Entonces enviaron a él algunos de los fariseos y de los herodianos para que le sorprendiesen en alguna palabra.
12:13 — Y le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos — Véase 3:6, comentarios. Sobre el carácter de éstos que ahora vienen al encuentro con Jesús, véase Luc 20:20. Son hipócritas (ver. 15). — para que le sorprendiesen en alguna palabra — Tienen un solo propósito: el de hallar con qué acusarle a Jesús y condenarle. Esperan hallarlo por medio de enviarle diferentes líderes doctos que logren entramparle en alguna palabra que hable. El primer grupo llega con el tema de pagar los impuestos a Roma. Los fariseos, muy separatistas, se oponían fuertemente al pago de ellos, y los herodianos, el partido designado por Roma para gobernar, estaban a favor de ello. Pero se juntan ahora para derrotar a Jesús.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
le enviaron algunos de los fariseos. Sal 38:12; Sal 56:5, Sal 56:6; Sal 140:5; Isa 29:21; Jer 18:18; Mat 22:15, Mat 22:16; Luc 11:54; Luc 20:20.
y de los herodianos. Mar 3:6; Mar 8:15; Mat 16:6.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
los herodianos se mencionan tres veces en el NT. todas en conjunto con los fariseos. Los herodianos deseaban matar a Jesús porque Él amenazaba su autoridad (Mat 3:16; Mat 22:16). Su intento de sorprender a Jesús en alguna palabra era la esperanza de que Jesús dijera alguna cosa que pudiera ser digna de su arresto.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
fariseos … herodianos. Mateo indica que los discípulos de los fariseos acompañaban a los herodianos. Los fariseos seguramente esperaban que Jesús no los reconociera y, por esto, bajara la guardia ante la pregunta aparentemente sincera de ellos. Los herodianos eran un partido político judío que apoyaba a Herodes Antipas, quien era en la práctica un títere de Roma (vea la nota sobre Mat 22:16).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
La segunda de una serie de preguntas que los líderes religiosos judíos esperaban pusiera en evidencia a Jesús declarándose a sí mismo como alguien que apoyaba la insurrección (cp. Mar 11:28). En este caso se toca el tema controversial del pago de impuestos a Roma.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
12:13 — Y le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos – Véase 3:6, comentarios. Sobre el carácter de éstos que ahora vienen al encuentro con Jesús, véase Luc 20:20. Son hipócritas (ver. 15).
–para que le sorprendiesen en alguna palabra – Tienen un solo propósito: el de hallar con qué acusarle a Jesús y condenarle. Esperan hallarlo por medio de enviarle diferentes líderes doctos que logren entramparle en alguna palabra que hable. El primer grupo llega con el tema de pagar los impuestos a Roma. Los fariseos, muy separatistas, se oponían fuertemente al pago de ellos, y los herodianos, el partido designado por Roma para gobernar, estaban a favor de ello. Pero se juntan ahora para derrotar a Jesús.
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL CÉSAR Y DIOS
Marcos 12:13-17
Seguidamente Le enviaron a Jesús a algunos de los fariseos y de los herodianos para que trataran de atraparle en Sus propias palabras. Se Le acercaron, y Le dijeron:
Maestro: Sabemos que eres genuino, y que no Te dejas influenciar por nadie, porque no haces discriminaciones; y que enseñas el camino de Dios con integridad. ¿Es correcto pagar tributo al César, o no? ¿Tenemos que pagarlo? ¿O no tenemos que pagarlo?
Jesús sabía muy bien que estaban representando un papel; y les dijo:
-¿Por qué estáis intentando ponerme a prueba? Traedme un denario, y dejadme verlo.
Así es que Le trajeron uno. Y ÉL les dijo:
-¿De quién es esta imagen, y la inscripción que hay alrededor?
Del César Le contestaron a Jesús; y Él les dijo:
-Pues dadle al César lo que le corresponde al César, y a Dios lo que Le corresponde a Dios.
Y ellos se quedaron totalmente alucinados.
Hay toda una historia detrás de esta astuta pregunta, y una historia bien amarga. Herodes el Grande había gobernado toda Palestina como un rey dependiente de Roma. Había sido leal a los Romanos, y ellos le habían respetado, y le habían concedido una libertad considerable. Cuando murió en el año 4 a C. había dividido el reino en tres partes. A Herodes Antipas le dio Galilea y Perea; a Herodes Felipe le dio el distrito inhóspito al Nordeste en torno a Traconítide, Iturea y Abilena; a Arquelao le dio el país del Sur, incluyendo Judasa y Samaria.
Antipas y Felipe se acomodaron pronto, y gobernaron normalmente bien; pero Arquelao fue un completo fracaso. El resultado fue que el año 6 d C. los Romanos tuvieron que hacerse cargo directamente del gobierno. La situación era tan insatisfactoria que la parte Sur de Palestina ya no se pudo dejar como un reino tributario semi-independiente; tuvo que pasar a ser una provincia gobernada por un procurador.
Las provincias romanas se dividían en dos clases: las que eran pacíficas y no necesitaban tropas las gobernaba el senado por medio de procónsules; pero las que eran conflictivas y requerían tropas las gobernaba directamente el emperador mediante procuradores. El Sur de Palestina pertenecía naturalmente a la segunda categoría, y el tributo se le pagaba al emperador.
El primer acto del gobernador, Cirenio, fue hacer un censo del país a fin de preparar debidamente el cobro de los impuestos y la administración general. La sección más tranquila de la población lo aceptó como una necesidad inevitable; pero un cierto Judas el Gaulonita levantó oposición violenta. Rugió que » el tributo no era en nada mejor que la esclavitud.» Convocó al pueblo a revelarse, y dijo que Dios los ayudaría solamente si empleaban toda la violencia de que fueran capaces. Tomó como lema que «Para los judíos Dios era el único Rey.» Los Romanos acabaron con Judas con su acostumbrada eficacia; pero su grito de guerra no se silenció nunca del todo: «¡No pagar el tributo a los Romanos!», y se convirtió en el de los patriotas judíos más fanáticos.
Los tributos que se imponían corrientemente eran de tres clases.
(i) El impuesto sobre el terreno, que consistía en una décima parte de todo el grano, y una quinta del vino y de la fruta. Esto se pagaba parcialmente en especie, y parcialmente en dinero.
(ii) El impuesto sobre la renta, que se elevaba al uno por ciento de los ingresos de la persona.
(iii) El impuesto personal o de capitación, que se cobraba a todos los varones de 14 a 65 años y todas las mujeres de 12 a 65. Este impuesto personal era un denarius, aproximadamente 7 pesetas por cabeza. Era el impuesto que todos tenían que pagar simplemente por el privilegio de existir.
El enfoque de los fariseos y los herodianos era muy sutil. Empezaron con adulación. Esa adulación tenía por objeto conseguir dos cosas: disipar las sospechas que pudiera tener Jesús; y comprometerle a dar una respuesta para no perder totalmente Su reputación.
En vista de todas las circunstancias, la cuestión que Le plantearon a Jesús los fariseos y los herodianos era una obra maestra de astucia. Tienen que haber pensado que Le colocarían entre la espada y la pared con un dilema inescapable. Si decía que era legal pagar tributo, habría perdido para siempre Su influencia con el populacho, que Le consideraría un traidor y cobarde. Si decía que no era legal pagar tributo, podían delatarle a los Romanos, que Le detendrían por revolucionario. Tienen que haber estado seguros de que Le estaban tendiendo una trampa a Jesús de la que no Se podría escapar.
Jesús les dijo: «Enseñadme un denarius.» Notamos de pasada que Jesús no tenía ni siquiera una moneda. Les preguntó de quién era la imagen que estaba grabada. Sería la de Tiberio, el emperador reinante. Todos los emperadores se llamaban césares. Alrededor de la imagen aparecería el título que declaraba que esta era su moneda: «De Tiberio César, el divino Augusto, hijo de Augusto.» Y, por el otro lado aparecería el título de «Pontifex Maximus», «Sumo sacerdote de la Nación Romana.»
Si queremos que este incidente nos resulte inteligible debemos comprender la opinión que se tenía en la antigüedad de la moneda. En cuanto a la acuñación de moneda, los pueblos antiguos tenían tres principios consecuentes.
(i) La acuñación de moneda era una señal de poder. Cuando uno conquistaba una nación, o se revelaba con éxito, lo primero que hacía era acuñar su propia moneda. Eso de por sí era la garantía definitiva de soberanía y poder.
(ii) En todos los momentos y lugares en que la moneda estuviera en curso, la autoridad del rey se mantenía firme. Los dominios de un rey se medían por el área en que su moneda era de curso oficial.
(iii) Como una moneda tenía la efigie del rey y su inscripción, se reconocía, por lo menos en algún sentido, que era su propiedad personal. La respuesta de Jesús fue por tanto: » Al usar la moneda de Tiberio, vosotros reconocéis de hecho su poder político en vuestra tierra. Aparte totalmente de eso, la moneda es suya, porque lleva su nombre. Al dársela en el tributo le dais lo que ya era suyo de todas maneras. Dádselo; pero recordad que hay una esfera de la vida que pertenece a Dios y no al César.»
Nunca jamás ha establecido nadie un principio más influyente. Mantenía Jesús al mismo tiempo el poder civil y el poder religioso. Rawlinson nos recuerda lo que el gran historiador Lord Acton dijo acerca de esto: » Esas palabras… daban al poder civil, bajo la protección de la conciencia, un carácter sagrado que no había tenido nunca y cuyos límites no se le habían reconocido nunca, y eran la repudiación del absolutismo y la inauguración de la libertad.» Pero, al mismo tiempo, estas palabras afirmaban los derechos del estado y la libertad de conciencia. Como decía Calderón:
Al rey la hacienda y la vida se ha de dar; pero el honor es patrimonio del alma, y el alma sólo es de Dios.
En general, el Nuevo Testamento establece tres grandes principios en cuanto a la relación del cristiano individual con el Estado.
(i) El Estado ha sido ordenado por Dios. Sin las leyes del Estado, la vida sería un caos. Las personas no pueden vivir juntas a menos que estén de acuerdo en obedecer las leyes de la vida en común. Sin el Estado hay muchos servicios que no se podrían disfrutar. Ninguna persona puede tener su provisión de agua, su propio sistema de alcantarillado y de transporte, su propia organización de seguridad social. El Estado es el origen de muchas de las cosas que hacen vivible la vida.
(ii) Ninguna persona puede aceptar todos los beneficios que le otorga el Estado sin aceptar sus responsabilidades. No cabe duda que el gobierno romano trajo al mundo antiguo una sensación de seguridad que no había tenido nunca antes. En su mayor parte, excepto en ciertas áreas especiales, los mares estaban limpios de piratas, y las carreteras de bandoleros; las guerras civiles habían cedido el paso a la paz, y las tiranías caprichosas a la justicia imparcial romana. Como escribió E. J. Goodspeed: » Fue la gloria del Imperio Romano el traer la paz a un mundo en conflicto. Bajo su autoridad, las regiones de Asia menor y del Oriente gozaron de tranquilidad y seguridad en una medida y por un tiempo desconocidos antes, y probablemente después. Esto era la pax romana. Los provincianos, bajo el gobierno de Roma, se encontraban en posición para llevar a cabo sus negocios, proveer para sus familias, mandar sus cartas y hacer sus viajes con seguridad gracias a la mano poderosa de Roma.» Sigue siendo verdad que ninguno puede recibir honradamente todos los beneficios que confiere el vivir en un Estado y sacudirse todas las responsabilidades de la ciudadanía.
(iii) Pero hay un límite. E. A Abbott tiene un pensamiento sugestivo. La moneda tenía la imagen del César, y por consiguiente pertenecía al César. El ser humano tiene la imagen de Dios -Dios le creó a Su propia imagen (Ge 1:23 s) ; y por tanto pertenece a Dios. La conclusión inevitable es que, si el Estado se mantiene dentro de sus propios límites y hace sus propias demandas, el individuo debe darle su lealtad y servicio; pero en último análisis, tanto el Estado como el individuo pertenecen a Dios y, por tanto, si sus demandas están en conflicto, la lealtad a Dios ocupa el primer lugar. Pero sigue siendo verdad que, en todas las circunstancias normales, el Cristianismo debe hacer a cada uno mejor ciudadano que el que no es cristiano.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
La pregunta sobre el tributo romano (Mar 12:13-17)
Análisis de discurso
En este pasaje, como en otras oportunidades, Jesús contesta a la pregunta que se le hace con otra pregunta (ver Mar 10:3; Mar 11:29). En este caso, la pregunta que le hacen los fariseos y los herodianos está perfectamente construida como un quiasmo; su propósito es hacer que Jesús tome una posición política y se expida sobre el asunto de los impuestos (Myers, 310-311).
a. Maestro (didaskale), sabemos que eres hombre veraz (alēthēs)
b. Y que no te cuidas de nadie
b’. Porque no miras la apariencia de los hombres
a’. Sino que con verdad (alētheias) enseñas (didaskeis) el camino de Dios
En la conversación que sigue a la pregunta inicial se prepara el camino para la afirmación final, que se presenta como el centro gravitacional de todo el pasaje, la perla que se ha conservado dentro de este ropaje narrativo: Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Dos mil años después, los estudiosos del Nuevo Testamento todavía están tratando de entender qué quiso decir Jesús con esto.
TÍTULO: Sugerimos como título “La pregunta sobre el tributo romano”.
Análisis textual y morfosintáctico
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Los herodianos eran los partidarios de Herodes. No eran un grupo religioso, sino político. Para que lo sorprendieran en alguna palabra puede también traducirse: «Para hacerle decir algo de que pudieran acusarlo» (DHH). La idea es que querían tenderle una trampa (ver TLA).
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Mar 3:6; Mat 16:1; Mat 8:11.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
— fariseos y los del partido de Herodes: Ver notas a Mat 3:7 y Mat 22:16.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Impuestos para el César (ver Mat. 22:15-22; Luc. 20:20-26). Esta pregunta la hicieron por aquellos que ya habían rechazado a Jesús y sólo lo querían atrapar. Si Jesús consentía en pagar tributo al César, los patriotas judíos lo rechazarían; pero si se oponía los romanos lo arrestarían. Este asunto hubiera sido importante para aquellos en la iglesia que estaban padeciendo persecución, fuera en Roma o en otra parte, pero que querían aparentar que eran ciudadanos ideales. La respuesta de Jesús significaba que si vamos a disfrutar los beneficios de un Estado, tendremos que pagar el precio en la forma de impuestos, etc. Pero la estocada de su contestación dio en el blanco, según la opinión de los fariseos y los herodianos. Si debemos dar al César lo que le pertenece, entonces también debemos dar a Dios lo que es de él, cosa que ellos no estaban cumpliendo.
Para una iglesia perseguida en el Imperio Romano, tendría un significado más profundo, aunque Marcos no lo menciona. Si el César pide lo que le pertenece a Dios, y no a él, ellos por razones de conciencia no se lo podían dar. De manera que muchos cristianos murieron por rehusar dar una pizca de incienso a la estatua del César. De la misma manera, algunos cristianos sufren en nuestro día al rehusar inclinarse ante las efigies de emperadores, dictadores y presidentes. No podemos adorar a personas, partidos, o naciones, sino solamente a Dios.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
NOTAS
(1) O: “y de los herodianos”.
REFERENCIAS CRUZADAS
s 578 Mar 3:6
t 579 Mat 22:15; Luc 20:20
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
fariseos y…herodianos. Véase coment. en Mt 3:7 y 22:16.
sorprenderle en alguna palabra. Véase coment. en Mt 22:15.
Fuente: La Biblia de las Américas
13 (1) Con respecto a los vs.13-17, véanse las notas de Mat_22:15-22 .
13 (2) Véase la nota 6 (1) del cap.2.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
Observemos al comenzar este pasaje, como hombres de opiniones religiosas diferentes pueden unirse para hacerle la oposición á Cristo. Leemos, que los «fariseos y herodianos» se unieron para pescar á nuestro Señor alguna palabra,» y embarazarlo con una cuestión difícil. Los fariseos eran supersticiosos y formalistas, que no se cuidaban sino de las ceremonias externas de la religión. Los herodianos eran hombres mundanos, que despreciaban toda religión, y se ocupaban más de agradar á los hombres que á Dios. Sin embargo, cuando se presentó entre ellos un maestro que atacaba las pasiones dominantes de unos y otros, y no perdonaba ni al formalista ni al mundano, los vemos haciendo causa común, y uniéndose en un esfuerzo combinado para cerrarle los labios.
Así ha acontecido desde el principio del mundo, y podemos ver que lo mismo se repite hoy día. Los formalistas y los mundanos simpatizan muy poco, no aceptan sus principios respectivos, y se desprecian mutuamente. Pero hay algo que á ambos desagrada más, y es el Evangelio puro de Cristo. De aquí es que siempre que se presenta una oportunidad de hacerle la oposición al Evangelio, veremos siempre al mundano y al formalista hacer una liga para obrar de acuerdo. De ellos no debemos esperar misericordia; ninguna mostrarán. No debemos contar con sus divisiones, pues compaginarán siempre una alianza para resistir á Cristo.
Observemos, además, en este pasaje, la sutileza exquisita de la cuestión propuesta á nuestro Señor. Sus enemigos le preguntaron: » ¿Es legítimo pagar tributo á César, el emperador romano, ó no? ¿Le daremos, ó no?» Cuestión era esta, que á primera vista parecía imposible contestar sin peligro. Si nuestro Señor hubiera contestado, «Dad,» los fariseos lo hubieron acusado ante los sacerdotes de que El consideraba la nación judía subyugada á Roma. Si nuestro Señor hubiera replicado, «No deis,» los herodianos lo hubieran acusado ante Pilatos, como un sedicioso que predicaba rebelión contra el gobierno romano. El lazo habla estado bien tendido. Seguramente que en ello vemos la mano astuta y hábil de uno que es más poderoso que el hombre; allí estaba el diablo, la antigua serpiente.
Haríamos bien en recordar que de todas las cuestiones que han dejado perplejos á los cristianos, ninguna ha resultado ser tan intrincada y embarazosa, como lo que los fariseos y herodianos propusieron en este caso. Qué es lo que se debe dar á César, y qué á Dios; cuales son los limitas de los derechos de la iglesia, y en donde comienzan los derechos del estado ; que pretensiones civiles y cuales espirituales son legítimas ; todos estos son problemas profundos y enredados que ha sido difícil para los cristianos desatar, y casi imposible resolver. Oremos á Dios por vernos libres de ellos. Nunca sufre más la causa de Cristo como cuando el diablo logra arrastrar las iglesias á pleitos y cuestiones con el poder civil. En tales luchas se pierde un tiempo precioso, se emplean mal las fuerzas, los ministros se distraen de la obra que es propia de ellos, sufren las almas, y una victoria que la iglesia gane resulta ser poco menos que una derrota. «Señor, danos paz en nuestros días,» es una plegaria de mucha significación, y que debería siempre encontrarse en los labios de los cristianos.
Observemos, en último lugar, la sabiduría maravillosa que mostró nuestro Señor en su respuesta á sus enemigos. Sus lisonjas no lo engañaron: «conocía su hipocresía.» Sus ojos que todo lo veían descubrieron, que tenia en su presencia «vasijas de barro cubiertas do escorias de plata,» Prov. 26.23; así es que no lo engañaron, como á muchos de Su pueblo, con su lenguaje pomposo y sus discursos elocuentes.
Hizo que lo que acostumbraban manejar diariamente sus enemigos le suministrara una respuesta á sus astutas cuestiones. Leí dijo que «Le llevaran un denario,» moneda que tenían el hábito de usar. Pregúntales «de quien era la imagen y la inscripción » que se encontraban grabadas en aquel denario; y se vieron obligados á contestar «de César.» Ellos mismos estaban usando una moneda romana, que había sido acuñada y puesta en circulación por el gobierno romano. Confesaban así ellos mismos que estaban bajo el poder de los romanos, pues, de otra manera, la moneda romana no hubiera tenido curso entre ellos.
Inmediatamente nuestro Señor los reduce al silencio con esas memorables palabras: «Dad al César lo que es del César, y á Dios lo que es de Dios.» Les ordena pagar tributo al gobierno romano de las cosas temporales, pues al usar su moneda se confesaban obligados á hacerlo; pero, al mismo tiempo, les manda prestar obediencia á Dios en todo lo que fuera espiritual, y que no fueran á suponer que los deberes que debemos llenar con un soberano terrenal y un soberano celeste son incompatibles. En una palabra, ordena al orgulloso fariseo no rehusar lo que debe á César, y al herodiano mundano no rehusar lo que debe á Dios.
Que esta decisión magistral nos enseñe este gran principio, que el verdadero Cristianismo no tiene que intervenir nunca con la obediencia que se debe tributar á los poderes civiles. Tan lejos está que así sea, que la verdadera religión de Cristo debe formar súbditos pacíficos, leales, y fieles, que consideren á los poderes existentes como «ordenados por Dios,» y someterse á sus reglamentos y ordenanzas mientras la ley está vigente, aunque no los aprueben del todo. Si la ley de la tierra y la ley de Dios estuvieren en oposición, no hay duda que su conducta es obvia: deben obedecer á Dios antes que á los hombres; como los tres mancebos, aunque sirvan á un rey pagano, no deben prosternarse ante un ídolo. Como Daniel, aunque se sometan á un gobierno tiránico, no deben suspender sus oraciones para hacerse agradables á los que mandan.
Pidamos á menudo en nuestras oraciones provisión más abundante de ese espíritu de sabiduría que mora tan profusamente en nuestro bendito Señor. Muchos son los males que á la iglesia de Cristo se le han originado á consecuencia de las ideas torcidas respecto á las posiciones relativas que ocupan el gobierno de Dios y el civil. Muchos son los rompimientos y muchas las divisiones que se han ocasionado por no haberse formado una idea exacta de sus derechos respectivos. Feliz el que recuerda la decisión de nuestro Señor en este pasaje, la entiende bien, y la aplica apropiadamente a las circunstancias de la época en que vive.
Fuente: Los Evangelios Explicados
alguna palabra… Lit. una palabra (o con una palabra).
Fuente: Biblia Textual IV Edición
R786 El artículo τῶν se repite para indicar distintos grupos de personas.
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
Lit. en una palabra (o con una palabra).