En Juan capítulo 15, Jesús dijo que si permanecemos en Él, daremos fruto. Para permanecer en Jesús, primero debemos reconocer que somos pecadores y que no podemos llegar a ser justos por nuestras propias obras. A continuación, debemos reconocer que Jesucristo ha sido provisto por la justicia y la gracia de Dios para ser nuestro Salvador del pecado. Finalmente, basado en dar estos dos pasos, necesitamos dar un tercer paso de ofrecer nuestras vidas en plena consagración para servir a Dios.  

Entonces necesitamos vivir y obedecer Las enseñanzas de Cristo en la Biblia. Jesús resumió su enseñanza en Juan 15:12-14,16-17: “Este es mi mandamiento, que se amen unos a otros, así como yo los he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois Mis amigos si hacéis lo que Yo os mando…No me elegisteis a Mí sino que Yo os elegí a vosotros, y os puse para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca, para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo conceda. Esto os mando: que os améis los unos a los otros.”

El apóstol Pablo profundizó en el fruto del espíritu en Gálatas 5:22,  “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; Contra tales cosas no hay ley. Ahora bien, los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.” Debemos crecer en estos rasgos de carácter piadosos, así como crucificar nuestros deseos carnales. 

¿Cuáles son las obras de la carne? Los comportamientos carnales que necesitamos crucificar incluyen, «inmoralidad, impureza, sensualidad, idolatría, hechicería, enemistades, contiendas, celos, arrebatos de ira, disputas, disensiones, divisiones, envidia, borracheras, parrandas y cosas como estas, de lo cual os advierto, como ya os lo he dicho, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.” Gálatas 5:19-21 (NVI)

Entonces, roguemos al Señor por gracia para ayudarnos a producir frutos justos y así llegar a ser más como Cristo.