En el Salmo 42:1, el salmista compara la sed física de un ciervo con la sed espiritual: Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. .
Su sed era la de un anhelo desesperado por el único Dios vivo y verdadero (Salmo 42:2).
¿Estamos anhelando algo que este mundo no puede proporcionar? Esta insatisfacción es la sed de nuestra alma por Dios (Salmo 63:1).
Nuestro Señor dijo: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mateo 5:6).
Amado lector, si tenemos sed, corramos hacia Aquel que es el único que puede saciar nuestra sed (Juan 4:14) recordando que, Él satisface el anhelo del alma, y llena de bondad al alma hambrienta (Salmo 107:9).