Comentario de Lucas 15:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Se acercaban a él todos los publicanos y pecadores para oírle,

15:1 — Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores (los parias de la sociedad judía, evitados como contaminados) para oírle, — No se acercaban para tentarle o atraparle, sino para oírle, porque ellos sabían que podían acercarse a Cristo. El no era como los otros maestros judíos. El tenía verdadera compasión de ellos. Mat 9:1-38, “36 Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor”.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Luc 5:29-32; Luc 7:29; Luc 13:30; Eze 18:27; Mat 9:10-13; Mat 21:28-31; Rom 5:20; 1Ti 1:15.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

La parábola de la oveja pérdida, Luc 15:1-7;

de la dracma perdida, Luc 15:8-10;

y del hijo pródigo, Luc 15:11-32.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

publicanos y pecadores: Las tres parábolas del capítulo Luc 15:1-32 explican por qué Jesús se relacionaba con los grupos despreciados de la sociedad, y los fariseos y los escribas no. Las parábolas de este capítulo sólo se encuentran en Lucas.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Capitulo 15.

Censura de los fariseos, 15:1-2.
1 Se acercaban a El todos los publícanos y pecadores para oírle, 2 y los fariseos y escribas murmuraban, diciendo: Este acoge a los pecadores y come con ellos.

En estos dos versículos, y con una hipérbole manifiesta – “todos los publícanos,” ya que la “totalidad” es término usual de Lc – , plantea el tema de este capítulo: la misericordia. Estos publícanos y pecadores – gentes que no se preocupaban de la pureza “legal” farisaica – acudían a Cristo para oírle. Esto levantó, una vez más, la censura de los fariseos y escribas para murmurar de El, porque comía y acogía a los pecadores. Pero la respuesta de Cristo la articula Lc en tres parábolas. Las tres, con desarrollo distinto, tienen la misma finalidad: la misión y el gozo de Cristo por salvar a los pecadores 1.

Parábola de la oveja perdida 15:3-7 (Mat 18:12-14). Cf. comentario a Mat 18:12-14.
3 Propúsoles esta parábola, diciendo: 4 ¿Quién habrá entre vosotros que, teniendo cien ovejas y habiendo perdido una de ellas, no deje las noventa y nueve en el desierto y vaya en busca de la perdida hasta que la halle? 5 Y, una vez hallada, la pone alegre sobre sus hombros, 6 y, vuelto a casa, convoca a los amigos y vecinos, diciéndoles: Alegraos conmigo, porque he hallado mi oveja perdida. 7 Yo os digo que en el cielo será mayor la alegría por un pecador que haga penitencia que por noventa y nueve justos que no necesitan de penitencia.

Mt trae esta parábola. Aunque el contexto en que la inserta es distinto, la finalidad es semejante. Evocada por el “escándalo” a los pequeñuelos – gentes sencillas – , Mt pone esta parábola. Mt sólo saca la consecuencia de la finalidad a que la trae: así como el pastor busca la oveja perdida y Dios al pecador, es la prueba clara de que es voluntad de Dios que no se pierda uno de esos “pequeñuelos.”
En Lc el tema directamente es la misericordia de Dios sobre el pecador. Esta es tal, que Dios no sólo Lc ofrece estático el perdón, sino que tiene sobre él una misericordia dinámica: lo “busca” de mil maneras, “hasta” (έως ) que halle a esta oveja perdida. Y se confirma por el “gozo” en el cielo.
El dejar las noventa y nueve en el “desierto,” al cargo de otro, posiblemente alude a la situación topográfica de la parábola en el desierto de Judá (Lagrange). El traerla sobre sus hombros es un detalle más del gozo de Dios por el pecador convertido. El rasgo de convocar a “amigos y vecinos,” para que se “alegren” con él por el hallazgo, es un rasgo parabólicamente irreal, pero que en su mismo uso indica una finalidad superior. Y ésta es la solicitud y gozo de Dios en la busca y conversión del pecador. Como en los grandes éxitos familiares se convida, para celebrarlos, a la vecindad 2.
Mt subraya en esta parábola la idea de buscar; Lc la alegría de encontrar (Dupont).
Y aun este gozo por la conversión del pecador cobra un nuevo rasgo y una nueva perspectiva: su eco en el cielo. La frase que en el cielo “será mayor la alegría” por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan conversión, es una paradoja oriental. “Sin duda, Dios no ama menos a los justos que al pecador arrepentido; pero a este pecador Dios lo ha buscado, perseguido con su gracia, como el pastor ha hecho con su oveja, y el resultado, la conversión, da a Dios una ocasión de alegría que no le ofrecen los justos.”3 Hasta se diría que, usándose aquí de un antropomorfismo, “la fidelidad de los justos produce una alegría discreta, completamente íntima; pero la conversión de los pecadores causa transportes de alegría.” 4
Esta parábola de Lc, como la parábola de Mt, tuvo otra finalidad en su momento histórico: la réplica de Cristo a las críticas farisaicas de tomar contacto con los “pecadores.” Con ello buscaba ingresarlos en el reino. Ya en la fase de pasar a los evangelios pudieron sufrir una “adaptación” al orden “moral” cristiano, lo cual era potenciarles en extensión y penetración, al abrirles una perspectiva de misericordia, en las discusiones o concepciones de la Iglesia primitiva. Era para el pecador una “readmisión” plenaria al reino y una exhortación a los “pastores” a ir en busca de sus cristianos descarriados, v.gr., grandes pecadores, apóstatas, etc. Este es su Sitz im Leben en la Comunidad primitiva.

Parábola de la dracma perdida,Mat 15:8-10.
8 ¿O qué mujer que tenga diez dracmas, si pierde una, no enciende la luz, barre la casa y busca cuidadosamente hasta hallarla? 9 Y, una vez hallada, convoca a las amigas y vecinas, diciendo: Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma, que había perdido. 10 Tal os digo que será la alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que haga penitencia.

Con la misma finalidad de la solicitud y gozo de Dios por la conversión de un pecador se expone por Cristo esta parábola.
Sólo Lc la trae. La descripción es minuciosa, viva. La dracma, si se trata de la dracma ática, tenía un valor equivalente al denario. La mujer barre y revuelve todo para encontrarla; en las casas pobres, el suelo era de tierra pisada. Tal es el gozo de esta pobre mujer por aquella dracma que para ella le era cosa tan preciada – como para Dios el pecador convertido – , que convoca a la vecindad para que la feliciten y se alegren con ella.
Así habrá alegría “entre los ángeles de Dios” por un pecador que se convierta. Los “ángeles de Dios” es una forma sinónima de la “alegría que hay en el cielo” de la parábola anterior. El pecador convertido pertenece a la familia del cielo, y hay gozo cuando el pecador vuelve a esta familia s. ¿Acaso “entre los ángeles de Dios” (v.10) “es una perífrasis del nombre divino?” (W. J. Harrington, o.c., p.241). El cristianismo primitivo tenía en ello una lección a imitar.

Parábola del hijo pródigo,Mat 15:11-32.
11 Y añadió: Un hombre tenía dos hijos, 12 y dijo el más joven de ellos al padre: Padre, dame la parte de hacienda que me corresponde. Les dividió la hacienda, 13 y, pasados pocos días, el más joven, reuniéndolo todo, partió a una lejana tierra, y allí disipó toda su hacienda viviendo disolutamente. 14 Después de haberlo gastado todo, sobrevino una fuerte hambre en aquella tierra, y comenzó a sentir necesidad. 15 Fue y se puso a servir a un ciudadano de aquella tierra, que le mandó a sus campos a apacentar puercos. 16 Deseaba llenar su estómago de las algarrobas que comían los puercos, y no le era dado. 17 Volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia y yo aquí me muero de hambre! 18 Me levantaré e iré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. 19 Ya no soy digno He ser llamado hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros. 20 Y, levantándose, se vino a su padre. Cuando aún estaba lejos, viole el padre, y, compadecido, corrió a él y se arrojó a su cuello y le cubrió de besos. 21 Díjole el hijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. 22 Pero el padre dijo a sus criados: Pronto, traed la túnica más rica y vestídsela, poned un anillo en su mano y unas sandalias en sus pies, 23 y traed un becerro bien cebado y matadle, y comamos y alegrémonos, 24 porque este mi hijo, que había muerto, ha vuelto a la vida; se había perdido, y ha sido hallado. Y se pusieron a celebrar la fiesta. 25 El hijo mayor se hallaba en el campo, y cuando, de vuelta, se acercaba a la casa, oyó la música y los coros; 26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. 27 El le dijo: Ha vuelto tu hermano, y tu padre ha mandado matar un becerro, porque le ha recobrado sano. 28 El se enojó y no quería entrar; pero su padre salió y le llamó. 29 El respondió y dijo a su padre: Hace ya tantos años que te sirvo sin jamás haber traspasado tus mandatos, y nunca me diste un cabrito para hacer fiesta con mis amigos; 30 y al venir este hijo tuyo, que ha consumido su hacienda con meretrices, le matas un becerro cebado. 31 El le dijo: Hijo, tú estás siempre conmigo, y todos mis bienes tuyos son; 32 pero era preciso hacer fiesta y alegrarse, porque este tu hermano estaba muerto, y ha vuelto a la vida; se había perdido, y ha sido hallado.

La parábola del hijo pródigo es una de las más bellas del Evangelio y que expresa más efusivamente la misericordia de Dios sobre el pecador arrepentido. Es propia de Lc.
Literariamente es una parábola, aunque con algunos elementos alegorizantes. Todos los elementos de su desarrollo están mostrando esta solicitud de Dios por el pecador para perdonarlo. Los detalles de esta solicitud son acusadísimos.
Es evidente que este “padre” de la parábola es Dios. Pero ¿a quiénes representan los hijos “mayor” y “menor”?
Es seguro que el “hijo menor” estaba alegóricamente por los “publícanos y pecadores,” ya que éstos eran gentes que no se preocupaban gran cosa de no incurrir en la impureza “legal,” o acaso, máxime en la proyección de Lc “moralizante,” que mira a la gentilidad, a los pecadores en general, sin estas especificaciones judías.
Pero el “hijo mayor,” ¿a quién representa? Algunos piensan que a los fariseos, como contrapuestos en la parábola a los publícanos y pecadores, con cuyos grupos se plantea el problema y la situación temática de estas tres parábolas. Pero, si esto se admite, ¿cómo justificar la conducta farisaica, tan terriblemente estigmatizada por Cristo, hasta decirle que “ni entráis vosotros en el reino de los cielos ni permitís entrar a los que querían” (Mat 23:13). Es imposible que en esta parábola el “hijo mayor,” que está siempre en la casa de su padre y en todo le obedece, se pueda identificar con los fariseos, desobedientes a Dios y hostiles al reino.
En cambio, resulta más lógico identificarlo con “los justos,” que en esta redacción de Lc se extiende a los cristianos. Podrá extrañar que éstos protesten, personificados en el “hijo mayor,” de la conducta misericordiosa de Dios con el pecador. No se olvide que es un rasgo pedagógico de la parábola para más resaltar estos planes de Dios. El “hijo mayor” está “por los justos que, al modo humano, muestran no comprender los misterios de la divina misericordia” 6. Puede haber ironía contra los cristianos.
Aunque en la proyección de Lc, para étnico-cristianos, los dos hijos acaso puedan estar, sin más matices de ambiente judío, por justos y pecadores.
Algunos elementos descriptivos de la narración, u otros que se alegorizan, son:
v.12. La parte que correspondía al hijo menor, siendo sólo dos, de la hacienda de su padre, era una tercera parte (Deu 21:15-17).
Un padre podía renunciar a sus bienes antes de morir y repartirlos (1 Re c.1-2; Eco 33:19-23).
v.15. El judío que apacentase puercos era maldito, por ser este animal impuro 7. Con ello se acusa más su vida de pecado (Lev 11:7).
v.20. “Cuando estaba lejos, sale su padre, y, compadecido, corrió a él” llenándole de cariño, es alegoría de la providencia misericordiosa de Dios. El beso es signo de perdón (2Sa 14:33).
v.22. El mandar ponerle el vestido (στολή ), el anillo y las sandalias, expresa, probablemente y globalmente, su restitución al estado de hijo en la casa, aunque con atuendo festivo y de honor.
Originariamente es la respuesta de Cristo a las críticas farisaicas ante la admisión de “pecadores” en el reino. ¡Tal es la bondad de Dios! Lc la “moraliza” a los pecadores. El cristiano, renovado por el bautismo, y hecho “hijo” de Dios, vuelto al pecado – sin distinción de gravedades – tiene sobre sí el perdón de Dios, “su Padre.” El tema central no es “el hijo pródigo,” sino el permanente perdón de Dios.

1 Cantinat, Les paraboks de la misericorde: Nouv. Rev. Théol. (1955) 246-264; Kossen, Quelques remarques sur Τ orare des paraboles dans Lúe 15: Xov. Test. (1956) 75-80; . H. Glblin, Structural and Theologkal Coiisiderations on Luk 15: Cath. Bibl. Quart. (1962) 15-31. 2 Buzy, La brebis perdue: Rev. Bib. (1930) 53. 3 Marechal, évang. s. St. Lúe (1946) p.189. 4 Buzy, Paraboles p.143; cf. Vosté, Parabolae. II p.660-670; H. Harrington, The Setting ofthe Parables (Lk 15:1-16:13): Doctrine and Life (Dublín 1963) 165-173; J. Dupont, en “Lum. Vie” (1957) p. 15-23. 5 Walls, In The presencie of the Angels (Luc 15:10): Nov. Test. (1959) 314-346; Vosté, Parabolae. II p.671-675; Dupont, La brevis perdue et la drachme perdue: Lum. et Vie (1957) p. 15-23. 6 Vosté, Parabolae. II p.694. 7 Strack-B., Kommentar. I p.492-493; J. Glblet, La parábale de l’accueü messia-nique (Lúe 15:11-32): Bible et Vie chrét. (1962) 17-28; J. Alonso, Paralelos entre la narración del libro de Joñas y la parábola del pródigo: Bíblica (1959) 632-640; J. Jeremías, o.c., p.158-163. C. H. Glblin, en CBQ (1962) p.15-31.

Fuente: Biblia Comentada

los publicanos y pecadores. Vea las notas sobre Luc 14:21; Mat 5:46 ; Mat 21:32. A pesar de las dificultades del mensaje de Cristo (Luc 14:25-35), los excluidos de la sociedad se sentían atraídos a Él, mientras que los líderes religiosos estaban cada vez más determinados a matarlo. Cp. 1Co 1:26-29.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

15:1 — Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores (los parias de la sociedad judía, evitados como contaminados) para oírle, — No se acercaban para tentarle o atraparle, sino para oírle, porque ellos sabían que podían acercarse a Cristo. El no era como los otros maestros judíos. El tenía verdadera compasión de ellos. Mat 9:1-38, “36 Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor”.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LA ALEGRÍA DEL PASTOR

Lucas 15:1-7

Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para escucharle; y los fariseos y los escribas se lo criticaban:
-Este se relaciona con gente de mal vivir, y hasta come con ellos.

Jesús entonces les contó una parábola:

-¿A que cualquiera de vosotros, si tiene cien ovejas y se le pierde una, deja las noventa y nueve en el desierto

y va a buscar a la perdida hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la lleva a hombros rebosando de contento; y en llegando a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: » ¡Alegraos conmigo, que he encontrado la oveja que se me había perdido!» De la misma manera, os aseguro que da más alegría en el Cielo el que se arrepienta un pecador, que los noventa y nueve «justos» que no sienten la necesidad de arrepentirse.

Probablemente este es el capítulo que mejor conocen y más quieren muchos lectores del Nuevo Testamento. Se le ha llamado » el Evangelio dentro del Evangelio», porque contiene la quintaesencia de la Buena Noticia que Cristo vino a traer.

Estas parábolas surgieron de una situación determinada. Los escribas y los fariseos se escandalizaban de que Jesús se asociara con hombres y mujeres que los judíos practicantes consideraban pecadores. Los fariseos ponían en la misma categoría a todos los que no cumplían todos los detalles de la ley tradicional, y los llamaban la gente de la tierra; y había una barrera infranqueable entre estas dos clases de personas. El permitir que una de sus hijas se casara con un hombre de la tierra era para un fariseo como dejarla indefensa a merced de una fiera. Las reglas fariseas establecían: » A nadie de la gente de la tierra le confíes dinero, ni aceptes su testimonio, ni le reveles ningún secreto, ni le nombres tutor de ningún huérfano, ni le pongas a cargo de un fondo de caridad, ni le acompañes en un viaje.» Un fariseo tenía prohibido hospedarse en casa de un hombre de la tierra e invitarle a la suya. Tenía prohibido hasta donde fuera posible tener ningún trato con él. Los fariseos tenían el propósito deliberado de evitar todo contacto con los que no cumplían todos los detalles de la ley tradicional. Está claro que se escandalizaban a tope de que Jesús se relacionara con gente que ellos consideraban no sólo extraños, sino pecadores, cuyo solo contacto contaminaba. Comprenderemos mejor estas parábolas si recordamos que un judío estricto no diría:

» Hay alegría en el Cielo cuando se arrepiente un pecador», sino: «Hay alegría en el Cielo cuando se pierde un pecador.» Deseaban sádicamente, no la salvación de los pecadores, sino su destrucción.

Así es que Jesús les contó la parábola de la oveja perdida y de la alegría del pastor cuando la encontró. Los pastores de Judasa tenían un trabajo duro y peligroso. El pasto era escaso. La meseta central tenía pocos kilómetros de anchura, y estaba bordeada de precipicios que la comunicaban con la terrible devastación del desierto. No había muros protectores, y las ovejas vagaban sin rumbo. George Adam Smith escribió acerca de esos pastores:
«Cuando le encuentras en algún cerro en el que aúllan las hienas, insomne, con la vista acostumbrada a la lejanía, curtido por el tiempo, armado, apoyado en el cayado y siguiendo con la mirada a sus ovejas esturreadas, con cada una de ellas en el corazón, comprendes por qué el pastor de Judasa saltó a la cabeza en la historia de su pueblo; por qué dio su nombre a los reyes, y se convirtió en un símbolo de la Providencia; por qué Cristo le tomó como prototipo del sacrificio.»

El pastor era responsable de las oveSantiago Si una se perdía, el pastor tenía que encontrarla, o presentar la piel para demostrar que había muerto. Los pastores eran expertos en el rastreo, y podían seguir las huellas de una oveja perdida a lo largo de kilómetros por el monte. No había pastor que no considerara parte de su trabajo el arriesgar la vida por las oveSantiago
Muchos rebaños eran comunales -es decir, no de uno solo, sino de todo el pueblo- y tenían dos o tres pastores. A veces pasaría que los que tenían sus rebaños completos volvían antes al pueblo, y decían que el otro estaba todavía en el monte buscando una oveja que se le había perdido. Todo el pueblo estaría velando hasta que, por fin, aparecía el pastor en la distancia, saltando de alegría, con su oveja a hombros. Y entonces se elevaría de toda la comunidad un clamor de alegría y de gracias a Dios.

Esa es la escena del Cielo que pintó Jesús. Así es como es Dios. Dios se alegra cuando se encuentra a un pecador que se había perdido como se alegra el pastor cuando vuelve a casa con la oveja extraviada. Como dijo un gran santo: «Dios también conoce la alegría de encontrar lo que se le había perdido.»
Aquí hay una idea maravillosa. Es realmente tremendo el hecho de que Dios es más amable que los hombres. Los religiosos excluían del pueblo de Dios a los publicanos y a los pecadores, que no merecían, según ellos, más que la destrucción; pero Dios no. Los hombres pueden perder la esperanza, pero Dios no. Dios ama a los que no se han extraviado; pero hay una alegría indecible en su corazón cuando uno que estaba perdido vuelve a casa. Es mil veces más fácil volver a Dios que a las frías críticas y recriminaciones de algunos hogares, y de algunas iglesias.

Pastor, que con tus silbos amorosos me despertaste del profundo sueño; Tú, que hiciste cayado de ese leño en que tiendes los brazos poderosos:
vuelve los ojos a mi fe piadosos, pues te confieso por mi autor y dueño, y la palabra de seguir te empeño tus dulces silbos y tus pies hermosos.
Oye, pastor: pues por amores mueres no te espante el rigor de mis pecados, pues tan amigo de rendidos eres;
espera, pues, y escucha mis cuidados; pero, ¿cómo te digo que me esperes, si estás, para esperar, los pies clavados?

LOPE DE VEGA

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 15

a) El escándalo (Lc/15/01-02)

1 Íbanse acercando a él, para escucharlo, todos los publicanos y pecadores. 2 y tanto los fariseos como los escribas murmuraban, diciendo: ¡Este hombre acoge a los pecadores y come con ellos!

Grandes multitudes del pueblo acompañan a Jesús, pero también se le acercan todos los publicanos y pecadores. Los publicanos se cuentan entre la gente más despreciable. Se enumeran juntos: el publicano y el ladrón; el publicano y el bandido; el publicano y el gentil; cambistas y publicanos; publicanos y meretrices; bandidos, engañadores, adúlteros y publicanos; asesinos, bandidos y publicanos. Son designados como pecadores todos aquellos cuya vida inmoral es notoria y los que ejercen una profesión nada honorable o que induce a faltar a la honradez, como los jugadores de dados, los usureros, los pastores, arrieros, buhoneros curtidores. También pasa por pecador el que no conoce la interpretación farisea de la ley, pues si no conoce la interpretación de la ley, tampoco la observa.

Jesús es profeta, poderoso en obras y palabras (24,19). Los publicanos y los pecadores han visto sus obras y le han visto a él. Vienen a él para escucharlo. Lo que han visto se hace comprensible por la palabra. Jesús ofrece la salud y exige conversión, reforma de las costumbres. Escuchar es el comienzo de la fe, y la fe es el comienzo de la conversión y del perdón. La coronación del hecho de escuchar es la obediencia que se cifra en la fe, y la fe que se cifra en obedecer. Los pecadores se acercan a Jesús y por él, el profeta, a Dios. El profeta es portador del oráculo de Dios. Se acercan para oír a Dios. De ellos se puede decir: «Buscadme y me hallaréis. Sí. cuando me busquéis de todo corazón, yo me mostraré a vosotros… y trocaré vuestra suerte, y os reuniré de entre todos los pueblos y de todos los lugares a que os arrojé… y os haré volver a este lugar del que os eché» (Jer 29:12 ss).

Los fariseos y los escribas hablan despectivamente de Jesús: Este hombre. Lo observan en toda ocasión, pues se sienten responsables de la santidad del pueblo. Descontentos, murmuran: Tolera que se le acerquen los pecadores, los acoge y se sienta con ellos a la mesa (Jer 5:29). Con tal manera de proceder hace vano el empeño que tienen por la santidad del pueblo escogido.

Su lema es: «El hombre no debe mezclarse con los impíos.» Hay que aislar a los transgresores de la ley y a los pecadores. Hay que expulsarlos de la comunidad del pueblo santo de Dios. Así es como se ha de castigar el pecado, estigmatizar el vicio, proscribir al pecador, restaurar el orden y conservar la santidad. Lo que hace Jesús debe parecer necesariamente escandaloso. Además él se presenta como profeta que pretende obrar y hablar en nombre de Dios.

Jesús responde a los fariseos con una trilogía de parábolas. Las dos primeras responden al reproche de que acoge a los pecadores; la tercera, que culmina en el banquete festivo, responde al reproche de que Jesús come con ellos. Jesús tiene conciencia de proclamar el mensaje de Dios y no tiene nada de qué retractarse. Los pobres reciben la buena nueva, el Evangelio, y entre los pobres se cuentan también los pecadores que están dispuestos a convertirse.

b) Gozo por hallar al extraviado (Lc/15/03-10)

3 Entonces les propuso esta parábola: 4 ¿Quién de vosotros, teniendo cien ovejas y habiendo perdido una de ellas, no abandona las noventa y nueve en el desierto, y va en busca de la que se le ha perdido, hasta encontrarla? 5 Y cuando la encuentra, se la pone sobre los hombros, lleno de alegría, 6 y apenas llega a casa, reúne a los amigos y vecinos, y les dice: Alegraos conmigo, que ya encontré la oveja que se me había perdido. 7 Os digo que igualmente habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión.

Palestina es una tierra en que abundan los rebaños de ovejas y de cabras. Todo el mundo conoce al pastor y su género de vida. Lo que Jesús enfoca e ilustra en el ejemplo del pastor es su solicitud por el rebaño y su amor a los animales. Desde antiguo, en el pueblo de Israel, es presentado Dios bajo la imagen del pastor por profetas, poetas y sabios (Isa 40:11; Isa 49:10; Zac 10:8; Sal 13:1-4; Sal 78:52; Eco 18:13.).

La parábola comienza con una pregunta (cf. 14,28.31). El que la oye juzgará por su propia experiencia. El pastor obra como dice Jesús. Toma sobre sí toda solicitud y fatiga por cada animal descarriado de su rebaño, como si no tuviera otro, como si no contaran los otros noventa y nueve. Ninguno le es indiferente, no quiere perder ni uno solo. Que le queden noventa y nueve no le resarce de la pérdida de uno. El pastor pone sobre sus hombros la oveja hallada. Esto está observado de la vida misma. Cuando la oveja se extravía del rebaño, va corriendo sin meta de una parte a otra, se echa al suelo sin fuerzas y es preciso cargar con ella. El pastor la trata con más delicadeza que a las otras. Sin embargo, la búsqueda por un terreno montañoso y pedregoso le impone esfuerzos y fatigas. Pero todo lo olvida cuando recobra la oveja perdida.

Su alegría es tan grande que no puede guardarla para sí. La anuncia a los amigos y vecinos. Una y otra vez tiene que repetir: Ya encontré la oveja que se me había perdido.

Como se alegra el pastor por una única oveja que se había perdido y se ha vuelto a encontrar, así se alegra Dios por uno solo que era pecador y se convierte. Así es Dios. Ni un solo pecador le es indiferente. No se consuela con los muchos justos. Busca al pecador, también éste es suyo; nunca lo abandona. Le causa preocupación y dolor, aun cuando va por caminos extraviados.

Cuando el pecador extraviado se convierte y se deja encontrar, no le aguardan reproches, recelos ni duras prescripciones. Dios salva, perdona, recibe en casa con alegría y con toda clase de demostraciones de amor. «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que el que cree en él no perezca, sino que tenga la vida eterna» (Jua 3:16). Habrá alegría en el cielo, cerca de Dios. La alegría se pone en futuro. Dios se alegrará en el juicio final cuando a uno de los más pequeños notifique su sentencia de absolución. Dios se goza en perdonar, no en condenar. La historia de la salvación hasta el juicio final está penetrada de la misericordia de Dios.

Más alegría habrá por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión. También los doctores judíos contraponen a los «hombres de la conversión» (que hacen penitencia y se convierten) los «justos perfectos». Unos y otros pueden decir: «Bien haya el que no ha pecado y aquel a quien se ha perdonado el pecado.» Jesús dice más. También el Antiguo Testamento sabe que Dios no se complace en la muerte del pecador, sino más bien en que se convierta y viva (Eze 18:23). Jesús se esfuerza por hallar palabras cuando quiere describir el amor de Dios que perdona y que salva. Los hombres hablamos de mayor alegría cuando ésta viene de donde no se esperaba. El pecador se había perdido y ha sido encontrado. Grande, serio, incomprensible es el amor de Dios, su voluntad de perdonar. La mayor alegría celebra la omnipotencia creadora del amor cuando éste pone un nuevo comienzo.

Dado que a Dios causa alegría perdonar a los pecadores y volverlos al hogar, también Jesús debe cuidarse de los pecadores y sentarse a la mesa con ellos. El tiempo de salvación que él anuncia es tiempo de misericordia y de alegría. Dios se alegra cuando perdona, los pecadores se alegran cuando son perdonados; ¿habrán de murmurar los «buenos»? ¿Repudiarán ellos cuando Dios busca? ¿Se amargarán cuando alborea el tiempo de júbilo? Jesús justifica su amor a los pecadores al justificar el amor que les tiene Dios. Defensa paradójica: tener que defender al Dios santo contra los reproches de los hombres… Sólo el que cree que se ha inaugurado el reino de Dios y que Dios reina por su misericordia, puede creer que el amor a los pecadores puede santificar al pueblo. Los fariseos no comprenden que ha llegado la gran mutación de los tiempos, porque no aceptan el mensaje de Jesús.

