v. Cautiverio
Psa 53:6 Dios hiciere volver de la c a su pueblo
Psa 85:1 tierra, oh Jehová; volviste la c de Jacob
Psa 126:1 Jehová hiciere volver la c de Sion
Jer 29:14 haré volver vuestra c, y os reuniré de
Amo 6:7 ahora irán a la cabeza de los que van a c
Eph 4:8 llevó cautiva la c, y dio dones a los
Rev 13:10 si alguno lleva en c, va en c; si alguno
La cautividad del reino del norte de Israel en 722 a. de J.C. y la cautividad de Judá (o reino del sur) en 586 a. de J.C. Después del sitio de tres años de Samaria, Sargón conquistó esta ciudad capital de Israel y deportó a los habitantes a Asiria (2Ki 17:6-7; 2Ki 18:11-12). Dejaron a los muy pobres en Israel porque no los consideraban una amenaza (2Ki 25:12).
Tiempo más tarde, el nieto de Sargón, Asaradón, y su bisnieto Asurbanipal, importaron a la región de Samaria algunos pueblos conquistados del Oriente (2Ki 17:24). Cuando las diez tribus del norte fueron llevadas a cautividad, algunos indudablemente fueron absorbidos por la cultura pagana que les rodeaba pero la gran mayoría retuvieron su identidad. Algunos regresaron a Judá al término del exilio; otros permanecieron para llegar a ser parte de la dispersión.
La cautividad de Judá fue predicha 150 años antes que ocurriera (Isa 6:11-12; Isa 11:12). Isaías (Isa 11:11; Isa 39:6) y Miqueas (Mic 4:10) predijeron que el lugar de la cautividad iba a ser Babilonia; y Jeremías anunció que sería durante 70 años (Jer 25:1, Jer 25:11-12). Nabucodonosor fue a Jerusalén en 605 y llevó a Babilonia los utensilios de la casa de Dios y a miembros de la nobleza de Judá, entre ellos Daniel el profeta (2Ch 36:2-7; Jer 45:1; Dan 1:1-3). Joacim fue llevado en cadenas a Babilonia (2Ch 36:6). En 597, Nabucodonosor llevó a Joaquín, su madre, sus mujeres, 3.000 príncipes, 7.000 hombres de poder y 1.000 artesanos (2Ki 24:14-16). Entre ellos estaba el profeta Ezequiel. Esta fue la primera deportación en gran escala del reino del sur a Babilonia. En 586 Nabucodonosor quemó el templo, destruyó la ciudad de Jerusalén y deportó a Babilonia a todos, excepto los más pobres de la tierra (2Ki 25:2-21).
Un tercer grupo fue llevado a Babilonia cinco años después de la destrucción de la ciudad (Jer 52:30).
Los desterrados no eran oprimidos gravosamente por sus conquistadores. Se dedicaban a los negocios, edificaban casas (Ezr 2:65; Jer 29:5-7) e incluso ocupaban posiciones altas en el estado (Neh 1:11; Dan 2:48). No podían continuar su sistema de sacrificios, pero tenían con ellos a sus sacerdotes y maestros (Ezr 1:5; Jer 29:1).
Ezequiel los animaba constantemente (Eze 1:1). En 539 a. de J.C., Babilonia cayó ante Ciro rey de Persia, quien emitió un decreto permitiendo a los israelitas volver a Jerusalén para reconstruir el templo (Ezr 1:1-4). El año siguiente, cerca de 43.000 volvieron con Zorobabel (Ezr 2:64). El resto prefirió quedarse en Mesopotamia (Zec 6:10). En 458, 1.800 volvieron con Esdras.
Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano
(Ver CAUTIVERIO)
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado
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Es la dependencia forzada de otro durante un tiempo o para toda la vida. Lo contrario de cautividad es libertad, y la ruptura de las ataduras de la cautividad es la liberación. En la Historia del Pueblo de Dios se alude a la cautividad cuando se habla del tiempo en que los hebreos estuvieron esclavizados en Egipto, cuya liberación relata el libro sagrado del Exodo y que históricamente puede situarse entre el 1250 y el 1200 a. C.
Y sobre todo se alude al destierro que el pueblo elegido sufrió al ser llevado a Mesopotamia. Los reyes del imperio asirio en el norte, con la capital en Nínive, destruyeron Samaria el 721 y los habitantes fueron cautivados.
En su territorio fueron instalados otros deportados y los «samaritanos», sus descendientes, fueron en adelante considerados como enemigos y extranjeros hasta los tiempos de Jesús.
Los del Sur sufrieron la misma suerte un siglo después, cuando los babilonios sucedieron a los asirios. Nabucodonosor de Babilonia, el 585, tomó Jerusalén, destruyó el Templo de Salomón y llevó cautiva a la población.
El regreso de los cautivos de Babilonia, porfetizado por Jeremías y Ezequiel, se relataría en los libros de Esdras y de Nehemías. Sólo fue posible 40 años después.
De esta segunda cautividad ya no volvieron más que los «judíos», los de la tribu de Judá, cuando los persas dominaron a Babilonia y Ciro el Grande el 538 y luego Darío I autorizaron la restauración de la vida nacional. Los que regresaron, pues muchos se quedaron en su «destierro», reorganizaron el Reino en forma teocrática, reconstruyeron el templo y la ciudad de Jerusalén y se mantuvieron tributarios de los nuevos dominadores, pero protegidos por ellos.
Con la tribu de Judá, regresó la de Benjamín. Las 10 tribus del Norte, de Israel, se perdieron en la Historia, al menos bíblica, aunque sabemos que constituyeron la base de la Diáspora, o grupos judaicos que en adelante poblaron el Mediterráneo y Mesopotamia.
Pero la conciencia del judaísmo postexílico se orientó ya hacia la segunda etapa de su existencia, la que después culminaría con los griegos helenistas y los romanos.
Muchos israelitas siguieron perfilando sus genealogías hasta los tiempos actuales según las doce tribus históricas.
La cautividad quedó en la conciencia del pueblo como una experiencia traumática de castigo y de perdón, en cuya gestación actuaron de forma eficiente los profetas. La Biblia y las bases sociales de la Historia de la salvación se configuraron en las formas que hoy conocemos al regreso de la cautividad
En el mensaje cristiano, heredero del judaísmo, la idea de la Cautividad posee cierto preso específico en referencia al pecado, al perdón, a la penitencia y a la justicia y misericordia divinas.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
aicmalosia (aijcmalwsiva, 161), cautividad, nombre abstracto, en contraste a aicmalotos (véase CAUTIVO, A, Nº 1), que es el nombre concreto. Se halla en Rev 13:10 y en Eph 4:8, donde «llevó cautiva la cautividad» parece ser una alusión a la procesión triunfal mediante la que se celebraba una victoria, formando los cautivos parte de la procesión. Véase Jdg 5:12: La cita es del Psa 68:18, y es probablemente una expresión fuerte de la victoria de Cristo, por medio de su muerte, sobre los poderes hostiles de las tinieblas. Una sugerencia alternativa es que a su ascensión Cristo transfirió a los santos redimidos del Antiguo Testamento del Seol a su propia presencia en gloria.¶ CAUTIVO (LLEVAR CAUTIVO, ESTAR CAUTIVO) A. NOMBRE aicmalotos (aijcmavlwto», 164), lit., uno tomado por la lanza (de aicme, lanza, y jalotos, adjetivo verbal, de jalonai, ser capturado); de ahí denota a un cautivo (Luk 4:18).¶ B. Verbos 1. aicmaloteuo (aijcmalwteuvw, 162) significa: (a) ser prisionero de guerra; (b) hacer un prisionero de guerra. Este último significado es el único usado en el NT (Eph 4:8). Véase LLEVAR.¶ 2. aicmalotizo (aijcmalwtivzw, 163), prácticamente sinónimo con el Nº 1. Denota o bien llevar cautivo (Luk 21:24), o subyugar, llevar bajo control; dicho del efecto de la Ley en los propios miembros al llevar a la persona a la cautividad bajo la ley del pecado (Rom 7:23); o de cautivar los pensamientos a la obediencia de Cristo (2Co 10:5); o de aquellos que llevaban cautivas a «mujercillas cargadas de pecados» (2Ti 3:6). Véase LLEVAR.¶ 3. zogreo (zwgrevw, 2221) (de zoos, vivo, y agreuo, cazar o atrapar) significa, lit., tomar hombres vivos (Luk 5:10), usándose allí de los efectos de la obra del evangelio; en 2Ti 2:26 se dice del poder de Satanás para llevar a los hombres por el camino torcido. El versículo debiera decir: «y que se puedan recuperar a sí mismos de la trampa del diablo (habiendo sido tomados cautivos por él), para dedicarse a la voluntad de Dios». Este es el sentido probable, y no el de tomar vivo o de por vida. Véanse ESTAR CAUTIVO, PESCADOR.¶
Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento
1. LA PRUEBA DE LA CAUTIVIDAD.
Desde el comienzo de su historia pasó Israel en Egipto por la experiencia de una «cautividad original» cuando la tierra que había acogido a los patriarcas vino a ser para sus descendientes una «casa de servidumbre» (Ex 13,14; Dt 7,8). Sin embargo, hablando con todo rigor, los hebreos eran *esclavos de Faraón más bien que cautivos o prisioneros. En lo sucesivo el pueblo de Dios conoció más de una vez la deportación, práctica que Amós denuncia como un crimen (Am 1,6.9), aun cuando fuera corriente en el antiguo Oriente. Tal fue la suerte de las tribus del norte después de la ruina de Samaría (2Re 17,6.23), después la de Judá a comienzos del siglo vi (2Re 24-25). En los dos casos se trataba de *castigos que sancionaban las infidelidades del pueblo de Dios. En el lenguaje tradicional, la cautividad de *Babilonia, aun cuando fue más bien deportación o *exilio, quedó como la cautividad por excelencia.
Al lado de estas pruebas colectivas, la Biblia evoca en contextos variados la suerte de individuos cautivos o prisioneros. Para algunos la detención no es un justo castigo (cf. Mt 5,25; 18,30), sino una *prueba providencial (cf. Ap 2,10). Tal es el caso de José (Gén 39,20ss), al que la sabiduría de Dios «no le abandonó en la prisión» (Sab 10, 14); es también la suerte de más de un profeta (cf. 1Re 22,26ss), la de Jeremías (Jer 20,2; 32,2s; 37, 11-21; 38,6), de Juan Bautista (Mt 14,3); finalmente la de Jesús, que fue amarrado (Jn 18,12; Mt 27,2) y sin duda puesto en prisión. En la Iglesia espera la misma suerte a losapóstoles (Act 5,18; 12,3ss; 16,23s); y Pablo, capaz de ir voluntariamente a la cautividad (Act 20,22), podrá designarse a la letra como «el prisionero de Cristo» (Ef 3,1; 4,1; cf. 2Cor 11,23). Sin embargo, «la palabra de Dios no será encadenada)) (2Tim 2,9; cf. Flp 1,12ss), y libe-raciones maravillosas (Act 5,19; 12, 7-11; 16,26) demostrarán la impotencia de la prisión para retener cautivo al Evangelio.
Es que Dios se preocupa de los cautivos. Si pide a sus fieles que «rompan las cadenas injustas» (Is 58,6) y si la visita de los encarcela-dos forma parte de las *obras de misericordia (Mt 25,36.40; cf. Heb 10,34; 13,3), él mismo está lleno de solicitud por «sus prisioneros)) (Sal 69,34), incluso por los que con des-precio habían desafiado sus órdenes (Sal 107,10-16). Sobre todo a su pueblo cautivo hace una promesa de *libertad (Is 52,2), que es como un gusto anticipado del Evangelio (Is 61,1).
II. LA CAUTIVIDAD ESPIRITUAL DEL PECADOR. Es que, en efecto, a través de la experiencia de la cautividad temporal, el pueblo de Dios entrevé otra, de la que la primera viene a ser entonces un símbolo expresivo: la cautividad de los pecadores. Todavía en este plano hay interferencia entre cautividad y *esclavitud.
La decisiva afirmación de Jesucristo: «todo el que comete pecado es esclavo» (Jn 8,34) tiene antecedentes en el AT : Dios abandonaba al pueblo infiel a sus enemigos (Jue 2,14), lo «entregaba al poder de sus crímenes» (Is 64,6 Lxx); según la enseñanza de los sabios, el *pe-cado constituye una especie de alienación : «El impío queda preso en su propia iniquidad y cogido en el lazo de su culpa» (Prov 5,22; cf. 11,6).
Sin embargo, la profundidad de la aflicción humana, cuya liberación había de anunciar Jesús (cf. Lc 4,18; cf. Is 61,1), se revela sobre todo en los escritos apostólicos. «Yo soy un ser de carne, vendido por esclavo al pecado», soy como un «cautivo bajo la ley del pecado, que está en mis miembros» (Rom 7,14. 23): tal es, según san Pablo, la condición de todo hombre antes de su *justificación. Por lo demás, el pe-cado no es una abstracción : en definitiva, los pecadores están cogidos en «las redes, del diablo, que los hace cautivos, esclavizados a su voluntad» (2Tim 2,26).
Otra traducción concreta de esta cautividad la constituyen «las redes del .leo!» y «los lazos de la muerte» (cf. Sal 18,6), tan temibles para los hombres (cf. Heb 2,14s). Y así, también se extendió hasta allá la acción libertadora de Jesús: después de haber *gustado la *muerte, «descendió a los infiernos», a fin de proclamar la buena nueva de la salvación «incluso a los espíritus de-tenidos en prisión» (iPe 3,19).
Finalmente, Pablo no vacila en considerar a veces a la *ley misma como una especie de «calabozo», donde «estábamos encerrados antes del advenimiento de la *fe» (Gál 3,23; cf. Rom 7,6): fórmulas extremadas quizá, pero que sirven ,para comprender mejor la verdadera *liberación que nos procura Jesucristo.
¿Qué sucede a esos pecadores libertados por Jesucristo? Nueva paradoja: son «cautivos» del Señor, Pablo proclama que los esclavos del pecado vienen a ser esclavos de la *justicia (Rom 6,12-23; lCor 7,22); él mismo se considera como encadenado por el Espíritu (Act 20,22); quiere hacer así «cautivo a todo pensamiento para inducirlo a *obedecer a Cristo» (2Cor 10,5-; cf. Rom 1,5). En efecto, Jesús, a la manera de los generales antiguos, en su cortejo victorioso «llevó cautivos» (Ef 4, 8 = Sal 68,19), pero con el fin de distribuirles sus dones y de asociarlos a su propia *victoria (cf. 2Cor 2,14).
–> Babel, Babilonia – Prueba – Es-clavo – Exilio – Liberación – Pe-cado – Redención.
LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teología Bíblica, Herder, Barcelona, 2001
Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas