una hoz afilada. 18 Y salió del altar otro ángel que tenía poder sobre el fuego y clamó con fuerte voz al que tenía la hoz afilada, diciendo: Arroja la hoz afilada y vendimia los racimos de la viña de la tierra, porque sus uvas están maduras. 19 El ángel arrojó su hoz sobre la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y echó las uvas en la gran cuba del furor de Dios, 20 y fue pisada la uva fuera de la ciudad, y salió la sangre de la cuba hasta los frenos de los caballos por espacio de mil seiscientos estadios.

Los tres primeros ángeles han anunciado – como ya hemos visto – la suerte futura de Babilonia (Roma), de las dos Bestias y de sus seguidores. También ha sido proclamada la predicación del Evangelio, que asegura la felicidad eterna de los cristianos. Aquí aparecen otros cuatro personajes, que anuncian el juicio y la destrucción de todas las naciones gentiles, con lo que terminará la persecución de los cristianos. Las naciones paganas serán exterminadas porque no han querido escuchar el mensaje divino. Esta catástrofe es descrita bajo las imágenes de una siega y dé una vendimia, que son tradicionales en la Biblia para expresar un castigo 48. El autor del Apocalipsis parece inspirarse en Joe 4:12-13, que emplea simultáneamente ambas imágenes al hablar del gran día de Yahvé. La realización de la profecía de Rev 14:15-20 será descrita en Rev 19:11-21.
San Juan nos presenta una nueva visión, en la que aparecen, uno en pos de otro, dos cuadros de significado análogo. El primero se halla inspirado en Daniel49. El vidente de Patmos contempla una nube blanca, y sobre ella aparece sentado un ser misterioso, semejante a un hijo de hombre (v.14). Las nubes movidas por el viento constituyen el vehículo habitual sobre el cual Dios se desplaza en las visiones proféticas 50. Aquí, el que aparece sobre una nube blanca es Jesucristo, el cual lleva una corona de oro sobre su cabeza, en señal de victoria, y una hoz en su mano, como ejecutor de la sentencia divina contra los adoradores de la Bestia. No hay duda que se trata de Cristo, como se ve por el misterio con que se le designa. No tiene nombre y es semejante a un hijo de hombre. Bajo esta forma suele San Juan, como Daniel y, en general, los autores apocalípticos, designar a Dios o a los personajes celestes, para indicar la grandeza de su personalidad, que ningún nombre basta a significar. La expresión Hijo del hombre es mesiánica tanto en los Evangelios 51 como en el Apocalipsis 52. De donde se sigue que el que está sentado sobre la nube no puede ser un ángel, sino el mismo Cristo. Y si recibe la orden de segar de un ángel, esto no significa que sea inferior en dignidad a los ángeles53, sino simplemente que Dios Padre comunica a su Hijo por medio de un ángel el mandato de castigar a las naciones paganas 54. San Juan dice en el cuarto Evangelio que el Padre entregó el juicio a Jesucristo, en cuanto es Hijo del hombre55. Pero si el Padre se lo entrega al Hijo del hombre, es señal de que a El pertenece en propiedad, y que el Hijo del hombre lo tiene por delegación.
El vidente de Patmos contempla a otro ángel que sale del templo, su morada, el cual grita con potente voz al que está sentado en la nube: Arroja la hoz y siega, porque la mies ya está madura (v.15). El que estaba sentado sobre la nube arrojó la hoz y la tierra quedó segada (v.16). El templo de donde procede el ángel parece ser el templo celeste, de donde también sale el ángel que ha de hacer la vendimia (v.17) y los ángeles de las siete copas56. En cuyo caso, el ángel que sale del templo celeste sería uno de los más altos mensajeros de Dios Padre, que transmite a Jesús, Juez de los hombres, en cuanto Mesías, la orden de ejecutar su obra definitiva. Si, por el contrario, el templo es el de Jerusalén, imagen de la Iglesia 57, el sentido será aún más satisfactorio. Se trataría del ángel guardián de los fieles que manifiesta a su Jefe los deseos de su Esposa, cuyos méritos están ya completos 58.
Jesucristo tiene en su mano la hoz afilada con la cual va a segar la cosecha, que ya está a punto. La siega de que nos habla el ángel simboliza el juicio. Este mismo sentido es el que tiene en diversos lugares de la Sagrada Escritura 59. Especialmente próximo al nuestro es un texto de Joel, que dice: “Que se alcen las gentes y marchen al valle de Josafat, porque allí me sentaré yo a juzgar a todos los pueblos en derredor. Meted la hoz, que está ya madura la mies. Venid, pisad, que está lleno el lagar y se desbordan las cubas, porque es mucha su maldad.”60 En estos pasajes se trata del juicio de los enemigos de Dios o del juicio del mundo. Sin embargo, hay otros pasajes en el Nuevo Testamento 61, en los que se habla de la recolección de las almas creyentes e incluso de los elegidos. ¿De quiénes se trata aquí? ¿La siega es un castigo ejecutado sobre los adoradores de la Bestia o una separación del grano bueno y limpio de la paja? Como en el v.16 no se habla para nada de la ira divina, muchos autores creen que la siega de la primera hoz no representa un castigo, sino la recolección de la mies ya madura de los justos 62. Por consiguiente, el sentido de este cuadro sería el mismo de la amonestación precedente. El Señor vendría a recoger a los suyos. Un indicio de esto lo encuentran dichos autores en el color blanco de la nube, que parece indicar no castigo, sino más bien victoria. Sin embargo, el paralelismo con la escena inmediatamente siguiente (v. 17-20) abogaría preferentemente en favor de un castigo, de una plaga que se abatiría sobre buenos y malos.
El acto de arrojar las hoces constituye una de esas acciones simbólicas que se dan con tanta frecuencia en los profetas 63. La doble acción de arrojar las hoces tiene una misma significación.
Después viene un segundo cuadro semejante al primero (v. 17-20). La única diferencia está en que en el primero era el mismo Señor el que hacía la siega, mientras que en el segundo es un ángel el encargado de ejecutarla. Este ángel sale también del templo, que está en el cielo, con una hoz bien afilada, con la cual llevará a efecto la misión punitiva para la que ha sido enviado. Pero ha de esperar la orden divina de ejecutarla. Para comunicársela viene otro ángel, el que está al cuidado del fuego del altar, probablemente el mismo que arrojó las brasas del altar de los perfumes sobre la tierra 64. También podría tratarse del ángel que cuida del fuego del altar de los holocaustos, bajo el cual estaban las almas de los mártires 65, que pedían a Dios justicia. Esta justicia sería la que se dispone a ejecutar ahora el ángel. Las oraciones de los mártires, llevadas por el ángel ante la presencia de Dios, son las que obtienen el exterminio de los pecadores.
A la orden que da el ángel que cuidaba del fuego, el otro ángel arrojó la hoz y vendimió los racimos de la viña de la tierra (v.18). Es decir, recolectó las uvas que ya estaban maduras, con lo cual quiere significar que la maldad de los hombres había llenado la medida. Por eso se puede proceder ya a su castigo. Y, en efecto, el ángel vendimió con su podadera la viña de la tierra y echó sus racimos en el lagar del furor de Dios (v.19). La imagen de la vendimia o del lagar, en donde se pisan las uvas, para significar un castigo divino, es ya empleada por los profetas. Nuestro texto se inspira en Isa 63:1-6, en donde Yahvé, vencedor de Edom, pisa a los enemigos en su furor: “¿Quién es aquel que avanza enrojecido, con vestidos más rojos que los de un lagarero – exclama el profeta -, tan magníficamente vestido, avanzando en toda la grandeza de su poder? Soy yo el que habla justicia, el poderoso para salvar. ¿Cómo está, pues, rojo tu vestido y tus ropas como las de los que pisan en el lagar? He pisado en el lagar yo solo y no había conmigo nadie de las gentes. He pisado con furor, he hollado con ira, y su sangre salpicó mis vestiduras y manchó mis ropas. Porque estaba en m1 Corazón el día de la venganza y llegaba el día de la redención. Miré, y no había quien me ayudara, me maravillé de que no hubiera quien me apoyase; y salvóme mi brazo, y me sostuvo mi furor, y aplasté a los pueblos en mi ira, y los pisoteé en mi furor, derramando en la tierra su sangre.”66 También el mismo Apocalipsis nos presentará, en el capítulo 19, al Verbo de Dios como caballero victorioso que avanza por medio de sus enemigos con sus vestidos empapados en sangre 67.
El ángel, para expresar la venganza de Dios contra los adoradores de la Bestia, vendimia la viña de la tierra, echa las uvas en el lagar y Zas pisa fuera de la ciudad (v.20). Los racimos simbolizan la multitud de los impíos, y el vino, su sangre. Es una terrible hecatombe, que traerá consigo el exterminio de los idólatras. La magnitud del desastre se expresa mediante una imagen hiperbólica: Y desbordó la sangre del lagar hasta los frenos de los caballos por espacio de mil seiscientos estadios. En la literatura apócrifa también se encuentran imágenes parecidas. El Libro de Henoc, por ejemplo, describiendo la matanza de los pecadores entre ellos mismos, afirma: “El caballo avanzará cubierto hasta el pecho en la sangre de los pecadores, y el carro quedará sumergido hasta su parte más alta”68. La sangre de los adoradores de la Bestia inundará – según el Apocalipsis – una extensión de i.600 estadios, alrededor de unos 300 kilómetros, pues el estadio tenía unos 192 metros. La extensión de Palestina desde Tiro hasta Wadi el-Aris es de i .664 estadios, o sea unos 300 kilómetros. De ahí que algunos autores piensen que el autor sagrado quiere incluir toda la Palestina como símbolo de la totalidad del Imperio romano 69. Sin embargo, la cifra 1.600 estadios (=40 X 40) tal vez sea meramente convencional, sin valor aritmético, como sucede ordinariamente en el Apocalipsis. En cuyo caso, el número de estadios designaría una gran extensión, y serviría únicamente para dar una idea más cabal de la magnitud del desastre. La cifra indicada es también múltiplo de 4, número que designa las cuatro partes del mundo y los cuatro vientos, de donde se habían de juntar las naciones paganas para la guerra. En la guerra escatológica todos los pueblos se enfrentarán con Dios.
¿En qué lugar se llevará a cabo este juicio punitivo de los idólatras? Según San Juan, tendrá lugar fuera de la ciudad (v.20). Pero ¿de qué ciudad se trata? Según Rev 14:1, el Cordero se hallaba sobre el monte Sión. Luego el juicio sería en los alrededores de Jerusalén. Por otra parte, el profeta Joel70 afirma que el juicio divino tendrá lugar en el valle de Josafat, que se encuentra muy cerca de Jerusalén 71. Y según Zacarías 72 y Ezequiel73, el exterminio de las naciones paganas se llevará a cabo fuera de Jerusalén, en el monte de los Olivos. La literatura apócrifa judía también nos presenta al Mesías sobre el monte Sión juzgando a las naciones 74.
Este sangriento juicio contra los paganos idólatras es un preludio de la gran batalla que será descrita en los capítulos siguientes, y que será ganada por el Verbo 75. Es éste un procedimiento de composición literaria bastante frecuente en el Apocalipsis. Se suele adelantar en una visión esquemática el contenido de toda una revelación que después se irá desarrollando en escenas más amplias, más precisas, que proyectarán nueva luz sobre los hechos descritos.

1 Rev 19:2. – 2 Rev 19:8. – 3 Miq 4:1-2; Isa 2:2-3; cf. Joe 3:5; Joe 4:17; Sal 110:2; Mat 21:4-5; Rom 11:26. – 4 Gf. 4 Esd 13:35-39; Esd 13:5 Esd 2:42-43; Apocalipsis de Baruc 40:1-2. El texto del 5 Esd 2:42-43 es muy parecido al del Apocalipsis de San Juan, del cual depende. – 5 Gf. Sal 2:6; Sal 48:155; Sal 53:7. – 6 Cf. J. Murray, Instrumenta música Sacrae Scripturae: VD 32 (1954) 84-89. – 7 Rev 13:4-12. – 8 Hay muchos autores que piensan de modo diverso: cf. E. B. Allo, o.c. p.217; M. García Cordero, o.c. p.156. – 9 San Agustín, De virginibus 27-29; San Jerónimo, Adv. lovin,Rev 1:40. Cf. M. García Cordero, ibid. – 10 1Co 7:32.34- – 11 Siguen esta misma interpretación Alcázar, Bossuet, Calmet, Crampón, Osty, Boismard, Koester, Bezzel, Ragaz y otros. – 12 Cf. Hebg,14; 1Pe 1:19. – 13 Cf. Exo 23:19; Exo 34:26; Lev 23:10. – 14 Cf. 1Co 15:20.23. – 15 Es ésta una concepción frecuente en San Juan (Jua 3:20-21; 1Jn 1:6). – 16 Apo 21:8; 1Jn 22:15. Hay muchos autores que identifican los 144.000 vírgenes con los 144.000 marcados con el sello de Dios (Rev 7:4). A propósito de esto, cf. M. E. Boismard, Notes sur l’Apocalvpse: RB 59 (1952) 161-172; V. Laridon, Visio Agnicum Virginibus in monte Sion: Collationes Brugenses 48 (1952) 385-392; P. Miranda, El Cordero y su Iglesia (Rev 14:1-5): RevBi 15 (1953) 10-15. – 17 Cf. Ap 14:15- – 18 Cf. Ch. Masson , L’évangile éternel de VApocalypse 14:6-7: Homrnage a K. Barth (París 1946). – 19 Cf. Rev 10:5-7. – 20 Cf. Rev 16:14. – 21 Cf. Oráculos sibil. 5:143.159; Baruc siríaco 67:7; 1Pe 5:13. – 22 Isa 21:1-9; Jer 50:1-51:64. – 23 Dan 4:27. – 24 Jer 51:7-8. – 25 Ap 17:1ss. – 26 Isa 21:9-10; cf. Jer 50:2. – 27 Cf. Is 51:Isa 17:22; Jer 51:7. – 28 E. B. Allo, o.c. p.239. – 29 Cf. S. Bartina, o.c. p.734. – 30 Sal 75:9; Isa 51:17 – 31 Jer 25:15 – 32 Cf. Rev 19:20 – 33 Gen 19:24; cf. Eze 38:22; Isa 30:33. – 34Sab 5:1-5; cf. J. Bonsirven, Le Juda’isme palest. I p.; – 35 Libro de Henoc 48:9. – 36 Is 30:33- – 37 Eze 38:22. – 38 Ap IQ.20. – 39 Rev 20:95. – 40 Apo 21:8. – 41 Rev 14:11. – 42 Rom 5:3.5. – 43 Cf. Rev 1:3; Rev 14:13; Rev 16:15; Rev 19:9; Rev 20:6; Rev 22:7.14. VerS. Bartina, Los macarismos del Nuevo Testamento. Estudio de la forma: EstEcl 34 (1960) 57-88. – 44 1Co 15:18; 1Te 4:14. – 45 Rev 21:8. – 46 La Biblia Nácar-Colunga omite en este lugar, tal vez por un lapsus, la traducción de άιτ* άρτι = ya desde ahora, que es exigida por el texto griego. – 47 1Te 4:13. – 48 Isa 17:5; Isa 27:12; Isa 63:355; Jer 25:155; Lam 1:15; Mat 3:12; Lam 13:30.39; Mar 4:29. – 49 Dan 7:13. – 50 Isa 19:1s; Sal 18:11. – 51 Mt 11:19; 16:13; Mar 2:28; Mar 10:45; Luc 6:22; Luc 7:34; Luc 9:22; Luc 12:40; Luc 19:10. – 52 Rev 1:13. – 53 Heb 1:5-7; Rev 3:1. – 54 Cf. Mat 9:38; Mat 24:36; Mar 13:32; Hec 1:7. – 55 Jua 5:22.27. – 56 Rev 15:6-8. – 57 Rev 11:1. – 58 Rev 22:17. Cf. E. B. Allo, o.e. p.244 · – 59 Isa 18:5; Jer 51:33; Mat 13:39. – 60 Joe 4:12-13. – 61 Mt 3:12; 9:373; Luc 10:2. – 62 Cf. Mat 13:30-43. – 63 Gf. 1Re 11:29-39; 2Re 13:14-19. – 64 Rev 8:3-5. – 65 Rev 6:9-10. – 66 Isa 63:1-6; cf. JU.13. – 67 Rev 19:13-15. – 68 Libro de Henoc 100:3. – 69 Cf. S. Bartina, o.c. – 70 Ji 4:2.12. – 71 La tradición judía y cristiana suelen identificar el “valle de Josafat” con el valle del Cedrón, que separa el monte Sión del monte de los Olivos. – 72 Zac 14:4. – 73 El 238-39. – 74 Cf. 4 Esd 13:35-38; Baruc sir. 40:1-2; Oráculos sibil 3:663-697. – 75 Rev 19:13-15.21.

