Volvieron a Jerusalén. Luego, mientras él andaba por el templo, vinieron a él los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos,
11:27 — Volvieron entonces a Jerusalén (es el día martes) ; y andando él por el templo, vinieron a él los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos — Mateo (21:23) y Lucas (20:1) informan que al llegar al templo aquel día Jesús comenzó a enseñar y a predicar el evangelio. Los distinguidos líderes de los judíos, de los cuales fueron escogidos los miembros del Sanedrín, no le interrumpen, sino le hallan andando en el templo y entonces le presentan una pregunta.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
andando él por el templo. Mal 3:1; Mat 21:23-27; Luc 20:1-8; Jua 10:23; Jua 18:20.
los principales sacerdotes. Mar 14:1; Sal 2:1-5; Hch 4:5-8, Hch 4:27, Hch 4:28.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Los líderes religiosos (v. Mar 11:27), los cuales estaban ahora tramando un complot para matar a Jesús (v. Mar 11:18), preguntaron a Jesús sobre la
(1) naturaleza y
(2) fuente de su autoridad, tal vez porque Él no había declarado abiertamente que era el Mesías.
estas cosas se refiere a la autoridad que Jesús usó para limpiar el Templo (vv. Mar 11:15-17).
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
templo. Nuevamente se trata del atrio de los gentiles, más específicamente el pórtico de Salomón o el pórtico real del lado sur del atrio (cp. v. Mar 11:11; Jua 10:23; Hch 5:12). los principales sacerdotes. Vea la nota sobre Mat 2:4. El grupo que se encontró con Jesús pudo haber incluido a Anás y Caifás, quienes sirvieron regularmente por varios años (Luc 3:2). Debido a la importancia de esta confrontación, el capitán del templo, el segundo oficial más alto, pudo haber estado también presente.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
11:27 — Volvieron entonces a Jerusalén (es el día martes) ; y andando él por el templo, vinieron a él los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos — Mateo (21:23) y Lucas (20:1) informan que al llegar al templo aquel día Jesús comenzó a enseñar y a predicar el evangelio. Los distinguidos líderes de los judíos, de los cuales fueron escogidos los miembros del Sanedrín, no le interrumpen, sino le hallan andando en el templo y entonces le presentan una pregunta.
Fuente: Notas Reeves-Partain
PREGUNTA ASTUTA
Y RESPUESTA IMPACTANTE
Marcos 11:27-33
Una vez más llegaron a Jerusalén; y, cuando Jesús iba andando por el Templo, los principales sacerdotes y los maestros de la Ley y los ancianos se dirigieron a El y Le preguntaron:
-¿Con qué clase de autoridad haces Tú estas cosas? O ¿quién Te autorizó para hacer estas cosas?
-Yo también os plantearé una cuestión -les contestó Jesús-; y, si me la resolvéis, os diré con qué clase de autoridad hago estas cosas: ¿Era el bautismo de Juan cosa del Cielo o cosa de hombres? ¡Contestadme!
Ellos se pusieron a discutir el asunto entre sí.
-Si decimos: «Del Cielo,» Él dirá: «Entonces, ¿por qué no le creísteis?» Pero, ¿qué si decimos: «De los hombres»? -Porque le tenían miedo a la gente, porque todos creían sinceramente que Juan era un profeta. Así es que Le contestaron a Jesús:
-Pues no lo sabemos.
Y entonces Jesús les dijo también a ellos:
-Pues tampoco Yo os digo con qué clase de autoridad hago estas cosas.
En el recinto del Templo había dos claustros famosos, uno hacia el Este y otro al lado Sur del Atrio de los Gentiles. El del Este se llamaba el Pórtico de Salomón. Era una arcada impresionante hecha de columnas corintias de 10 metros de altura. El del Sur era todavía más espléndido. Se llamaba el Claustro Real. Estaba formado por cuatro hileras de columnas de mármol blanco, cada una de las cuales tenía dos metros de diámetro y ocho metros de altura. Había 162 columnas. Era corriente que los rabinos y los maestros se pasearan por estos atrios enseñando al mismo tiempo. Casi todas las grandes ciudades de los tiempos antiguos tenían estos claustros. Protegían del sol y del viento y la lluvia, y de hecho era en estos lugares donde se enseñaba la mayor parte de las ideas religiosas y filosóficas. Una de las escuelas de pensamiento más famosas de la antigüedad fue la de los estoicos. Recibieron su nombre del hecho de que Zenón, su fundador, enseñaba mientras se paseaba por el Stoá Poikilé, el Pórtico Pintado, de Atenas. La palabra stoá quiere decir pórtico o arcada, y los estoicos eran la escuela del Porche. Fue en estos claustros del Templo donde Jesús estuvo paseando y enseñando.
Se dirigió a Él una diputación de principales sacerdotes y maestros de la Ley, es decir, escribas, rabinos y ancianos. Eran en realidad una delegación del Sanedrín, que estaba formado por estos tres grupos. Le dirigieron a Jesús una pregunta muy natural. El que una persona privada, por su cuenta, limpiara el Atrio de los Gentiles de sus comerciantes oficiales y habituales era algo alucinante. Así es que Le preguntaron a Jesús: «¿Con qué clase de autoridad actúas de esa manera?»
Esperaban colocar a Jesús en un dilema. Si contestaba que estaba actuando bajo Su propia autoridad podrían muy bien arrestarle por actuar como un megalómano antes de que les pusiera en más aprietos. Si decía que estaba actuando bajo la autoridad de Dios, podrían muy bien arrestarle por un obvio delito de blasfemia sobre la base de que Dios nunca le daría a ninguna persona autoridad para crear un disturbio en los atrios de Su propia Casa. Jesús vio con toda claridad el dilema en que trataban de envolverle, y Su respuesta los colocó a ellos en un dilema que era todavía peor. Dijo que les respondería con la condición de que ellos Le contestaran a una pregunta:
«¿Fue la obra de Juan el Bautista, en vuestra opinión, humana o divina?»
Esto los colocaba literalmente entre la espada y la pared. Si decían que era divina, sabían que Jesús les preguntaría por qué entonces se opusieron a ella. Peor todavía: Si decían que era divina, Jesús les podía contestar que Juan Le había señalado a Él de hecho, y que por tanto Él tenía una acreditación divina, y no necesitaba más autoridad. Si estos miembros del Sanedrín estaban de acuerdo en que la obra de Juan era divina, se verían obligados a aceptar a Jesús como el Mesías. Por el contrario, si decían que la obra de Juan había sido meramente humana, cuando Juan tenía la distinción adicional de ser un mártir, sabían perfectamente que la audiencia provocaría un motín. Así es que se vieron obligados a decir cobarde y débilmente que no lo sabían; y por tanto Jesús Se les evadió de la obligación de darle ninguna respuesta a su pregunta.
Toda la escena es un ejemplo gráfico de lo que les sucede a las personas que se niegan a enfrentarse con la verdad. Tienen que retorcerse y dar vueltas y acabar por enredarse en una situación en la que están tan desesperadamente involucrados que no tienen nada que decir. La persona que encara la verdad puede que pase la humillación de decir que estaba equivocada, o el peligro de mantenerla; pero, por lo menos, tiene un futuro firme y luminoso. El que se niega a enfrentarse con la verdad no tiene más perspectiva que la de involucrarse más y más en una situación que le incapacita e imposibilita.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
La autoridad de Jesús puesta en duda (Mar 11:27-33)
Análisis de discurso
Esta sección, al igual que la de Mar 12:13-17, consta de cinco partes, y ambas constituyen, con la parábola de Mar 12:1-12, otro clásico “sándwich marcano”: (1) Se acercan a Jesús opositores religiosos y políticos; (2) Le hacen una pregunta cuestionando su autoridad; (3) Jesús, a la vez, les hace una pregunta que los fuerza a revelar su posición sobre el asunto; (4) Los opositores responden la pregunta; (5) Jesús, ahora sí, responde la pregunta original (Witherington, 318).
TÍTULO: NVI provee un buen título para esta sección: «La autoridad de Jesús puesta en duda».
Análisis textual y morfosintáctico
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Mat 16:21 y par.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
“¿Con qué autoridad?” (ver Mat. 21:23-27; Luc. 20:1-8). La oposición hacia Jesús continuó, a medida que los sacerdotes enojados preguntaban qué derecho tenía Jesús para actuar de esta manera. Jesús, el manso controversista, les dijo que él tenía el mismo derecho que Juan tenía para bautizar, y les preguntó de dónde provenía la autoridad de Juan. No se atrevieron a contestar como hubieran querido, así que abandonaron esa pregunta (pero pronto surgirían otras). ¿Sabrían ellos en sus corazones que estaban luchando contra la verdad, tanto en el caso de Juan como en el de Jesús? Si así hubiese sido sólo los amargaba más, el mismo efecto que tuvo con Saulo de Tarso (Hech. 26:14).
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
REFERENCIAS CRUZADAS
e 551 Mat 21:23; Luc 20:1
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
Llegaron de nuevo a Jerusalén. El martes de la semana de la Pasión.
los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos. Véanse coments. en Mt 2:4 y 21:23.
Fuente: La Biblia de las Américas
Notemos cuanta ceguedad espiritual puede existir en los corazones de los que ocupan puestos eclesiásticos elevados. Vemos «á los príncipes de los sacerdotes y escribas y ancianos » dirigiéndose á nuestro Señor, y suscitando dificultades y objeciones en su camino.
Sabemos que estos hombres eran maestros acreditados y gobernadores de la iglesia judaica; que eran considerados fuentes y manantiales de los conocimientos religiosos. La mayor parte de ellos habían sido ordenados en regla para ocupar el puesto que tenían, y podían trazar sus órdenes sacerdotales en una descendencia regular desde Aarón. Y, sin embargo, vemos á estos mismos hombres, en el momento en que debían ser maestros de los demás, llenos de preocupaciones contra la verdad, y ser enemigos acérrimos del Mesías.
Estas cosas se han escrito para enseñar á los cristianos que no deben fiarse demasiado de hombres que han sido ordenados. No deben considerar á los ministros como si fueran papas, ni mirarlos como infalibles. Ninguna iglesia puede conferir con las órdenes infalibilidad, ya sea la iglesia episcopal, la presbiteriana, ó la independiente. Lo que menos podemos decir respecto á obispos, ministros y diáconos, es que son de carne y hueso, y que pueden errar, tanto en doctrinas como en prácticas, lo mismo que los príncipes de los sacerdotes y que los ancianos de los Judíos. Sus actos y su enseñanza deben comprobarse con la palabra de Dios. Debemos seguirlos en cuanto ellos siguen las Escrituras y no más lejos No hay más que un Sacerdote y Obispo de las almas que nunca se equivoca, y ese es el Señor Jesucristo. En El solo no hay debilidad, ni equivocación, ni asomo de flaqueza. Aprendamos á apoyarnos más por completo en El. «No llamemos ‘Padre’ á ningún hombre en la tierra.» Mateo 23.9. Que si así obramos, nunca nos veremos chasqueados.
Observemos, en segundo lugar, como la envidia y la incredulidad impelen á los hombres á desacreditar las comisiones de los que trabajan en la causa de Dios.
Esos príncipes de los sacerdotes y esos ancianos no podían negar la realidad de los milagros misericordiosos de nuestro Señor. No podían decir que su enseñanza era contraria á las Santas Escrituras, ni que su vida era pecadora. ¿Qué hicieron pues? Dijeron que no tenía títulos ningunos á que se le prestara atención, y le preguntaron con que autoridad obraba. «¿Con que autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado esta autoridad? No puede haber duda ninguna, que en términos generales, todos los que se dedican á enseñar, deberían ser nombrados siguiendo ciertas reglas. El mismo S. Pablo declara que nuestro mismo Señor obró de esa manera, en referencia al carácter sacerdotal: «Ni nadie toma para sí mismo esta honra, sino el que es llamado de Dios, como lo fue Aarón.» Heb. 5.18. Y aun ahora, que ya no existe el oficio de sacrificador, las palabras del Artículo veinte y tres de la constitución de la iglesia anglicana son muy sabias y escriturarias. «No es permitido á hombre alguno asumir el cargo de predicador público, ni administrar los sacramentos á la congregación, sin ser antes legítimamente llamado á desempeñarlo, y ser del mismo modo comisionado á ejecutarlo. Y debemos considerar Ilegítimamente llamados y comisionados á aquellos que lo son por los que están revestidos de autoridad pública, que les ha concedido la congregación, para llamar y comisionar ministros que sirvan en la viña del Señor.» Pero una cosa es mantener la legitimidad de un nombramiento especial para administrar las cosas sagradas, y otra muy distinta asegurar que es lo único que se necesita, y que sin ese nombramiento ó esa licencia no se puede trabajar en la causa del Señor. En esto erraron evidentemente los judíos de la época del ministerio terrestre de nuestro Señor, y en ese error los han seguido desgraciadamente muchos hasta en el día presente.
Guardémonos de ese espíritu estrecho, principalmente en esta época en que vivimos. Es incuestionable que no debemos menospreciar el orden y la disciplina de la iglesia; tiene en ella tanto valor como en un ejército. Pero no vayamos á imaginarnos que Dios está obligado absolutamente á no valerse sino de hombres que han sido ordenados. No debemos olvidar que puede haber un llamamiento interno del Espíritu Santo sin ningún llamamiento externo de parte del hombre, no menos que á la inversa, llamamiento humano sin ningún llamamiento interno del Espíritu Santo. La primera investigación que debe hacerse es esta: » ¿Está un hombre por Cristo, ó contra El? ¿Qué enseña? ¿Cómo vive? ¿Hace bien?» Si estas preguntas pueden responderse satisfactoriamente, demos gracias á Dios, y regocijémonos. Debemos recordar que el médico es inútil, por elevado que sea su grado y por bueno que sea a título, si no cura ; y un soldado es también inútil, por bien vestido y disciplinado que esté, si no le hace frente al enemigo, el día de la batalla. El mejor doctor es el que cura, y el mejor soldado el que sabe batirse.
Observemos, finalmente, á qué deshonestidad y á que errores pueden ser arrastrados los incrédulos por sus preocupaciones contra la verdad. Les príncipes de los sacerdotes y los ancianos no se atrevieron á contestar la pregunta de nuestro Señor respecto al bautismo de Juan. No se atrevieron á decir que era «de los hombres,» porque temían al pueblo; ni á confesar que era «del cielo,» porque comprendieron que nuestro Señor les hubiera dicho, » ¿Porqué no lo creísteis? Daba muy claro testimonio de mí.» ¿Qué hicieron pues? Dijeron una mentira intencional. Dijeron, «No podemos decirlo..
Es un hecho muy triste, que esa falta de honradez no es poco común entre los inconversos. Hay muchísimos que evaden los llamamientos que se dirigen á su conciencia con respuestas que son falsas. Cuando se ven apremiados á ocuparse de sus almas, dicen cosas que saben bien que no son exactas. Aman el mundo y sus propios caminos, y como los enemigos de nuestro Señor están determinados á no ceder, pero como ellos también se avergüenzan de decir la verdad; y así es que responden á las exhortaciones á arrepentirse y á decidirse con falsas excusas. Uno pretende que «no puede entender» las doctrinas del Evangelio; otro asegura que verdaderamente «trata» de servir á Dios, pero que no hace progresos; un tercero declara que desea mucho servir á Cristo, pero que «no tiene tiempo.» Estos no son generalmente sino efugios miserables. Como regla general, son tan infundados como la respuesta del sacerdote, «No podemos contestar..
La verdad pura es que debemos ir con mucho tiento antes de dar crédito á las razones que alegan los inconversos para no servir á Cristo. Podemos estar seguros que cuando dicen, «No podemos,» lo que quieren decir con su corazón, es, «No queremos.» ¡Que bendición tan grande es tener franqueza y usar de verdad en cuestiones religiosas! Que se decida una vez un hombre á vivir según la luz que ha recibido, y á obrar según su conocimiento, y pronto conocerá cual es la doctrina de Cristo, y se apartará del mundo. Juan 7.17. La perdición de muchos consiste simplemente en esto, que se manejan deshonestamente con sus propias almas, y son falsos con ellos mismos. Alegan supuestas dificultades como motivos de no servir á Cristo, mientras que en realidad » aman las tinieblas más que la luz,» y no tienen deseo verdadero de cambiar. Juan 3.19.