SATAN

Etimológicamente significa «adversario», «acusador» (Zac 3,2); designa un poder personal invisible, enemigo de Dios y acusador del hombre ante Dios, tentador del hombre contra el plan salví­fico de Dios. ->demonio.

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

(-> dualismo, Diablo, Azazel, Dragrón, exorcismos). En la corte divina que forman los hijos de Dios (bene ha†™Elohim), dioses inferiores o ángeles de Job 1-2, hay uno llamado ha-Satan (Satán o Satanás), el Tentador. Esa corte habí­a aparecido ya en 1 Re 22,1924, donde uno de los espí­ritus del entorno de Yahvé se transformaba en fuente de mentira, para engañar al rey Ajab, haciéndole luchar contra los sirios, para morir en Ramot Galaad. El libro de las Crónicas supone que fue Satán quien hizo que David se alzara frente a Dios, para hacer un censo de su pueblo (cf. 1 Cr 21,1). En todos estos casos, lo mismo que en Zac 3,1-2, Satán es una especie de fiscal acusador, que defiende los intereses de Dios. Pero su mismo «oficio» puede llevarle no sólo a probar y tentar a los hombres, sino a oprimirles, de manera que, al final de un proceso de explicitación, Satán ha venido a presentarse como enemigo de Dios, apareciendo ya así­ en los libros apocalí­pticos. En ese proceso se sitúa la serpiente de Gn 3. Gn 1 decí­a que todo lo que existe es bueno: que hay profunda armoní­a entre los dí­as de la santa semana, entre las cosas y los hombres; todo es bueno, todo brilla en luz radiante. Pero en el fondo de esa luz, como expresión de la libertad humana, aparece una serpiente que tienta y que prueba a los hombres. Esa visión de un «Satán divino», que forma parte del misterio de Dios, termina siendo insoportable e insuficiente para los apocalí­pticos, de manera que ellos personifican al Tentador y le separan de Dios, concibiéndole como un Angel Caí­do, un espí­ritu celeste que, por culpa propia, ha roto la armoní­a de la creación de Dios y ha introducido lucha y muerte, opresión y sufrimiento entre los hombres. Sobre la caí­da de Satán hay en la literatura parabí­blica diversas hipótesis, unas más vinculadas a la ruptura sexual, otras a la desobediencia.

(1) Ruptura sexual. La tradición de 1 Henoc* 6-36 y del Libro de los Jubileos* entiende el surgimiento de lo satánico a partir de la invasión-caí­da de los Vigilantes, es decir, de aquellos ángeles custodios que Dios habí­a puesto para «enseñar al género humano a hacer leyes y justicia sobre la tierra». No se sabe si ellos eran custodios personales, es decir, guardianes de cada individuo, como enseñará más tarde una tradición judí­a y cristiana muy documentada. Lo cierto es que son guí­as de los hombres, de manera que éstos se encuentran ahora en manos de seres celestiales, de poderes extraterrestres que les iluminan y defienden. Pues bien, en un momento dado, esos mismos ángeles custodios, encargados de ayudar a los hombres, les han deseado y violado, poseyendo a las mujeres y engendrando con ellas hí­bridos monstruosos de tipo demoní­aco. Los ángeles se han vuelto satanes.

(2) Desobediencia. La Vida de Adán y Eva (Versión latina) dice que Dios creó a los hombres a su imagen y, por medio de Miguel, el prí­ncipe de todos los espí­ritus, dijo a los ángeles: «Servidme y adoradme en ellos» (cf. verso 14). Pero una serie de ángeles no quisieron servir a los hombres, sino que rechazaron la orden de Dios y se volvieron así­ sus enemigos (enemigos de Dios y de los hombres). De esa forma, no pudiendo destruir a Dios, los ángeles perversos decidieron destruir a los hombres; por eso les engañan y pervierten, haciéndoles caer en el pecado. En esta lí­nea se tiende a destacar la figura de un ángel especialmente perverso (llamado Satán, el Diablo; pero también Belial, Azazel o Semyaza) como rey supremo de los poderes antidivinos. Eso significa que sólo hay un Diablo, aunque exista una gran multitud de demonios, que son los espí­ritus sometidos a su dictadura.

(3) Visión del Apocalipsis. El libro de la Biblia donde se ha detallado mejor la figura de lo satánico es el Apocalipsis, en cuyo centro aparece el Dragón o serpiente antigua (cf. Gn 2-3), que está en la base del proceso destructor de Bestias y Prostituta (Ap 12-13). Su nombre en griego es Diablo y en hebreo, Satán. Significa «Tentador» y parece vinculado con el culto pagano de la Bestia (Ap 2,13). Las iglesias, que aspiran a conocer la profundidad de Satán (2,24), corren el riesgo de identificarse con aquellas sinagogas (de judí­os o judeocristianos) que han pactado con Roma (cf. Ap 2,9; 3,9) donde el mismo Satanás domina, esclavizando a los hombres. Este Satanás o Diablo, que está en el fondo de las persecuciones contra la Iglesia (cf. 2,10), será atado y encerrado bajo sello tras la derrota de las Bestias (20,2); quedará suelto después del milenio y luchará de nuevo contra Dios, pero será derrotado y arrojado al estanque de fuego y muerte para siempre (20,7-10).

Cf. H. Haag, El diablo, un fantasma, Herder, Barcelona 1973; El diablo; su existencia como problema, Herder, Barcelona 1986; V. Risco, Satanás, historia del diablo, Trea, Pontevedra 2004.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

Con el nombre de Satán (el adversario, en hebr.) o del diablo (el calumniador, en gr.), dos nombres que tienen poco más o menos la misma frecuencia en el NT, designa la Biblia a un ser personal, pero cuya acción o influencia se manifiesta ya en la actividad de otros seres (*demonios o espí­ritus impuros), ya en la «tentación.

Por lo demás, en este punto la Biblia, a diferencia del judaí­smo tardí­o y de la mayorí­a de las literaturas del antiguo Oriente, da prueba de extremada sobriedad, limitándose a instruirnos sobre la existencia de este personaje y de sus ardides, así­ como de los medios con que precavernos contra ellos.

I. EL ADVERSARIO DEL DESIGNIO DE Dios SOBRE LA HUMANIDAD. El AT sólo habla raras veces de Satán, y lo hace de forma que, salvaguardando la trascendencia del Dios único, evita cuidadosamente todo lo que hubiera podido inclinar a Israel a un dualismo, al que propendí­a con demasiada facilidad. Más que como un adversario propiamente dicho aparece Satán como uno de los *ángeles de la corte de Yahveh, que desempeña en el tribunal celestial una función análoga a la del fiscal, encargado de hacer respetar en la tierra la justicia y los derechos de Dios. Sin embargo, bajo este pretendido servicio de Dios se entrevé ya en Job 1-3 una voluntad hostil, si no a Dios mismo, por lo menos al hombre y a su *justicia: no cree en el amor desinteresado (Job 1,9); sin ser un «tentador», cuenta con que Job sucumba; secretamente lo desea y se siente que se gozarí­a de ello. En Zac 3,1-5 el acusador se transforma en verdadero adversario de los designios de amor de Dios acerca de Israel: para que éste se salve debe primero el ángel de Yahveh imponer silencio al adversario en nombre de Dios mismo: Imperet tibi Dominus (cf. Jds 9).

Ahora bien, por otra parte, el lector de la Biblia sabe que un misterioso personaje desempeñó un papel capital en los orí­genes de la humanidad. El Génesis sólo habla de la serpiente. Criatura de Dios «como todas las otras» (Gén 3,1), esta serpiente está, sin embargo, dotada de una ciencia y de una habilidad que superan a las del hombre. Desde su entrada en escena, se la presenta sobre todo como el enemigo de la naturaleza humana. Envidiosa de la felicidad del hombre (cf. Sab 2,24), llega a sus fines utilizándo ya las armas que serán siempre las suyas, astucia y *mentira: «el más astuto de todos los animales de los campos» (Gén 3, 1), «seductor» (Gén 3,13; Rom 7,11; Ap 12,9; 20,8ss), «homicida y mentiroso desde el principio» (Jn 8,44). A esta serpiente da la sabidurí­a su verdadero nombre: es el diablo (Sab 2,24).

II. EL ADVERSARIO DE CRISTO. Ya en este primer episodio de su historia entrevé, no obstante, la humanidad vencida que un dí­a ella también triunfará de su adversario (Gén 3,15). La *victoria del hombre sobre Satán es, en efecto, el fin mismo de la misión de Cristo, venido para «reducir a la impotencia al que tení­a el imperio de la muerte, el diablo» (Heb 2,14), para «destruir sus obras» (lJn 3,8) o, dicho con otras palabras, para sustituir por el reino de su Padre el reino de Satán (lCor 15,24-28; Col 1,13s). También los evangelistas presentan su vida pública como un combate contra Satán. La lucha comienza con el episodio de la *tentación, en el que, por primera vez desde la escena del paraí­so, un *hombre, re-presentante de la humanidad, «hijo de Adán» (Le 3,38) se halla cara a cara con el diablo. Esta lucha se afirma en las liberaciones de posesos (cf. *demonios), prueba de que «ha llegado el reino de Dios» (Mc 3,22ss) y de que el de Satán ha llegado a su fin (cf. Lc 10,17-20); se afirma hasta en las meras curaciones de *enfermos (cf. Act 10,38). Se prosigue también, más solapada, en el enfrentamiento que pone a Cristo en oposición con los judí­os incrédulos, verdaderos «hijos del diablo» (Jn 8,44), «engendros de ví­boras» (Mt 3,7ss; 12,34; 23,23). Alcanza su paroxismo en la hora de la pasión. Lucas relaciona ésta con la tentación (Le 4,13; 22,53) y Juan subraya el papel de Satán (Jn 13,2.27; 14,30; cf. Lc 22, 3.31) sólo para proclamar su derrota final. Satán parece dirigir el juego; pero en realidad «no tiene ningún poder sobre Cristo» : todo es obra del amor y de la obediencia del Hijo (Jn 14,30; cf. *redención). En el momento preciso en que se cree seguro de su victoria es «derrocado» el «prí­ncipe de este mundo» (Jn 12,31; cf. 16,11; Ap 12,9-13); el imperio del mundo que una vez habí­a osado ofrecer a Jesús (Lc 4,6) pertenece ahora ya a Cristo muerto y glorificado» (Mt 28,18; cf. Flp 2,9).

III. EL ADVERSARIO DE LOS CRISTIANOS. Si bien la resurrección de Cristo consagra la derrota de Satán, el combate no se acabará según Pablo sino con el último acto de la «historia de la salvación», el «*dí­a del Señor», cuando «el Hijo, habiendo reducido a la impotencia a todo principado y a toda potestad y a la *muerte misma, entregue el reino a su Padre, a fin de que Dios sea todo en todos» (ICor 15,24-28).

Como Cristo, también el cristiano tendrá que habérselas con el Adversario. Este impide a Pablo ir a Tesalónica (]Tes 2,18), y «el aguijón clavado en su carne», obstáculo a su apostolado, es «un mensajero de Satán» (2Cor 12,7-10). Ya el Evangelio lo habí­a identificado con el *enemigoque siembra la cizaña en el campo del padre de familia (Mt 13,39), o que arranca del corazón de los hombres la semilla de la palabra de Dios, «no sea que crean y se salven»‘ (Mc 4,15 p). Pedro, a su vez, lo represen-ta como un león hambriento que ronda sin cesar en torno a los fieles buscando a quién devorar (lPe 5,8). Como en el paraí­so, desempeña esencialmente el papel de un tentador que se esfuerza por inducir a los hombres al pecado (]Tes 3,5; lCor 7,5) y por oponerlos así­ a Dios mismo (Act 5,3). Más aún: Pablo, tras este poder personificado al que llama el *pecado, parece suponer ordinariamente la acción de Satán, padre del pecado (comp. Rom 5,12 y Sab 2,24; Rom 7,7 y Gén 3,13). Finalmente, si es cierto que el *anticristo está ya en acción en la tierra, es el poder de Satán el que se oculta tras su acción maléfica (2Tes 2,7ss).

De este modo el cristiano -y tal es la tragedia de su destino – debe elegir entre Dios y Satán, entre Cristo y Belial (2Cor 6,14), entre el «maligno» y el «verdadero» (1Jn 5,18s). El último dí­a estará para siempre con el uno o con el otro.

Satán, espí­ritu temible por sus «ardides», sus «trampas», sus «engaños», sus «maniobras» (2Cor 2,11; Ef 6, 11; lTim 3,7; 6,9…), gustando de «disfrazarse de ángel de luz» (2Cor 11,14), es, con todo, un enemigo vencido. El cristiano, unido a Cristo por la fe (Ef 6,10) y la oración (Mt 6, 13; 26,41 p) – oración que, por lo demás, es sostenida por la de Jesús (Lc 22,32; cf. Rom 8,34; Heb 7, 25) -, está seguro de triunfar; sólo será vencido el que consienta en ser-lo (Sant 4,7; Ef 4,27).

Al final de la revelación ofrece el Apocalipsis, particularmente a partir del cap. 12, una como sí­ntesis de la enseñanza bí­blica sobre este Adversario, contra el que, desde los orí­genes (Ap 12,9) hasta el término de la historia de la salvación, debe combatir la humanidad. Satán, impotente ante la *mujer y ante aquel al que ella da a luz (12,5s), se ha vuelto contra «el resto de su descendencia)) (12,17); pero el aparente triunfo que le procuran las ilusiones del *anticristo (13-17) acabará con la victoria definitiva del *cordero y de la Iglesia, su esposa (18-22): Satán será arrojado con la *bestia y el falso profeta, con la *muerte y el Ha-des, con todos los hombres que hayan sucumbido a sus ardides, en el estanque de azufre ardiente, que es la muerte segunda (Ap 20,10.14s).

-> Anticristo – Bestia – Demonios – Enemigo – Prueba/Tentación – Guerra – Mentira.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas