Comentario de Juan 14:7 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Si me habéis conocido a mí, también conoceréis a mi Padre; y desde ahora le conocéis y le habéis visto.

14:7 Si me conocieseis, — Después de tanto tiempo realmente los apóstoles todavía no conocían a Jesús.

— también a mi Padre conoceríais — al conocer a Jesús conocemos al Padre. ¿Cómo es el Padre? Jesús es la revelación perfecta del Padre . Dios es revelado por sus maravillosas obras (Rom 1:20), como también en las Escrituras del Antiguo Testamento (p. ej., su gobierno moral), pero solamente en Cristo el Padre se conoce perfectamente, porque en Cristo se puede conocer su perfecto amor, gracia y justicia, y su gran solicitud por el hombre perdido (Luc 15:1-32).

— y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. — 1:18; Mat 11:27; Luc 10:22. Repetidas veces Jesús afirma su perfecta identidad y unidad con el Padre y, por eso, su deidad.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Si me conocieseis, también a mi Padre conocierais. Jua 14:9, Jua 14:10, Jua 14:20; Jua 1:18; Jua 8:19; Jua 15:24; Jua 16:3; Jua 17:3, Jua 17:21, Jua 17:23; Mat 11:27; Luc 10:22; 2Co 4:6; Col 1:15-17; Col 2:2, Col 2:3; Heb 1:3.

desde ahora le conocéis, y le habéis visto. Jua 14:16-20; Jua 16:13-16; Jua 17:6, Jua 17:8, Jua 17:26.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

también a mi Padre conoceríais: Jesús vino a revelar al Padre (Jua 1:18). Conocer a Jesús es conocer al Padre.

muéstranos el Padre: Jesús acababa de decir que verlo a Él es ver al Padre. Sin embargo, Felipe pidió ver al Padre. Como Tomás, Felipe también era lento para comprender (v. Jua 14:5).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

desde ahora le conocéis. Ellos conocen a Dios porque han llegado a conocer a Cristo en su ministerio, así como pronto lo harían en su muerte y su resurrección. Conocerlo a Él es conocer a Dios. Las reiteradas afirmaciones de Jesús como Dios encarnado no admiten duda alguna al respecto en este Evangelio (v. Jua 14:11; Jua 1:1-3; Jua 1:14; Jua 1:17-18; Jua 5:10-23; Jua 5:26; Jua 8:58; Jua 9:35; Jua 10:30; Jua 10:38; Jua 12:41; Jua 17:1-5; Jua 20:28).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

14:7 Si me conocieseis, — Después de tanto tiempo realmente los apóstoles todavía no conocían a Jesús.
— también a mi Padre conoceríais — al conocer a Jesús conocemos al Padre. ¿Cómo es el Padre? Jesús es la revelación perfecta del Padre . Dios es revelado por sus maravillosas obras (Rom 1:20), como también en las Escrituras del Antiguo Testamento (p. ej., su gobierno moral), pero solamente en Cristo el Padre se conoce perfectamente, porque en Cristo se puede conocer su perfecto amor, gracia y justicia, y su gran solicitud por el hombre perdido (Luc 15:1-32).
— y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. — 1:18; Mat 11:27; Luc 10:22. Repetidas veces Jesús afirma su perfecta identidad y unidad con el Padre y, por eso, su deidad.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LA VISIÓN DE DIOS

Juan 14:7-11

Jesús continuó diciéndoles:

-Si me hubierais reconocido a Mí habríais conocido también a Mi Padre. Desde ahora en adelante estáis empezando a conocerle, porque Le habéis visto.
-Señor -Le dijo Felipe-, déjanos ver al Padre, y ya no Te pedimos nada más.
-Con todo el tiempo que llevo con vosotros, ¿y todavía no Me has reconocido, Felipe? -le contestó

Jesús-. ¡El que Me ha visto a Mí ha visto al Padre! ¿Cómo puedes decir: Muéstranos al Padre? ¿Es que no crees que Yo estoy en el Padre y el Padre en Mí? Las palabras que Yo os hablo no tienen en Mí su origen, sino que es el Padre Que está en Mí el Que hace Sus propias obras. Creedme que Yo estoy en el Padre, y el Padre en Mí. Y si no lo podéis creer porque Yo os lo digo, creedlo por las mismas obras.

Bien puede ser que para el mundo antiguo esto fuera lo más alucinante que dijo Jesús. Para los griegos, Dios era esencialmente El Invisible; y los judíos estaban seguros de que a Dios nadie Le había visto jamás. Pero Jesús les dijo: «Si me hubierais reconocido a Mí habríais-conocido también a Mi Padre.»

Entonces Felipe pidió lo que le parecería un imposible. Tal vez estaba pensando en aquel tremendo día del pasado cuando Dios le reveló Su gloria a Moisés (Ex 33:12-32 ). Pero aun aquel gran día, Dios le dijo a Moisés: «Verás Mis espaldas; mas no se verá Mi rostro.» En tiempos de Jesús, los creyentes estaban fascinados y oprimidos por la idea de la trascendencia de Dios y de la distancia y diferencia insalvables entre Dios y la humanidad. Jamás se les habría ocurrido pensar que podían ver a Dios. Y entonces Jesús dijo con suprema sencillez: «¡El que Me ha visto a Mí, ha visto al Padre!»

Ver a Jesús es ver cómo es Dios. Un escritor reciente dice que Lucas «domesticó a Dios;» es decir, que Lucas nos muestra a Dios en Jesús tomando parte en las cosas más íntimas y hogareñas. Cuando vemos a Jesús, podemos decir: «Este es Dios viviendo nuestra vida.» Si es así, podemos decir de Dios las cosas más hermosas.
(i) Dios Se introdujo en un hogar ordinario y en una familia normal y corriente. En el mundo antiguo se habría creído que, si Dios había de venir al mundo, vendría como rey a un palacio real con todo el poder y la majestad que el mundo considera grandeza; pero en Jesús, Dios santificó de una vez para siempre el nacimiento humano y el humilde hogar de la gente sencilla.
(ii) Dios no tuvo vergüenza en hacer el trabajo humano. Vino al mundo como un obrero. Jesús fue el carpintero de Nazaret. Nunca nos daremos cuenta suficientemente de lo maravilloso que es que Dios entienda nuestro trabajo cotidiano. Él sabe lo difícil que es muchas veces ganarse la vida y ajustarse a un salario, tratar con ciertos clientes y con los morosos. Conoció por propia experiencia las dificultades de la convivencia en el seno de una familia numerosa y los problemas que nos asedian en el trabajo de cada día. Según el Antiguo Testamento, el trabajo excesivamente duro e improductivo es una consecuencia del pecado (Ge 3:19 ); pero en el Nuevo Testamento el trabajo ordinario se reviste de gloria porque Dios lo ha asumido en Jesús.

(iii) Dios sabe lo que es sufrir la tentación. La vida de Jesús nos presenta, no la serenidad, sino la lucha de Dios. Era fácil imaginarse a Dios viviendo en una serenidad y paz que no podían alterar las tensiones de este mundo; pero Jesús nos muestra a Dios pasando por todas nuestras angustias. Dios no es como un general que dirige a su ejército desde una posición cómoda y segura, sino que está con nosotros en primera línea.
(iv) En Jesús vemos a Dios amándonos. Cuando hay amor, se siente el dolor. Si nos pudiéramos mantener absolutamente distantes; si pudiéramos organizar la vida de tal manera que nada ni nadie nos importara, no habría tal cosa como tristeza, dolor o ansiedad. Pero en Jesús vemos a Dios preocupándose intensamente, anhelando relacionarse con la humanidad, sintiendo entrañablemente por y con las personas, amándolas hasta el punto de llevar en Su corazón las heridas del amor.
(v) En Jesús vemos a Dios en la Cruz. No hay nada más increíble en el mundo. Es fácil imaginarse a un dios que condena a la gente; y más aún a un dios que, si las personas se le oponen, las elimina. Nadie habría soñado con un Dios que eligió la Cruz para salvar a la humanidad.
«¡El que Me ha visto ha visto al Padre!» Jesús es la Revelación de Dios, por mucho que esa Revelación inunde la inteligencia humana de sorpresa y de admiración increíble.

LA VISIÓN DE DIOS

Juan 14:7-11 (conclusión)

Jesús pasa a decir otra cosa. La absoluta unicidad de Dios era algo que los judíos nunca podrían olvidar. Los judíos eran monoteístas a ultranza. El peligro de la fe cristiana es colocar a Jesús como una especie de dios secundario; pero el mismo Jesús insistía en que lo que Él decía y hacía no era el producto de Su propia iniciativa y capacidad, sino que lo decía y hacía el mismo Dios. Sus palabras eran la voz de Dios hablando a la humanidad; Sus obras eran el resultado del poder de Dios fluyendo a través de Él para alcanzar a las personas. Él era realmente el canal por el que Dios venía a la humanidad.
Vamos a tomar dos analogías sencillas e imperfectas de la relación entre maestro y alumno. El doctor Lewis Muirhead decía del gran expositor cristiano A. B. Bruce que «la gente venía a ver en el hombre la gloria de Dios.» Un maestro tiene la responsabilidad de transmitir algo de la gloria de su asignatura a sus alumnos; y el que enseña acerca de Jesucristo puede, si es lo bastante consagrado, transmitir la visión y la presencia de Dios a sus estudiantes. Eso es lo que hacía A. B. Bruce; y, en un grado infinitamente mayor, es lo que hacía Jesús. El vino a transmitir a la humanidad la gloria y el amor y la presencia y la visión de Dios.
Y aquí tenemos otra analogía. Un profesor transmite a sus estudiantes, no sólo lo que sabe, sino, principalmente, lo que es, algo de sí mismo. Muchas veces descubrimos en el joven investigador o profesor la impronta del que fue clave en su formación; y lo mismo en el joven predicador, no sólo las ideas, sino también los gestos y formas de expresión del pastor al que ha amado y bajo cuyo ministerio se ha formado, hasta tal punto que a veces nos parece estar escuchando o viendo ministrar al pastor anterior. Y eso se nota tanto más cuanto más estrecha y entrañable haya sido la relación entre el profesor y el estudiante, o entre el pastor y el creyente. Y esto resulta mucho más fácil de detectar, como es natural, en el caso de padres y madres e hijos e hiSantiago
Esa fue y es la influencia de Jesús, pero en un grado incalculablemente mayor. Él trajo a la humanidad el acento y el mensaje y la mente y el corazón de Dios.

Debemos recordar de cuando en cuando que Dios está en todo. No fue una expedición que Él escogiera la que hizo Jesús al mundo. No lo hizo para suavizar el duro corazón de Dios. Vino porque Dios Le envió, porque de tal manera amó al mundo. Detrás de Jesús, y en Él, estaba Dios.

Jesús siguió haciendo una declaración y ofreciendo una prueba basada en Sus palabras y en Sus obras.

(i) Él proponía que se Le sometiera a la prueba de lo que decía. Es como si Jesús dijera: «Cuando Me escucháis a Mí, ¿es que no os dais cuenta en seguida de que lo que estoy diciendo es la verdad de Dios?» Las palabras de los genios son autoevidentes. Cuando leemos a un gran poeta no podemos decir en la mayoría de los casos por qué es tan bueno y por qué nos conquista el corazón. Puede que analicemos su técnica; pero, a fin de cuentas, hay algo que desafía al análisis pero que se puede reconocer inmediatamente. Eso y más es lo que nos sucede con las palabras de Jesús. Cuando las oímos o leemos, no podemos por menos de decirnos: «¡Si todo el mundo viviera de acuerdo con estos principios, qué diferente sería el mundo! Y si yo pudiera vivir de acuerdo con estos principios, ¡qué diferente sería yo!»

(ii) Él proponía que se Le sometiera a la prueba de sus obras. Le dijo a Felipe: «Si no podéis creer en Mí por lo que Yo os digo, sin duda os dejaréis convencer por lo que Yo puedo hacer.» Esa era la misma respuesta que Jesús le envió a Juan el Bautista cuando éste Le envió mensajeros que Le preguntaran si era Él, Jesús, el Mesías, o si tendrían que seguir esperando a otro. «Id -les dijo Jesús-, y contadle a Juan lo que está sucediendo, y eso le convencerá» (Mt 11:1-6 ). La prueba definitiva de que Jesús es el Que es es que ningún otro ha conseguido jamás hacer buenos a los que eran malos.

Lo que Jesús le dijo a Felipe fue, en resumen: «¡Escúchame! ¡Mírame! ¡Y cree en mí!» Y todavía, la manera de llegar a ser cristiano no es discutir acerca de Jesús, sino escucharle y mirarle. Si así lo hacemos, Su impacto personal nos obligará a creer que Él es el Salvador del mundo, y nuestro propio y suficiente Salvador personal.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

Tiene el verbo “conocer” en tres formas: para el conocimiento de Jesús “hubieran conocido”, que se supone es una experiencia ya adquirida por los discípulos; en futuro para el conocimiento del Padre “conocerían”; y luego en presente continuo introducido por la frase adverbial “ya ahora lo conocen”. Algunos comentaristas entienden esta frase con sentido de futuro, mientras que para otros, por el contrario, Jesús no se refiere aquí al tiempo de su glorificación, sino al mismo momento de su presencia con sus discípulos en la tierra, como lo confirma el v. Jua 14:9.

Este versículo retoma las palabras de Jesús dirigidas a todos los discípulos, y no continúa la respuesta a Tomás del v. Jua 14:6. “Si ustedes me hubieran conocido” se traduce en otros idiomas como la razón para lo que sigue, como: “Ya que ustedes me han conocido, también conocerán a mi Padre”. Se debe dar al verbo “conocer” una equivalencia más personal: “Ya que ustedes han llegado a saber quién soy yo en realidad, por eso sabrán quién es realmente mi Padre”. Otras posibles traducciones toman el sentido de promesa pero sin la partícula condicional “si”. Así la TEV: «Ahora que ustedes me han conocido, conocerán a mi Padre». Otra posibilidad es traducir la primera oración como si comenzara una reprensión de Jesús a los discípulos por su incredulidad, porque no han llegado a conocerlo realmente: Si me conocierais, «Si ustedes realmente me conocieran» (NVI) o «Si ustedes me hubieran conocido, hubieran conocido al Padre» (CEV).

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

— conocen a mí conocerán: Según variante de numerosos mss., entre ellos algunos de los mejores y más antiguos, habría que traducir: si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Jua 1:18; Jua 8:19; Jua 12:45; (ver Col 1:15; Heb 1:3).

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

REFERENCIAS CRUZADAS

ñ 823 Mat 11:27; Jua 1:18; Jua 8:19; 1Jn 4:12

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Si me hubierais conocido. En realidad, los discípulos no habían entendido quién era Jesús (cp. vers. 9; v. coment. en vers. 8).

Fuente: La Biblia de las Américas

7 (1) Este capítulo revela la manera en que Dios se imparte en el hombre. Al infundirse Dios en nosotros, El es triuno. El es uno, y es tres: el Padre, el Hijo y el Espíritu. El Hijo es la corporificación y la expresión del Padre (vs.7-11), y el Espíritu es la realidad del Hijo y el propio Hijo hecho real en nosotros (vs.17-20). En el Hijo (el Hijo es llamado aun el Padre, Isa_9:6) el Padre es expresado y visto, y como el Espíritu ( 2Co_3:17) el Hijo es revelado y hecho real. El Padre es expresado en el Hijo entre los creyentes, y el Hijo como el Espíritu es hecho real en los creyentes. Dios el Padre está oculto; Dios el Hijo se manifiesta entre los hombres; y Dios el Espíritu entra en el hombre para ser su vida, su suministro de vida y su todo. Por lo tanto, el Dios Triuno el Padre en el Hijo, y el Hijo como el Espíritu se imparte en nosotros para ser nuestra porción a fin de que lo disfrutemos como nuestro todo en Su trinidad divina.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

Gr. egnokate (perfecto de indicativo).

Fuente: La Biblia Textual III Edición