Fuente: Biblia Comentada

el Cordero. Vea la nota sobre Apo 5:6. monte de Sion. La ciudad de Jerusalén, donde el Mesías volverá y plantará sus pies (cp. Sal 2:1-12; Sal 48:1-2; Isa 24:23). ciento cuarenta y cuatro mil. Vea la nota sobre Apo 7:4. nombre. Es todo lo opuesto a la marca de la bestia y constituye un sello que identificará a los 144.000 para dar testimonio de que pertenecen a Dios (vea la nota sobre Apo 13:6).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Esta sección extensa contiene pormenores de los juicios y acontecimientos propios del período de tribulación (vea las notas sobre Apo 3:10) desde su comienzo con la apertura del primer sello (vv. Apo 6:1-2) hasta el séptimo sello y los juicios de trompetas y copas para finalizar con el regreso de Cristo a destruir los impíos (Apo 19:11-21).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Las palabras «miré» y «vi» (en el texto griego es una sola palabra)(los versículos 1,6 y 14) introducen las tres visiones que dividen este capítulo en tres partes. El punto principal en estas visiones es la victoria del pueblo de Dios y el juicio contra sus enemigos.

14:1 — Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente —
— Después miré… Sión — El Cordero ahora está en una postura de victoria.
Sión, literalmente, era Jerusalén (Sal 125:1-2). Según Heb 12:22, el «monte de Sión» es simbólicamente la ciudad de Dios, la Jerusalén espiritual, la iglesia de Dios. En este versículo vemos a Cristo de pie con todos sus redimidos en la ciudad eterna de Dios, llamada simbólicamente «el monte de Sión».
— y con él… mil — Véase 7:4-8, comentario.
— que tenían… frente — Véanse 3:12; 7:3.
Algunos ven en esta visión un cuadro simbólico de los redimidos en la tierra, gozando de seguridad y de permanencia, porque Cristo está en medio de ellos. A mi juicio es más bien un cuadro de los mismos, pero vistos desde el punto de vista de la victoria final, ya una vez en los cielos, igual que en el capítulo 7, del 9 al 17. Véanse los comentarios allí.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LOS QUE SON DEL PADRE

Apocalipsis 14:1

Vi, fijaos, al Cordero, Que estaba de pie en el monte de Sión, y había con Él ciento cuarenta y cuatro mil que tenían escrito en la frente Su nombre y el nombre de Su Padre.

La siguiente visión de Juan se abre con el Cordero de pie en triunfo en el Monte de Sión, y con Él los ciento cuarenta y cuatro mil de los que leímos en el capítulo 7. Están marcados en la frente con Su nombre y el de Su Padre. Ya hemos pensado acerca del sentido de la señal, pero debemos considerarlo de nuevo. En el mundo antiguo, la marca que se le hubiera puesto a una persona quería decir por lo menos una de cinco cosas.
(i) Podía representar la propiedad. A menudo se marcaban los esclavos con un hierro candente como se hace con el ganado. Los que están en compañía con el Cordero pertenecen a Dios.

(ii) Podía representar lealtad. El soldado a veces se tatuaba el brazo con el nombre del general al que amaba y seguía hasta la muerte. La compañía del Cordero está formada por los veteranos que han demostrado su lealtad a su Rey.

(iii) Podía representar seguridad. Hay un papiro curioso del siglo III ó IV d C. que contiene una carta de un hijo a su padre Apolos. Los tiempos son peligrosos, y el hijo y el padre están separados. El hijo manda sus saludos y mejores deseos, y entonces prosigue: «Ya te he dicho sin duda antes acerca de mi dolor por tu ausencia entre nosotros, y mi temor de que te suceda algo terrible y no encontremos tu cuerpo. De hecho, he querido muchas veces decirte que, teniendo en cuenta la inseguridad, quería ponerte una marca» (P. Oxy. 680). El hijo quería ponerle una señal al cuerpo de su padre para mantenerlo seguro. Los de la compañía del Cordero están todos marcados para su seguridad en la vida o en la muerte.

(iv) Podía representar dependencia. Robertson Smith cita un ejemplo curioso de esto. Los grandes jeques árabes tenían sus humildes protegidos que dependían absolutamente de ellos. A menudo el jeque los marcaba lo mismo que sus camellos para que se supiera que dependían de él. La compañía del Cordero son los que dependen totalmente de Su amor y de Su gracia.

(v) Podía representar inmunidad. Era corriente entre los devotos de un dios el marcarse con su señal. Algunas veces aquello funcionaba de una manera cruel. Plutarco nos cuenta que después de la derrota desastrosa de los atenienses bajo Nicias en Sicilia, los sicilianos hicieron prisioneros y los marcaron en la frente con un caballo galopante, el emblema de Sicilia (Plutarco: Nicias 29).3 Macabeos nos cuenta que Tolomeo IV de Egipto mandó que «todos los judíos fueran degradados hasta lo más bajo y a la condición de esclavos; y que los que se pronunciaran en contra debían ser tomados a la fuerza y ajusticiados; y que cuando se censaran debían ser marcados con hierro candente en el cuerpo con la hoja de hiedra, el emblema de Baco» (3 Macabeos 2:28s).

Estos ejemplos suponían degradación y crueldad, pero había otros. Los sirios se tatuaban corrientemente las muñecas o el cuello con la marca de su dios. Pero hay un ejemplo aún más relevante: Heródoto (2:113) nos cuenta que había un templo de Hércules en la boca canópica del Nilo que tenía derecho de asilo. Cualquier criminal, ya fuera esclavo o libre, estaba allí a salvo de la venganza persecutoria. Cuando un fugitivo llegaba al templo, se le marcaba con cierta señal sagrada para mostrar que se había entregado al dios y que ya nadie podía tocarle. Eran señales de una seguridad absoluta. Recordemos especialmente en este apartado el caso de Caín, al que Dios marcó con una señal para que no le matara cualquiera que le encontrara (Ge 4:15 ). La compañía del Cordero son los que se han rendido a la misericordia de Dios en Jesucristo y están a salvo para siempre.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 14

3. EL CORDERO Y SU SéQUITO (14,1-5).

En la mirada complexiva anticipada al punto culminante del combate escatológico del final de la historia (11,1-13) ocupaba el centro una imagen prometedora de protección y preservación: en el templo queda acotado un sector al que no puede alcanzar el asalto de poderes infernales (11,7). Esta imagen viene de nuevo reasumida como conclusión del tremendo descubrimiento relativo al Anticristo y ampliada en una nueva visión. Con ella se da respuesta a la angustiosa pregunta que no podía menos de surgir tras la descripción de la guerra sin cuartel emprendida por los poderes satánicos con toda clase de medios y con odio infernal (13,1-18): En tales circunstancias ¿queda todavía en pie siquiera algo de la Iglesia de Dios en la tierra? A esta pregunta se responde con la visión esplendorosa, inspiradora de esperanza y portadora de certeza, que presenta a los elegidos, seguros y protegidos bajo el amparo del Cordero que se halla en medio de ellos.

1 Y miré, y apareció el Cordero de pie sobre el monte Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil que tenían el nombre de él y el nombre del Padre de él escrito en la frente.

El escenario de la visión se halla en la tierra; es la montaña de Sión, la montaña del templo en Jerusalén (cf 11,1), que los profetas habían vaticinado como lugar de refugio para la comunidad de salvación de los últimos tiempos (J1 3,5; 4,17); la apocalíptica tardía vio en ella el lugar en el que el Mesías aparecería para salvar a sus fieles y para juzgar a sus enemigos (4Esd 13:35-40; 5Esd 2:42-47); conforme a la expectativa profética, sobre el monte Sión consumará Dios definitivamente su reinado mediante el Mesías (Isa 24:23; Sal 2:6; 110[109]2s).

El Cordero es presentado como vencedor (cf. 5,5), rodeado de los elegidos, que se reúnen en su número total en torno a él. Como señal de su pertenencia al Cordero llevan su nombre, junto con el nombre de Dios, sobre su frente; de la misma manera, también los secuaces de la bestia habían confesado con un distintivo apropiado su sumisión y pertenencia al Anticristo (13,16).

2 Y oí una voz del cielo como estruendo de muchas aguas y como estampido de gran trueno, y la voz que oí era como de citaristas que tocan sus cítaras. 3 Y cantan un cántico nuevo ante el trono y ante los cuatro seres vivientes y los ancianos. Nadie podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que habían sido rescatados de la tierra.

Aunque la visión se contempla en la tierra, es decir, en el ámbito de lo pasajero y provisional, la escena, sin embargo, está inmersa en la luz transfigurante que proyecta anticipadamente sobre ella la consumación venidera; aquí se manifiesta algo de la creación y de la historia del género humano, que en medio de la caducidad está ya interiormente en armonía con su figura definitiva, como lo sugiere expresamente una voz del cielo. El estampido de truenos formidables había anunciado ya en cuadros precedentes (cf. 4,5; 8,5; 11,19) la tremenda majestad de Dios y la excelsitud de su mundo celestial; también la potente palabra del Hijo del hombre glorificado, que aparece aquí en la imagen del Cordero, se había comparado antes con el estruendo de muchas aguas (1,15). El séquito del Cordero, seguro al amparo de la omnipotencia de Dios y resguardado por el amor del Redentor que había ido a la muerte por ellos, da la sensación de una tranquilidad soberana y de una seguridad imperturbable.

Por el Cordero que se halla en medio de los elegidos, están éstos ahora ya, todavía en la tierra, unidos con las multitudes bienaventuradas en el cielo, cuyo cántico perciben y ya desde ahora pueden también apropiárselo. Es un «cántico nuevo», que canta por tanto un nuevo acontecimiento salvífico (cf. comentario 5,9); el contexto permite colegir su contenido: es el canto de triunfo a la victoria final del Cordero contemplada anticipadamente y a la consumación de la soberanía de Dios; a los oídos de aquellos que se saben rescatados de la tierra que está bajo el dominio de la bestia (13,16), suena pues, como el regocijante canto de un cantor que acompaña su cántico con la cítara.

4 éstos son los que no se contaminaron con mujeres, pues son vírgenes. éstos son los que siguen al Cordero a dondequiera que va. éstos fueron rescatados de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero. 5 Y en su boca no se halló mentira. Son intachables.

La descripción se cierra con una caracterización de los elegidos; mediatamente proporciona también un criterio conforme al cual cada uno puede reconocer si merece contarse entre ellos; una definición sencilla, pero que da con todo lo esencial, de lo que son y cómo son los cristianos.

Deben estar totalmente y sin vacilación del lado de Cristo; lo primero que se dice de ellos en la explicación, entendida en forma figurada 45, es su virginidad; en esta indicación se oye el eco de palabras de Cristo y del apóstol Pablo, que recomiendan la virginidad a los que quieran hacerse total y enteramente disponibles para el Señor y para su causa (Mat 19:12; 1Co 7:32-34; 2Co 11:2). Desde luego, aquí desempeña también su papel la representación contraria, que aparece inmediatamente a continuación (2Co 14:8); la dependencia de la bestia está expresada allí de manera figurada, como galanteo con Babilonia, símbolo de la metrópoli del reino del anticristo (cf. 17,2; 19,3.9; 19,2). El adulterio y la lascivia son en los profetas de Israel imágenes frecuentes de la apostasía y de la idolatría (por ejemplo: Ose 2:14-21; Jer 2:2-6). Debe preferirse la interpretación simbólica de la virginidad, porque en la visión no aparece un grupo particular, sino la Iglesia en su totalidad. Más adelante se presenta también en su conjunto, en una imagen que tiene afinidad de sentido con ésta, como la esposa virginal del Cordero (Jer 19:7; Jer 21:2.9; Jer 22:17). La libertad del amor perfecto une a los elegidos con su Señor; están de su lado en obediencia incondicional y le siguen por todos los caminos por los que los lleva. Su buena disposición no conoce obstáculos; incluso cuando los guías por el camino que él mismo siguió como hombre por la persecución y la muerte a la glorificación, no se retraerán ante el testimonio de su propia sangre.

En la ley se prescribía al pueblo de Israel ofrecer a Dios los primeros frutos maduros de toda cosecha, como señal de que todo le pertenece (Lev 23:9-14). Este grupo aparece ante los ojos de Dios como aquellas primicias; separados del conjunto pertenecen ahora ya a Dios y al Cordero totalmente como su propiedad (cf. 1Pe 2:9 s). Las primicias, entendidas en el contexto, significan todavía más: con ellos se inicia la recuperación del mundo entero bajo la soberanía de Dios; así pues, se hallan delante del mundo como signo de esperanza y como promesa de un futuro íntegro y sin tara para la entera creación de Dios; en efecto, en ellos está ya presente el futuro absoluto que Dios inauguró en Cristo.

Como característico del séquito del Cordero se menciona un cierto distintivo: la veracidad incondicional. Quien pertenece a Dios, cuya esencia es verdad y fidelidad 46, no puede ya tener nada en común con el «padre de la mentira» (Jua 8:44), cuya naturaleza es fundamentalmente la mentira. Rectitud de pensamiento y de sentimientos, veracidad en las palabras, lealtad en el modo de proceder, un ser franco, sin discrepancia entre las palabras y las acciones; en una palabra: la personalidad transparente, sin nubes, con la que se puede contar (Mat 5:37; Stg 5:12), sólo puede existir en la luz de Dios, que es la verdad (Sal 43[42]3).

En resumen se dice que son sencillamente intachables. Si los mismos animales que se ofrecían en sacrificio en la antigua alianza debían ser sin tara (Exo 12:5; Lev 23:12 s), esta exigencia se aplica sobre todo a las «primicias» de la alianza perfecta y consumada que constituyen el séquito del Cordero «sin defecto ni tacha» (1Pe 1:19).

La realidad intrínseca de la «comunión de los santos» en la Iglesia de Cristo presenta en un cuadro acabado con pocos trazos. Los fieles están ya en el santuario, en el reino de Dios, vivamente ligados con el Señor en medio de ellos, que es su pastor y salvador. En medio del mundo y activos en él y cerca de él, no pertenecen al «dios de este mundo» (2Co 4:4), sino que, como «rescatados de entre los hombres», siguen «al Cordero a dondequiera que va».

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45. De suyo, la aserción podría tomarse también a la letra. Para justificar la significación literal podría remitirse, por ejemplo, a 1Co 7:26 ss; además, no parece ser ajena a la tradición apocalíptica judía la idea de que el resto santo de Israel estará constituido en el tiempo final por un grupo de hombres que vivan en celibato; como indicio de tal concepción podría considerarse también la comunidad de Qumrán, que vivía ascéticamente y con la mayor probabilidad en celibato. Sin embargo, dado que el grupo que aparece en nuestro pasaje no representa una minoría selecta, sino que simboliza el entero pueblo de Dios, merece preferencia la interpretaci6n figurada.

46. Cf. Sal 36(35)6; 89(88)9; 100(99)5; Jua 3:33; Rom 3:4, etc..

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V. PREPARACIÓN PARA EL JUICIO FINAL (Rom 14:6-19, 10)

Se han descrito los dos campamentos, se han delimitado los frentes; al «pequeño rebaño» (Luc 12:32) que sigue al Cordero se le ha prometido la salvación; ya puede iniciarse la ruptura definitiva de las hostilidades.

1. MIRADA ANTICIPADA (Luc 14:6-20)

a) Anuncio del juicio (Luc 14:6-13)

6 Y vi a otro ángel, que volaba por lo más alto del cielo, que tenía un Evangelio eterno para anunciarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, 7 y que decía con gran voz: «Temed a Dios y dadle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio. Adorad al que hizo el cielo y la tierra, el mar y los manantiales de aguas.»

Cuatro mensajes emanan del cielo en esta sección: el primero y el último tienen como objeto la salvación, el segundo y el tercero, el juicio; los tres primeros vienen transmitidos por el ángel, el último por la voz de una persona invisible.

El primer ángel vuela alto por el cenit, por donde también volaba el águila que gritó perceptiblemente sobre toda la tierra el triple «¡ay!» (8,13); como el mensaje del águila, también el del ángel afecta a todos los «moradores de la tierra», es decir, en lenguaje apocalíptico, a los hombres que no quieren saber nada de Dios. El anuncio del ángel es, contrariamente al del águila, un anuncio de gozo, una promesa de salvación; se basa en el designio eterno de Dios, su objeto es la salvación eterna 47. Por medio del ángel la ofrece Dios a todos los que todavía antes del fin se deciden a dar marcha atrás y se convierten a él; ésta es su última oferta antes de que sea demasiado tarde.

El requerimiento recuerda el himno angelico que en el Evangelio interpreta el significado del nacimiento de Jesús (Luc 2:14); en la materia conviene con la predicación del Bautista (Mat 3:1), que Jesús reasumió en su predicación (Mat 4:17). Tributar a Dios el honor que le es debido, es el medio de librarse del juicio y de alcanzar la salvación eterna. El temor y la adoración de Dios son las formas fundamentales de la religiosidad del Antiguo Testamento, de las que la proclamación cristiana no retira lo más mínimo.

En la motivación de su llamamiento presupone el ángel la idea de la historia existente ya en la revelación del Antiguo Testamento y que, consiguientemente, vino también a ser típica de la concepción cristiana del mundo. Contrariamente a la concepción griega pagana del mundo y de su historia, en la que se entendía el curso de la historia como una sucesión continuada de ciclos cerrados de generación y de corrupción, la concepción bíblica se lo representa en forma rectilínea, como un movimiento que se desarrolla hacia un punto final. Esta convicción que orienta el entero proceso hacia un fin, tiene conexión con la otra en que este transcurso se concibe como puesto en marcha con el actor creador de Dios; en tal comienzo está fijada también la meta final; ahora bien, en este fin reside el sentido de todo el proceso histórico; así pues, sólo en función de su fin se puede captar el verdadero sentido de la historia universal. El fin mismo a su vez, que es al mismo tiempo consumación, no se logra automáticamente por una evolución progresiva, sino continuamente mediante nuevas acciones y, al fin, mediante un influjo definitivo de Dios mismo.

Según la revelación, la meta final de la historia del mundo y especialmente de la historia del género humano consiste en concreto en que Dios «lo sea todo en todo» (1Co 15:28), o sea, en la realización de la perfecta soberanía de Dios. Esta concepción viene a ser específicamente cristiana si se le añade todavía la convicción de que con la persona y la obra de Cristo se ha manifestado ahora ya la meta final, aunque sólo en una forma transitoria y provisional.

Las repercusiones que este hecho tiene en la historia se explican en los cuadros apocalípticos que siguen a continuación (14,8-19,10). éstos dan por tanto una respuesta a la pregunta: ¿Qué sucede propiamente en la historia?

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47. También el Apocalipsis tiene presente como meta final en todas sus descripciones la promesa de la salvación y su consumaci6n. Bajo este respecto los juicios de Dios no son sino medios, hechos necesarios por la obstinación humana, con vistas a llevar a termino su definitiva toma de poder, con la que se da la consumaci6n de la salvación en dimensiones cósmicas. Esta constituye el centro del último libro de la Biblia; todos los juicios, en cambio, no son sino «el reverso negativo de esta toma de poder».

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8 Y otro ángel, el segundo, lo siguió, diciendo: «Cayó, cayó Babilonia, la grande, la que dio a beber del vino de la ira de su prostitución a todas las naciones».

La voz del segundo ángel anuncia un juicio que se ha ejecutado ya. En su sentido propio es una prediccción profética, aunque se hace en la forma verbal del pasado para indicar así que el hecho se producirá con absoluta certeza; además, con la solemne repetición se indica estilísticamente la especial importancia del contenido.

El juicio afecta a Babilonia; ya la profecía veterotestamentaria se sirve simbólicamente de esta gran ciudad -oscura contrapartida de Jerusalén, la ciudad de Dios- como sede de la impiedad. Por eso la voz del ángel se apoya, aun en el tenor de las palabras, en tales textos proféticos (Isa 21:9; Jer 51:7 s; Dan 4:27). También la culpa se designa con una imagen igualmente tradicional (cf. Jer 51:7); había consistido en que en ella había comenzado la seducción del mundo entero a la idolatría; la imagen del «vino de la ira» dice implícitamente que tal apostasía lleva siempre ya en sí el juicio *.

El nombre de Babilonia sobrevivió como símbolo a la ciudad histórica y en la apocalíptica judía desempeñó el papel de seudónimo de Roma 49, y también en la primera carta de Pedro (1Pe 5:13). En el Apocalipsis de Juan, este término lleva en sí, en primer lugar, el mismo significado simbólico, aunque suplementariamente más allá de estos límites históricos, como veremos después (1Pe 17:1-18, 24). Babilonia, metrópoli de la bestia (1Pe 17:1 ss), está en la historia no sólo entonces, sino en todos los tiempos, y fundamentalmente, contra el monte Sión, fortaleza del Cordero (1Pe 14:1-5).

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* Aquí, como en 18,3, el texto sagrado acumula dos imágenes sobre el «vino»: «vino de su prostitución» evoca la seducción ejercida por los cultos idólatras (cf. Jer 51:7 texto hebreo), en «vino de la ira» hay que sobreentender «de la ira de Dios», que castigará tales desenfrenos (cf. Sal 60[59]5; 75[74]9; Isa 51:17; Jer 25:15-29). Véase X. LEóN-DuFouR y otros autores, Vocabulario de teología bíblica, Herder, Barcelona, Jer 5:1972, Jer 5:947 s; H. HAAG, A. VAN DEN BORN, S. DE AUSEJO y otros autores, Diccionario de la Biblia, Herder, Barcelona, Jer 5:1970, Jer 5:2043. Nota del editor. 49. Oráculos sibilinos 5,143.159.

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9 Y otro ángel, el tercero, los siguió diciendo con gran voz: «Si alguno adora la bestia y su imagen, y recibe su marca en la frente o en la mano, 10 beberá él también del vino de la ira de Dios, vino puro, concentrado, en la copa de su furor. Y será atormentado con fuego y azufre en presencia de los ángeles santos y en presencia del Cordero. 11 El humo de su tormento sube por los siglos de los siglos, y no tienen reposo ni de día ni de noche los que adoran la bestia y su imagen, y los que reciben la marca de su nombre.»

El tercer ángel se dirige con su amonestación a todos los adoradores de la bestia (cf. 13,12), tanto a los adeptos por convicción como a los simpatizantes por cobardía. No sólo han traicionado a Dios y a su Ungido, sino también a sí mismos, que son imagen de Dios ( Gen 1:26), y por añadidura, en cuanto que eran cristianos, también imagen de su Hijo, que les había sido impresa como un sello en el bautismo. Por tal desafuero se les dará a beber el vino de la ira de Dios «puro», sin mezcla, es decir, no aguado; el juicio descarga sobre ellos sin piedad ni misericordia.

La descripción de su castigo trae a la memoria el de la destrucción de Sodoma y Gomorra ( Gen 19:24); como los habitantes de estas ciudades, serán atormentados en el fuego del infierno ( Gen 19:20; 20.10.15; cf. Isa 34:9 s). La singular añadidura «en presencia de los ángeles santos y en presencia del Cordero» se ha de entender sin duda en el sentido de que los condenados no pueden olvidar que fueron redimidos y cómo fueron redimidos, y cuánto hizo Dios por salvarlos durante toda su vida; esto se lo recuerdan los ángeles de Dios, de los que se dice en la carta a los Hebreos que son «enviados para servir a los que van a heredar la salvación» (Hb/01/14: ANGEL-CUSTODIO). En la convicción de que ellos y nadie más que ellos son culpables de su propio destino, su odio se vuelve ahora también contra ellos mismos. Pero lo más duro de su castigo está en que dura eternamente; contra la sentencia condenatoria, que dispone una aplicación de la pena sin fin, no hay apelación posible. En el Evangelio de la redención, que conoce la libertad humana de decisión, oímos también un mensaje acerca del infierno.

12 ¡Aquí está la constancia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús! 13 Y oí una voz del cielo que decía: Escribe: «Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor y desde ahora». Sí, dice el Espíritu, que descansen de sus fatigas, pues sus obras los siguen».

El vidente, en vista del terrible fin de los réprobos, repite su exhortación a la constancia, con la que había terminado también la descripción de la tiranía de la primera bestia (Isa 13:10) y que indica que la fe debe estar a la altura de una prueba, en la que está en juego la existencia humana en cuanto tal. Una voz del cielo confirma la exhortaCIón del pastor, solícito por la fidelidad a la fe de los cristianos, en una bienaventuranza dirigida a aquellos que en la persecución dan buena prueba de sí hasta la muerte violenta del martirio. La voz hace a Juan el requerimiento de consignar expresamente en un escrito la confirmación de su llamamiento, dada sin duda por Dios mismo. Un segundo testigo infalible lo apoya también, a saber, el mismo Espíritu profético que había dictado también los dichos sobre el vencedor en las siete cartas (cf. comentario a 2,7). Según la prescripción de la ley (Deu 17:6; Deu 19:15; Jua 8:17), dos testigos concordes garantizan legítimamente la verdad; la constatación expresa de la confirmación legítima subraya una vez más cuán en serio hay que tomar la exhortación.

