El escritor hebreo nos dice: Porque a nosotros se nos ha anunciado el evangelio como a ellos; pero no les aprovechó la palabra predicada, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron (Hebreos 4:20).
Amigos, ¿de qué nos sirve que nos lean la Biblia? si no vamos a obedecer lo que oímos? ¿De qué sirve que el maestro exponga los principios elementales de la doctrina de Cristo si no los vamos a acatar? ¿De qué sirve escuchar la predicación todos los domingos, si no estamos decididos a seguir la verdad de lo que se predica? ¿De qué sirve poseer tres ejemplares diferentes de la palabra de Dios si no vamos a aplicar todo ese conocimiento a nuestra vida?
Ahora amigos, la respuesta a todas esas preguntas es nada ! Oír solo no vale nada (Mateo 7:24-27; Santiago 1:22-27). Sin embargo, no nos confundamos. La predicación es poderosa (1 Corintios 1:18,21). La predicación no es poderosa porque el predicador es poderoso, ¡sí, al contrario! La predicación es poderosa por el contenido de lo que se predica. El poder está en el evangelio (Romanos 1:16). La predicación simplemente sirve como un vehículo para transportar ese poder. ¡Alabado sea el poder, no el vehículo!
Amigos, el evangelio puede ser predicado en su pureza y plenitud y los pecadores todavía se van a casa sin ser salvos. Recordemos Mateo 23:37 y cómo el Señor lloró por la Jerusalén desobediente.
Hoy, ¿aprovechará la Palabra predicada porque nos hemos determinado a obedecerla? ¿O la Palabra predicada no será escuchada con fe y las almas se irán a casa sin convertirse ni convencidas?
¡Tenga la seguridad de que responderemos a esta pregunta, y luego daremos cuenta de cómo respondemos!
Chris Kemp