8 ¿O qué mujer que tenga diez dracmas, si se le pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa, y la busca cuidadosamente hasta encontrarla? 9 Y cuando la encuentra, reúne a las amigas y vecinas y les dice: Alegraos conmigo, que ya encontré la dracma que se me había perdido. 10 Igualmente -os digo- hay gran alegría entre los ángeles del cielo por un solo pecador que se convierte.

Hay un cambio de escena. Al lado del hombre aparece la mujer, al lado del que posee bienes, la pobre. Así piensa y obra el ser humano, ya sea hombre o mujer, rico o pobre. Dos testigos confirman la verdad cuando concuerda su testimonio (Deu 19:15). E1 inaudito amor de Dios a los pecadores es verdad, no es exageración, no es un error. Lo que se ha dicho se ve ahora confirmado. El que recita dos veces los mismos versos los graba más hondamente en el oyente, induce a recapacitar. Las canciones repiten el tema en diferentes estrofas. Dios es con toda seguridad tal como Jesús lo pinta. No como creen saberlo y lo dicen los piadosos, los doctores de la ley, los sabios de Israel. Una dracma tiene el valor de un denario de plata, que es el jornal de un trabajador (Mat 20:2). Diez dracmas no representan un capital, pero para la pobre mujer eran mucho. La mujer no dispone de dinero para los gastos de la casa, pues el que compra es el hombre. Quizá tenía cariño a aquella moneda porque formaba parte de las arras de su boda, que durante largos años llevaba cosidas en una especie de turbante para no perderlas. Ahora se le ha perdido una dracma.

La mujer busca con gran diligencia. Faena difícil en una casa de Palestina. En una habitación estaba reunido todo. Había poca luz. La mujer enciende una lámpara, alumbra todos los rincones, barre la case, busca por todas partes hasta que aparece la moneda. La alegría es grande y no se puede contener: tiene que comunicarse. Los que han participado de su aflicción tienen también que conocer su alegría. Una y otra vez repite la mujer lo que en aquel momento la emociona: «Ya encontré la dracma que se me había perdido.»

Así se alegra Dios por un pecador que se convierte. La alegría de Dios se hace visible en la alegría de los ángeles, en el gozo de la corte celestial. Su alegría es el reflejo de la alegría de Dios. En la primera parábola se decía: Habrá alegría en el cielo; ahora se dice: Hay alegría entre los ángeles. No se pronuncia el nombre de Dios. Las palabras de Jesús sobre la alegría de Dios por los pecadores que se convierten, son atrevidas y al mismo tiempo reservadas, revelan y velan a la vez. El amor misericordioso de Dios no ha de borrar la soberana santidad de Dios…

En las dos parábolas se dice que Dios se alegra por el pecador que se convierte. No se suprime la distinción entre pecador y justo, no se pasa expresamente por alto, y menos aún se trata irónicamente, Jesús no habló nunca como si el pecado no fuera pecado. Si también, como los profetas, reclama conversión y penitencia. La exige más radicalmente que cualquier profeta de los que le precedieron. Llamar a la conversión lo considera como la razón de su misión: «El reino de Dios está cerca, haced penitencia» (Mar 1:15). Todos deben hacer penitencia, porque todos son pecadores delante de Dios. Al llamar a penitencia y conversión amenaza con el juicio y la perdición. También la predicación del amor de Dios a los pecadores es predicación de conversión, predicación de salud y predicación de penitencia.

Jesús anuncia el alborear del tiempo de salvación: «El reino de Dios está cerca.» De este reino de Dios que se inicia forma parte la gozosa misericordia de Dios con todos los que se vuelven a su gracia salvadora. El rasgo más original e incomparable del anuncio del reino de Dios por Jesús es la revelación del amor que Dios tiene a los pecadores.

Los doctores de la ley pretenden saber que el pecador no era amado por Dios antes de su conversión. Sólo cuando ha abandonado las malas obras y las ha reparado, le otorga Dios su amor. «Convertíos, y os acogeré… Si una persona se convierte perfectamente, entonces le perdona Dios.» Jesús habla de otra manera: La iniciativa parte de Dios. El pastor va en busca de la oveja perdida, la mujer busca la moneda. La alegría se expresa así: «Encontré lo que se me había perdido.» «En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que el nos amó y envió a su Hijo como sacrificio de purificación por nuestros pecados… Nosotros amamos porque él fue el primero en amarnos» (/1Jn/04/10/19). El pecador no puede volver por sí mismo, sino que Dios debe volverlo al hogar (Jer 24:7).

c) El hijo pródigo (Lc/15/11-32)

11 Añadió luego: Un hombre tenía dos hijos. 12 Y el más joven de ellos dijo al padre: Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde. Entonces el padre les repartió los bienes. 13 No muchos días después, el hijo más joven lo reunió todo, se fue a un país lejano y allí despilfarró su hacienda, viviendo licenciosamente.

Las dos parábolas relativas a la búsqueda de lo que se había perdido han puesto de manifiesto el proceder de Dios con los pecadores; la parábola del hijo pródigo mostrará también lo que pasa en el que se ha perdido. Antes se habían perdido una oveja y una moneda, aquí se ha perdido el hijo… Anteriormente se ha hablado de retorno, de conversión, pero sin decir lo que ésta significa. Ahora se descubre el sentido de esta palabra. En ambos casos se trata de defender Jesús el proceder misericordioso de Dios con los pecadores.

El hombre que tiene dos hijos es un labrador hacendado: tiene muchos jornaleros, a los que no les falta nada (v. 17) y criados (v. 22); tiene inmediatamente a su disposición un becerro cebado (v. 23). Los dos hijos son solteros, aún no han cumplido veinte años. El padre mismo explota su granja. El hijo menor ruega -así habrá que entender el imperativo después de la cordial interpelación como «padre»- que le sea entregada la parte de la herencia que le corresponde por la ley. La granja misma, siendo bien inmueble, era inalienable y debía recaer en el hijo mayor (Lev 25:23 ss). De los bienes muebles recibe el primogénito dos terceras partes, el resto, por partes iguales, los demás (Deu 21:17). En esta narración el hijo menor pidió la tercera parte de los bienes muebles. Aunque la parte de los bienes que correspondía a cada uno se transmitía ya en vida del padre, esto no implica, sin embargo -además del derecho de propiedad-, derecho de disposición y de usufructo. El padre otorga la petición. Reparte el capital entre los hijos. El mayor es designado como propietario futuro absoluto (v. 31), pero el padre ejerce el usufructo (v. 22s.29). El hijo menor pide la propiedad y el derecho de disponer, pues quiere ser independiente. Ambos derechos le son otorgados. El padre no lo trata ya como menor de edad. Es un riesgo que se afronta.

La vida en la casa paterna, con sus reglamentos y obligaciones, ha venido a ser una carga para el hijo, que aspira a la autonomía y quiere vivir a su arbitrio. Pocos días después el hijo menor lo reúne todo, lo liquida y se va al extranjero, a la tierra al este del Jordán. Palestina no podía alimentar a sus habitantes. Quien quisiera prosperar, tenía que abandonar el país. En la diáspora vivían cuatro millones de judíos, en la patria, en Palestina, medio millón. La patria es una atadura, el extranjero promete una libertad e independencia que seduce. En el extranjero acaba pronto por gastarse el capital en una vida de libertinaje y despilfarro. «EI que ama la sabiduría alegra a su padre, el que frecuenta rameras pierde su hacienda» (Pro 29:3).

14 Después de haberlo malgastado todo, sobrevino un hambre muy grande por toda aquella región, y él comenzó a sufrir privaciones. 15 Y fue a ponerse al servicio de uno de los ciudadanos de aquella región, que lo mandó a sus campos para apacentar puercos. 16 Y ansiaba llenar su estómago siquiera de algunas algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba.

En períodos de hambre y de carestía lo pasa mal incluso quien posee capital. ¿Qué decir del que no tiene nada? ¿Qué haría el hijo que se lo había gastado todo y no le quedaba ya nada? Los doctores judíos de la ley dirían que debía andar hasta destrozarse los pies para llegar a la próxima comunidad judía e implorar allí ayuda y trabajo. ¿Qué hace, en cambio, el «hijo pródigo». Lo más insoportable para un judío piadoso. Se presenta a un ciudadano de aquel país pagano y se agarra a él como un pordiosero importuno. Quiere trabajar para poder vivir, quiere hacer todo lo posible para no perecer, quiere sacrificarlo todo para poder siquiera «ir tirando», y nada más. Se halla en una tierra pagana, en la que no existe el reposo sabático, no hay comidas rituales, no se observan leyes de pureza. Vive en medio de pecadores y de gentes sin ley. El trabajo que asume es intolerable para un judío piadoso: «Maldito el hombre que cría puercos.» Tiene que tratar constantemente con animales impuros (Lev 11:7), con lo cual reniega de su religión. El hijo pródigo se vuelve pecador, apóstata, impío. ¿Qué le queda ya?

En el hijo pródigo se demuestra la verdad del proverbio: «El bebedor y el comilón empobrecerán» (Pro 23:21). Se ve privado de todo lo que necesita el hombre para poder vivir como hombre. Pasa hambre. La comida que se le da es tan escasa, que suspira por el pienso de los puercos. Ansiaba llenarse el estómago con las algarrobas a medio madurar que se daban a los puercos. él vale menos que los animales; nadie le da de ese pienso; es un forastero. Tiene que vivir como bajo la maldición de Dios… «El Altísimo aborrece a los pecadores y les hará experimentar su venganza» (Eco 12:6). ¿Los odia Dios siempre y para siempre?

17 Entrando entonces dentro de sí mismo, se dijo. ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan de sobra, mientras yo estoy aquí muriéndome de hambre! 18 Ahora mismo iré a casa de mi padre, y le diré: Padre, pequé contra el cielo y contra ti; 19 ya no soy digno de llamarme hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros.

Los judíos tienen un refrán que dice: «Cuando los israelitas tienen necesidad de algarrobas, entonces se vuelven (a Dios).» En el hijo pródigo se verifica el refrán. Entra dentro de sí mismo, recapacita. Todo lo que se arremolinaba en torno a él, se le ha escapado. Su miseria le trae a la memoria la casa paterna con su abundancia. Las algarrobas de los puercos le hacen pensar en el pan de los jornaleros, el extranjero tan poco acogedor le traslada a la casa de su padre. No quiere consumirse, sino vivir. Ni Dios ni su padre ocupan el centro de sus reflexiones, sino en primer lugar salir con vida del hambre que padece en país extranjero. «Si el impío entra dentro de sí» -hacen decir a Dios los doctores judíos de la ley- «le ceñiré una corona a la hora de la muerte (la corona de la vida eterna)… Si el impío entra dentro de sí, podrá entrar cada vez más (en la proximidad del Santo).» El camino del que entra dentro de sí conduce a Dios…

El hijo pródigo entra dentro de sí, se vuelve a su padre y va a acabar en Dios. Las palabras de su conversión están inspiradas en la Sagrada Escritura: «El faraón llamó en seguida a Moisés y Aarón, y dijo: He pecado contra Yahveh, vuestro Dios, y contra vosotros» (Exo 10:16). Y en los Salmos se hallan estas palabras: «Contra ti, sólo contra ti he pecado, he hecho lo malo a tus ojos para que sea reconocida la justicia de tus palabras y seas vencedor en el juicio» (Sal 51:6). El recuerdo de la casa paterna, de su abundancia, de su vida religiosa -y el recuerdo del que está por encima de todo, el padre- le hace acordarse de Dios, despierta en él la conciencia del pecado y le mueve a volverse a Dios. La imagen del padre amoroso hace nacer en él la seguridad del perdón. De lo contrario, ¿cómo se resolvería a emprender la marcha hacia su padre? A través de la imagen de su padre se le ofrece la imagen de Dios. «Vuelve, apóstata Israel, palabra de Yahveh, que quiero dejar de mostrarte rostro airado, porque soy misericordioso…, que no es eterna mi cólera, siempre que reconozcas tu maldad al pecar contra Yahveh» (Jer 3:12 s). El hijo pródigo se da cuenta de su culpa y reconoce que con su modo de vivir ha perdido sus derechos de hijo. Sólo quiere ser tratado como uno de los jornaleros.

20 Partió, pues, y volvió a la casa de su padre. Todavía estaba lejos, cuando su padre lo vio venir y, hondamente conmovido, corrió a abrazarse a su cuello y lo besó repetidamente. 21 El hijo le dijo entonces: Padre, pequé contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de llamarme hijo tuyo.

La reflexión se traduce en acción. La conversión interior reclama «frutos de penitencia», ruptura con la vida pasada, retorno a Dios. El padre sale al encuentro a su hijo. El amor y la nostalgia del hijo aguza su vista. Se siente hondamente conmovido cuando ve su miseria. Corre a su encuentro, cosa nada corriente e indigna para los antiguos orientales. El padre olvida su dignidad y le prodiga todas las muestras de su amor paterno. Besándolo en la mejilla lo acoge como hijo antes de que él haya podido pronunciar sus palabras de arrepentimiento. Comienza la «frasecita» de confesión, pero no la termina. El padre no aguarda para perdonar a que se cumplan todos los requisitos de la penitencia. A través de la imagen de este padre se nos presenta la imagen del Padre celestial, que nos ama anticipadamente.

22 Pero el padre ordenó a sus criados: Inmediatamente, traed el vestido más rico y ponédselo; ponedle también un anillo en su mano y sandalias en sus pies. 23 Luego traed el becerro cebado, matadlo, y vamos a comer y a celebrar alegremente la fiesta. 24 Porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado. Y comenzaron a celebrar la fiesta con alegría.

Hasta aquí había guardado silencio el padre. Ahora comienza él a hablar. Antes había estado lleno de solicitud vigilante y amorosa, ahora estallan sus palabras rebosantes de alegría. No pide cuentas, no pone condiciones, no fija período alguno de prueba. No se pronuncian palabras de perdón, pero más significativas que estas palabras son las obras de perdón. El padre restituye al hijo pródigo sus derechos de hijo. El vestido mas rico lo constituye en huésped de honor, el anillo lo capacita de nuevo para proceder como hijo.

Las sandalias lo declaran hombre libre; es otra vez hijo libre de un labrador libre, no uno de los jornaleros que van con los pies descalzos. Sacrificando el becerro cebado se inicia una fiesta de alegría; el hijo es admitido de nuevo en la comunidad de mesa de la casa paterna. La alegría festiva en el corazón del padre no puede contenerse y llena toda la casa.

La alegría de la fiesta desborda de ]as palabras: «Este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.» Este júbilo festivo es el júbilo del tiempo de salvación. El Evangelio de la misericordia es el Evangelio de la alegría. Jesús salva de la perdición y de la muerte, puesto que vino para «iluminar a los que yacen en tinieblas y sombra de muerte» (1,79). Las palabras cierran como un estribillo la primera y la segunda parte de la parábola, a saber: la narración de la magnanimidad amorosa del padre y la narración de la severidad sin piedad y de la estrechez de espíritu del hijo mayor. Dios es como el primero, el fariseo como el segundo. «Sed misericordiosos, como misericordioso es vuestro Padre» (6,36).

25 Pero el hijo mayor estaba en el campo. Y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó música y danzas, 26 y llamando a uno de los criados le preguntó qué significaba aquello. 27 El criado le respondió: Es que ha vuelto tu hermano, y tu padre, como lo ha recobrado sano y salvo, ha mandado matar el becerro cebado. 28a Entonces él se enfadó y no quería entrar.

El hijo mayor es fiel en el servicio, día tras día. Ahora vuelve a casa del trabajo del campo. El banquete ha terminado, y ha comenzado la alegre danza. Desde fuera se oye la música y el zapato de la danza. El hijo que se dedica al cumplimiento escrupuloso del deber se ve envuelto en el júbilo festivo y en la algazara. El criado que le explica la razón del júbilo, ve sólo lo exterior: el regreso del hermano, el sacrificio del becerro cebado, la salud del que ha vuelto a casa. Pero ¿cómo podía ver también lo que había sucedido en el interior del padre y del hijo vuelto al hogar? Este drama del retorno, de la conversión, la transformación que había tenido lugar, la resurrección del muerto… ¡cuántas cosas habían sucedido! La penitencia es un comienzo de los acontecimientos escatológicos. Lo que allí sucede entre el hombre y Dios es imagen del acontecimiento que abarca al mundo entero, que se había aguardado y que ahora se produce. El tiempo de salvación es tiempo de alegría.

Lo que siente el hijo mayor tiene también lugar cn los fariseos. Su imagen es la imagen de los piadosos de Israel. Enfadado se revela contra el proceder de su padre, Protesta contra el peligro en que se pone el orden moral, murmura contra esta increíble misericordia. El día de Dios, en el que se erigirá el reino de Dios, es sin embargo «día de ira», en el que los transgresores de la ley recibirán su castigo. ¿Entrar en la sala del festín? Esto sería entrar en comunión con un pecador, sentarse a la mesa con uno que se ha contaminado con meretrices, con paganos y con puercos… El hijo mayor se comporta como los «justos», los piadosos, los fariseos… «Este hombre acoge a los pecadores y come con ellos» (15,2).

28b Pero su padre salió para llamarlo. 29 El contestó a su padre: De modo que hace ya tantos años que te vengo sirviendo, sin haber quebrantado jamás ninguna orden tuya, y nunca me diste un cabrito para que yo celebrara alegremente una fiesta con mis amigos; 30 pero, cuando llega ese hijo tuyo que ha devorado tus bienes con meretrices, has mandado matar para él el becerro cebado.

El padre sale a ver a su hijo mayor; éste no le es indiferente. Le habla con ruegos y exhortaciones. Sin embargo, del alma del hijo mayor irrumpe como una corriente impetuosa que ha roto la presa que la contenía. Lo que está sucediendo en casa le parece provocador: el justo es preterido, el pecador desencadena la alegría. A sus ojos se contraponen «tantos años» de servicio fiel y «devorar tus bienes»; «no haber quebrantado jamás ninguna orden» y despilfarrar «con meretrices»; «nunca me diste un cabrito para celebrar alegremente una fiesta con mis amigos» y «matar para él el becerro cebado». También la misericordia de Dios y su amor son misterios que no se pueden apreciar con criterios humanos. Jesús anuncia el reino de Dios que se acerca, que trae perdón y salvación, y lo anuncia revelando a Dios como Padre misericordioso.

31 Pero el padre le contestó: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas; 32 pero había que hacer fiesta y alegrarse, porque ese hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado.

El padre se justifica. ¿Ha considerado el mayor lo que tiene recibido de su padre? Es para él un hijo querido -«hijito» se dice en el texto original-, ha gozado siempre del amor del padre, ha vivido en comunión con él. él no pierde nada de la parte que le corresponde, se le ratifica la propiedad de lo que era de su padre. ¿Se le hace acaso injusticia porque el padre sea bondadoso con el otro hijo? (Mat 20:15) ¿Pierde él acaso algo con esta bondad?

Por los tres bienes que enumera el padre se deja entrever la alianza de Dios con su pueblo: hijo mío, pueblo mío; yo contigo, tú conmigo; comunidad de bienes. La nueva economía de la salud que trae Jesús vuelve a restaurar la primera, ahondándola y perfeccionándola. Su sangre establece la nueva alianza (Mat 22:20) que confiere el perdón de los pecados: «Les perdonaré sus maldades, de las que no me acordaré más» (Jer 31:34). La voluntad de Dios exige que se celebre la fiesta con júbilo. Se trata del hermano. El mayor sólo se preocupa por la ley, pero carece de amor fraterno. Ahora bien, según el mensaje de Jesús, este amor es el núcleo de la ley y de la voluntad de Dios. Una vez más vuelve a emerger lo que habían descubierto ya los conflictos sabáticos (Jer 14:5). Los fariseos guardan el reposo sabático, pero descuidan el amor fraterno. Dios, en cambio se glorifica con las obras de misericordia y de amor.

Si se perdona demasiado fácilmente el pecado, ¿no se impondrá éste como una oleada que todo lo inunda? El anuncio del gozo del Señor por la conversión del pecador ¿no será una catástrofe para la moralidad? ¿No es cierto que la predicación de Jesús que proclama la misericordia de Dios con los pecadores representa una amenaza para el orden moral? En las palabras de Jesús se muestran dos poderes de orden: la conversión y el amor fraterno. El hijo pródigo efectúa la conversión, el retorno al padre; el hijo mayor es conducido al amor fraterno. En la conversión y en el amor fraterno se revela el comienzo del reino de Dios y del tiempo de la salud. La predicación de los apóstoles, bajo el impulso del Espíritu Santo, lleva a la conversión e incorpora a la comunidad de los que están congregados en el nombre de Jesús y forman un solo corazón y una sola alma (cf. Hec 2:37-47). La conversión a Dios y el amor fraterno son las fuerzas fundamentales del orden moral.

También la antigua Iglesia hubo de preocuparse por esta cuestión: ¿Cómo hay que tratar a los pecadores en el santo pueblo de Dios? En el Evangelio de Mateo hay un orden de este procedimiento, que es de naturaleza jurídica: corrección fraterna en privado, presentación de testigos, juicio ante la comunidad reunida, exclusión de la comunidad (Mat 18:15-17). Lucas muestra el camino de la misericordia y de la bondad con amor. Ambos caminos tienen en común que se remontan a Jesús, ambos están arraigados en la proclamación del alborear del reino de Dios. La realeza de Dios es juicio y misericordia. En la parábola del hijo pródigo se menciona tres veces el banquete festivo. Cuando la comunidad se congrega para celebrar el banquete eucarístico hace memoria de la acción salvadora y perdonadora de Dios por Jesús (Mat 22:10; 1Co 11:26) en el júbilo de la salvación (Hec 2:46). La comunidad era una vez «no pueblo», ahora en cambio es pueblo de Dios; una vez estaba sin gracia, ahora en cambio está agraciada (1Pe 2:10). En el banquete del Señor se da la sangre del Señor «para el perdón de los pecados» (Mat 26:28) y con gozosa acción de gracias se celebra la nueva economía salvadora y la reintegración en la filiación divina.

La narración de la parábola se interrumpe sin decir lo que piensa hacer el padre con el hijo mayor. Jesús no celebra juicio, sino que ofrece la salvación. Quiere también salvar a los fariseos. Todos tienen necesidad de conversión, los pecadores y también los que se tienen por justos (Mat 18:9-14). «Todos estamos bajo pecado» (Rom 3:9).

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

— recaudadores de impuestos y gente de mala reputación: Ver notas a Mat 5:46 y Luc 9:10 (tercera nota).

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Luc 5:30; Luc 7:34; Mat 9:10-13.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

La oveja perdida y la moneda perdida (cf. Mat 18:12-14). La asociación de Jesús con miembros de la sociedad considerados generalmente pecadores no arrepentidos producía una continua crítica por parte de los fariseos. Un dicho rabínico posterior resumía esa actitud: “Que nadie se asocie con el malvado, ni siquiera para entregarlo al tribunal de justicia.” Jesús ya se había defendido por hablar de las necesidades de tales personas (5:31, 32). En la parábola del banquete celestial había declarado, además, que él llevaría la invitación de Dios a esa gente antes que a los religiosos que la despreciaban. El tema recibe un análisis más amplio en el juego de tres parábolas que presentan el principal motivo de todo. Dios se regocija en la recuperación de un pecador perdido, y, por lo tanto, el mayor deseo de Jesús es el de buscar y salvar a los perdidos (19:10). Esta actitud divina se ilustra por la disposición de un pastor que sale por las montañas buscando, a fin de que no falte en su rebaño ni una sola oveja. Bien podía haber pastores que de hecho preguntaran: “¿Qué significa una sola oveja perdida en comparación con las noventa y nueve que están seguras en el redil?”, ignorando el valor del individuo. Dios no piensa así. El se regocija aun más (si es posible) por el regreso del perdido que por la seguridad de los que están en casa. Del mismo modo, un ama de casa reúne a sus amigos para compartir su alegría cuando encuentra su moneda perdida. De la misma manera, como queda implícito, los fariseos debían unirse a la alegría de Dios por la salvación de los desposeídos.

Notas. 3-7 En Mat. 18:12-14 la parábola de la oveja perdida es una lección objetiva para que los discípulos cuiden de los miembros más débiles del rebaño de Dios. 7, 10 Gozo en el cielo y delante de los ángeles eran formas de decir que Dios mismo se regocijaba, pero también indican que el pueblo de Dios comparte ese regocijo. 8 La descripción de la mujer encendiendo una lámpara y barriendo su casa confirma que era una persona relativamente pobre que vivía en una pequeña casa campesina con una puerta baja y sin ventanas.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

15.2 ¿Por qué los fariseos y los escribas se molestaban cuando Jesús se relacionaba con estas personas? Los líderes religiosos se cuidaban mucho en mantenerse «limpios» conforme a la Ley del Antiguo Testamento. Incluso iban más allá de la Ley en cuidarse de cierta gente, situaciones y en el ritual de purificación. En contraste, Jesús tomó el concepto de «limpieza» sin darle mucha trascendencia. Se arriesgó a contaminarse al tocar leprosos y al no lavarse como los fariseos habían establecido y mostró total desdén por las sanciones que se aplicaban por relacionarse con cierta clase de personas. Vino para ofrecer salvación a los pecadores, a mostrar que Dios los ama. Jesús no se alteró con las acusaciones que le hicieron. En cambio, siguió en busca de quienes lo necesitaban sin importarle su pecaminosidad y el efecto que podría causar en su reputación. ¿Qué cosas le mantienen alejado de la gente necesitada de Cristo?15.3-6 Parece absurdo que el pastor deje las noventa y nueve ovejas para buscar una sola. Pero sabía que las noventa y nueve estaban seguras en el redil, mientras que la perdida estaba en peligro. Debido a que cada oveja tiene un alto precio, el pastor sabe que vale la pena buscar la perdida con diligencia. El amor de Dios por cada persona es tan grande que busca la seguridad de cada una y se regocija cuando la «encuentra». Jesús se relacionó con los pecadores porque El iba al encuentro de la oveja perdida, pecadores considerados sin esperanza, para darles las buenas nuevas del Reino de Dios. Antes que usted creyera, Dios lo buscó y su amor sigue buscando a los perdidos.15.8-10 Las mujeres palestinas recibían diez monedas de plata como regalo matrimonial. Estas monedas tenían un valor sentimental semejante al anillo de bodas y perder una era muy desesperante. Así como la alegría que significaría para una mujer hallar la moneda o el anillo extraviado, también los ángeles se regocijan cuando un pecador se arrepiente. Cada individuo es precioso para Dios. Se aflige por cada perdido y se regocija cuando encuentra y lleva al Reino a alguno de sus hijos. Quizás tendríamos más gozo en nuestras iglesias si testificamos del amor de Jesús y nos preocupamos por el perdido.15.12 La herencia del hijo menor era un tercio, la del hijo mayor era de dos tercios (Deu 21:17). En la mayoría de los casos, la recibían al morir el padre, aunque algunos padres optaban dividir su herencia antes y retirarse de la administración de sus bienes. Lo que no es usual aquí es que el hijo menor iniciara la división de los bienes. Mostraba así falta de respeto a la autoridad de su padre como cabeza de la familia.15.15, 16 De acuerdo a la Ley de Moisés, los cerdos eran animales inmundos (Lev 11:2-8; Deu 14:8). Esto significa que no se podían comer ni usar en sacrificios. Para protegerse de la contaminación, los judíos ni siquiera osaban tocarlos. Para un judío pararse delante de cerdos que se alimentaban era una gran humillación y para este joven comer lo que los cerdos dejaban era una degradación que iba más allá de lo creíble. El hijo menor realmente llegó a lo más bajo.15.17 El hijo menor, como muchos que son rebeldes e inmaduros, deseaba ser libre para vivir a su antojo. Necesitaba llegar a lo más bajo antes de recobrar el sentido. A menudo las personas deben pasar por gran pena y tragedia antes de mirar al Unico que puede ayudarlas. ¿Trata de vivir a su manera, con egoísmo, quitando todo lo que se le interponga en el camino? No pierda su conciencia, deténgase y mire antes de tocar fondo, sálvese y evite a su familia un dolor mayor.15.20 En las dos parábolas anteriores, los que buscaban dieron todo de sí para encontrar la moneda y la oveja que no podrían volver solas. En esta, el padre velaba y esperaba. Se enfrentaba a un ser humano con voluntad propia, pero estaba seguro que su hijo volvería. De la misma manera, el amor de Dios es persistente y fiel. Dios nos buscará y nos dará oportunidades para responder, pero no nos obligará a ir a El. Como el padre, nos espera con paciencia y desea que recobremos nuestros sentidos.15.24 La oveja se perdió porque vagó negligentemente (15.4); la moneda se perdió sin que tuviera culpa en ello (15.8); el hijo se dejó llevar por su egoísmo (15.12). El gran amor de Dios busca y halla pecadores, sin importar el porqué se perdieron.15.25-31 Fue duro para el hermano mayor aceptar el regreso de su hermano menor, y hoy en día tenemos esta misma dificultad para aceptar al hijo menor. Las personas arrepentidas después de ganar mala reputación por su vida de pecado, a menudo las ven con recelo en las iglesias donde algunas veces no están dispuestas a aceptarlas como miembros. Sin embargo, debemos regocijarnos como los ángeles en los cielos cuando un pecador se arrepiente y vuelve a Dios. Como Dios el Padre, debemos aceptar pecadores arrepentidos de todo corazón y brindarles apoyo y ánimo para que crezcan en Cristo.15.30 En la parábola del hijo pródigo, la respuesta del padre contrasta con la del hermano mayor. El padre perdonó porque estaba lleno de amor. El hijo se negó a perdonar por su despecho ante la injusticia de todo lo ocurrido. Con este resentimiento solo logró perderse el amor del padre como el hermano menor lo perdió. Si se niega a perdonar, se perderá una maravillosa oportunidad de experimentar gozo y comunión con otros. Haga que su gozo crezca: perdone a alguien que lo haya herido.15.32 En esta parábola, el hermano mayor representaba a los fariseos airados y resentidos porque los pecadores eran bien recibidos en el Reino de Dios. Después de todo, podrían pensar, hemos sacrificado y hecho muchísimo por Dios. Cuán fácil es resentirnos ante el bondadoso perdón que Dios da a otros, a los que consideramos peores pecadores que nosotros. Pero cuando nuestra justicia obstruye el camino de regocijarnos por la misericordia de Dios, no somos mejores que los fariseos.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 947 Mat 9:10; Mar 2:15; Luc 5:29; Luc 19:2

b 948 1Ti 1:15

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

recaudadores de impuestos. Véase coment. en Mt 5:46.

Fuente: La Biblia de las Américas

146 (e) TRES EJEMPLOS DE LA MISERICORDIA DE DIOS HACIA LOS PECADORES (15,1-32). Con tres parábolas, Lucas defiende el tema de que la misericordia de Dios rompe todas las restricciones humanas que le impedían actuar a favor de los pecadores. Ciertamente, la misericordia de Dios es tan imprudente como la del pastor que abandona a 99 ovejas para rescatar solamente a una; es como la de una mujer de que vuelve su casa patas arriba para recuperar una insignificante cantidad de dinero; como la de un padre judío que acoge con gran alegría a su perdido hijo que se había convertido en un pagano. Dado que los discípulos tienen a este Dios tan misericordioso, pueden embarcarse con toda confianza y gran alegría en el camino de Jesús hacia este Dios. 1-10. Lucas imagina el amor de Dios por los pecadores mediante las figuras de un hombre y de una mujer. 2. fariseos: →76-77 supra. Aunque Lucas no sitúe esta crítica de los fariseos a Jesús en una escena de comida o simposio (cf. 7,36-50; 11,37-54; 14,1-24), percibimos una alusión a la comensalidad de Jesús que a nadie discrimina. El problema básico entre Jesús y los fariseos lucanos sigue siendo el mismo: ¿Hay personas que están fuera de los límites de la misericordia de Dios? 4-7. Un paralelo a esta parábola se encuentra en Mt 18,12-14. 5. contento: El tema de la alegría inunda este capítulo (cf. también 15,6.7.9.10.23.24.29.32); tiene cuatro connotaciones: (1) Los motivos de universalidad, comunidad y soteriología están inextricablemente entreverados. (2) La conversión es una exigencia para encontrar la alegría. (3) La felicidad consiste esencialmente en una voluntad de participar en la propia alegría que Dios experimenta otorgando la salvación. (4) La llamada a participar del amor y de la alegría de Dios se realiza a través de Jesús (cf. P. L. Bemadicou, ScEs 30 [1978] 76-78). 6. perdido: Se convierte en estribillo a lo largo del capítulo: oveja perdida, moneda perdida (v. 9), hijo perdido (v. 24), hermano perdido (v. 32).

147 11-32. Esta parábola juega con el conocimiento previo que el auditorio tiene de las historias de dos hermanos, en las que el más joven triunfa sobre el mayor (o los mayores). Cf., p.ej., Esaú y Jacob (Gn 25,27-34; 27,1-36); José y sus hermanos (Gn 37,1-4). Jesús da la vuelta a lo esperado de dos formas: el hijo pródigo es una parodia del éxito alcanzado por el hermano menor; el mayor no es derrotado, sino que es invitado a la fiesta. 15-16. a cuidar cerdos: El hijo menor ha acabado en el más bajo de los trabajos según la perspectiva pagana. Cf. 8,26-39 sobre el símbolo de los cerdos. 17-19. El hijo menor expresa el despertar del arrepentimiento sacudiendo su interior. 20. corriendo: Conducta poco digna para un anciano caballero oriental. 22-23. Se representa el perdón del padre al hijo que se había convertido en un pagano: traje ceremonial; anillo de sello; zapatos, que manifiestan la posición de las personas libres. La carne, raramente comida, marca el carácter extraordinario de la ocasión. 24. Los estribillos «perdido y encontrado» y la mención de la alegría inundan el versículo. 25-32. Aunque frecuentemente ignorados, estos versículos forman parte integral de la parábola de los dos hijos y se dirigen al asunto de la autojustificación (cf. 15,2 sobre «los fariseos», y 15,7, donde «justo» puede tener el significado irónico de «autojustificado»). 30. ese hijo tuyo: El hijo mayor no quiere aceptar a su hermano «muerto», ni como alguien que aún vive ni como hermano suyo. 32. tu hermano: Los estribillos de «perdido y encontrado» y de la alegría se agolpan en la súplica del padre para que su hijo mayor acepte al hijo arrepentido como su hermano. El desafío de la parábola se intensifica porque su final queda abierto: ¿entrarán los justos en el lugar del banquete para divertirse con los pecadores y con el Dios que disfruta de su compañía? Sobre un posible paralelo a 15,11-32 en la tradición agádica oral sobre Rabí Eliezer ben Hyrcanus, cf. R. D. Aus, JBL 104 (1985) 443-69.

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

El capítulo que empieza con estos versículos es bien conocido de los lectores de la Biblia. Pocas páginas hay en la Santa Palabra que hay producido tan benéficos resultados como estas en el alma del hombre. Cuidemos de que nosotros también las aprovechemos.
Debemos observar primeramente la notable aseveración que respecto de nuestro Señor hicieron sus enemigos cuando se llegaban a él todos los publicamos y pecadores á oírlo, murmuraban los fariseos y los escribas, diciendo: «Este á los pecadores recibe, y con ellos come.» Es bien evidente que estas palabras fueron pronunciadas en tono de sorpresa y desprecio, y no de gozo y admiración. Estos ignorantes guías de los judíos no podían comprender que el proclamador de una religión se asociara con los malos. Y, no obstante, esas palabras produjeron buenos resultados. Fueron lanzadas en tono de reproche, pero Jesús las aceptó como una descripción de su misión, y con motivo de ellas pronunció tres de las parábolas más instructivas que hayan salido de sus labios.
La aseveración que hicieron los escribas y fariseos era rigurosa y literalmente cierta. Nuestro Señor Jesucristo recibe, á la verdad, á los pecadores. Los recibe para perdonarlos, para santificarlos y hacerlos dignos de entrar en los cielos. Esa es su misión especial. Con este fin vino al mundo. Vino á llamar no á los justos, sino á los pecadores al arrepentimiento. Y lo que fue sobro la tierra, lo es ahora que mora á la diestra del Padre, y lo será por toda la eternidad. Es verdaderamente el amigo de los pecadores.
¿Reconocemos nosotros nuestro pecado? ¿Confesamos que somos malos, y perversos, y culpables, y merecedores de la ira de Dios? ¿Nos es doloroso el recuerdo de nuestra vida pasada? ¿Nos ruborizamos cuando traemos á la memoria nuestra conducta de otros días? Entonces nosotros somos cabalmente, quienes deben acudir á Cristo sin tardanza. Cristo nos recibirá con benignidad, nos perdonará espontáneamente y nos dará la gloria eterna. No vayamos á perdernos por no acudir á él para obtener la salvación.
Debemos observar, además, los símiles notables bajo los cuales nuestro Señor manifiesta cual es la naturaleza de su amor para con los pecadores. Se nos dice que, en respuesta á la observación irrisoria de sus enemigos, pronunció tres parábolas–la parábola de la oveja perdida, la de la dracma y la del hijo pródigo. Tenemos á la vista las dos primeras.
Todas tres explican y ejemplifican una misma verdad. Todas tres manifiestan la voluntad que Cristo tiene de salvar á los pecadores.
El amor de Cristo se manifiesta en una actividad incansable. Así como el pastor no se sentó con los brazos cruzados á lamentar la pérdida de su oveja y la mujer no se quedó quieta llorando la pérdida de su moneda, nuestro bendito Señor no se contentó con permanecer en su trono apiadándose de los pecadores. Dejó la gloria de que disfrutaba con el Padre, y se humilló para hacerse semejante al hombre. Descendió al mundo á salvar lo que se había perdido, y no descansó hasta que no hubo hecho expiación por nuestros pecados, producido una justificación imperecedera, preparado redención eterna, y abierto la puerta de la vida á todos los que deseen ser salvos.
El amor de Cristo es un amor acompañado de abnegación. El pastor prefirió traer la oveja perdida en sus hombros, más bien que dejarla perder. La mujer encendió una vela y barrió la casa, y busco con diligencia, y no ahorró esfuerzo alguno hasta hallar la moneda. Y, de la misma manera, Cristo llevó el sacrificio hasta el punto de entregarse á sí mismo. «él sufrió la cruz menospreciando la vergüenza,» » El dio su vida por sus amigos.» Nadie tiene mayor amor que este. Joh 15:13; Heb 12:2.
El amor de Cristo es profundo y vehemente. Así como el pastor se regocijó de encontrar la oveja, y la mujer la moneda, así se regocija Jesús de salvar á los pecadores. Acabar la obra que vino á hacer fue su «comida y su bebida» cuando estuvo sobre la tierra; y se sintió angustiado hasta que la consumó. El tiene más voluntad de salvar á los pecadores que estos de ser salvos.
Procuremos entender algo de la naturaleza del amor de Cristo. Es un amor que sobrepuja todo conocimiento. Es indescriptible é insondable. A él, á ese amor es que debemos confiar nuestras almas si queremos paz en esta vida y gloria en la otra. Si confiamos en el amor que tengamos hacia Cristo, estamos edificando en la arena movediza; mas si nos apoyamos en el amor de Cristo hacia nosotros, estamos edificando sobre una roca.
En estos versículos notamos, por último, los estímulos que Cristo presenta á tos que se arrepientan. El versículo 7 contiene estas importantes palabras: «Habrá gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente.» Más abajo se encuentra el mismo pensamiento. «Hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.» La misma expresión se encuentra dos veces para no dejar duda alguna. La misma idea ha sido repetida para no dar margen á la incredulidad del hombre.
Estos dichos son profundos á la verdad. Nuestro débil entendimiento no alcanza á comprender como el gozo perfecto del cielo pueda ser susceptible de aumento. Pero una cosa es bien clara: que Dios tiene voluntad infinita de recibir á los pecadores. Por malvado que un hombre haya sido, el día que se arrepienta de sus culpas, y se acerque el Padre implorando la protección de Jesucristo, Dios se regocijará de ello. El no siente júbilo en la condenación de los réprobos, pero sí se alegra de un arrepentimiento verdadero.
Que el que tenga temor de arrepentirse, considere bien los versículos de que venimos tratando y haga á un lado toda timidez. No hay nada de parte de Dios que justifique sus temores. «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos los perdone, y nos limpie de toda maldad..
Que el que tenga vergüenza de arrepentirse medite sobre estos versículos, y se despoje de todo encogimiento. ¿Qué importa que el mundo se burle y se ría de su arrepentimiento? Mientras que los hombres hacen burlas, los ángeles se están regocijando. El cambio que los hombres llaman insensatez es el que llena el cielo de alegría.
¿Nos hemos arrepentido nosotros? He aquí la cuestión que más nos interesa. ¿De qué nos sirve conocer el amor de Cristo en teoría? «Si sabéis estas cosas, bienaventurados sois si las hiciereis.» Joh 13:17.

Fuente: Los Evangelios Explicados

publicanos… pecadores…Luc 5:29-30.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

O, publicanos; i.e., los que explotaban la recaudación de los impuestos romanos

Lit., El

Fuente: La Biblia de las Américas

g Luc 5:29-30.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

Los escribas y fariseos murmuran del Señor, porque recibe a los pecadores. Les responde proponiéndoles tres parábolas, la de la oveja perdida, la de la dracma, que perdió y halló la mujer, y la del hijo pródigo.

1 a. El Griego: pántes, todos.

3 b. En Mt 17 se halla esta misma parábola, aunque con diferente instrucción.

7 c. Que después de una vida estragada y corrompida se convierte sinceramente, y hace penitencia de sus pecados.

d. Sin que impidan esta justicia aquellos defectos cotidianos y veniales a que están sujetos los mismos justos. En otro sentido puede también entenderse de aquellos que se tienen por justos, y no se cuidan de hacer penitencia de sus defectos; porque o no los conocen, o no los quieren conocer. Véase la nota al v. 28.

8 e. Una dracma ática equivalía al denario romano, y casi a dos reales de vellon de nuestra moneda.

f. MS. Aguciosamiente.

11 g. Estos dos hijos representan, el uno a los justos que viven siempre sometidos a la voluntad de Dios; el otro a los pecadores, que después de haber recibido infinitos bienes de la bondad y liberalidad divina, le vuelven villanamente las espaldas, y sacuden el yugo de su obediencia. El primogénito puede también representar al pueblo judío, y el más joven al gentil; por cuanto el primero hace alarde de su obediencia, y rehusa recibir a su hermano; en lo que se muestra el carácter e índole de aquella nación. Véanse las notas a los vv. 7 y 8, 29 y 30.

12 h. Mi legítima. MS. Quantom cae. Debemos estar siempre unidos con Dios; porque en el momento que le pidamos que nos de lo que nos toca de derecho, lo perderemos todo, y moriremos.

13 i. Este país distante es el olvido de Dios. El pecador en este estado disipa los dones de Dios, y cae en una vergonzosa pobreza. Se hace esclavo del demonio, que le induce a los vicios y pasiones más infames, en las que inútilmente busca saciar la cruel hambre que le acaba.

16 j. La palabra siliquae de la Vulgata, en todo su rigor significa la vaina de las legumbres, lo que suele ser pasto ordinario de cerdos; mas atendiendo al Griego, keratíon, que se halla en este texto, puede significar la algarroba, por ser este fruto muy abundante en la Palestina, Siria, Rodas, Jonia. Otros trasladan bellotas, cáscaras.

k. Ni se compadecían de él.

17 l. MS. Soldaderos son abondados de pan.

19 m. Apartándome de tu obediencia, perdí el nombre de hijo.

20 n. Todo esto representa los diversos grados de la conversión del pecador. Vuelve sobre sí, conoce su miseria, y la grande dicha que hay en servir a Dios; se resuelve a dejar el pecado, a apartarse de todo aquello que puede servirle de ocasión de pecar; y volverse a Dios, a quien mira siempre como a su Padre: le pide, como una singular gracia, que le ponga en la suerte de los últimos de su casa; y por último ejecuta sin dilación lo que ha resuelto.

22 o. Priman quiere decir el primero, o principal vestido, y como expresa el Griego: el más precioso. Que es símbolo de la gracia santificante que Dios da a los que se convierten.

p. Bondad infinita del Señor, que recibe en su gracia al pecador convertido, le adorna de sus más preciosos dones, y le alimenta de la carne de Jesucristo.

28 q. La misericordia de Dios con los pecadores es tan grande, que pudiera dar celos a los mismos justos, si estos fueran capaces de tenerlos. Este hijo mayor, disgustado de esta suerte, representa a los fariseos, que teniéndose por justos, no podían sufrir que Jesucristo conversase, y se familiarizase tanto con los pecadores, dándoles tan particulares muestras de su amor y benevolencia.

r. Representándole amistosamente y con cariño, que aquello, lejos de darle motivo de enojo, debía por el contrario llenarle de alegría, por las razones que después le alega.

31 s. No pierdes nada por esto, cuando todo lo que yo tengo es para ti.

Fuente: Notas Bíblicas

[1] La que es un tipo de Efrayím.

[2] El corazón de Moshiaj es hacer volver al los exiliados al redil.

[3] A reference to Israel-Efrayím.

[4] De Israel.

[5] Una referencia al redescubrimiento de las diez tribus.

[6] Una actitud apropiada de la mujer, la cual es un tipo de una Israelita justa, (y su reacción) ante al retorno de cualquiera de las diez tribus.

[7] Esta parábola tiene que ver con los dos hijos biológicos de El El Padre YHWH, Judah y Efrayím, y muestra como Judah no debería de reaccionar ante el retorno de Efrayím, en contraposición a la reacción correcta descrita en los versículos del 1-10.

[8] En las Escrituras Israel-Efrayím son aquellos a los que se refieren como los que están lechos, o lechos de Jerusalén, como en los pasajes que encontramos en Efe 2:13, Efe 2:17 y Dan 9:7.

[9] El verdadero arrepentimiento de Efrayím y su confesión.

[10] La reacción de El Padre YHWH al retorno de Efrayím.

[11] Regocijándose por el retorno de Efrayím a la casa de El Padre.

[12] Judah.

[12] Judah.

[13] Muchos en Judah han tenido siempre un problema con entender el significado verdadero del retorno de Efrayím.

[14] La reacción típica ante el regreso de Efrayím de las naciones. Esta reacción prevalece aún hoy en día.

[15] Defendía la Torah.

[16] Observa la reacción de Judah, “Tu hijo” no “mi hermano.” El (Judah) rehusa reconocer a Efrayím como un hermano, viéndolo más bien como un pagano que ha traicionado a YHWH, y permanece como un granjero de cerdos.

[17] El comentario de El Padre sobre el reencuentro familiar.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero