Supongamos por un momento que una madre le da a su hijo una hermosa planta florecida y le dice que se la lleve a un amigo enfermo. El niño se lleva la planta, y cuando llega a la puerta de la amiga, arranca una hoja y se la da, quedándose con la planta.
Después, una vez a la semana, arranca otra hoja , o un capullo, o una flor, y se la lleva a la amiga, conservando aún la planta.
Pregunta: ¿Ha obedecido a su madre?
Nada más que dar toda la planta sería obediencia completa. Sin embargo, Dios pide toda nuestra vida corazón, alma, mente y fuerza (Marcos 12:29-30); y de vez en cuando arrancamos una hojita de amor, o una flor de cariño, y le damos estas cositas, conservando la vida misma (cf. Lc 12,13-21).
Deberá no decimos: ¿Que se lo lleve todo? (Mateo 10:38-39; Mateo 16:24-25; Marcos 8:34-38; Lucas 9:23-24; Lucas 17:33; Juan 12:23-25; cf. Mateo 19:16-22; Marcos 10:17-22).
Autor desconocido