Es fácil cansarse en la oración. Somos humanos, después de todo, y hoy vivimos en una cultura que espera resultados instantáneos. Olvidamos que el Señor enseñó persistencia, paciencia y perseverancia en la oración. Él nos anima a través de Su Palabra a orar sin cesar, a acercarnos confiadamente ante el trono de la gracia, y a pedir, buscar y llamar repetidamente.
Para mí, eso implica más una mentalidad de crock-pot que una mentalidad de microondas!
Sin embargo, después de una hora, un día, una semana o incluso años, estamos tentados a rendirnos. Creemos que el Señor ha respondido nuestra oración con un no. Suponemos que no va a salvar al ser querido por el que hemos estado orando. Asumimos que están demasiado idos o tienen el corazón demasiado duro para ser quebrantados. Incluso podríamos suponer que son inalcanzables y que todo es inútil.
Amigo, estoy aquí para decirte que nunca está bien dejar de orar por ellos. Aquí hay algunas razones por las cuales.