Soportar lo inexplicable

Todas las promesas de Dios encuentran su Sí en él. (2 Corintios 1:20)

Cuando Cristo murió, compró para ti el «Sí» a todas las promesas de Dios (2 Corintios 1:20), y eso incluye la promesa de usar su poder soberano para gobernar todos los desvíos y retrasos inexplicables y enloquecedores de tu vida para propósitos sabios y amorosos. Él está haciendo mil cosas por ti y para su gloria en tus planes frustrados.

Richard Wurmbrand cuenta una historia que ilustra la necesidad de creer en Dios para propósitos buenos e invisibles, cuando todo lo que podemos ver es el mal y frustración:

Una leyenda dice que Moisés una vez se sentó cerca de un pozo en meditación. Un viajero se detuvo para beber del pozo, y cuando lo hizo, su bolsa cayó de su cinturón a la arena. El hombre partió. Poco después otro hombre pasó cerca del pozo, vio la bolsa y la recogió.

Después un tercer hombre se detuvo para calmar su sed y se fue a dormir a la sombra del pozo. Mientras tanto, el primer hombre había descubierto que le faltaba el bolso y, asumiendo que debía haberlo perdido en el pozo, regresó, despertó al durmiente (quien, por supuesto, no sabía nada) y exigió que le devolviera su dinero. Siguió una discusión, y airado, el primer hombre mató al último.

Entonces Moisés dijo a Dios: “Tú ves, por eso los hombres no te creen. Hay demasiada maldad e injusticia en el mundo. ¿Por qué el primer hombre debería haber perdido su bolsa y luego convertirse en un asesino? ¿Por qué el segundo tendría que haber conseguido una bolsa llena de oro sin haber trabajado por ello? El tercero era completamente inocente. ¿Por qué fue asesinado?”

Dios respondió: “Por una vez y solo una vez, te daré una explicación. No puedo hacerlo en cada paso. El primer hombre era hijo de un ladrón. La bolsa contenía dinero robado por su padre al padre del segundo hombre, quien al encontrar la bolsa solo encontró lo que le correspondía. El tercero era un asesino cuyo crimen nunca había sido revelado y que recibió del primero el castigo que merecía. En el futuro, cree que hay sentido y rectitud en lo que sucede, incluso cuando no lo entiendas”. (100 Meditaciones en prisión, páginas 6 y 7)