“Pero el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y templanza. Contra tales cosas no hay ley.” (Gálatas 5:22-23)
La palabra griega traducida como “fruto” se refiere al producto natural de un ser vivo. Pablo usó “fruto” para ayudarnos a entender el producto del Espíritu Santo, que vive dentro de cada creyente. El fruto del Espíritu es producido por el Espíritu, no por el cristiano. La palabra griega es singular, mostrando que “fruto” es un todo unificado, no características independientes. A medida que crecemos, todas las características de Cristo se manifestarán en nuestras vidas.
Sin embargo, como el fruto físico necesita tiempo para crecer, el fruto del Espíritu no madurará en nuestras vidas de la noche a la mañana. Así como un jardinero exitoso debe luchar contra la mala hierba para disfrutar del dulce fruto que desea, debemos trabajar constantemente para deshacernos de la «mala hierba» de nuestra vieja naturaleza pecaminosa que quiere sofocar la obra del Espíritu.
El Espíritu Santo nos da el poder que necesitamos para rechazar esos viejos deseos pecaminosos. Podemos decir “no” al pecado y aceptar la “salida” que Dios proporciona fielmente (1 Corintios 10:13) siguiendo la dirección del Espíritu Santo. A medida que le damos al Espíritu más control de nuestras vidas, Él comienza a hacer en nosotros y a través de nosotros lo que solo Él puede hacer: moldearnos y hacernos crecer para parecernos a Jesús (2 Corintios 3:17-18).
Dado que la meta de Dios para todos sus hijos es que seamos como Jesús (Romanos 8:29), el Espíritu Santo trabaja constantemente para librar nuestras vidas de los “actos de la naturaleza pecaminosa” (Gál. 5:19) y mostrar su fruto en su lugar. Por lo tanto, la presencia del “fruto del Espíritu” es evidencia de que nuestro carácter se está volviendo más como el de Cristo.
Pablo usa 9 características para describir el fruto del Espíritu en el libro de Gálatas. Echemos un vistazo a la lista del fruto del Espíritu y lo que significa cada uno:
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