El antiguo filósofo griego Sócrates (469-399 aC) creía que si una persona era realmente sabia, no estaría obsesionada con las posesiones. Practicando al extremo lo que predicaba, incluso se negaba a usar zapatos.
Sin embargo, a Sócrates le encantaba visitar el mercado (ver video) y contemplar con admiración la gran abundancia de productos expuestos. Cuando un amigo le preguntó por qué estaba tan seducido, respondió: “Me encanta ir allí y descubrir cuántas cosas sin las cuales soy perfectamente feliz.”
Ese tipo de actitud funciona exactamente frente a los mensajes comerciales que continuamente bombardean nuestros ojos y oídos. Los anunciantes gastan millones para informarnos sobre los últimos productos sin los cuales no podemos ser felices.
El apóstol Pablo aconsejó a su hijo espiritual Timoteo: “La piedad acompañada de contentamiento es una gran ganancia. Porque nada trajimos a este mundo, y es cierto que nada podemos sacar. Y teniendo comida y vestido, con esto estaremos contentos” (1 Timoteo 6:6-8 NVI). Si nos enamoramos de las cosas, advirtió Pablo, podemos desviarnos de la fe y ser traspasados por los dolores del deseo frustrado (1 Timoteo 6:9-10 NVI).
Preguntémonos a nosotros mismos , “¿Sin qué soy realmente feliz?” La respuesta revelará mucho sobre nuestra relación con el Señor y nuestro contentamiento con Él.
El contentamiento no viene de las grandes riquezas, sino de las pocas necesidades ( Filipenses 4:11 NVI).