Con mi taza de café en la mano, me senté en mi silla para leer los pasajes asignados de mi plan “Leer la Biblia en un año”. Uno de ellos fue el Salmo 119, el más largo de los salmos. “Ughhh”, pensé, más concentrada esa mañana en terminar la lectura que en meditar en la palabra de Dios. Algo que ahora encuentro irónico considerando que el capítulo se trata de deleitarse en el regalo de la Palabra de Dios. Resulta que mi corazón distante y desconectado no era rival para la verdad y el poder de la Biblia. A medida que su palabra comenzó a penetrar mi corazón, también lo suavizó. Lo que es más, antes de ese día había sentido que el Espíritu Santo me empujaba a ser más consciente de orar de manera específica por mis hijos. Y allí en el Salmo 119 Dios me dio el lenguaje – su palabra – para orar por mis hijos. Cuando terminé de leer, me había olvidado de tener prisa por continuar con mi día. En cambio, pasé tiempo leyendo cada uno de los versículos que había subrayado y escribiendo las oraciones que siguen. Tal vez también sirvan como indicaciones para usted mientras ora por sus propios hijos. Y como inspiración para llegar a la palabra de Dios para tener comunión con él.