El Espíritu Santo estuvo presente en el pueblo de Israel desde tiempos antiguos, como se puede ver en varias ocasiones en el Antiguo Testamento. A menudo se le atribuían al Espíritu Santo las habilidades y dones sobrenaturales de los profetas, jueces y líderes de Israel.
En el Antiguo Testamento, el Espíritu Santo se menciona en varias ocasiones en relación con la profecía y la sabiduría. Por ejemplo, en Números 11:25-29, el Espíritu Santo descendió sobre setenta ancianos de Israel, permitiéndoles profetizar. También se describe cómo el Espíritu Santo concedió habilidades especiales a líderes y artesanos para llevar a cabo tareas específicas en la construcción del tabernáculo (Éxodo 31:3-5) y el templo (1 Reyes 7:14).
Otro ejemplo notable es el rey David, quien pidió al Señor en el Salmo 51:11: «No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu». Aquí se evidencia la presencia del Espíritu Santo en la vida del rey David y su deseo de no perder esa presencia.
En resumen, el Espíritu Santo ha sido una presencia constante en el pueblo de Israel en el Antiguo Testamento, otorgando habilidades sobrenaturales a los líderes y guiándolos en su servicio a Dios.