Señor Nuestro, quien vino a rescatar a la raza de los pecadores, estaba libre de pecado, y estaba libre también del dolor, la enfermedad y la muerte. Entonces, todo lo que experimentó, lo hizo por su propio consentimiento, – un sacrificio por nosotros.  ​

La paga de nuestros pecados fue la muerte. La enfermedad y el dolor fueron sólo incidentales. Nuestro precio de redención fue pagado en su totalidad por la muerte de nuestro Señor. Pero fue la voluntad de Jehová herirlo – para permitirle tener una experiencia con el dolor, la pena, etc. – así como hacer de su alma (ser, existencia) una ofrenda por el pecado. (Isa. 53:10.)  ​

Puesto que no podía sufrir dolor ni enfermedad a causa de su propio pecado, fue puesto por un tiempo entre los pecadores. Aquí su plena, generosa y amorosa simpatía por los pobres, los enfermos y los miserables lo llevaría a gastar en otros su propia energía vital. Cuando virtud (vitalidad – vigor curativo, literalmente poder ) salió de él” a los enfermos (Lc 6, 19 y 8, 46), sus debilidades y dolores se apoderaron de él. Fue de esta manera que “él mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias”. (Mateo 8:17; Isaías 53:4,5). Así fue «tocado por un sentimiento de nuestras debilidades» . /div>