Comentario de Marcos 11:15 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Llegaron a Jerusalén, y Jesús entró en el templo. Y comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en el templo. Volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas,

11:15 — Vinieron, pues, a Jerusalén (Es el día lunes, la segunda vez que entra en Jerusalén en esta temporada) ; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas — Véanse también Mat 21:12-17; Luc 19:45-46. (También en una ocasión anterior Jesús limpió el templo, Jua 2:14-16. Esto fue temprano en su ministerio personal).

Sobre “templo”, véase ver. 11, comentarios. Los judíos habían comercializado estos lugares pertenecientes al santuario y edificados para usos sagrados. Marcos aquí menciona solamente la venta de palomas, pero vemos en Jua 2:14-15 que se vendían para los sacrificios en el templo (naos) también bueyes y ovejas. La gente de lejos harían estas compras al llegar a Jerusalén, y los comerciantes aprovechaban la oportunidad, poniendo sus sitios de negocio en los atrios del templo.

Los judíos tenían que pagar el impuesto del templo (véanse Éxo 30:13-16; Mat 17:24). Llegando de otros países con dinero ajeno (de los romanos, griegos, etc.), hubo necesidad de cambiar sus monedas por la judaica (la dracma). En esto se ocupaban los cambistas, cobrando por este servicio. El mal consistía en hacer un mercado o emporio del templo.

La acción de Jesús en esta ocasión no es la de un adorador, sino del Señor mismo, ejerciendo su plena autoridad divina.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

entrando Jesús en el templo. Mat 21:12-16; Luc 19:45; Jua 2:13-17.

volcó las mesas de los cambistas. Deu 14:25, Deu 14:26.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Al limpiar el Templo, Jesús claramente afirmó tener una autoridad igual a la de Dios quien primero llenó el lugar con su gloria (2Cr 5:13, 2Cr 5:14).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

vendían y compraban los animales considerados limpios para el sacrificio.

los cambistas: El Templo tenía su propia moneda. Se les requería a los adoradores que cambiaran otras monedas por estas cuando ofrecían regalos al Templo. Esta fue la segunda vez que Jesús puso las cosas en orden en el Templo. Previamente, al comienzo de su ministerio, Él hizo lo mismo (Jua 2:13-21). Ser un carpintero (cf. Mar 6:3) ayudó a fortalecer a Jesús, y Él tenía la osadía de oponerse físicamente a aquellos que profanaban la casa de Dios.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

ENTRANDO JESÚS EN EL TEMPLO. La expulsión de los que estaban vendiendo y comprando en el templo manifiesta el celo de Cristo por la genuina santidad y la oración entre los que dicen que adoran a Dios (véase Luc 19:45, nota).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

templo. Vea la nota del v.Mar 11:11. El gran atrio de los gentiles es el escenario de los acontecimientos que se suceden. vendían y compraban. Los animales eran necesitados por los judíos para sus ofrendas de sacrificio en el templo y era más cómodo para los que hacían la ofrenda comprarlos allí que traerlos desde fuera con el riesgo de que no pasaran la inspección del sumo sacerdote. los vendedores pertenecían o bien a la jerarquía de los sacerdotes o bien pagaban una tarifa alta a las autoridades del templo por el privilegio de poder comerciar allí. Cualquiera fuera el caso, la familia del sumo sacerdote se beneficiaba económicamente. los cambistas. Se encontraban allí para cambiar las monedas griegas y romanas por monedas judías o de Tiro que los peregrinos (cada hombre judío mayor de veinte años) tenía que usar para el pago del impuesto anual en beneficio de los servicios religiosos del templo (vea la nota sobre Mat 21:12). Una comisión del diez o doce por ciento podía ser cobrada por el uso de este servicio de cambio. los que vendían palomas. Estas aves tan usadas frecuentemente en los sacrificios que Marcos hace mención separadamente de su venta. Las palomas eran la ofrenda normal de los pobres (Lev 5:7) y eran también requeridas para otros propósitos (Lev 12:6; Lev 14:22; Lev 15:14; Lev 15:29).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Vea la nota sobre Mat 21:12. Aunque Jesús había limpiado el templo tres años atrás (Jua 2:14-16), el mismo se había vuelto aun más corrupto y profano que nunca, por lo que Jesús se vio obligado a ofrecer de nuevo claro testimonio de la santidad de Dios y su juicio contra la profanación espiritual y la falsa religión. Así como Dios envió repetidamente a sus profetas a lo largo del AT para advertir a su pueblo sobre su idolatría y pecado, así también Cristo jamás dejó de declarar la voluntad de Dios con respecto a un pueblo rebelde, sin importar cuanto lo rechazaran. Con esta limpieza del templo, Jesús demostró vividamente que Él estaba realizando una misión divina como Hijo de Dios.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

11:15 — Vinieron, pues, a Jerusalén (Es el día lunes, la segunda vez que entra en Jerusalén en esta temporada) ; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas — Véanse también Mat 21:12-17; Luc 19:45-46. (También en una ocasión anterior Jesús limpió el templo, Jua 2:14-16. Esto fue temprano en su ministerio personal).
Sobre “templo”, véase ver. 11, comentarios. Los judíos habían comercializado estos lugares pertenecientes al santuario y edificados para usos sagrados. Marcos aquí menciona solamente la venta de palomas, pero vemos en Jua 2:14-15 que se vendían para los sacrificios en el templo (naos) también bueyes y ovejas. La gente de lejos harían estas compras al llegar a Jerusalén, y los comerciantes aprovechaban la oportunidad, poniendo sus sitios de negocio en los atrios del templo.
Los judíos tenían que pagar el impuesto del templo (véanse Éxo 30:13-16; Mat 17:24). Llegando de otros países con dinero ajeno (de los romanos, griegos, etc.), hubo necesidad de cambiar sus monedas por la judaica (la dracma). En esto se ocupaban los cambistas, cobrando por este servicio. El mal consistía en hacer un mercado o emporio del templo.
La acción de Jesús en esta ocasión no es la de un adorador, sino del Señor mismo, ejerciendo su plena autoridad divina.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LA IRA DE JESÚS

Marcos 11:15-19

Llegaron a Jerusalén, y cuando Jesús entró en el recinto sagrado, empezó a echar a los que vendían y compraban en el lugar santo, y volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas; y no permitía que nadie llevara ninguna carga por el lugar sagrado. La carga de Su enseñanza y de lo que decía era:
-¿Es que no está escrito: » Mi casa será llamada una casa de oración para todos los pueblos; » pero vosotros la habéis convertido en una guarida de bandoleros?
Los principales sacerdotes y los maestros de la Ley Le oyeron, y se pusieron a buscar la manera de eliminarle; pero tenían miedo de Él, porque toda la concurrencia estaba alucinada con Su enseñanza.

Y cuando llegó la tarde, Él salió de la ciudad.

Nos imaginaremos mejor esta escena si tenemos en mente la configuración del recinto del Templo. Hay dos palabras para templo íntimamente relacionadas en el Nuevo Testamento. La primera es hierón, que quiere decir el recinto sagrado. Esto incluía la totalidad del área del Templo, que cubría la cima del monte Sión y tenía una extensión de unos 30 acres. Estaba rodeada de grandes murallas que variaban, a cada lado, de 400 a 300 metros de longitud. Había un amplio espacio exterior que se llamaba el Atrio de los Gentiles. Allí podía entrar cualquiera, fuera judío o gentil. En el límite interior del Atrio de los Gentiles había una pared baja con carteles que decían que si un gentil pasaba aquel punto tenía la pena de muerte. El siguiente atrio se llamaba el Atrio de las Mujeres. Se llamaba así porque ninguna mujer podía pasar más adelante a menos que viniera a ofrecer sacrificio. El siguiente era el Atrio de los Israelitas. En él se reunía la congregación en las grandes ocasiones, y desde él se entregaban las ofrendas a los sacerdotes. El atrio más interior era el Atrio de los Sacerdotes.

La otra palabra importante es naós, que quiere decir el Templo propiamente dicho, y que estaba en el Atrio de los Sacerdotes. Toda la zona, incluyendo todos los diferentes atrios, era el recinto sagrado (hierón). El edificio especial que estaba dentro del Atrio de los Sacerdotes era el Templo (naós). Este incidente tuvo lugar en el Atrio de los Gentiles. Poco a poco el Atrio de los Gentiles se había ido secularizando totalmente. Se había diseñado para ser un lugar de oración y de preparación; pero tenía en tiempos de Jesús un ambiente comercializado de compra-venta que hacía imposibles la oración y la meditación. Lo que ponía las cosas todavía peor era que el negocio que se practicaba allí era una vergonzosa explotación de los peregrinos.

Cada judío tenía que pagar un impuesto al templo de medio siclo al año. Eso suponía unas 12 pesetas. No parece mucho, pero hay que tener en cuenta que el salario medio diario de un obrero era 7 pesetas. Ese impuesto tenía que pagarse en una clase especial de moneda. Para los propósitos normales, la moneda griega, romana, siria, fenicia, tina eran todas igualmente válidas; pero este impuesto tenía que pagarse en siclos del santuario. Se pagaba hacia el tiempo de la Pascua. Venían judíos de todas las partes del mundo para la Pascua, y con toda clase de monedas. Cuando iban a cambiar su dinero, tenían que pagar un impuesto de 2 pesetas, y tenían que tener la cantidad exacta para el impuesto, porque si había que devolverles algo tenían que pagar otras 2 pesetas para que se les diera el cambio. Casi todos los peregrinos tenían que pagar ese extra de 4 pesetas antes de pagar su impuesto. Debemos recordar que eso suponía la mitad del salario de un día, lo que era una cantidad de dinero considerable para la mayoría.

Las palomas se incluían ampliamente en el sistema sacrificial (Lv 12:8 ; Lv 14:22 ; Lv 15:14 ). Un animal para el sacrificio tenía que ser sin defecto. Las palomas se podían comprar bastante baratas fuera del Templo; pero los inspectores de los sacrificios era seguro que les encontrarían algún defecto; así es que se aconsejaba a los adoradores que las compraran en los puestos del templo. Las palomas costaban fuera 7 pesetas la pareja, y dentro nada menos que 150 pesetas. De nuevo se trataba de un abuso; y lo que lo hacía aún más flagrante era que este negocio de compra-venta pertenecía a la familia de Anás, que había sido sumo sacerdote.

Los mismos judíos eran plenamente conscientes de este abuso. El Talmud nos dice que Rabí Simón ben Gamaliel, al enterarse de que una pareja de palomas costaba dentro del Templo una moneda de oro, insistió en que el precio se redujera a una moneda de plata. Fue el hecho que explotaran a los pobres y humildes peregrinos lo que provocó la ardiente indignación de Jesús. El gran investigador Lagrange, que conocía tan bien el Oriente, nos dice que la misma situación se daba todavía en su tiempo en La Meca. El peregrino que busca la divina presencia se encuentra en medio de un gentío ruidoso donde la única finalidad de los vendedores es cobrar el precio más alto posible, y donde los peregrinos discuten y se defienden con igual fiereza.

Jesús usó una metáfora gráfica para describir el atrio del Templo. La carretera de Jerusalén a Jericó era famosa por sus bandoleros. Era una carretera estrecha y sinuosa que pasaba entre desfiladeros rocosos. Entre las rocas había cuevas en las que los bandidos acechaban, y Jesús dijo: «Hay bandidos peores en los atrios del Templo que los de las cuevas de la carretera de Jericó.»
El versículo 16 contiene la extraña afirmación de que Jesús no permitía que nadie llevara una bolsa por los atrios del Templo. De hecho el atrio del Templo se usaba como un atajo para ir de la parte oriental de la ciudad al monte de los Olivos. La misma Misná establece: «Una persona no puede entrar en el recinto del templo con bastón, o sandalias, o bolsa, ni con polvo en sus pies, ni lo puede usar como un atajo. » Jesús estaba recordándoles a los judíos sus propias leyes. En Su tiempo los judíos respetaban tan poco la santidad de los atrios exteriores del Templo que los usaban como lugar de paso para sus recados y negocios. Fue a las propias leyes de los judíos a las que Jesús quería dirigir la atención de ellos, y fueron sus propios profetas los que les citó (Isa 53:7 y Jeremías 7: I1).

¿Qué suscitó hasta tal punto la ira de Jesús?

(i) Se indignó con la explotación de los peregrinos. Las autoridades del Templo estaban tratándolos, no como adoradores, ni siquiera como seres humanos, sino como objetos que se podían explotar para sus propios fines. La explotación del hombre por el hombre siempre provoca la ira de Dios, y más aún cuando se hace so capa de religiosidad.

(ii) Estaba indignado con la profanación del santuario de Dios. La gente había perdido el sentido de la presencia de Dios en la casa de Dios. Al comercializar lo sagrado estaban profanándolo.

(iii) ¿Es posible que Jesús tuviera un motivo más profundo para Su indignación? Citó Isa 56:7 : «Mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos.» Sin embargo, en el Templo que se consideraba supremamente la misma casa de Dios había una pared que impedía la entrada a los gentiles bajo pena de muerte. Bien puede ser que Jesús fuera movido a indignación por el exclusivismo del culto judío, y que quisiera recordarles a los judíos que Dios no los amaba sólo a ellos, sino a todo el mundo.


LAS LEYES DE LA ORACIÓN

Marcos 11:22-26

Jesús les contestó:

-Tened confianza en Dios. Os digo la verdad: El que le diga a esta montaña: «Levántate y arrójate al mar,» sin albergar ninguna duda en su corazón, sino creyendo que lo que dice sucederá, se le cumplirá. Así que Yo os digo: Dad por recibido todo lo que pidáis en oración, y se os cumplirá. Siempre que os pongáis a orar, si tenéis algo contra alguien, perdonadlo, para que vuestro Padre que está en el Cielo os perdone vuestros fallos.

Ahora volvemos a los dichos de Jesús que Marcos incluye en la historia de la maldición de la higuera. Ya hemos notado más de una vez que algunos dichos de Jesús se quedaron indeleblemente grabados en la memoria de los oyentes, pero se olvidó la ocasión en que los había dicho. Este es uno de ellos. El dicho acerca de la fe que puede mover montañas aparece también en Mateo 17.20 y en Lc 17:6 , y en cada uno de los evangelios aparece en un contexto totalmente diferente. La razón es que Jesús probablemente lo dijo más de una vez, y el contexto original se olvidó a menudo. El dicho acerca de la necesidad de perdonar a nuestros semejantes se encuentra en Mt 6:12 y 14, otra vez en un contexto totalmente diferente. Debemos considerar estos dichos independientemente del incidente particular en que se incluyen, como reglas generales que Jesús estableció repetidamente.

Este pasaje nos da tres reglas acerca de la oración.

(i) Debe ser una oración de fe. La frase acerca de trasladar montañas era una frase judía bastante corriente. Se aplicaba especialmente a suprimir, o superar, dificultades. Se usaba especialmente en referencia a los maestros sabios. Un buen maestro que pudiera eliminar las dificultades con que se enfrentaba la mente de sus estudiantes se llamaba un eliminador de montañas. Uno que oyó enseñar a un famoso rabino dijo que » vio a Resh Lajish como si estuviera quitando montañas de en medio.» Así que la frase quiere decir que, si tenemos verdadera fe, la oración es un poder que puede resolver cualquier problema, y capacitarnos para enfrentarnos con cualquier dificultad y vencerla. Eso parece muy sencillo, pero conlleva dos cosas.