El Espíritu da su confirmación en forma de una promesa, al igual que los dichos sobre el vencedor. La muerte no es el fin, sino el tránsito de lo provisional y pasajero a lo definitivo. Lo definitivo de los condenados se había descrito como un tormento sin reposo (Jua 14:11); ahora, en cambio, la suerte eterna de aquellos que con su esfuerzo y con el mayor empeño han alcanzado la bienaventuranza, aparece como reposo sosegado, como paz interior con segura libertad. Sus obras, el quehacer de su vida desempeñado con fe animosa, se han presentado como testigos delante del tribunal de Dios y han contribuido a decidir su eternidad bienaventurada.

b) Mirada provisional al juicio futuro (Jua 14:14-20)

En una nueva visión puede ya Juan contemplar un momento a grandes rasgos el transcurso del juicio, que luego se le mostrará todavía más en detalle (Jua 19:11-20, 15). El tema de la siega, que tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo se emplea para representar el juicio, ofrece también aquí el marco para la descripción. En un dicho del profeta Joel sobre el juicio (J1 4,13) se da ya la división de la doble cosecha del trigo y del vino. Sobre este croquis se trazan ahora aquí dos cuadros de cosecha que, diferentemente que en el dicho del profeta, se refieren también a dos diferentes hechos judiciales; el primero describe con la imagen de la siega la recolección de los elegidos (14,14-16), mientras que el segundo, con la imagen de la vendimia y de la pisa de la uva en el lagar pinta el juicio contra los réprobos (14,17-20).

14 Y miré, y apareció una nube blanca, y sobre la nube, sentado uno, semejante a un hijo de hombre, que tenía sobre su cabeza una corona de oro y en la mano una hoz afilada.

Primeramente aparece la persona principal de este proceso; nos es presentada con un nombre y, adicionalmente, con títulos de soberanía. El centro y punto cardinal de la visión (14,6-20) se ha alcanzado con ello; esto lo muestra también la división externa de la sección: tres ángeles preceden a la aparición del «Hijo del hombre» y otros tres la siguen. En la visión inaugural se había presentado a Cristo con el mismo nombre que aquí (1,13), y ya en la introducción había sido anunciado como el que viene sobre las nubes (1,7); con ambos se hace referencia a la visión del Hijo del hombre de Daniel (Dan 7:13), a la que Jesús mismo había aludido en la predicción de su segunda venida para juzgar al mundo (Mat 24:30 par; Mat 26:64 par). El Mesías juez aparece coronado de una corona de oro, signo de la victoria y de la soberanía; en la mano lleva una hoz de segador como símbolo de su oficio de juez.

15 Salió otro ángel del santuario, gritando con gran voz al que estaba sentado sobre la nube: «Mete tu hoz y siega, pues ha llegado la hora de segar, porque se secó la mies de la tierra.» 16 El que estaba sentado sobre la nube metió la hoz sobre la tierra, y la tierra quedó segada.

El cuarto ángel viene del templo, o sea del lugar de la presencia de Dios (Mat 7:15; Mat 11:19). Con palabras que no se salen del tema de la siega transmite al Hijo del hombre la orden del Padre -único que fija la hora (Mat 24:36 par)-, la orden de comenzar el juicio. A su señal se pone en marcha el juicio, que viene ejecutado en seguida. El cuadro presupone que no es segada por el mismo que da órdenes, sino por los segadores; en las descripciones del juicio por Jesús, expuestas con más detalle en base a la misma imagen, se menciona como segadores a los ángeles (Mat 13:39.41.49; Mat 24:31 par). El que impera sobre la nube tiene la presidencia y se limita a dar las instrucciones, mientras que los ángeles ejecutan la sentencia.

17 Salió otro ángel del santuario que está en el cielo, teniendo también él una podadera afilada. 18 Y salió del altar otro ángel, que tenía potestad sobre el fuego, y gritó con gran voz al que tenía la podadera afilada, diciendo: «Mete tu podadera afilada y vendimia los racimos de la viña de la tierra, porque sus uvas están en sazón » 19 El ángel metió su podadera sobre la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios. 20 Fue pisado el lagar fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta alcanzar los frenos de los caballos en una distancia de mil seiscientos estadios.

El cuadro de la vendimia no se limita a subrayar, como una repetición objetiva, el significado del primer cuadro, el de la siega. La pintura pone más bien ante los ojos una situación distinta de la del primer cuadro. El juicio se extiende a un grupo de hombres diferente del primer cuadro. Ya no preside el acto judicial el Hijo del hombre, sino que un ángel recibe de otro el encargo de Dios de dar la señal para la recolecci6n y para recoger la cosecha. Del ángel que transmite la orden se dicen dos cosas: viene del altar, o sea del lugar al pie del cual habían orado las almas de los mártires implorando un pronto juicio contra los perseguidores (6,9s); se dice además que tiene poder sobre el fuego (cf. comentario a 7,1). Esto recuerda al ángel que en una visión anterior, después de haber puesto sobre el altar del cielo «las oraciones de todos los santos», tomó fuego de este altar y lo arrojó a la tierra, y a continuación se anunció en catástrofes terrestres el juicio de la ira de Dios (8,3-5). Este segundo cuadro del juicio, mucho más desarrollado incluso en los detalles, va hasta la descripción de la ejecución de la sentencia. Todo esto indica que está subrayado en el contexto global. Finalmente, la cosa misma que se quiere significar deja marcadas huellas en el cuadro, como lo indican las expresiones «el gran lagar de la ira de Dios» y el «fuego»; así no queda ya la menor duda de que se trata del juicio pronunciado sobre los impíos. Esto confirma también la idea de que en el cuadro más sereno del juicio que representa la siega se quería expresar la recogida de los elegidos (cf. Mat 24:31 par; también 13,30 y 3,12).

En la estructuración del cuadro se nota el influjo de sus modelos del Antiguo Testamento (además de Joe 4:13, especialmente Isa 63:1-6). Dios deja intactas las «uvas» del mal hasta que maduren (cf. Mat 13:30), antes de que sean pisadas «fuera de la ciudad». El profeta Joel traslada el juicio sobre los paganos al valle de Josafat, delante de las murallas de Jerusalén (J1 4,2.12); en él se halla también la imagen del lagar desbordante (Joe 4:13); con ella se trata de dar una sensación de las dimensiones de la destrucción. Sobre todo, el río de sangre, cuyas dimensiones de longitud y profundidad se indican, -la imagen procede de la apocalíptica judía- representa gráficamente lo extenso y tremendo de este juicio; la indicación simbólica del número de los estadios (un estadio =Joe 177:6 metros), que resulta del cuadrado del número cósmico 4 multiplicado por 100 (16 X 100 = 1600), sirve al mismo objeto; este número quiere decir, juntamente con el símbolo de universalidad en él contenido, que ni uno solo de los impíos esquivará el juicio. El juicio de Dios es tan grande como Dios mismo.

Su ejecución tiene dos facetas, una luminosa, la elección, y otra sombría, la reprobación. El fallo en el juicio lo ha pronunciado previamente el hombre, al optar por aquel que en la visión viene situado deliberadamente en el centro u optar contra él; la salvación o la perdición depende de la posición que se adopte frente a Cristo, centro del universo y de su historia.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

Apo 3:12; Joe 2:32; Sal 2:6.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

— ciento cuarenta y cuatro mil: Ver nota a Apo 7:4.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Los 144.000 en el monte Sion. El propósito de esta visión es alentar a los cristianos en vista del relato del reino del anticristo en los capítulos 12 y 13.

1 La identidad de los 144.000 está determinada por 7:1-8 y 5:9, 10. Juan no habría representado dos grupos diferentes por un número simbólico tan insólito, especialmente cuando declara en ambos casos que llevan la marca de Dios en sus frentes (7:3, 4). La multitud se define como quienes habían sido redimidos de la tierra (3), un eco de la descripción de la iglesia en 5:9. Están sobre el monte Sion, o sea la Jerusalén celestial (21:9-27). Esto también se adapta a la canción de acción de gracias en 5:9, 10, pero representa un avance sobre el cuadro anterior de los 144.000 (7:1-8), donde esta multitud sigue en la tierra, aunque luego se ve en el cielo pero sin disfrutar aún de los privilegios como realeza (7:9-17). El nombre escrito sobre sus frentes explica la naturaleza del “sello” de que se habla en 7:1-8; es el nombre del Padre del Cordero (¡contrasta el nombre o número de la bestia sobre la mano o frente de sus seguidores!). 3 Las huestes angelicales de 5:9 cantaban una nueva canción, pero sólo los 144.000 podían aprender ésta que trata sobre la experiencia de la redención, que sólo los pecadores salvados podían conocer. 4, 5 Esta descripción de la multitud salvada tiene un sentido tan pictórico como su número. Se los ve como hombres que nunca se mancharon con mujeres, lo que presumiblemente es así porque eran soldados del Cordero, en servicio activo (cf. las reglas en el AT sobre la guerra santa, que incluyen la abstención de relaciones sexuales: Deut. 20:1-9; 23:9-14; 1 Sam. 21:4, 5; 2 Sam. 11:6-13). El simbolismo podía incluir la abstinencia de “fornicación” con la ramera Babilonia (cf. v. 8).

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

14.1ss El capítulo 13 describe el ataque del maligno que tendrá lugar cuando Satanás y sus demonios dominen el mundo. El capítulo 14 presenta una vislumbre de la eternidad a fin de mostrarles a los creyentes lo que les espera si permanecen fieles. El Cordero es el Mesías. Se pone en contraste el monte de Sion, que con frecuencia es otro nombre dado a Jerusalén la capital de Israel, con el imperio mundano. Los 144,000 representan a los creyentes que han permanecido fieles en las persecuciones en la tierra y ahora están preparados para disfrutar de los beneficios eternos y las bendiciones de la vida con Dios para siempre. Los tres ángeles contrastan el destino de los creyentes con el de los incrédulos.14.4 Estas personas son creyentes verdaderos cuyas ropas han sido lavadas y purificadas por la sangre de Cristo (7.14) mediante su muerte («redimidos de entre los hombres»). En el Antiguo Testamento, a menudo se describía la idolatría como adulterio espiritual (véase el libro de Oseas). Estos creyentes son espiritualmente puros, han permanecido fieles a Cristo, lo han seguido solo a El y han recibido la recompensa de Dios por permanecer fieles. «Primicias» se refiere al acto de dedicación de la primera parte de la cosecha como sagrada para Dios (Exo 23:19; véase también Jam 1:8)14.6, 7 Algunos piensan que esta es una última apelación mundial a todas las personas para que reconozcan al único Dios verdadero. Nadie tendrá la excusa de no haber oído jamás la verdad de Dios. Otros, sin embargo, ven esto como un anuncio de juicio y no como una apelación. La población del mundo ha tenido su oportunidad de proclamar su lealtad a Dios, y ahora el gran juicio de Dios está a punto de empezar. Por haber leído esto, usted ya tuvo la oportunidad de escuchar la verdad de Dios. Sabe que el juicio final de Dios no será pospuesto para siempre. ¿Ha recibido con regocijo las sempiternas buenas nuevas? Si es así, no tiene nada que temer del juicio de Dios. ¡El Juez de toda la tierra es su Salvador!14.8 Babilonia era una ciudad perversa como también un imperio inmoral, un centro mundial para el culto a los ídolos. Babilonia saqueó Jerusalén y condujo al reino de Judá al cautiverio (véanse 2 Reyes 24 y 2 Crónicas 36). Así como Babilonia fue el peor enemigo de los judíos, el naciente Imperio Romano fue el peor enemigo de los primeros cristianos. Juan, que no pudo atreverse a hablar en contra de Roma abiertamente, aplicó el nombre Babilonia a este enemigo del pueblo de Dios (Roma) y, por extensión, a todos los enemigos de Dios de todos los tiempos.14.9-11 Los que adoran a la bestia aceptan su marca sobre sus frentes, y actúan de acuerdo con la palabra de tal bestia con relación al sistema económico que finalmente se enfrentará al juicio de Dios. Nuestro mundo valora el dinero, el poder y el placer más que la dirección de Dios. Para lograr lo que el mundo valora, muchas personas niegan a Dios y violan principios cristianos. Dichas personas han de beber la copa de la ira de Dios (véanse Salmo 75; Isa 51:17).14.11 El resultado final del pecado es separación eterna de Dios. Debido a que los seres humanos han sido creados a imagen de Dios con una sed innata por comunión con El, la separación de Dios será el tormento final y la desdicha consiguiente. El pecado siempre acarrea desdicha, pero en esta vida podemos optar por arrepentirnos y restaurar nuestra relación con Dios. En la eternidad ya no habrá otra oportunidad de arrepentimiento. Si en esta vida optamos por ser independientes de Dios, en el más allá estaremos separados de El para siempre. Nadie está obligado a escoger la separación eterna de Dios y nadie sufre ese destino por accidente. Jesucristo nos invita a todos a abrir la puerta de nuestro corazón a El (3.20). Si lo hacemos, disfrutaremos de eterna comunión con Dios.14.12 Estas noticias sobre el triunfo final de Dios debiera estimular al pueblo de Dios a permanecer firme en medio de cada prueba y sufrimiento. Se puede hacer, según Dios lo promete, al confiar en Jesucristo y obedecer los mandamientos de su Palabra. El secreto para permanecer firme, sin embargo, es confiar y obedecer. Confíe en Dios para que le dé paciencia a fin de que se mantenga firme aun en las pruebas pequeñas que usted sufre a diario; obedézcale, aun cuando la obediencia no sea atractiva o incluso peligrosa.14.13 Es verdad que no podemos llevarnos de esta vida el dinero, la fama ni los bienes. Pero el pueblo de Dios puede producir fruto que sobreviva aun más allá de la muerte. Dios recordará nuestro amor, bondad y fidelidad, y los que aceptan a Cristo mediante nuestro testimonio se unirán a nosotros en la tierra nueva. Asegúrese de que sus valores estén en armonía con los de Dios y decídase hoy a producir fruto que perdure para siempre.14.14-16 Esta es una imagen del juicio. Cristo separa el fiel del infiel, a semejanza del agricultor que cosecha sus granos. Este es un tiempo de gozo para los cristianos que han sido perseguidos y martirizados, que recibirán su recompensa tan esperada. Los cristianos no deben temer el juicio final. Jesús dice: «De cierto de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida» (Joh 5:24).14.19 Un lagar era un gran recipiente donde se ponían las uvas y luego se aplastaban. El jugo corría por un conducto que llevaba a un depósito de mayores dimensiones. A menudo se emplea la imagen del lagar en la Biblia para simbolizar la ira de Dios y su juicio en contra del pecado (Isa 63:3-6; Lam 1:15; Joe 3:12-13).14.20 La distancia de 1,600 estadios equivale a 288 km, aproximadamente la distancia de norte a sur que tiene Palestina.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 630 Jua 1:29; Rev 5:6; Rev 22:3

b 631 Sal 2:6; Heb 12:22; 1Pe 2:6

c 632 Rev 7:4

d 633 Rev 3:12

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

el Cordero. Es decir, Cristo. Véase coment. en 5:6.

el Monte Sion. Este nombre es usado para describir varias cosas: (1) El área de colinas al sudeste de Jerusalén; (2) la colina donde estaba el templo; o (3) toda la ciudad de Jerusalén. Para los profetas, Sion simbolizaba el lugar donde el Mesías reuniría una gran multitud de redimidos (cp. Is 24:23; Jl 2:32) En He 12:22– 23, el Monte Sion es identificado con la ciudad celestial de Dios (21:2).

ciento cuarenta y cuatro mil. Véase coment. en 7:4.

Fuente: La Biblia de las Américas

1 (1) Este monte no es el Sion que está en la tierra, sino el que está en los cielos ( Heb_12:22).

1 (2) Este ha de ser un número real con un significado simbólico. Ciento cuarenta y cuatro mil es el resultado de multiplicar mil por doce por doce. Doce es el número que significa conclusión en la administración eterna de Dios. El número ciento cuarenta y cuatro (21:17) es doce por doce, que significa la conclusión de las conclusiones, la conclusión máxima y final Aquí el número es mil veces la conclusión máxima.

1 (3) El nombre del Cordero y el nombre del Padre escritos en la frente de estos primeros vencedores significa que son uno con el Cordero y con el Padre, y que pertenecen al Cordero y al Padre. Existe un gran contraste entre ellos y los que adoran a la bestia y tienen el nombre de la bestia escrito en la frente (13:16-17).

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

el Cordero. I.e., Cristo, ciento cuarenta y cuatro mil. Evidentemente, el mismo grupo mencionado en Apo 7:4, aunque ahora ha terminado su labor en la tierra y se hallan ya en el cielo.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

46 (d) El cordero y los 144.000 (14,1-5). En 13,1-10 se nos presentó la visión de la bestia y sus seguidores. Aquí se nos presenta la visión opuesta del Cordero con sus seguidores. 1. el Cordero estaba de pie sobre el monte Sión: El «Cordero» se opone a la bestia, y el «monte Sión» se opone al mar (cf. 13,1). ciento cuaren­ta y cuatro mil: Quienes están aquí con el Cor­dero fueron los sellados en 7,1-8. tenían su nom­bre y el nombre de su Padre escrito en la frente: Esta observación especifica el carácter del sello (cf. 7,2-3; véase también 3,12; 22,4). También opone los seguidores del Cordero a los seguido­res de la bestia, que tienen su marca sobre sus frentes (13,16). Varios detalles nos sugieren que los 144.000 forman un grupo especial dentro de los creyentes, y que no se identifican simple­mente con todos los creyentes (véase el comen­tario sobre 7,4.9). No sólo siguen al Cordero, si­no que lo siguen a dondequiera que éste vaya (es decir, hasta la muerte; v. 4b). No simple­mente fueron rescatados como todos los cristia­nos, sino que fueron rescatados del resto de la humanidad como primicias (compárese v. 4c con 5,9). 4. primicias: Fundamentalmente, se trata de un término técnico del sacrificio (Éx 23,19; Dt 12,6). Este nivel de significado sugiere una relación con las almas bajo el altar (6,9) y las almas de los que habían sido degollados por dar testimonio de Jesús (20,4). Todo esto indica que los 144.000 son un grupo ideal que repre­senta a cuantos perdieron su vida por la fe y se­rán recompensados siendo partícipes de la pri­mera resurrección (20,4-6). La tesis según la cual las «primicias» aluden a la primera resu­rrección se apoya en el uso análogo que hace Pablo del término (1 Cor 15,20-23). quienes no se contaminaron con mujeres, manteniéndose vírgenes: Es probable que esta caracterización del grupo ideal reflejara y reforzara la tendencia hacia la práctica de la continencia sexual (véase Yarbro Collins, Crisis [→ 6 supra] 129-31). El motivo de la contaminación sirve también co­mo contraste entre los 144.000 y los vigilantes. Los vigilantes son ángeles que descienden o ca­en a la tierra, un cambio de estado relacionado con la práctica sexual. Los 144.000 son seres humanos exaltados al estado celestial, una tran­sición relacionada con la continencia. De los vi­gilantes se dice que se habían contaminado con mujeres (1 Hen 7,1; 9,8; 15,1-7).
47 (e) Los tres ángeles (14,6-13). 6. volaba por lo más alto del cielo: Expresión similar a la descripción del águila en 8,13. Hay una co­rrespondencia formal entre los tres «ay» intro­ducidos por águila y los mensajes de los tres ángeles, un evangelio eterno: El evangelio o la buena nueva es el anuncio del juicio irrevoca­ble (v. 7). 8. ha caído, ha caído, la orgulloso Ba­bilonia: Este anuncio críptico del juicio (cf. Jr 51,8) anticipa los caps. 17-18. 9-12. El mensa­je del tercer ángel expresa las consecuencias
del juicio divino para la humanidad. El crite­rio será si se ha seguido a la bestia o al Corde­ro. Los seguidores de la bestia sufrirán conti­nuos e interminables castigos mediante el fuego (cf. 19,20; 20,10.14-15; 21,8). Esta des­cripción del castigo no debe ser ocasión para que los lectores se jacten contra sus enemigos; más bien, funciona como reactivo para que «guarden los mandamientos de Dios y sean fíeles a Jesús» (v. 12). Las descripciones del in­fierno en los apocalipsis cristianos apócrifos tienen una función similar (veáse Himmelfarb, Tours of Hell [→ 3 supra], 13. La amena­za de castigo de los w. 9-12 es equilibrada por la recompensa sugerida en los dichos adjuntos del v. 13.
48 (f) Siega y vendimia (14,14-20). 14. sentado sobre la nube estaba un ser de aspecto humano: Este personaje parece ser una adap­tación del ser angélico de Dn 7,13, aunque aquí «nube» está en singular, como en Ap 10,1, en lugar de en pl., como en Dn 7,13 y Ap 1,7. A diferencia de los evangelios, el Ap utiliza «un ser de aspecto humano» de forma des­criptiva, como Dn 7,13, y no como título (cf. «el Humano» o «el Hijo de hombre» en Mc 14,62) . No resulta obvio que el personaje de Ap 14,14 se identifique con Cristo, esp. porque el siguiente versículo se refiere a «otro ángel». A la luz de 1,13.18, sin embargo, resulta pro­bable esta identificación (cf. Mt 13,36-43). una hoz afilada en su mano: Esta visión con sus dos escenas se inspiraba en J1 4,13. En Joel, las imágenes de la siega y la vendimia son utiliza­das para describir una guerra santa entre el guerrero divino y las naciones que han hecho violencia contra Judá (v. 19). En el Ap se unl­versalizan las imágenes para referirse al juicio divino sobre la tierra (w. 15.16.18.19). Con la referencia a «la ciudad» del v. 20, sin embargo, puede limitarse esa universalidad, o al menos centrarse especialmente en ella. En Joel, la ba­talla se relaciona con Sión y Jerusalén (w. 16.17) . «La ciudad» de Ap 14,20, sin embargo, puede ser una alusión a Babilonia (cf. 14,8; 16,19; 17,5; 18,2.10.21), es decir, Roma. 15. ya está seca la mies: No está claro si el texto de Jo­el que conocía Juan estaba corrompido (véase Charles, Commentary, 2, 22) o si fue él quien deliberadamente cambió la imagen de «cose­cha madura» por «cosecha seca». 18. el que tiene poder sobre el fuego: cf. Jub 2,2 y 1 Hen 60,11-21. 19. arrojó las uvas al gran lagar de la ira de Dios: La asociación del lagar con la ira de Dios puede haberse inspirado en Is 63,1-6. 20. el lagar fue pisado: El vb. en pasiva puede ser una adaptación del vb. en activa, «yo he pi­sado el lagar» (Is 63,3); en el oráculo profético, el guerrero divino mata a sus adversarios (Edom y Bosrá, v. 1). y salió de él tanta sangre que al­canzó la altura de los frenos de los caballos: En Is 63,3, el guerrero divino dice «su mosto sal­ picó mis ropas». Ap 14,19-20 deja claro que pi­sar el lagar es una imagen del juicio en forma de batalla. Sin embargo, no se describe la ba­talla insinuada. El relato parece interrumpirse bruscamente. La misma imagen vuelve a apa­recer de nuevo en 19,13.15. Estas característi­cas sugieren que 14,14-20 anticipa la gran ba­talla de 19,19-21.
49 (g) La salvación de los vencedores (15,2-4). 15,1 introduce la siguiente serie de vi­siones, las siete copas (15,1-19,10). 15,5 prosi­gue el tema introducido por el v. 1. Los w. 2-4 corresponden a una visión intercalada que sir­ve como clímax de la serie comenzada en 12,1. Como la otra serie, ésta está dominada por los temas de la persecución, el juicio y la salva­ción. La persecución tiene una gran relevancia en los caps. 12-23. El tema del juicio se expre­sa sutilmente en 14,14-20. El tema de la salva­ción se introduce en 14,1-5, y alcanza su plena expresión aquí, en la visión de los vencedores ante el trono divino. 2. un mar de cristal mez­clado con fuego: Véase el comentario sobre 4,6. la bestia: La visión presenta la definitiva victo­ria de Dios y los vencedores sobre el adversa­rio descrito en 13,1-10. 3. el cántico de Moisés: Esta observación relaciona el cántico de los w. 3-4 con Ex 15, el cántico de victoria sobre los egipcios. 4. porque se han hecho patentes tus designios de salvación: Alusión a los juicios de Dios anunciados por los tres ángeles (14,6-13) y veladamente presentados en 14,14-20. Indica que, al igual que Ex 15, éste es un cántico de victoria.

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

sus frentes… M↓ registran que tenían escrito en la frente el nombre de su PadreEze 9:4; Apo 7:3.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

g Eze 9:4; Rev 7:3. M i registran que tenían escrito en la frente el nombre de su Padre.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

[5] El sello de los 144,000. Sin un amor y compromiso de usar y proclamar el verdadero Nombre de YHWH, puede olvidarse de ser escogido para esa preciosa misión.

[6] No corrompidos por la falsa religión que excluye tanto a Yahshua como Hijo de YHWH, o a la Torah como una guía.

[7] Tome en cuenta que Bavel/Babilonia es una ciudad de los tiempos finales proclamando el mensaje de la adoración de Baal de Nimrod. Meca de seguro.

[8] Petróleo.

[9] Los Musulmanes oran 5 veces diariamente de las 5 AM hasta pasando la medianoche y no tienen decanso del servicio obligatorio día, o noche porque ellos adoran a la bestia exigente.

[1] El resultado de su tormento de la segunda muerte es para siempre y no puede ser revertido, pero su tormento termina tras la segunda muerte.

[2] Ésta es la fórmula para escapar la segunda muerte. Fe en Yahshua y la Torah. Si la Torah es el estándar en lo último de los últimos días, y también de ayer, entonces debe serlo hoy, ya que YHWH y Yahshua nunca cambian.

[3] Esas ramas de la viña que o tenían fruto seco, o eran estériles.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[8] Y atrajo con esto la indignación divina.[13] Por la causa del Señor o en su amistad y gracia.[19] Así se llama el infierno o lugar en que Dios castiga a los malos.[20] Unas cincuenta leguas. Hipérbole que denota que la Judea había de quedar inundada de sangre.

Fuente: Notas Torres Amat