La primera, implica que debemos estar dispuestos a llevarle a Dios nuestros problemas y dificultades. Esa es ya en sí una prueba muy real, porque algunas veces nuestros problemas consisten en que queremos obtener algo que no deberíamos ni desear, o que queremos encontrar la manera de hacer algo que no deberíamos ni pensar en hacer, que queremos justificarnos por hacer algo a lo que no deberíamos dedicar nuestro esfuerzo ni pensamiento. Uno de las grandes pruebas de cualquier problema es sencillamente decir: «¿Puedo realmente llevárselo a Dios, y pedirle Su ayuda?» Lo segundo, implica que debemos estar dispuestos a aceptar la dirección de Dios cuando Él nos la ofrezca. Es la cosa más corriente del mundo el pedir consejo cuando todo lo que uno quiere realmente es que se le dé la aprobación a alguna opción que ya está decidido a llevar a cabo. Es inútil ir a Dios para pedir Su dirección a menos que estemos dispuestos a ser lo bastante obedientes como para aceptarla. Pero si Le llevamos a Dios nuestros problemas y somos lo bastante humildes y valientes como para aceptar Su dirección, se nos da el poder que puede conquistar las dificultades de pensamiento y de ejecución.
(ii) Debe ser una oración expectante. Es un hecho universal que cualquier cosa que se emprende en un espíritu de expectación confiada tiene más de doble posibilidades de éxito. El enfermo que va al médico y no tiene ninguna confianza en el tratamiento que le prescriba tiene muchas menos posibilidades de ponerse bien que el que tiene confianza en que el médico le puede curar. Cuando oramos, no debemos hacerlo meramente por rutina. No debe ser nunca nuestra oración un rito sin esperanza.
James Bums cita una escena del libro de Leonard Merrick Conrad in quest of his youth -Conrad ala busca de su juventud: «¿Crees tú que las oraciones se contestan alguna vez? -preguntó Conrad-. He mandado para arriba muchas toda mi vida, y siempre he hecho un esfuerzo por convencerme de que alguna oración se me había contestado antes. Pero lo sabía muy bien. Sabía en lo más íntimo que ninguna había sido contestada. Cosas que yo quería me vinieron; pero, lo digo con toda reverencia, demasiado tarde . …» El señor Inquetson se pasó la fina mano por las ceSantiago «Una vez -empezó en tono confidente- iba yo, paseando con un amigo por la calle Grosvenor. Era por el tiempo de primavera, cuando les da a los inquilinos por darle una capa de pintura a sus casas, y llegamos a una escalera que estaba apoyada contra una casa que estaban pintando. Al pasar por el lado de fuera de la escalera, mi amigo se descubrió, y le hizo un gesto de saludo. Conocerás esa superstición. Él era un graduado, hombre de cultura por encima de lo normal. Yo le dije: «¿Pero es que tú crees en esa tontería?» Él dijo: «No, no es que lo crea; pero nunca doy nada por sentado.»» De pronto, el tono del vicario cambió, y se hizo solemne, inquietante y devoto: «Creo, señor, que la mayor parte de la gente aplica al orar el principio de mi amigo: No creen en la oración, pero no descartan la posibilidad de que funcione alguna vez.»

Hay mucha verdad en esto. Para muchas personas la oración es, o un rito piadoso, o una esperanza desesperada. Pero debería ser una cuestión de ardiente expectación. Puede que nuestro problema sea que lo que queremos de Dios sea nuestra respuesta, y no reconocemos Su respuesta cuando llega.

(iii) Debe ser una oración de amor. La oración de un amargado no puede atravesar el muro de su propia amargura. ¿Por qué? Si hemos de hablar con Dios, tiene que haber algún contacto entre nosotros y Él. No puede haber ninguna intimidad entre dos personas que no tienen nada en común. El principio fundamental de Dios es el amor, porque Dios es amor. Si el principio determinante del corazón de una persona es la amargura, levanta una barrera entre sí y Dios. Para que la oración de tal persona sea contestada tendrá que pedirle a Dios que le limpie el corazón de ese espíritu de amargura, y le infunda el espíritu del amor. Entonces podrá hablar con Dios, y Dios podrá contestarle.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

Jesús echa a los vendedores del templo (Mar 11:15-19)

Análisis de discurso

Esta sección está enmarcada por una entrada de Jesús y de sus discípulos en Jerusalén y el templo (Mar 11:15), y por una salida de todos ellos de la ciudad (Mar 11:19). En el templo, Jesús realiza cuatro acciones: echa fuera a los mercaderes, vuelca las mesas de los cambistas, impide el paso de gente a través del Atrio de los Gentiles —utilizado por los habitantes de Jerusalén como un atajo para ir y venir de la ciudad—, y enseña.

TÍTULO: Preferimos no asumir que Jesús aquí “purifica” el templo. El texto sólo dice que echó a los que operaban en el templo y volcó sus mesas. Preferimos un título que describa esta acción: “Jesús echa a los vendedores del templo”. BJ, BA y BL tienen títulos similares.

Análisis textual y morfosintáctico

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

Vendían y compraban en el Templo: Esto se llevaba a cabo en el Atrio de los Gentiles, no dentro del Templo mismo. La actividad era lícita, ya que la gente que venía de lejos podía comprar allí animales, vino, aceite y sal para los diferentes sacrificios.

Los cambistas cambiaban el dinero de los peregrinos por dinero del templo, dado que estaba prohibido utilizar monedas con inscripciones y diseños paganos. Como este es un dato cultural importante, sería importante explicarlo. TLA ofrece una buena traducción cuando traduce «los que cambiaban dinero de otros países por dinero del templo».

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

— en el Templo: Ver nota a Mat 21:12.

— los cambistas: Especie de traficantes que facilitaban a los judíos llegados del extranjero el tipo de moneda que se aceptaba, ya sea como ofrenda, ya como pago del impuesto con que los judíos adultos debían colaborar al sostenimiento del Templo (ver nota a Mat 17:24). Las monedas romanas y otras monedas extranjeras eran consideradas como impuras; únicamente se aceptaban las monedas de Tiro.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

REFERENCIAS CRUZADAS

s 539 Mat 21:12; Luc 19:45; Jua 2:14

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

entrando Jesús en el templo. Véase coment. en Mt 21:12.

los que vendían y compraban en el templo. Véanse coments. en Mt 21:12, 13.

las palomas. Estas eran ofrecidas por los más pobres según las leyes levíticas (vers. 5:7; Lc 2:22– 24), por ciertas enfermedades (Lv 14:22) y por la purificación de la mujer (Lv 12:6).

los cambistas. Véase coment. en Mt 21:12.

Fuente: La Biblia de las Américas

15 super (1) En el ministerio del Salvador-Esclavo para la extensión del evangelio en Galilea, en 1:14—10:52, Su obra consistía en proclamar el evangelio, enseñar la verdad, echar fuera los demonios, y sanar a los enfermos. En esa obra Sus virtudes humanas con Sus atributos divinos se expresaron como lo que le hacía apto para Su servicio divino y como Su belleza en este servicio, brindado a los pecadores para Dios. Al prepararse en Jerusalen para Su obra redentora (11:15—14:42), Su tarea principal era enfrentarse con los líderes judíos, los cuales debían haber sido los edificadores del edificio de Dios (12:9-10), pero que en realidad habían sido usurpados por Satanás e incitados a conspirar para matar al Salvador-Esclavo. En esta confrontación, bajo sus preguntas, pruebas y exanimación sutiles y maliciosas, Su dignidad humana se expresó en Su autenticidad humana (vs.15-18), y Su sabiduría y Su autoridad divinas se expresaron en Su conducta y perfección humana (11:27—12:37), de tal modo que finalmente Sus críticos llegaron a ser los que verificaron Su calidad. Esto preparó el camino para que El manifestara a estos opositores ciegos que El, el Cristo, el Hijo de David, era el Señor de David, es decir, el propio Dios (12:35-37), a fin de que conocieran Su deidad en Su humanidad, a saber, que El como Dios vivía en el hombre.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

echar fuera a los que vendían y compraban. Esta es la segunda vez que Cristo purificó el templo (cp. Jua 2:13-17, al comienzo de Su ministerio). Los animales, con garantía de ser sin tacha, eran vendidos para ofrecerlos en sacrificio, y la moneda griega y romana era cambiada por el corriente medio siclo requerido para el tributo del templo. Los cambistas eran culpables de profanar el templo y de obtener ganancias excesivas.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie